☆ Epílogo
Pasaron unos meses, que parecían años para cada uno de los amigos y familiares de la supuestamente fallecida Yoshimi.
Nada había vuelto a ser igual, en especial para Konohamaru.
Le aterraba la idea de no volverla a ver nunca más, de no escuchar más sus palabras de ánimo ni de consuelo, sus cálidos abrazos e incluso sus duros regaños.
¿No podía haber sido otro el que tuviera esa suerte?
Al pensar esto, se horrorizaba de sí mismo al descubrir esos deseos tan egoístas dentro suyo.
De todas formas, le había reconfortado un poco que Kiba le hubiera dicho que pensar eso era normal después de lo que había pasado, para después jurarle que mataría al Akatsuki que hizo aquello, todo eso con lágrimas de ira, claro.
Eso había pasado en el funeral de la Sarutobi.
Ahora no podía hacer más que lamentarse acostado en su cama y sentir enojo por sus padres. Él no podía creer que, a pesar de que su hija hubiera muerto, los dos estuvieran comportándose "normal".
Bueno, Konohamaru no podía ver lo que en verdad les pasaba.
Ellos estaban haciendo eso por su hijo menor, tratando de no transmitirles su sufrimiento a este, dejando para la noche sus pláticas sobre lo sucedido y sus amargas lágrimas.
Creían que eso era lo que debían hacer, que era lo mejor para todos, pero no veían cómo su supuesta indiferencia con respecto al tema dañaba al niño.
Y por supuesto, Asuma, el tío de los dos chicos, también estaba afectado. La niña a la que casi había criado como una hija, y que aún tenía una larga vida por delante, había muerto.
Le habían contado los hechos, pero no pensaba hacer nada hasta tener un plan para combatir contra el Uchiha.
Volviendo con Konohamaru, en esos momentos, un mes después de aquella tragedia, se encontraba mirando al techo sobre su cama, pensando en lo sucedido. Por más que trataba de sacarse esos pensamientos de la mente, no podía. En verdad le era imposible.
El castaño suspiró y cubrió sus dos ojos con su brazo, tratando de serenarse un poco.
Un pensamiento fugaz llegó a su mente.
En todo ese mes nadie se había atrevido a entrar al cuarto de su hermana, el que había permanecido con la puerta cerrada desde que ella se había marchado.
Otro sonoro suspiro salió de su boca, para luego destapar sus ojos y levantarse de su cama, bastante débil al no haber comido casi nada aquel día.
Caminó hasta su puerta arrastrando los pies, la abrió y cruzó el pasillo sigilosamente, tratando de que no lo escucharan. No quería toparse con nadie en ese momento.
Llegó frente a la puerta del cuarto su fallecida hermana. Posó su mano en el pomo de la puerta, tratando de controlar sus acelerados latidos.
Parecía que aún tenía esperanzas de que todo hubiera sido una pesadilla y que ella todavía estuviera ahí, tan solo durmiendo en su cama, o quizá haciendo una extraña mezcla de ingredientes que tenía en su armario, pero al girar el pomo y abrir la puerta, todas sus esperanzas se fueron a la basura.
En ese cuarto no había un alma, incluso algunos muebles estaban polvorientos y el tacto de todo se sentía frío.
Estar en aquella habitación le producía una sensación inusual. A pesar de que ya no había esperanzas de que ella estuviera ahí, parecía como si estuviera a punto de descubrir algún secreto muy grande.
Entró y cerró la puerta detrás suyo. Se dirigió hacia su escritorio: pluma y hojas de papel se encontraban sobre este. Revisó cada una de ellas, bastante decepcionado al no ver nada escrito.
Buscó en sus cajones. Lo habitual, cuadernos, algunos lápices de colores y bolitas de papel en donde se apreciaban unos dibujos de conejos, monos, perros y una especie de dragones deformes.
Una de aquellas bolitas de papel recibió toda su atención, en esta se apreciaba un dibujo de una cama y, justo en la almohada, había marcada una flecha muy grande y pronunciada. Confundido y con papel en mano, Konohamaru se dirigió hacia la cama de la chica, precisamente a buscar debajo de su almohada.
Los latidos de su corazón aumentaron considerablemente al sentir el contacto de lo que parecía ser un sobre en su mano, justo debajo de la almohada.
Apresurado, lo sacó de ahí y leyó lo que decía fuera de este:
Para Konohamaru,
mi preciado hermanito.
Él no dudó ni un momento. Lo abrió con brusquedad al saber que se trataba de una carta de su hermana, a juzgar por sus letras.
Nuevamente soltó un suspiro antes de leer el contenido.
Pequeño fisgón:
Sé que estabas buscando entre mis cosas y encontraste la bolita de papel. Si no es así, supongo que solo buscaste bajo la almohada.
Es hora de decirte la verdad.
Quizás haya pasado mucho tiempo, o quizá encontraste la carta al día siguiente al de mi supuesta muerte.
Hay algo que quiero que leas con el equipo 8, Shikamaru, Asuma y Hiroki.
Busca en mi armario, el cajón de más arriba, al fondo. Ahí hay una caja. Ábrela.
Perdóname.
Sarutobi Yoshimi.
No esperó más y tiró la carta por ahí, tomó una silla y se encaramó encima de esta, para luego seguir sus indicaciones. Sacó todas las herramientas ninja que ella tenía guardados en el cajón superior y se topó con la caja al final. La sacó de ahí con dificultad y se fue a sentar a la orilla de la cama.
La caja era sencilla, rectangular, forrada con un papel de líneas blancas y moradas. La abrió.
Dentro habían sobres, eran bastantes, todos dirigidos a las personas que había mencionado en la carta bajo de su almohada, sin embargo, el que más le llamó la atención fue uno que afuera tenía escrito
KONOHA
con letras grandes y curvadas.
Supuso que ese era el que debía leer con los demás, así que la tomó, guardó todas las cartas dentro de la cajita y salió de ahí, cerrando la puerta a su paso. Se dirigió hacia su cuarto y la guardó bajo su cama.
Con el sobre de las letras grandes, salió de casa hacia las calles de la villa con la mirada baja e indecisa.
En el camino pudo encontrar a la chica de clan Hyūga que siempre estaba con su hermana, que él creía que era su amiga. Le pidió que reuniera a sus compañeros de equipo y al chico flojo, ya que necesitaba mostrarles algo importante.
Más tarde pudo recordar el nombre de la chica: Hinata.
Konohamaru buscó a su primo y a Asuma, para después ir con ellos al punto de encuentro con los demás. Cada segundo de espera, su ansiedad y sus ganas de abrir en ese mismo momento el sobre aumentaban.
Uno a uno fueron llegando, y en pocos minutos el chico estaba rodeado de personas.
El niño le tendió el sobre a Asuma, este lo miró sin entender.
—¿Qué es esto?
—Lo encontré en el cuarto de mi hermana, había otro papel que decía que tenía que leerlo con ustedes —dijo todo eso mirando al piso, ya que no quería ver las miradas de los demás sobre él.
El hombre tomó el sobre y observó sorprendido las letras en este.
—Es la letra de Yoshimi —informó desconcertado.
Los presentes, al escuchar esto, se miraron entre ellos.
—¿La letra de... Yoshimi?
—Ábrela, Asuma.
El hombre hizo caso y empezó a leerla en voz alta.
—Dice así:
«Lo siento, Konoha.
He pasado muchas cosas con ustedes, pero sin duda, esto será lo último que recordarán de mí hasta que nos volvamos a encontrar.
Deben estarse preguntando qué rayos es esto.
Antes de que me ofrecieran ser parte de Akatsuki, era, lo que se podría decir, una chica normal (si ser normal a mi manera está incluido como "ser normal"), pero ahora solo soy una ninja renegada a la que deben matar algún día.
Sí, tal como leyeron.
Me ofrecieron ser parte de Akatsuki.
Y yo, asustada, no pude hacer más que decir que sí y temblar de miedo.
Efectivamente, me he ido.
Pueden empezar a llamarme "maldita traidora". De hecho, desde hace mucho tiempo debieron haberlo hecho.
¿Nos vemos?
—Yoshimi, la nueva ninja renegada de Konoha.
P.D.: hay varias cartas para ustedes en la caja, una para cada uno. Léanlas»
A medida que iba leyendo, el tono de voz del Sarutobi se entrecortaba cada vez más, como si hacerlo le estuviera doliendo.
Al terminar, el primero en reaccionar fue Kiba.
—Esto es una broma de mal gusto, ¿cierto? —pregunta Kiba, apretando con fuerza sus dientes por lo furioso que estaba. ¿Esta "carta" significaba que había llorado por ella en vano? ¿Que se había lamentado por algo que nunca ocurrió?
Los presentes pudieron ver a algunos ANBU's corriendo por la aldea hacia las afueras de esta. También vieron que Kurenai caminaba hacia ellos, con un aire obscuro, como si les fuera a dar una muy mala noticia.
—Confirmaron que una chica mató a unos jōnins en la frontera del país —la mujer de pelo negro levantó la mirada—. También confirmaron que esa chica era... —suspiró— Sarutobi Yoshimi.
Y, a partir de ese preciso instante, la Honorable Nieta del Honorable Tercer Hokage pasó a ser tan solo una Maldita Traidora.
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