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✧ Capítulo 8

Capítulo 8:
Problemas

La obscuridad la rodeaba por completo, de pronto volvió a esta consciente. Sintió voces muy lejanas hasta que se fueron aclarando poco a poco. Estuvo así un buen rato, tratando de descifrar lo que las personas a su alrededor hablaban. Fue entonces cuando decidió abrir los ojos. Se encontró mirando al techo, de color blanco, tan blanco que le dolieron los ojos, por lo que los tuvo que cerrar mientras soltaba un quejido.

—¡Yoshimi! —sus compañeros (Shino incluido) se abalanzaron sobre ella a ver si estaba bien tan rápido como la escucharon.

—Oigan, ¿qué...? —la voz no le salía, se escuchaba un pobre susurro.

Sentía un gran dolor en el costado derecho, le punzaba y palpitaba un poco, seguro se había roto una o dos costillas.

—¡Chicos, denle su espacio! —reprochó Kurenai-sensei.

—¿Q-qué pasó? —preguntó sentándose en la cama, sin embargo una punzada fuerte en el costado la obligó a recostarse nuevamente.

—¡Ten más cuidado! —la regañó Kiba.

—¿No recuerdas la caída? —le preguntó Shino.

Solo ahí pudo recordar, y no hizo más que mostrar una mueca de sorpresa.

—¡Es cierto! —chilló, mientras se doblaba en la cama, ya que las punzadas eran intermitentes.

—¡Que te quedes quieta, mujer! —vuelve a regañarla Kiba.

—¡Habías gastado mucho chakra, te había dicho que comieras más! —esta vez la que la estaba reprochando era Hinata, que emanaba preocupación por cada uno se sus poros por la salud de su mejor amiga. A los dos chicos de la habitación les sorprendió verla incluso un poco enojada.

—¿Cuánto tiempo pasó?

—Dos o tres días.

Yoshimi abrió los ojos alarmada.

—¡Kurenai-sensei, dime que no informaste al viejo de esto! ¡Espera! Hablando de eso, ¿dónde se supone que estamos? —interrogó, dándose cuenta del lugar desconocido en el que estaba.

—No he informado —respondió la mujer—. Estamos en un hospital de la aldea.

—¿De Konoha? —su rostro se volvió todo un dilema.

—¡De la otra aldea!

—Ah, bien, está bien. Pero oye, Kurenai-sensei, no puedes decirle esto al abuelo —suplicó, pensando en que si él se enteraba de alguna forma, le daría el sermón de su vida.

—No se lo diré ahora —la de ojos anaranjados suspiró aliviada, antes de que otra punzada la hiciera apretar los dientes para contener las maldiciones que tenía en la punta de la lengua—, pero estará incluido en el reporte.

—¡¿Qué?! —gritó, casi chillando por la nueva punzada en su costado.

—Yoshimi, todo debe estar en el reporte. No entiendo por qué no quieres que el Tercero lo sepa —la pelinegra la miró con el ceño fruncido.

—Nada importante, en serio —Yoshimi miró hacia la nada bastante preocupada y bostezó—. Bueno, ahora estoy bastante cansada —sonrió sin mostrar los dientes.

—Oh, entonces nosotros nos vamos —sonrió Kurenai.

—¡Come bien, por favor! —regañó nuevamente Hinata antes de salir.

—No te muevas mucho, te va a doler —Shino repitió la acción de su compañera.

—¡Cuídate, tonta! —Akamaru ladró apoyando a su amo, pero cuando iban a salir, Kurenai los detuvo.

—Kiba, tú te quedarás cuidando a Yoshimi, ya sabes, ver si necesita algo —lo miró con un toque de picardía—. Nos vemos —y se fue cerrando la puerta, dejándolos en un total silencio que el chico decidió romper.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Kiba sonriéndole de medio lado.

—Pues... además de tener una costilla rota, todo bien, aquí, sentada en una cama de hospital —por alguna razón la sola presencia de su compañero la estaba poniendo más nerviosa de lo normal. Él rió por lo que ella acababa de decir—. Hablando de eso, ¿qué pasó con la misión?

—Oh, eso —el castaño quedó en silencio unos segundos—. Kurenai-sensei no ha dicho nada aún sobre la misión, pero creo que la continuaremos en poco tiempo.

—¿Cuando me recupere? —mostró una cara de confusión, ya que unas costillas rotas no se sanaban tan rápido.

—No lo creo —respondió—, ya que localizamos al chico, ese del bosque —su rostro mostraba fastidio.

—Oh, sí, sí —lo recordó, era aquel que la había besado, pero de pronto pareció darse cuenta de algo—. ¡¿No hicieron la misión en estos dos días?!

Claro, Yoshimi se preocupaba más por su deber que por su estado de salud, como siempre había hecho.

—Estábamos esperando a que despertaras para ver si estabas bien.

Perfecto, ahora la chica se estaba sintiendo como una gran molestia para su equipo, impidiéndoles avanzar en su misión como ninjas y...

—No seas tan dura contigo misma —ella vio a Kiba de brazos cruzados a su lado, parecía que sabía lo que pensaba—. Es normal preocuparte por tu compañera de equipo.

—Sí, eso creo —suspiró—. Bueno, creo que dormiré un rato.

—Entonces me iré, duerme bien, tonta—caminó hacia la puerta, seguido por su perro.

—Nos vemos, Kibaka —cerró los ojos, y cuando escuchó el sonido de la puerta cerrándose detrás del de las marcas en las mejillas, los volvió a abrir para quedarse mirando fijamente al blanco techo.

Aún soy muy débil —pensó, sintiéndose fracasada en su situación —. Estoy retrasando a mi equipo, soy una molestia —se frotó la frente, que le había comenzado a doler—. Debo conseguir más poder de alguna forma.

Con estos pensamientos en la mente, Yoshimi durmió después de un rato, intranquila, pero como era de esperarse, no pudo dormir mucho por el dolor físico que sentía.

—Creemos que tiene anemia, perdió mucha sangre.

—Entiendo. Habrá que dejarla descansar mientras nosotros terminamos la misión.

Las voces se oían lejanas, aún así la chica podía reconocer la de su sensei, y el otro seguramente era un doctor.

—Sí. Está en buenas manos, no se preocupen —respondió la primera voz.

Maldición. No pienso quedarme en cama mientras ellos están en el centro de la acción, kanarazu pensó determinada. Pero no duró mucho rato de esa forma, ya que volvió a quedarse dormida. Cuando despertó nuevamente y se acordó de lo que había escuchado, se desesperó: no sabía cuánto tiempo habían pasado desde lo último que escuchó.


—¡Maldición!

—Veo que ya despertaste —una enfermera le sonríe.

—¿Eh? —se sobresaltó ya no se había percatado de su presencia hasta ese momento—. Sí, desperté recién... ¿Me podría decir qué me pasó?

La enfermera suspira.

—Perdiste mucha sangre, tienes anemia —la mira un poco preocupada, pero luego su mirada cambia a una de reproche—. Digamos que también contribuyó que no comieras nada y que tampoco te preocuparas por dormir bien. ¿Cómo pudiste hacer eso? Hace unas horas tuviste una gran baja en tus defensas, podrías haber... —frunce el ceño tratando de controlarse—. No importa. Ahora, lo que debes hacer es descansar.

—Sí, lo siento, lo juro. ¿Dónde están mis compañeros?

—Fueron a completar su misión —le responde y la chica asiente—. Ni se te ocurra ir con ellos.

Yoshimi ríe nerviosa, parecía que esa mujer leía sus pensamientos.

—¿Quieres algo de comer?

—No, estoy bien así —le sonrió gentilmente, agradecida por su preocupación.

—Oh, claro que no. Te traeré algo que te encantará, ya verás —la enfermera le sonríe y sale de la habitación antes de que la castaña pudiera negarse. Yoshimi tragó fuertemente: debía elegir entre dos cosas, una decisión difícil, o la misión o la comida.

Y, como la buena ninja que era, Yoshimi escogió la misión... claro, después de haber comido, porque su estómago rugía como un león. La pequeña suspiró y se sentó en la cama, para después realizar un jutsu de invocación.

Un mono de tamaño pequeño apareció frente a ella en una nube de humo, él era el primer animal ninja que había logrado invocar cuando era pequeña, por lo cual le tenía un inmenso cariño.

—¡Hola, Saru-chan! —le sonrió.

—¡Yo-chan! —dice con su voz tan divertida—. Hace tiempo que no me invocas. ¿Cómo van las cosas?

—No tan bien como quisiera —puchereó—. Por eso te invoqué, necesito tu ayuda: busca a mis compañeros de equipo y luego regresa a decirme si ya están en batalla.

—Que tarea más fácil, Yo-chan. ¿Ni siquiera puedo ayudar en algo?

—¡No! Además ni siquiera sabes cómo son —regañó.

—¡Bueno, bueno! —el mono se estaba comenzando a fastidiar—. Entonces muéstrame una foto o algo.

Ante esta petición, ella alcanzó su mochila que estaba en una silla, sacó una foto que se habían hecho hace unas semanas y se la mostró—. Son ellos.

—Bien, con eso basta. Me voy —dicho eso, salió por la ventana. Yoshimi no lo iba a negar: se veía muy gracioso yendo a máxima velocidad.

Luego, se desmoronó en la cama, bastante cansada a pesar de que desde que despertó no había hecho nada que requiera mucho esfuerzo. Unos segundos después, la enfermera entra con una bandeja, le había llevado un ramen y algunos dangos. Yoshimi no sabía qué clase de hospital era ese, pero se puso demasiado feliz al decidir quedarse en cama.

Minutos después de eso, Yoshimi ya dormía como un tronco, mientras Saru regresaba apresuradamente hacia donde su invocadora descansaba.

—¡Yo-chan! —el mono salta encima de ella—. ¡Yo-chan, despierta!

Ella trata de protestar, pero termina cediendo.

—¿Qué pasa, Saru-chan?

La chica, adormilada, se sienta en la cama y se refriega un ojo.

—¡Ya empezó la acción y tú aquí como una floja! —regaña.

Yoshimi despierta completamente.

—¡Ya voy! —empieza a sacarse la ropa del hospital con dificultad para ponerse la suya (y una polera blanca que le prestó Hinata).

—¡Oye, Yo-chan! ¡¿Pero qué haces?! ¡Aún estoy aquí! —se avergüenza el mono.

—¡Pues date vuelta! —el mono le hace caso.

Unos segundos después abre la puerta, y al comprobar que no hay nadie cerca, la cierra y salta por la ventana dirigida por el mono.

Le dolía todo y le costaba correr, pero sería un insulto para ella que no la incluyeran en la acción.

Al llegar, se ocultó detrás de unos arbustos ya que si la veían fuera de cama en si estado estaba segura de que la matarían.

Los dos hermanos estaban siendo protegidos por sus compañeros.

Kurenai tenía a un hombre bajo su genjutsu, mientras Shino atacaba a otro, Kiba se encargaba de una chica bastante fuerte junto a Akamaru, y Hinata se veía exhausta combatiendo contra otra chica.

Al parecer necesitan ayuda pensó mientras observaba como otros dos salían de su escondite justo frente a ella, por lo que decidió salir.

Acumuló chakra en su puño y le dió un gran puñetazo a uno de los que recién habían salido, haciendo que chocara contra un árbol y lo destrozara por tal impacto.

—¡Yoshimi! —le grita su sensei—. ¡Deberías estar descansando!

—Sí, de nada —susurra.

Rápidamente comienza una batalla de taijutsu con el otro, pero de pronto ella siente que algo filoso le rasguña fuertemente el brazo, el hombre la había tratado de apuñalar, pero solo había conseguido hacerle un rasguño bastante profundo. La herida sangraba, sin embargo no le dolía mucho.

Yoshimi sintió que solo estaba perdiendo energía con esa pelea, así se decide por acabarlo con un ninjutsu.

—¡Doton: Ganseki no Sohen! (Fragmentos de Roca)

Una gran roca sale del suelo, Yoshimi le pega con la palma y esta se fragmenta, haciendo que los pedazos vuelen a una velocidad inimaginable hacia el objetivo, perforando varias partes del hombre (ningún punto vital, por su puesto, Yoshimi no lo quería matar).

¿A quién ayudo ahora? miró a su alrededor, sin preocuparse por la herida en su brazo.

Kurenai-sensei ya había terminado con el suyo y se dirigía a ayudar a Hinata, Kiba estaba un poco complicado y Shino... ¿Qué hacía Shino?

De pronto, la chica contra la que Kiba combatía empezó a llenarse de bichos y entró en pánico, corrió despavorida hacia algún lugar del bosque y el equipo 8 junto a los dos hermanos no la vieron nunca más.

—¡Oye! ¿Qué haces? —le grita el chico perro al chico de los bichos—. ¡Yo estaba casi por acabarla!

—Dices eso en tu estado. Sólo mírate, estás hecho un desastre —contraataca Shino.

—Oigan, chicos. Cálmense, ¿quieren? Somos un equipo, después de todo —se entromete la castaña.

—¡Mira quién lo dice! —dijo Kiba, como siempre, a la defensiva.

—Tú cállate. Shino solo te estaba ayudando, estabas a penas —le grita, para después sentir una punzada en su costado y un gran ardor en el brazo. Como la orgullosa que era, se tragó el dolor.

—Oigan, creo que deberían calmarse —tartamudea tímida Hinata.

—Hinata, no te metas en esto —le dice Kiba agresivo, haciendo que la Hyūga baje la mirada.

—¡No le hables así a Hinata! —grita Yoshimi. Pensando que esta pelea podía ir a mayores, Kurenai los tuvo que calmar.

—Oye, Yoshimi —llamó Hinata, ella la miró—. Tu brazo... está sangrando mucho —señaló hacia ese lugar, Yoshimi lo había vendado pero aún así la sangre seguía cayendo.

—Es solo un rasguño, Hinata. No te preocupes —le sonrió, no muy convencida, ya que de pronto empezó a sentirse mal.

—Voy a ver eso —sentenció Kurenai.

—No, no. Estoy bien, es solo un rasguño —rió nerviosa—. Ahora vamos.

Empezó a caminar, lo último que ella supo fue que Saru-chan había desaparecido en una nube de humo. Se sintió al borde del desmayo y cayó rendida inconsciente, pero Shino alcanzó a detenerla con sus bichos.

¿Qué pasó? ¿En qué momento...? fue lo único que pensó antes de desmayarse.

Estuvo así algunas horas, cuando despertó estaba nuevamente en la cama del hospital. Si antes le dolía todo, ahora era para morirse. No podía moverse, y todo sólo por no haberle hecho caso a su sensei y a la enfermera.

—¡Eres tonta! —exclama Kiba—. ¿Cómo es que vas y... y...? ¡Argh!

El chico perro gruñe frustrado.

Ella no hace más que bajar la mirada y susurrar un tímido "lo siento".

Había recibido reprimendas gigantescas después de despertar, no se imaginaba lo que le esperaba en Konoha.

—Oigan, al final nunca supe quiénes eran esos tipos y qué querían —comentó la chica, tratando de desviarse del tema.

—Estaban buscando la técnica prohibida del clan de estos chicos —le respondió su sensei, señalando a los dos adolescentes que estaban cerca de la puerta de la habitación. Ellos se acercaron a la cama.

—Me llamo Ryû —el chico le sonríe a Yoshimi—. ¿Y tú, linda?

—Yoshimi —ella se mueve incómoda en la cama a causa de la mirada del de ojos verdes.

—No seas idiota —a chica le da un golpe en la cabeza a su hermano, y luego mira a la castaña—. Se pone así a veces, con un buen golpe se le pasa. Soy Akira.

—Encantada —le sonríe.

A la chica le brillaron los ojos.

—Bueno, con mi hermano tenemos que hablar un poco, así que con permiso —dice dirigiéndose hacia la puerta.

—¿Hablar? ¿De qué? ¡Oye, que floje-! —Akira regresa y lo toma de la oreja, luego salen y la pelinegra cierra la puerta detrás de ella. Los demás solo miraron sin entender qué pasaba.

—Voy a ir a vigilarlos por si intentan escaparse —dice Kurenai, posteriormente sale detrás de los hermanos.

—Y... ¿cuánto tiempo se supone que tenemos que estar aquí?

—Hasta que puedas correr —habla Shino.

—O al menos poner un pie en la tierra —se burla Kiba.

—No responderé a eso, pero solo porque me duele el abdomen.

Y no era mentira, a penas podía respirar con mucho esfuerzo.

—Es tu culpa, por haber ido. Sabes que podríamos haberles ganado sin tu ayuda —regañó Kiba.

A continuación, la cara de la chica se empezó a tornar roja por la rabia que sentía en ese momento. Hinata sabía que su mejor amiga estaba por explotar, la conocía, si había algo que Yoshimi detestaba, eran las personas que no reconocen su ayuda.

—Kiba, eres... eres un... —empezó. La Hyūga sabía que todo iba a terminar mal si ella seguía de esa forma, no tenía idea de las palabras que podía decir en contra del Inuzuka, pero prefería intervenir antes de que algo pasara. Aún así, antes de siquiera poder pensar sus palabras, la castaña terminó—. Eres un idiota —ella lo miró a los ojos con una mirada penetrante y seria que nadie sabía de dónde había aparecido, haciendo sentir mal al chico perro.

No explotó, para la sorpresa de su mejor amiga.

Ahora solo se reprime pensó Hinata—. Pero sigue siendo tan hiriente como la recordaba.

Recordó la vez cuando unos chicos la estaban molestando. Yoshimi salió de alguna parte y se puso a gritarles cosas tan hirientes que hasta uno de ellos se puso a llorar. Inmediatamente los atacó con ninjutsu, obviamente se asustaron y salieron corriendo, después de eso, no la molestaron más.

Su mejor amiga pudo notar que ahora el odio no estaba en sus palabras, sino en su mirada.

—Oigan, quiero dormir —se acostó con bastante dificultad y se puso de lado, luego se tapó hasta arriba—. Buenas noches.

Era medio día, pero aún así, decidieron no molestarla más.

Unas horas después, Hinata se encontraba descansando en un bosque cerca del lugar donde se hospedaban, hasta que escuchó una voz conocida y decidió acercarse.

—Oye, Yoshimi. Sé que ahora me odias, y no solo por lo de ayer, también por lo del otro día, la broma tonta que te hice. ¿Me perdonas?... No, así no —el Inuzuka daba vueltas en el patio de la posada—. Yoshimi, lo siento mucho. Fui un malagradecido y... ¿me perdonas? ¡Argh!

Akamaru observaba preocupado a su amo.

—N-no creo que logres nada con eso, Kiba-kun.

El chico se sobresaltó.

—¡H-Hinata! —se avergonzó—. ¿Cuánto escuchaste?

—Lo suficiente para saber que estás arrepentido —la chica lo mira preocupada—, pero ella no escucha palabras.

—¿Eh?

—Si te disculpas... Así... Ella no te perdonará. Lo hará sólo si siente tu arrepentimiento. Por eso, ella no escucha palabras, ella siente.

—¿Eh?

—¡Que se lo demuestres! —exclama Hinata, luego se sonroja—. P-perdón.

—No importa, ya entendí. Voy a ir ahora —Kiba sale corriendo hacia el hospital—. ¡Akamaru, quédate aquí!

Akamaru ladra en desaprobación pero entiende que su dueño quería estar solo con la chica.

Cuando llegó al lugar donde ella estaba, fue directamente hacia su habitación y abrió la puerta. Yoshimi seguía durmiendo y no había ninguna enfermera en la habitación, por lo que entró y no se avergonzó tanto al pedir su disculpa.

—Oye, perdón. La verdad es que no quiero que te alejes de mí. Perdóname por haberte dicho eso — se acercó le besó la frente, acercó una silla y se sentó en ella, esperando a que Yoshimi despertara. Estaba acariciando su mejilla, su piel se sentía suave bajo su tacto—. Prometo no decir algo así nunca más, de verdad te necesitamos, yo te necesito.

Unos segundos después, siente y ve cómo las mejillas de la chica se calentaban. Kiba no entendía lo que pasaba, estuvo a punto de salir y llamar a una enfermera al pensar que le habían dado fiebre, pero se frenó al ver una pequeña sonrisa en el rostro de su amiga.

—¡Oye! ¡Estabas despierta! —reclama sonrojado.

Ahí es cuando ella lo mira y no puede aguantar que un pequeño chillido salga de sus labios. Posteriormente, se cubrió la cara con la almohada mientras emitía unas pequeñas risitas.

Kiba espera a que la chica se calme, pero no puede evitar que en su rostro no aparezca una sonrisa.

—Tonta.

—Idiota —se sacó la almohada de la cara y le sonrió, aún con la cara roja.

Con dificultad (y un poco de ayuda del chico perro) se sienta en la cama.

Kiba se sienta en el borde de la cama y los dos se miran.

—Oye... —empezaron a hablar al mismo tiempo y fruncieron el ceño—. Yo...

—Lo siento.

—Perdón.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Te miré así y... te hice sentir mal.

—Yo soy el que tiene que disculparse. Te dije eso, te lastimé —aprieta los dientes.

—Tranquilo, Kibaka —le saca de la cabeza la capucha de la chaqueta que siempre llevaba y le rascó detrás de la oreja.

—O-oye... ¡¿qué haces?! —se sonroja a más no poder y ríe un poco.

Yoshimi sonríe y para después de un rato. Kiba, quien estaba feliz con eso, al sentir que la chica había parado, abrió los ojos y vio la cara de burla de ella.

—¿Quién lo habría pensado? Eres bastante tierno —le sonrió divertida.

—¡No es cierto! —exclama.

—Sí lo es.

Akira, quien observaba por la puerta un poco entreabierta, hizo un puchero, se alejó de ahí y se fue a sentar.

Al final parece que no podrá ser la esposa de mi hermano se deprime.

Ese mismo día, Kiba y Yoshimi decidieron olvidar esa broma del beso y quedarse así.

Dos días después de eso, la chica por fin podía al menos mantenerse en pie (gracias al ninjutsu médico que se aplicó varias veces en sus costillas y su herida, y unas pastillas de hierro que le recetaron) y regresaban a Konoha escoltando a los hermanos a salvo.

Y luego de dos días más, por fin podían observar a la distancia la gran puerta de entrada de la aldea.

—¡Arre!

—¡Que no soy un caballo, Yoshimi! —exclama Kiba.

—¡Pero estás cargándome a caballo, así que sí lo eres! Ahora... ¡Arre!

A Kiba no le quedó más remedio que acelerar el paso.

—¡Llegamos, Konoha! —grita al pasar la puerta, haciendo que a Kiba le dolieran los oídos y que algunas personas que pasaban por ahí se detuvieran a mirarlos.

—¡Tonta! —le regaña el chico perro. Ella solo le sacó la lengua.

—Yo iré con ellos a la torre Hokage, chicos —les dice Kurenai a sus alumnos—. Vayan a sus casas, deben estar cansados. Nos vemos.

—Nos vemos, Kurenai-sensei.

Ella se marcha directamente hacia la donde el Tercero trabajaba, llevándose a Ryû y Akira.

Los cuatro se miran y Yoshimi se baja de la espalda de Kiba.

—Yo me voy a descansar. Adiós —sonrió, tomó la mano de Hinata y empezó a caminar junto a ella.

—¡¿Podías caminar todo este tiempo?! —le grita el Inuzuka.

—¡Tenía flojera! ¡Nos vemos! —sonrió y se largó de ahí, mientras Hinata reía levemente: su amiga podía ser muy perezosa a veces.

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