✧ Capítulo 4
Capítulo 4:
Los resultados
La Sarutobi caminaba sola por las calles de Konoha, despreocupada ya que ese día no tenía entrenamiento, hasta que un ANBU se le acercó.
—Honorable Nieta, el Hokage la necesita en su oficina.
—Voy en seguida —respondió, por lo cual el hombre se retiró con una reverencia y ella caminó hacia allá. Cuando llegó, abrió la puerta de la oficina de su abuelo no sin antes golpear.
—¡Abuelo, cuánto tiempo! —rió nerviosa, pensando que la regañarían por escaparse. El Hokage suspiró cansado y la chica observó la sala, sus padres y sus maestros (Tsunade y Ebisu) estaban ahí.
—Mañana veremos los resultados de tu entrenamiento, Yoshimi —le dijo su padre, tan cortante como siempre lo había sido.
—Me parece bien.
Después de que los adultos le dijeron que su "prueba" sería una batalla, ella no podía estar más emocionada: por fin podría demostrarles a sus padres lo genial que en realidad era, los nuevos ninjutsus que había aprendido y el que había creado.
—No los decepcionaré, lo juro —exclamó, después de que le explicaran los detalles—. Sea quien sea mi oponente, mamá, papá, estarán orgullosos de mí por fin —Yoshimi los observó con decisión, para después hacerles una reverencia a los mayores presentes y salir de la oficina de su abuelo.
La madre de la chica suspiró mientras su esposo le acariciaba ligeramente la espalda, claramente le dolía que pensara que ellos no estaban orgullosos de ella en ese preciso momento.
—Tsunade, tenemos algo que preguntarte —recordó el hombre—. ¿Pudiste encontrar alguna cura para la enfermedad de nuestra hija?
—Bueno, no es realmente una enfermedad, es una condición... Es algo con lo que ella convivirá toda su vida. Solo debe cuidarse muy bien —la rubia respondió, sintiéndose un tanto culpable al ver los rostros de los padres de su alumna—. Aún así, noté una gran mejoría cuando comencé a aplicarle ninjutsu médico.
Takara Sarutobi, la madre de Yoshimi, no pudo evitar ponerse a llorar. Estaba muy agradecida con Tsunade, si es que había algo que ella de verdad temía, era que su pequeña falleciera a causa de su condición, pero la parecer eso no pasaría, por lo que estaba aliviada.
—Muchas gracias, Tsunade. De verdad, gracias —la mujer se limpió las lágrimas y le hizo una reverencia a la mayor, lo cual su esposo también hizo.
—No tienen por qué agradecérmelo aún, ella aún tiene un largo camino por recorrer y muchos obstáculos que superar. Por ahora estoy 100% segura de que si se cuida no tendrá ninguna enfermedad, pero habrá que seguir viendo su progreso.
Los adultos siguieron hablando de sus cosas, mientras la castaña volvía a su casa a paso lento, con las manos en los bolsillos y un puchero. A pesar de estar muy segura de sus habilidades, no sabría con quién pelearía hasta que la hora del combate llegara.
Al llegar a su hogar, le contó lo ocurrido a su hermano, por lo cual él se emocionó y le pidió que lo llevara con ella, y por supuesto que Yoshimi aceptó. Los dos estaban hablando animadamente acerca de lo sorprendidos que estarían sus padres con sus habilidades, hasta que sintieron la puerta abrirse y fueron a ver quién era.
—¡¿Qué?! —fue lo primero que escucharon cuando el hombre los observó. El primero que fue a abrazarlo fue Konohamaru, reaccionando rápido y gritando "Tío Asuma" muy emocionado. Y cómo no, si el mayor había salido en una misión hace una semana atrás y por fin había regresado.
La castaña se quedó quieta, impactada porque no había visto a su tío desde hace más de cuatro años y no pensó que volvería ese día, de hecho no le habían dicho cuándo regresaría.
—Yoshimi, ¿de verdad eres tú? —le preguntó después de terminar de abrazar a su sobrino. La menor estaba tan impresionada que solo atinó a asentir con la cabeza—. ¡Ven aquí, pequeña!
Asuma extendió sus brazos y entonces la de ojos naranjos reaccionó y se lanzó a abrazarlo. Y cómo no iba a estar así de emocionada, si ese hombre era casi como un padre para ella. Siempre estuvo ahí cuando se sentía triste, feliz, cuando necesitaba hablar con alguien, cuando salía su lado torpe y se raspaba la rodilla, etc., siempre.
Su madre y padre casi nunca tenían tiempo para ella y su hermano, todo el tiempo estaban en misiones importantes que les daba el viejo Hokage, además de estar ocupados cumpliendo su labor en ANBU. Yoshimi podía entender eso perfectamente, pero ¿por qué aún cuando no tenían trabajo los trataban tan fríamente? Parecía que solo pensaban en trabajo y en hacerlos más fuertes, por esto la hermana mayor les tenía mucho rencor, aunque los respetaba muchísimo.
—¡Te extrañé mucho, lo juro! —exclamó la chica, a punto de llorar.
—Yo también, Yoshimi —respondió después de bajarla y acariciarle el cabello—. Estás hecha toda una señorita... ¡Si algún chico te hace algo sólo avísame y yo...!
—¡Tío Asuma! —interrumpió Yoshimi, riendo—. Recuerda que ningún chico me puede hacer nada porque, ¡vamos!, yo soy la kunoichi más fuerte de la aldea.
—Tienes razón —rió el mayor, acariciándole el cabello, para después sonreírles a los dos—. No estamos los tres juntos desde hace mucho tiempo, así que, ¿por qué no vamos a comer juntos?
Esta era una idea muy tentadora. Su tío siempre los llevaba a comer barbacoa, era una especie de ritual familiar que siempre después de que Asuma llegaba de una misión iban los tres a comer por ahí.
—¡Sí! —los dos respondieron al mismo tiempo y después de que Asuma descansara un poco y se bañara (porque según Yoshimi, olía horrible), salieron a comer. Estuvieron conversando muchas cosas, Asuma hablándole de lo que había pasado con él en los cuatro años que llevaban sin verse y la chica contando acerca de su entrenamiento y alardeando que este año sería ella quien entrenaría a Konohamaru junto a Ebisu.
Llegaron a casa felices, cada uno de ellos durmió tranquilo por el buen rato que habían pasado.
Al otro día, los dos hermanos tuvieron que irse a la Academia corriendo, se habían quedado dormidos pero por suerte alcanzaron a entrar a sus salones de clases sin complicaciones.
Por lo menos para la mayor fue un día normal de clases, no quiso escaparse pero sus amigos sí lo hicieron. Ella quería conservar energías para su batalla después de clases. Estuvo todo el día con Hinata, hablando y riendo hasta que todos se pudieron ir y ellas se despidieron. En la entrada de la academia la castaña se encontró con su hermano y juntos se dirigieron hacia los campos de entrenamiento. En uno de esos estaban esperándolos sus padres, su abuelo, su tío, los maestros de la chica y, por supuesto, Shizune y TonTon, a los cuales la de ojos naranjos saluda feliz.
Unos segundos después, la chica se planta en medio de lo que sería su campo de batalla. Siempre se ataba el cabello para pelear o entrenar, pero esta vez prefirió no hacerlo por temor a la reacción de su familia—. Entonces, ¿con quién pelearé?
—Sorato —habla el Hokage—. Ve.
Una sensación de incomodidad se formó en Yoshimi al ver a su padre —un hombre alto y fornido, de cabello negro y ojos cafés— al frente suyo.
Ya estaba lista para demostrar sus habilidades en una batalla, pero no esperaba tener que pelear contra él.
Les anunciaron que Ebisu sería el árbitro, y cuando ellos se hubieron ubicado uno a cada lado del campo, frente a frente, su maestro preguntó:
—¿Están listos? —los dos asienten mirándose a los ojos—. ¡Comiencen!
Todos observaban atentamente los movimientos de la Sarutobi.
Serpiente, tigre, mono, jabalí, caballo, tigre.
—¡Katon: Gōkakyū no jutsu! —la castaña le lanzó una bola de fuego al hombre, mientras este hacía una gran cantidad de sellos en unos instantes.
—¡Suiton: Suiryūdan no jutsu! —un dragón de agua impactó contra esta y los ataques se deshicieron en una nube de vapor.
Los dos habían resultado ilesos.
Sorato, su padre, había sacado su katana de la funda. Ella tragó duro, sabía que él iba en serio.
Rápidamente se lanzó contra ella dispuesto a atacarla, pero Yoshimi fue más rápida al sacar un kunai y correr contra él.
Las dos armas se confrontaban y sonaban en el aire, una intensa lucha para demostrar cuánto había mejorado Yoshimi.
Los dos saltaron hacia sus lugares iniciales, pero la castaña no contaba con que unos papeles bomba estaban justo en donde ella se había parado.
Explotaron una a una, dejando una gran nube de polvo. Conforme se disipó, se pudo ver a un tronco con marcas de explosiones en él. Ni rastro de la chica.
El pelinegro la buscaba por todas partes con su jutsu sensorial.
De pronto ella sale del suelo debajo de su padre para darle un golpe en la barbilla, pero no alcanzó, porque él ya la había visto y saltado hacia atrás.
Se inició una batalla de taijutsu. Golpes y patadas se daban y esquivaban. Los presentes podían notar que la chica se hacía cada vez más fuerte con cada golpe que acertaba en el cuerpo de su oponente, mientras que el mayor se veía cada vez más cansado.
Un golpe con chakra en el estómago mandó a volar al hombre, chocando contra un árbol, pero se desvaneció: era solo un clon.
Kunais envueltos con papeles bomba cayeron hacia la de ojos anaranjados desde arriba.
De nuevo explotaron, de nuevo una sustitución.
—¡Doton: Ganseki no Sohen!
Una gran roca sale del suelo, la chica la golpea con la palma de su mano, haciendo que esta se fragmentara y los pedazos se dirigieran hacia su padre a gran velocidad. Este trata de esquivarlos, pero una perfora su hombro, sacándole una gran cantidad de sangre.
—¡Papá! ¿estás bien? —se preocupa ella, un poco arrepentida.
—Eso te pregunto yo a ti —la castaña sintió un kunai posicionándose en su garganta mientras el hombre que tenía enfrente desaparecía—. Te has descuidado y has caído en mi trampa. ¿Acaso no has aprendido nada?
Yoshimi lo mira de reojo y se desvanece en una sustancia viscosa, que poco a poco va haciéndose de la "textura" del chakra, y se dirige hacia las ramas de un árbol.
—¡¿Qué fue eso?! —preguntó alterado el menor de los presentes.
—Yoshimi tiene la habilidad de poder solidificar o cambiar de "estado" cantidades de chakra a su gusto —responde Tsunade—. Eso que viste fueron sus "chakra bunshin no jutsu". No es solo un clon: con cada golpe certero que le de a su oponente, el clon irá absorbiendo su chakra. Le costó bastante tiempo perfeccionarlos.
Antes de que Konohamaru pueda decir algo acerca de lo impresionante que era su hermana, ella salió de entre los árboles, decidida.
—Bien, padre ¿Qué te parece si decidimos ahora? Sin clones y sin armas —sugirió—. Solo taijutsu, ninjutsu y genjutsu.
—Me parece bien —guardó su katana en la funda y empezó a hacer sellos.
Yoshimi lo miró atenta, pero en unos segundos su atención se centró en su propio cuerpo.
Arañas de distintos tamaños la rodeaban y escalaban por ella. Algunas la habían picado, causando una gran hinchazón en las zonas afectadas, otras caían encima de ella y la envolvían en una tela.
Los que estaban observando la batalla pudieron observar a la chica caer al suelo rendida, con los ojos abiertos.
Nadie podía ver lo que a ella le sucedía.
Había entrado en un genjutsu.
Él esperó unos segundos, esperando a que ella pudiera romperlo, pero nada.
En lugar de eso, un grito de miedo salió de su garganta.
El hombre suspiró y se dirigió a su lado.
—¡Kai! —la liberó. La chica, bastante aterrorizada, tosió un poco, miró a su padre muy enojada y le dio un puñetazo con chakra en el estómago, dejándolo medio muerto en el suelo.
Eso definitivamente no lo había visto venir. Sorato envolvió su abdomen con sus manos, con mucho dolor, para luego emitir un quejido y después cerrar los ojos como si se hubiera desmayado, y al parecer así era.
Ebisu los mira a los dos.
—La ganadora es... —justo en el momento en que el hombre de gafas iba a decir su nombre, Yoshimi se desmayó—. Eh... Bueno...
—Ha ganado Yoshimi —anunció su madre, acercándose hacia Ebisu. Konohamaru la miró impresionado—. Tsunade, ¿podrías tratar a Sorato? Estoy casi segura de que lo de Yoshimi es solo un shock por lo que habrá visto en el genjutsu, pero también podrías tratarla después.
Su madre no era una mujer que reconociera mucho los esfuerzos de los dos hermanos como ninjas. Siempre que los niños iban hacia ella tratando de mostrarle algún jutsu nuevo o algo que habían aprendido, ella siempre decía que estaba bien, que era lo que tenían que aprender como mínimo para llegar a ser unos ninjas decentes. Por esta razón, si la chica hubiera escuchado que su propia madre la había declarado como la ganadora, seguramente se habría emocionado mucho y hasta llegaría a llorar.
Cuando Yoshimi se levantó, se dio cuenta de que estaba llegando tarde a clases, ya era de mañana y no tardó mucho en darse cuenta que había estado bastante tiempo desmayada. Ella tan solo se desesperó por el miedo que tenía a que Iruka le diera un sermón y le regañara por llegar tarde. Además, se sintió traicionada porque su hermano ya se había ido. Rápidamente se bañó y arregló para salir corriendo a la academia.
A medio camino se tropezó con sus pies y cayó, en casos así salía su lado torpe. Al levantar la cabeza, observó algo raro: los rostros de los Hokages estaban pintados, incluyendo el de su abuelo. Ella supo en un momento quién era el causante y no pudo hacer nada más que levantarse, pensar que Naruto se las iba a pagar por pintar el rostro de su abuelo y que se lo hubiera perdonado si es que por lo menos la hubiera pintado a un lado, para luego volver a correr hacia la Academia.
Al llegar, abrió la puerta apresurada.
—¡Lo siento, Iruk... Ay! —se volvió a tropezar con su pies, por lo cual se enfureció—. ¡Esto ya es demasiado!
—Eres demasiado torpe, Yoshimi —le dice Shikamaru aburrido.
Iruka-sensei no estaba, y ella se enojó al pensar que se habían desesperado corriendo como loca para nada.
Después de una larga jornada en la "cárcel para niños" (así la llamaba Yoshimi), se quedó afuera esperando a que su hermano saliera. Se sorprendió al ver un kunai dirigiéndose hacia ella, pero aún así lo esquivó con facilidad.
—¡Yoshimi, te reto a un duelo! —le gritó Konohamaru.
—¿Y a ti qué te pasa ahora? —preguntó desconcertada.
—¡Eres mejor que nuestro padre, es por eso que quiero luchar contra ti y volverme más fuerte! —gritó.
—¿Yo? ¿mejor que nuestro padre? —preguntó aún más confundida, para luego reír, ¿de dónde había sacado esa idea ese niño loco?
—¡Así es! ¡Mamá te declaró ganadora en el combate de ayer!
—¡¿Qué?! ¡¿en serio?!
—¡Sí!
A la chica le tomó bastante tiempo asimilar eso. Estuvo caminando al lado de su hermano como un zombie hasta su casa, tan solo pensando en cómo fue que eso pasó si es que ella se había desmayado. Estaba segura de que por eso ella no podría ser la ganadora y que sus padres ya no la iban a reconocer como una buena kunoichi para nada, por lo que cuando se dio cuenta de que era la realidad, no pudo contenerse y abrazó a su pequeño hermano, riendo y exclamando a los cuatro vientos lo feliz que era, avergonzando a Konohamaru por las miradas extrañadas de las que eran objetivo. Ese día, la chica estuvo tan contenta que hasta se le olvidó hacer los deberes de la Academia, claro que al otro día le dieron un castigo por no hacerla, pero a ella eso no le importaba. Ella solo pensaba en que quizás, solo quizás, había logrado hacer que sus padres estuvieran orgullosos de ella, aunque fuera tan solo por un momento.
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