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✿ Capítulo 17

Capítulo 17:
Akatsuki

Unas sombras negras irrumpieron y se posaron frente a ella, dos hombres con capas negras y nubes rojas la miraban desde arriba.

La castaña los miró, sobresaltada, y pudo reconocer a uno de ellos.

Itachi Uchiha, el hermano mayor de Sasuke, el hombre que masacró su propio clan, un Akatsuki.

—Sarutobi Yoshimi —susurró este.

—Uchiha Itachi —respondió mientras caminaba lentamente hacia atrás, por si uno de ellos la atacaba.

—¿Esta es la niña, Itachi? —preguntó el más alto de los dos, un hombre con apariencia de tiburón, bastante amenazante.

—Sí —respondió brevemente el mencionado, para luego mirarla a los ojos.

El otro rió, preguntándose qué tendría de especial aquella chica para despertar el interés del jefe de la organización, Pain.

—Seremos rápidos —empezó el de cabello negro—. El líder de Akatsuki quiere que te unas a la organización.

La de ojos anaranjados retrocedió otro paso, pero luego se posicionó con seguridad en su lugar y los miró un tanto divertida.

—¿Por qué haría yo eso? —cuestionó con un tono de voz fuerte y decidido, tratando de mostrarse valiente.

El hombre tiburón rió de nuevo.

—Porque si no lo haces...

El Uchiha señaló algo detrás de ella. Yoshimi dio vuelta de a poco, desconfiada porque seguramente era una trampa para distraerla.

En eso se equivocó.

Al girarse pudo ver a tres de los hombres más importantes en su vida (Asuma, Hiroki y Konohamaru) atados a un árbol, con otras sombras sujetando un kunai en sus cuellos. Konohamaru pataleaba, intentando librarse a la fuerza, Asuma estaba complicado tratando de sacar un kunai de su bolsa sin que lo notaran, mientras Hiroki se veía desesperado tratando de hacer algo, de planear una estrategia.

La castaña los miró sorprendida y una punzada se comenzó a sentir en la extensión de su pecho hasta su garganta. Un mal presentimiento se hacía presente.

Ella no pudo hacer ni decir nada, ya que uno de los dos Akatsukis habló antes.

—Si no te nos unes, pasará esto.

De pronto, todo se oscureció, y de ellos solo se pudo ver la sangre saltando de sus cuellos.

La de ojos anaranjados gritó, retrocediendo algunos pasos, desesperada y asustada.

Unos ojos rojos se hicieron presentes frente suyo.

—Solo tienes un año, recuerda no decirle a nadie.

Solo eso pudo escuchar antes de caer desmayada debido a un fuerte golpe en su nuca.

De aquello pasó un día completo, Asuma se dio cuenta de la falta de su sobrina en casa, había averiguado y no tenía ninguna misión en curso, había desaparecido así como así. Ya le había preguntado a su equipo, ninguno la había visto tampoco.


—Oigan, chicos —llamó el hombre al equipo Kurenai, que estaba practicando en uno de los campos de entrenamiento de la aldea.

—¡Asuma! —exclamó la pelinegra—. ¿Qué pasó con Yoshimi? Se supone que teníamos entrenamiento hoy, pero no ha llegado.

—Por eso venía, yo tampoco la he visto desde ayer, y no llegó a casa anoche —los dos se miran, preocupados.

—Hinata, ¿tú sabes algo? ¿se quedó en casa de una de las chicas? —le preguntó la mujer.

—No que yo sepa...

Los tres menores se miran entre ellos y asienten, Akamaru ladra, olfatea y sale corriendo, los alumnos de la Yūhi lo siguieron.

—¡Akamaru detectó algo! —gritó el dueño del perro, los dos adultos corrieron detrás de los otros tres miembros del equipo Kurenai.

Cuando llegaron a uno de los campos de Konoha donde ella entrenaba, la Hyūga activó su byakugan y vio a su amiga unos metros de donde ellos estaban. Su flujo de chakra se veía raro, por lo que pudo afirmar que estaba metida en un genjutsu. Los guió hasta donde la encontró con su dōjutsu y la vieron tendida en el suelo, con muy mal aspecto.

—Dispersión.

La castaña abrió los ojos lentamente encontrándose con los rostros de su antiguo equipo y su tío cerca suyo.

—¿Dónde estoy? —tartamudeó confundida al mirar su alrededor.

—Te encontramos aquí, estabas dentro de un genjutsu —respondió preocupada su sensei.

Fue entonces cuando cayó en cuenta de todo lo que había pasado, recordó lo que vio durante tantas horas una y otra vez, una y otra vez: la muerte de sus seres queridos.

—Tío Asuma —observó al mayor frente a ella y pronto las lágrimas se desbordaron de sus ojos. Bastante aliviada al saber que eso había sido una ilusión y que sus familiares no estaban muertos, lo abrazó.

—Tranquila —le acarició el cabello, tratando de calmarla, sin embargo, no lo logró.

No podía, ¡¿cómo iba a estar tranquila si había visto como su propia familia era asesinada?! Yoshimi sabía que era un genjutsu, pero para ella se había sentido tan real, tan horrible. Cada vez que trataba de mirar hacia otro lado, la misma imagen aparecía frente suyo, no habías manera de sacarla del enfoque de sus ojos, y tampoco se podía mover por cuenta propia.

Tan pronto como hubiera terminado de llorar, se separó de él.

—¡¿Y Konohamaru?! ¡¿Y Hiroki?! —preguntó alterada, casi ignorando a su equipo.

—En casa, ¿por qué pre...?

La castaña ya no estaba ahí.

—¡Yoshimi, hermana! —gritó Konohamaru, feliz por ver a su hermana, pero tan pronto como hubiera visto sus lágrimas en los ojos y su cuerpo temblando, su sonrisa se desvaneció.

—¿Enana?

La Sarutobi corrió y los abrazó a los dos, pensando en lo que había visto.

¿Akatsuki sería capaz de hacer eso verdaderamente? Ella no lo podía adivinar, y tampoco pensaba averiguarlo por cuenta propia, quedándose en la aldea. Todas las personas que eran parte de esa organización habían cometido crímenes horribles y estaba segura de que podrían eliminar la aldea en cualquier momento si se lo propusieran.

La Sarutobi no quería ni podía traicionar a la aldea a la que su abuelo había servido tantos años de su vida.

Después de pensar aquello, la de pecas empezó a tartamudear cosas sin sentido para ellos.

—¿Qué pasa, hermana?

—¡¿Quién te hizo esto?! —su primo preguntó, alterado y enfurecido, mientras ella suspiraba con un dolor creciente en su garganta, tratando de calmarse para no seguir preocupándolos. Hiroki mataría a cualquiera que le hiciera algo malo a su hermanita.

—No quiero hablar de eso, en serio.

—¡Pero...! —intentó alegar su pequeño hermano, siendo interrumpido.

—Konohamaru, no importa —Hiroki trataba de calmarse, y cuando lo logró se dirige a ella—. Algún día nos lo dirá —le sonrió—. Ve a dormir, pequeña enana.

—Bien.

Se dirigió a su habitación en silencio y, después de cerrar la puerta detrás de sí, se hizo un ovillo en uno de los rincones.

No podría hacer más que pensar en qué haría, en las dos horribles opciones que tenía: traicionar a su aldea para unirse a una organización de criminales o quedarse y dejar que sus seres queridos fueran asesinados.

Se sentía entre la espada y la pared, aunque tratara de encontrar una tercera opción en la que pudiera salvar a sus familiares y quedarse en Konoha, no encontraba ninguna, no era lo suficientemente fuerte como para protegerlos.

Obviamente no permitiría que ellos fueran asesinados, aunque tenga que cambiar completamente y convertirse en una renegada, no iba a dejarlos ir como lo habían hecho con su abuelo.

Pensó en todo lo que había tenido que pasar para ser la persona que era en ese momento, en todo lo que tuvo que soportar y sufrir, todo lo que tuvo que entrenar para convertirse en uns gran jōnin, pero todo eso se iría a la basura. Ahora sería una ninja renegada, como los que se había dedicado a perseguir y capturar desde hace un año.

Yoshimi recordó todos los crímenes que habían cometido los ninjas renegando que había capturado, ¿tendría que hacer todo eso? No querían convertirse en una asesina de personas inocentes y menos de sus camaradas ninjas y kunoichis a los que tanto respetaba.

La castaña empezó recordar su pasado, como era todo antes.

Hace años nada la habría lastimado si tan solo ese carácter cerrado que tenía se hubiera mantenido. No permitía entrar a nadie a excepción de su familia, a la cual siempre fue muy unida.

Quizá debería volver a tejer la crisálida que la envolvía antes y encerrarse de nuevo en ella, con un candado desde fuera, para no permitirme salir.

Volver a ser la Yoshimi del pasado.

No la pasaba bien siendo tan solitaria, pero con el tiempo se acostumbró tanto que le gustó, todo eso hasta que conoció lo que era la amistad gracias al Uzumaki.

Oh, Naruto. ¿Qué pensaría cuando volviera a la aldea de su entrenamiento con Jiraiya y se encuentre con la noticia de que su mejor amiga se había convertido en una desertora, tal como Sasuke? Definitivamente sería un gran shock.

¡¿Y su familia?! ¿Qué pensarían de ella? ¿Se darían cuenta de lo que le estaba pasando o no lo pensarían demasiado, asumiendo que desertó por su propia voluntad?

No querías decepcionar a nadie, ni a sus profesores, ni a sus amigos, y mucho menos a su familia. Era algo que le dolía en el fondo del corazón, pero debía olvidarse de eso.

Tantos momentos, tantos recuerdos, tantas sonrisas.

Olvidar todo lo que había pasado con todos sus seres queridos sería difícil. Todo el proceso iba a ser de esa manera.

No pudo pensar más, solo tenía la opción de ir con Akatsuki. Tenía un año más para desertar, pero no querías dañar a nadie, no dejaría tampoco que la lastimaran a ella, se lo prometió a sí misma esa noche, y eso sería lo que se concrete. Para eso, se distanciaría de todo el mundo para que no la extrañaran cuando se fuera, para que no la siguieran como Naruto siguió a Sasuke. No sabía cómo lo haría, pero pensaría en alguna forma durante esa semana.

Pasó un mes de esa forma, todos sus cercanos habían notado el cambio de actitud de ella. Había tenido algunas misiones, pero se limitaba a hablar solo cuando era necesario y solo acerca de la misión. Estaba ignorando a casi todo el mundo a excepción de sus familiares, con ellos le costaba ser fría, no podía ver el rostro de su hermano con una expresión de absoluta tristeza o sentiría que fallecería en ese mismo momento por ser la causa de los males de Konohamaru.

Ese día, Yoshimi estaba en una misión con el equipo 8, como apoyo por si algo pasaba, ya que Kurenai no habían podido estar con ellos. Todo el camino fue agotador, estar con el chico que tanto le gustaba, su mejor amiga y su amigo del clan de los bichos caminando tanto tiempo tratando de evadir preguntas y no llorar la habían dejado muy cansada.

—De verdad, Yoshimi. Necesito saber qué te pasa.

Se supone que en ese momento debían descansar ahora que habían llegado a un pequeño lugar donde hospedarse en la aldea donde debían cumplir la misión, pero en cambio Hinata le estaba haciendo un molesto interrogatorio.

Ella, al igual que todos sus otros compañeros, habían notado el cambio en su actitud, y como todos, quería saber qué había pasado.

Ya les dije que no me pasa nada, Hinata —respondió fastidiada, rodando los ojos y tratando de acomodar bien su futon encima del tatami de la habitación donde dormirían juntas.

—No estás siendo sincera —el tono de voz dolido de la Hyūga hizo que le diera una puntada en el corazón.

Para Yoshimi no era fácil tratarla así, pero si iba a realizar lo que se proponía, debía empezar a hacerlo para hacer el proceso menos doloroso.

—¿Si te lo digo me dejarás tranquila? —bufó cansada de su insistencia, mientras su amiga asentía—. Bien. Lo que me pasa es..., espera.

Se levantó de la cama y se dirigió a abrir la puerta, ya que sabía que sus dos compañeros estaban afuera, espiando.

La abrió bruscamente, Kiba cayó de bruces al suelo. Shino estaba un poco más atrás de él, retrocediendo algunos pasos.

—¿Qué hacían?

—¡Lo sentimos, solo que nosotros creemos que también tenemos derecho a saber qué le pasa a nuestra amiga! —Kiba se puso a la defensiva levantándose rápidamente, mientras el Aburame se resignó y se acercó a ellos, asintiendo.

—¡Bien, me pasa que...! —se detuvo en mitad de la frase: pudo jurar haber visto un ojo sharingan y una capa con nubes rojas a la lejanía al dar una mirada rápida a la ventana. Logró controlar su temor, pero había abierto tanto los ojos y se había puesto tan pálida de pronto que todos los demás se asustaron—. ¡No me pasa nada!

Salió corriendo antes de que se pusieran a reclamarle. Lo único que hizo fue subirse al techo, y soltar las lágrimas que había reprimido durante un tiempo, últimamente estaba siendo muy débil.

«Si sigo así, no voy a aguantar mucho tiempo

Ese fue el suceso que había marcado más la misión para la Sarutobi. Todo lo demás había marchado bien ya que lograron concretar todo lo que debían hacer sin problemas. Cuando llegaron nuevamente a Konoha, se encontraron con un ANBU esperando por ellos en la entrada.

—Yoshimi Sarutobi, la Hokage te necesita en su oficina ahora.

Ella se sorprendió notablemente, no encontraba una razón para que Tsunade la quisiera ver inmediatamente, a excepción de la posibilidad de que se hubiera enterado de lo que había pasado con Akatsuki, cosa que era muy poco probable.

Empezó a caminar hacia la Torre Hokage sin siquiera decirle adiós a sus amigos, estaba demasiado conmocionada como para hacerlo.

Cuando llegó, tocó la puerta y entró.

—¿Me llamaba, Tsunade-sama? —preguntó, nerviosa.

—Yoshimi, ANBU te quiere en sus filas.

La chica la miró un demasiado sorprendida por la oferta, sin creérselo.

Aquella era la oportunidad perfecta para demostrarle a sus padres que podría ser como ellos y que se sientan orgullosos, pero además para perder contacto con todos sus amigos.

Si bien la Sarutobi había dicho que no permitiría que nada le hiciera daño de nuevo, tampoco quería hacerles daño a ellos, por lo que desaparecería de sus vidas.

—Acepto.

Tal vez sería muy repentino, pero era lo mejor para todas las personas que se relacionaban con ella.

—Bien —la Hokage suspiró—. Estarás bajo mi mando directo a partir de ahora.

Después de asentir varias veces y sonreír ampliamente, sin poder ocultar su emoción, pidió permiso y salió de la habitación. En el camino a casa se encontró a su tío, Asuma, al cual le pidió que reuniera a algunos miembros de la familia en casa, entre ellos su padre, su madre, su hermano y sus primos.


—¡Bien, tengo algo que contarles! —exclamó estando ya todos reunidos.

Algunos de ellos la miraron curiosos y los más pequeños se animaron preguntando qué era lo que les quería decir la de ojos naranjos.

—Adivinen quién es la nueva ANBU —trató de sonreír de lado, aunque solo le había resultado una mueca, y posó sus manos sobre la fría superficie de la mesa, ya que estaba empezando a marearse, dándose por fin cuenta de la magnitud de la noticia para ella.

Todos los presentes se quedan callados mirándola sorprendidos un momento, para que luego ella les dijera:

—Sarutobi Yoshimi, ANBU de Konoha, al servicio directo de la Hokage —mostró su nueva máscara, que le había entregado la Senju.

—¡Felicidades, prima!

Los primeros en ir hacia la chica fueron sus padres, contentos.

—¡Yoshimi, estamos orgullosos! —exclamó su madre feliz, mientras su padre la envolvía en un abrazo muy fuerte, protector.

—Debes saber que siempre hemos estado orgullosos de ti, aunque no lo demostremos —susurró en su oído.

Esas eran las palabras que desde pequeña la castaña siempre había querido escuchar.

Sin dudarlo correspondió a su abrazo emocionada, y la mujer a un lado suyo se les unió, solo faltaba alguien.

—¡Konohamaru, ven aquí! —la Sarutobi extendió su mano hacia su pequeño hermano, pero el niño salió corriendo—. ¿Eh?

—Tranquila, ya se le pasará —le tranquilizó su primo, Hiroki a un lado suyo—. Ven acá, enana —extendió los brazos a sus costados, para que lo abrazara.

—¡Que no soy enana! —la chica respondió al gesto rodeando el torso de él con sus brazos.

Cuando se hubieron separado del cálido abrazo, se oyeron un par de voces que gritaron el nombre de la castaña, para posteriormente caer al suelo bajo dos de sus primos menores, con la chica quejándose por el golpe.

—¡Felicidades!

—¡Te queremos mucho!

—¡Que te vaya bien!

—¡Adiós!

A Yoshimi eso le pareció más como si esos dos niños la estuvieran corriendo de su propia casa, pero decidió no reclamar.

A ellos se les acercó Asuma.

—Será mejor que vayas con Konohamaru, Yoshimi —le dijo el hombre, ayudándola a levantarse del suelo—. Y felicitaciones —sonrió cálidamente, tal como casi todos lo habían hecho al saber la noticia.

Si supieran las razones por las que acepté entrar a ANBU... —pensó ella con pesar, aunque tratando de darle una sonrisa a su tío.

Todos lo veían como algo bueno, que le ayudaría en su camino ninja, que la haría más fuerte.

Sin embargo ella solo entraba para distanciarse de ellos.

—Iré ahora —murmuró—. Y gracias, tío Asuma —lo abrazó unos segundos para posteriormente salir corriendo hacia afuera, donde escaló desde suelo firme hasta el techo. Tal como ella sospechaba, Konohamaru estaba ahí.

—Oye, hermano. ¿Pasa algo malo? —preguntó con un tono de voz dulce, tratando de sonar comprensiva.

—No —lo escuchó tartamudear. Su voz sonaba temblorosa, estaba llorando, mirando la luna de espaldas a su hermana.

Claro, ella sabía cómo su pequeño hermano se sentía.

Él pensaba que todo iba a volver a ser como antes, que pronto lo empezaría a agobiar con querer que sea como ella, una gran ninja, tal como lo habían hecho sus padres hace poco tiempo.

Pensaba que lo iba a dejar solo, y eso era lo que la chica menos haría en estos momentos.

Así que solo se dedicó a abrazarlo con ternura, a un lado suyo en el techo.

—Tranquilo, nunca te dejaré solo —susurró tranquilizadora.

—Gracias, hermana.

La de ojos naranjos pudo sentir cómo a los pocos minutos el niño se había quedado dormido apoyando la cabeza en su hombro, por lo que lo fue a dejar a su habitación y lo arropó, para luego ella volver a su habitación, taparse bajo su futon y caer en los brazos de Morfeo.

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