✧ Capítulo 16
Capítulo 16:
Amor
Esa mañana, Yoshimi se despertó más temprano de lo previsto, por lo que se levantó quejándose por todo debido a lo malhumorada que se había puesto.
Al ducharse se le pasó un poco, pero no tanto como para decir que estaba completamente animada o algo así. Por esto fue que decidió desayunar en casa y luego salir a caminar por la aldea. El sol a penas había salido, pero estaba segura de que uno de sus mejores amigos estaría paseando también.
Así fue cómo se encontró a Kiba y Akamaru, efectivamente, había caminado por toda la aldea solo para encontrárselos.
—¡Kiba, Akamaru! —les sonrió, para luego correr hacia ellos y abrazar al chico por los hombros.
—¡Yo-chan! —el chico rió, correspondiendo a su abrazo, mientras su perro daba un ladrido de felicidad.
—Tiempo sin verlos —la Sarutobi se separó unos centímetros de él, quedando con sus rostros muy cerca—. Como cinco días, ¿no?
La chica rió y él sonrió.
—Así es.
El equipo 8 había ido en una misión sin Yoshimi hace unos días, debido a que ella aún no se recuperaba completamente. De hecho, todas esas semanas, cuando se iban de misión, lo hacían sin ella. Esta vez había pasado algo con Gaara y habían tenido que ir junto con el equipo 7, 9 y el equipo Gai a rescatarlo, o eso era lo poco que sabía.
—Los extrañé —rió levemente sonrojada, para luego separarse de él.
—Nosotros también —Kiba se sonrojó levemente. Fue entonces cuando se le ocurrió una idea—. Estamos yendo hacia nuestro lugar, ¿nos acompañarías?
—¿Es algún lugar que solo conocen ustedes dos o algo así? —preguntó la Sarutobi, el chico asintió—. Será un placer, entonces.
La chica fue guiada por Akamaru y su compañero de equipo, en el camino se pudo dar cuenta de cómo todo el mal humor que había tenido al principio del día había desaparecido gracias al Inuzuka. Los tres salieron de la aldea y llegaron después de un rato de caminata hasta un lugar bastante amplio, que tenía como principal vista una cascada.
Estaban rodeados de árboles de cerezo en abundancia, los pétalos de las flores volaban debido al viento, cayendo en el suelo o en el pequeño río que había.
—Kiba, este lugar es hermoso —no pudo pronunciar más palabras por lo estupefacta que estaba.
—¿Cierto? —él le dedicó una de sus sonrisas perrunas que tanto la divertían—. Aún así, no es tan lindo como tú.
La castaña procesó esa frase por un momento en su cerebro. Definitivamente no se esperaba escuchar algo así, y menos proveniente de Kiba, el chico con el que siempre peleaba.
—No es cierto —ella bajó la mirada con una sonrisa en su rostro, sonrojada como nunca.
—Sí lo es —el Inuzuka le sonrió y se acercó a ella para acomodar un mechón de cabello detrás de su oreja—. Eres la chica más linda que he conocido, Yoshimi.
A la Sarutobi el corazón no le podía ir más rápido en ese momento, sentía que iba a estallar por toda la emoción contenida. No pudo evitar suspirar levemente y sonreír cuando se dio cuenta que se sentía en las nubes.
—No lo creo —tartamudeó ella—. ¿Acaso no recuerdas lo que tengo acá?
Señaló el lado derecho de su rostro, el cual siempre tapaba con un flequillo largo ya que le causaba mucha inseguridad que lo vean.
Kiba sonrió, pero ella no entendió el por qué. Después de aquello, él echó hacia un lado el flequillo, aún observándola como si fuera lo más lindo del mundo. Yoshimi estaba tan impactada que no hizo más que abrir levemente los labios.
—Sigues siendo hermosa.
Justo entonces fue cuando a su mente llegó un recuerdo de su infancia, de cuando se había despedido de sus amigos antes de irse de viaje, cuando Kiba le había dicho "quizá sí me gustes un poco".
Se preguntó internamente si sus sentimientos habrán perdurado hasta ese momento.
—Kiba, ¿sabes? No sé bien cómo es esto del amor, no sé bien cómo se siente que me guste alguien, pero cuando estoy contigo me siento tan bien, me gustaría estar siempre así y...
Una presión sobre sus labios la interrumpió, no la dejó seguir hablando. Yoshimi no supo qué hacer, pero cerró los ojos por instinto.
Kiba Inuzuka la estaba besando.
Cuando se dio cuenta de aquello, fue como si tan solo estuviera flotando en el aire, se sentía muy feliz y no pudo evitar sonreír en el beso, para después comenzar a seguirle el ritmo con torpeza a su mejor amigo.
Él la tomó de la cintura, atrayéndola hacia su cuerpo, y ella tomó su rostro entre sus manos, acariciando suavemente sus mejillas.
Los dos sentían que no cabían de felicidad en su cuerpo, después de ese beso se separaron y siguieron dándose pequeños besos, para luego reír y mirarse a los ojos aún sin dejar de abrazarse.
—¿Y bien? —preguntó Kiba—. ¿Ahora ya sabes si te gusto?
—Definitivamente sí —rió la castaña—. Me gustas mucho.
Se acurrucó en su pecho, sintiendo sus latidos un tanto acelerados, siempre con una sonrisa boba en el rostro. Definitivamente se sentía en las nubes con él, no podía dejar de pensar en la felicidad que sentía mientras estaban en esa posición, con él acariciándole el cabello gentilmente. Quería estar así toda la vida.
Cuando finalmente se separaron, se sonrieron mientras Akamaru les ladraba, juguetón. Los dos se recostaron en el pasto, Yoshimi con el pequeño perrito blanco sobre su abdomen, acariciándolo.
Fue entonces cuando todo se arruinó para Yoshimi, al mirar hacia el cielo, no pudo evitar pensar en Shikamaru. Se sintió mal, como si estuviera haciendo algo indebido. Por esto, todo lo lindo que estaba sintiendo se esfumó.
—Kiba, te voy a ser sincera —quiso llorar después de pronunciar tales palabras—. Estoy confundida. Me gustas, pero...
—¿Hay alguien que también te gusta, no? —adivinó él, con una sonrisa triste. Pero claro que sabía, no era un idiota. Hace tiempo pudo notar que la mirada brillante que tenía cuando estaba con él y la sonrisa tan hermosa que le regalaba también iban dirigidas hacia alguien más—. Shikamaru, ese tonto.
La Sarutobi, con dolor, solo pudo volver a observar las nubes y asentir. Pensó que jamás se le olvidaría la tristeza en la voz de Kiba al decir eso.
Grande fue su sorpresa cuando el rostro del castaño frente al suyo interrumpió su fijación en el cielo. Estaba sonriendo de lado, como si nada hubiera pasado.
—No me importa, ¿sabes por qué? —ante esa pregunta, la chica negó—. Sé que fui el primero con el que te sentiste así, Yoshimi. Me gusta observar tus ojos, ¿sabes? La primera vez que me miraste de esa forma fue durante nuestra primera misión C, cuando estuve a punto de besarte, pero me reí de ti porque era una broma. La verdad es que estaba muy en pánico como para besarte.
—Oh, eso quiere decir que de verdad ibas a hacerlo —se sorprendió ella, para después sonreír—. Bueno, entonces tendré que cobrar ese beso.
Olvidándose de todo lo demás, jaló a Kiba por el cuello de su chaqueta y lo besó, cerrando los ojos. Podía sentir el tacto suave y gentil de sus labios contra los suyos, el cómo se movían la estaba llevando una vez más a las nubes. Se sentía plena nuevamente, sonrió en el beso y acarició una de sus mejillas.
—Ya lo cobraste, ahora no te dejaré besarme más hasta que elijas entre Shikamaru o yo —habló el chico perro después de separarse un rato después. Al ver el rostro impactado de Yoshimi, él rió—. Mentira, dámelos siempre que quieras.
Así fue como pasaron toda la tarde juntos, hablaron con normalidad, a excepción de que ella estaba acurrucada en el pecho del chico y que se daban besos de vez en cuando. Al llegar la noche, ella lo fue a dejar a su hogar y se devolvió al suyo con el rostro sonrojado y el corazón palpitando a más no poder por la emoción.
—Ya llegué —rió al entrar a su casa. Sin prestar atención a nada más, se dirigió a su cuarto y cayó rendida en su futon, sonriendo, para después dormirse sin siquiera darse cuenta.
Unos cuantos días pasaron, había ido a visitar a Naruto algunas veces al hospital, las tardes las pasaba entrenando y cenaba con Shikamaru o con Kiba. A pesar de lo que había pasado entre ella y el chico perro, le daba vergüenza darle besos cuando había gente al rededor, pero cuando nadie los observaba, él se encargaba de darle pequeños besos, con la cara sonrojada.
Aquella mañana, Yoshimi se había reunido con su equipo para entrenar, pero le llamó la atención escuchar a Kiba comentándole algo acerca de Naruto a Hinata.
—¿Qué pasa con Naruto, chicos?
—¿No te dijo? Hoy se irá de viaje a entrenar —respondió el castaño, dejando a la chica boquiabierta.
—¡¿Qué?! —gritó, cuando se dio cuenta. Segundos después salió corriendo hacia el hospital donde el chico estaba. Cuando preguntó por él en la recepción, se encontró con la sorpresa de que ya lo habían dado de alta hace un par de horas.
Nuevamente salió corriendo, esta vez hacia el departamento del rubio. Cuando tocó, nadie respondió. Entrando en pánico, no pudo hacer más que correr con todas sus fuerzas hacia la entrada de Konoha, esperando que no se hubiera ido sin despedirse.
Fue entonces cuando lo vio: estaba parado en la entrada de la aldea al lado de un hombre que ella podía reconocer como uno de los legendarios sannin.
Llegó a su lado, inmediatamente empezando a reclamar porque no le había dicho ni una sola palabra de su viaje, siendo que eran mejores amigos.
—Lo siento, Yo-chan —el chico se rascó la nuca, dándole unas palmaditas en uno de sus hombros a modo de consuelo—. Se me había olvidado.
—¡¿Se te olvidó?! Mejor dicho, te olvidaste de mí —dramatizó la situación llevando una de sus manos a su pecho, ofendida—. Broma. ¿Por cuánto tiempo te irás?
—Dos años y medio —respondió, y al ver el rostro conmocionado de la castaña, suspiró, acercándola a él en un abrazo. El sannin pensó que debía darles algo de espacio, por lo que esperó a Naruto unos metros más lejos—. Te extrañaré, 'ttebayo.
—Ya han pasado unos meses, ¿no? —después de separarse, Yoshimi inquirió, recordando con tristeza la ida de Sasuke—. También te extrañaré.
—Cuando vuelva, seré mucho mejor que ahora, el mejor ninja que hayas visto 'ttebayo —habló sonriendo después de un pequeño silencio, sin querer hablar acerca de su amigo.
La chica lo observó, pensando en cuánto había crecido como persona, cuántas nuevas amistades había logrado hacer y todas las veces que quisieron doblegar su voluntad pero él nunca se rindió.
—Y yo me convertiré en una ninja fuerte, lo juro —le sonrió, con los ojos cristalinos—. Hazle caso a tu sensei, no lo hagas pasar tantos malos ratos.
Esta vez, fue el ojiazul el que la observó. Tan pequeña, tan fuerte, tan gentil. Esa niñita que escondía su timidez con egolatría e irritabilidad que había conocido hace tantos años se había transformado en una persona de bien, como diría Sorato, el padre de la chica.
Nadie sospecharía lo que pasaría después.
Días, semanas, meses pasaron, Naruto se había ido y todos sentían su ausencia en la aldea, aunque todo seguía más o menos con normalidad. La rutina de la heredera del clan Sarutobi era siempre la misma, a excepción de que ahora se había recuperado en su totalidad (seguía con su enfermedad, pero pudo volver a tener la resistencia de antes), por lo que pudo volver a hacer misiones.
Esa tarde el equipo ocho estaba reunido como siempre en uno de los campos de entrenamiento. Kurenai los había llamado frente a ella, para luego presentarles un papel parecido al que hace tiempo habían tenido en sus manos.
—Si los presento de nuevo es porque han mejorado mucho, espero que no me decepcionen —les había dicho.
Claro, hace algún tiempo, la novedad de los exámenes había sido Neji Hyūga, luego le siguió Sasuke Uchiha, y esa vez, le tocó a la nieta del tercer Hokage, Yoshimi Sarutobi, ser novedad.
La curiosidad se había despertado en los espectadores desde el anterior examen al que se había presentado, sin ascender.
Y esta vez, entre todo, también había surgido alguien: Kou Ito.
El de cabello blanco la había alcanzado.
Los dos se habían convertido en chūnin al mismo tiempo, los mejores entre los novatos de esos exámenes.
Pronto, sus responsabilidades les habían quitado mucho más de su tiempo, y eso empeoró al convertirse en jōnins, medio año más tarde.
La hokage, Tsunade, realmente los tenía como esclavos. La Sarutobi ya no tenía tiempo para compartir con ninguno de sus amigos, ni siquiera había podido ver a Kiba, pero claro que él era comprensivo y se conformaba con saber que estaba bien.
Ese día, Yoshimi tenía por fin un día libre y había quedado con Hinata para salir de compras y a comer algo, hacía tiempo que no podían salir juntas porque las dos siempre tenían misiones.
La tarde había terminado bien, faltaban un par de horas para que oscureciera, y ellas paseaban tranquilamente por las calles de Konoha.
Hasta que una rubia y una de cabello rosado las interrumpen, invitándolas a una pijamada en la que también estaría TenTen.
Y así fue. Las cinco se hospedaron en casa de Sakura esa noche, jugaron verdad o reto, hubieron peleas de Ino, Sakura y Yoshimi en las que Hinata y TenTen no sabía qué hacer, entre muchas otras cosas.
«—¡Tienes que darle un beso a Shikamaru!».
Ese había sido su reto, impuesto por la Yamanaka hace unos pocos días. Reto que debía cumplir obligatoriamente. Eso la ponía nerviosa, sentía que estaba a punto de hacer algo muy malo, que si el Inuzuka se enteraba se iba a sentir muy mal, pero a la vez creía que esa era una gran oportunidad para aclarar sus sentimientos hacia los dos.
—El día está lindo hoy, ¿no crees? —le dijo al chico a su lado, con nerviosismo. Se habían reunido en la azotea de un edificio a petición de ella—. Hay muchas nubes...
Shikamaru asintió, sin dejar de mirar hacia el cielo.
—Oye, Shikamaru.
—¿Qué pasa? —respondió con una pregunta el chico de la coleta.
Al parecer no me va a prestar atención... —pensó Yoshimi—. Voy a hacerlo rápido.
Ella suspiró tratando de librarse del nerviosismo y acercó su cuerpo al de él, quedando hombro a hombro. Su mejor amigo lo miró con un rostro interrogante, pero al darse cuenta de que ella seguía mirando las nubes, no le prestó importancia y siguió en lo suyo. La castaña tragó saliva muy fuerte, para después humedecer sus labios.
—Shikamaru —él respondió con un "¿uh?", por lo que puchereó con el ceño fruncido—, mírame.
Con su típico rostro de fastidio, el pelinegro se dio vuelta hacia ella, pero se sorprendió de sobremanera cuando observó el rostro de Yoshimi tan cerca del suyo.
—¿Qué?
Tragándose sus nervios, la castaña dirigió una de sus manos hacia la mejilla del chico, acariciándola suavemente.
—¿Puedo? —preguntó, ya que era obvio que si su amigo no quería, no lo iba a obligar. Cuando lo vio asentir, se acercó poco a poco a su rostro hasta unir sus labios en un suave beso. Era lento y gentil, pero ella sintió algo explotando dentro suyo y una felicidad extrema, tal como había sentido con Kiba. Estaba claro que aquella acción más que ayudarla la había confundido más, ya no sabía qué hacer, así que tan solo siguió disfrutando del beso. Cuando se separaron, se miraron sonrojados.
—Y eso ¿por qué?
—Porque creo que me gustas —se sonrojó aún más y desvió su mirada hacia el cielo de nuevo, para volver a apoyar su espalda en la superficie.
—Que coincidencia —comentó—. Porque creo que tú a mí también, esto del amor es muy fastidioso, ¿sabes?
Ella rió y así pasaron las horas, conversando, mirando nubes y dándose besos de vez en cuando, hasta que cada uno se acordó de sus responsabilidades y se despidieron.
Para Yoshimi era de nuevo un día libre (casi por milagro), así que se dirigió a entrenar al lugar de siempre.
Quemó un par de árboles practicando elemento fuego, creó muros de distintos tamaños con su elemento tierra y los destrozó con el taijutsu que había aprendido de Tsunade.
Todo iba normal.
En casa su familia estaba tomando la once, como se habían acostumbrado a hacer sin ella, ya que a esa hora siempre estaba en misiones o entrenando.
Algunos de sus compañeros estaban en misiones, otros se alegraban relajándose y sí, la Sarutobi seguía entrenando.
A pesar de que todo estaba tan normal, había algo en el ambiente se le hacía extraño, todo estaba tan tranquilo, tan pacífico, incluso juraba que podía oír un estero cercano al campo y risas de niños a lo lejos, provenientes de la aldea.
Todo esto hasta que unas sombras negras irrumpieron y se posaron frente a ella, dos hombres con capas negras y nubes rojas la miraban desde arriba.
La castaña los miró, sobresaltada, y pudo reconocer a uno de ellos.
Itachi Uchiha, el hermano mayor de Sasuke, el hombre que masacró su propio clan, un Akatsuki.
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