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✧ Capítulo 14

Capítulo 14:
Superación

Así siguieron los días, los entrenamientos fueron retomados poco a poco. Aquella tarde, el equipo 8 se había reunido a entrenar en un campo de entrenamiento, cada uno practicaba lo suyo.

Entre ellos estaban Kiba y Akamaru practicando el "Marcado Dinámico" (que era rociar el entorno con la orina del perro) y Yoshimi masacrando árboles.

En una de esas circunstancias de la vida, Akamaru había pasado a rociar a la chica.

—¡Kiba! —gruñó ella tomándolo por el cuello de la chaqueta y estampándolo contra un árbol, furiosa.

Los últimos días, la chica había andado con un humor horrible, se enojaba por cualquier razón, no quería hablar y tampoco quería salir de casa si no era para entrenar.

—¿Qué? ¡Oye! —trató de soltarse—. ¡Suelta!

—¡No andes rociando a la gente con tu jutsu! —se molestó.

—Está bien, está bien —masculló, empezando a enfadarse. Sabía la situación en la que estaba su amiga, pero le irritaba que le tratara así—. Ahora suéltame.

Ella soltó un bufido, lo soltó y caminó hacia su desastre de árboles.

—¡Oye, Yoshimi! —llamó Kiba haciendo que la castaña se diera vuelta hacia él—. Ahora que lo pienso, nunca hemos tenido una batalla, ¿cierto?

—No.

—¡Tengamos una ahora! —desafió.

—Si así lo quieres —se puso en posición—, está bien.

La batalla fue larga, para la sorpresa de la chica. Se había cansado bastante y pudo notar que mientras ella no se daba cuenta, Kiba mejoraba cada día más. Aún así, la ganadora del encuentro fue ella.

Cuando terminaron, Kiba, a pesar de haber sido derrotado, le sonrió. Estaba tendido en el piso y la castaña estaba frente a él. El Inuzuka tomó su mano y la jaló, haciendo que cayera en sus brazos.

—No hay necesidad de que seas así conmigo, Yoshimi —susurró en su oído, abrazándola—. Sé que te sientes de lo peor y que quieres matar a todo el mundo, que estás triste y que quieres llorar. No es necesario mostrarte fuerte todo el tiempo.

La castaña había quedado con la boca abierta, sorprendida por la forma tan amable en la que le había hablado el chico. Claramente era inusual en él, por lo que ella tan solo escuchó y se resignó a abrazarlo también. Se quedaron juntos un buen rato, sus dos compañeros y la jōnin se habían ido hace unas horas del lugar, por lo que a Yoshimi no le importó mostrarse tal como se sentía junto a Kiba.

—Gracias, Kiba —suspiró ella, alejándose un poco de sueño compañero de equipo, para mirarlo directamente a los ojos—. De verdad, gracias.

Tragó saliva fuertemente al observarlo, se sentía extraña y no sabía la causa. Sus labios se resecaron, por lo que pasó su lengua sobre estos.

Esa acción había significado la perdición para el chico perro, sentía que ya no aguantaba más reprimir esos sentimientos en su pecho y que necesitaba lanzarse sobre ella a besarla. Aún así, decidió que esa vez no le iba a hacer caso a sus impulsos, no quería hacerlo porque pensó que quizá se estaría aprovechando de lo vulnerable que estaba ella ahora, con la muerte de su abuelo aún demasiado presente.

—Para eso estoy, Yoshimi —le sonrió, dándole unas palmaditas en su hombro.

—Lo siento por estar tan irritable estos días —suspiró después de decir aquello—, es solo que... he estado tardes y noches pensando en su muerte, en que la aldea olvidará a uno de los mejores ninjas que ha tenido. Tengo mucho miedo, incluso me da miedo que dejen de decirme "Honorable Nieta", ese apodo que yo tanto odiaba ahora significa tanto para mí, Kiba.

—Es muy entendible, Yoshimi —el Inuzuka le hizo cariño en el cabello, suavemente—. Si estuviera en tu lugar también pensaría en eso, entiendo la rabia y el dolor, pero recuerda que siempre me tendrás a mí y a los demás, siempre te apoyaremos en todo ya que eres demasiado importante para nosotros.

La Sarutobi no aguantó más, se puso a llorar en ese mismo instante y lugar, por lo que el chico se sintió culpable y la abrazó, queriendo protegerla pasara lo que pasara. Akamaru estaba al lado de ellos, sentado observándolos con un poco de pena por la situación en la que estaba la chica.

Cuando ella finalmente se calmó, se secó las lágrimas y miró con un puchero a su amigo de la infancia.

—Perdón por esto, Kiba —habló, refiriéndose al haberse quebrado en su presencia.

—Está bien, Yo-chan —le dedicó su sonrisa perruna—. Lo necesitabas, ¿no es así?

—Así es.

Después de mirarse el uno al otro y reír levemente, se levantaron del lugar y decidieron ir a comer dangos dado lo cansados que estaban. Necesitaban reponer energías.

Yoshimi tomó a Akamaru en brazos, el cual le lamió la cara muy felizmente, por lo que ella rió un poco. Esos dos realmente habían logrado subir su ánimo, cosa que solo había logrado hacer Shikamaru. Estaba muy agradecida por esto.

El Inuzuka la acompañó hasta su casa después de terminar de comer, y luego de despedirse y darle unas palmaditas en la espalda a modo de consuelo, se dirigió a su propio hogar.

La chica suspiró antes de entrar, estaba sola nuevamente en esa gran casa. Sus padres habían sido enviados a una misión y su hermano menor estaba ayudando a reconstruir la aldea. Al parecer ella era la única que estaba tardando en superar la muerte del Tercer Hokage, o quizá la que se sentía peor por esto.

No quiso pensar mucho en eso, porque sabía que si lo hacía, todo el buen humor que había vuelto durante su tarde con Kiba se iría a la basura. Por esto, lo único que hizo fue darse una ducha y, como ya era la hora de cenar, preparó comida para su hermano y se fue a dormir.

Al día siguiente lo único que hizo fue entrenar, ayudó un poco a Hinata y tuvo otra pelea con Kiba, que ella ganó. A sus compañeros les preocupó demasiado que se se viera bastante peor que el día anterior, pero pensaron que tan solo había tenido una pesadilla y no había podido dormir bien, como era recurrente en esos días. Por esto, decidieron empezar con su plan.

—Yoshimi, hoy vendrás con nosotros —habló Kiba después del entrenamiento.

—¿Qué van a hacer? —preguntó—. No sé si pueda...

—No es una pregunta, es una afirmación.

Dicho esto, el chico le tomó la mano y los cuatro se dirigieron a las calles de Konoha. Todo estaba pacífico, como siempre. Poco a poco se empezaba a ver como antes de haber sido atacada, gracias al esfuerzo de la gente que había estado todos los días reconstruyendo. Yoshimi se sentía bastante culpable: no había hecho nada para ayudar a su reconstrucción, sentía que se la había pasado perdiendo el tiempo y que debía ayudar más, después de todo esa era la aldea que su abuelo tanto amaba.

Sus compañeros detuvieron sus pensamientos al detenerse frente a un lugar. La Sarutobi se giró a mirarlos con una clara confusión, estaban frente al local de carne asada que tanto le gustaba al equipo 9.

—¿Por qué estamos aquí?

—Ya lo verás, entremos —respondió Hinata, para después entrar al lugar siendo seguida por los demás. Los dependientes del local los saludaron y los dirigieron hacia una de las salas que eran para grupos grandes de personas (que tenían que ser pedidas con anterioridad, por cierto) y ya ahí les abrieron la puerta.

La castaña observó con sorpresa que los equipos 7, 9 y el equipo Gai estaban reunidos en ese lugar, los únicos que no estaban eran los jōnin.

—¿Uh?

No pudo disimular su sorpresa al verlos a todos ahí, no sabía el motivo por el cual estaban todos reunidos.

—¡Yo-chan, por fin llegaste! —exclamó Naruto con su felicidad característica.

—Naruto, chicos... —no pudo decir mucho más que eso.

—¡Sorpresa! —rió Ino, para después pararse de su asiento e ir a recibir a la castaña.

—Decidimos hacer esta reunión para tratar de animarte un poco, Yoshimi —habló Shino seriamente, observando su reacción.

—Además, te conocemos y estamos seguros de que no has comido bien desde lo que pasó —Kiba le palmeó la espalda, empujándola levemente. A veces la chica odiaba que la conocieran de esa manera, tenían toda la razón—, así que ve a sentarte.

—Pero chicos —quiso protestar—, no traje dinero para pagar.

—Nosotros sí, así que ya ven a sentarte, no seas una fastidiosa —reclamó Shikamaru, palmeando el asiento que había al lado suyo. A la de ojos naranjos no le quedó más remedio que obedecer. Se sentó al lado del flojo, quedando frente a Naruto. Kiba se sentó a su otro lado y cuando ya estuvieron todos acomodados, comenzaron a pedir.

Entre todos charlaron amenamente acerca de distintos temas mientras asaban lo que habían pedido. Chōji comía mucho, como siempre, e incluso le robaba comida a los demás, por lo que de pronto se armaban pequeñas peleas por comida. Yoshimi no pidió mucho, a pesar de que no había estado comiendo casi nada desde que su abuelo se fue, no quería ser una molestia para los demás, no quería que gastaran mucho dinero en ella.

La chica se sentía muy agradecida con todos, sabía que sus intenciones eran completamente buenas, pero no podía evitar sentirse un poco incómoda, aún no se estaba 100% bien como para hablar con todos como normalmente lo hacía, o para siquiera poder reír con ellos.

A pesar de esto, hizo lo que pudo por encajar y no preocupar a sus amigos, se abrió un poco más con ellos y pudo disimular su incomodidad. De vez en cuando se quedaba callada mirando su plato de comida. El corazón se le estrujaba un poco al pensar que en casa estaría sola y triste nuevamente.

Suspiró y miró hacia la ventana. Su rostro fue de sorpresa al ver cómo se erigía la piedra de los rostros de los anteriores Hokages. Se veía claramente, lo cual la hizo comenzar a pensar más y más en la muerte de su abuelo, teniendo su rostro frente a ella. Su mirada se perdió en este, estuvo así un muy buen rato, incluso se llegó a sentir fuera de lugar en algún momento, se sentía muy triste.

Fue ahí cuando Shikamaru se dio vuelta a mirarla, al darse cuenta de que no estaba hablando ni comiendo. Al observarla en ese estado y comprobar qué era lo que estaba mirando, tan solo suspiró y tomó una de sus manos bajo la mesa.

—Eres un fastidio —susurró entrelazando sus dedos. La Sarutobi se sonrojó y le pasó algo raro en el estómago, pero pensó que podía ser la comida y siguió observando lo de antes.

Estuvo así un buen tiempo, con rostro desanimado y dando suspiros lastimeros de repente.

Naruto frente suyo se había dado cuenta de esto, por lo que trató de hablarle cualquier cosa para animarla, recibiendo por respuesta monosílabos, no lo estaba escuchando en realidad.

Kiba se dio vuelta a observarla, pero notó el contacto que estaba teniendo con el Nara y realmente se molestó, por lo que toda la actitud que había tenido antes con ella se fue a la basura y tan solo le dieron ganas de molestarla y pelear con ella.

—¿Vas a estar siempre con esa cara? —reclamó Kiba—. Das miedo.

Los otros dos integrantes de su equipo se molestaron, Hinata lo reprendió y Shino hubiera hecho que el chico perro se tragara un bicho si no los quisiera tanto (a los bichos, obviamente).

—Oye, Ino-puerca, esto ya es demasiado raro —le comentó Sakura con un tono bajo para que nadie más escuchara. La mencionada asintió.

—Kiba le dijo eso y ella ni siquiera lo miró.

Las dos se miraron preocupadas mientras el rubio seguía con sus intentos de conversación con Yoshimi, y ella seguía con la misma actitud, pensando.

¿Por qué moriste, viejo? —se lamentó, empezando a querer llorar—. Tú eras muy bueno. ¿Por qué la gente buena es la que muere?

Todos callaron de forma súbita y la castaña, sabiendo que era inusual, se dio vuelta hacia ellos. Todos la miraban.

—¿Y a ustedes que les pasa?

Seguían mirándola sin decir nada.

—No me digan, pensé en voz alta, ¿no?

—Sí...

—Olviden lo que dije —despreocupada, siguió mirando a la ventana.

El rubio, furioso, se levantó de donde estaba y tomó a la chica de la polera para levantarla y ponerla a su altura.

—¡Ya estoy harto! —le gritó mientras ella pataleaba y se quejaba para soltarse—. ¡Si no dejas de comportarte así te voy a golpear, no me importa que seas una chica! ¡El viejo ya está muerto, pero dejó su legado, ya cumplió lo que debía hacer aquí! ¡Mientras una persona lo recuerde, él vivirá dentro de ella!

Estas palabras habían dejado claramente impactada a la chica, inmóvil.

«¡Mientras una persona lo recuerde, él vivirá dentro de ella!».

La chica pensó en eso y agachó la cabeza, fue entonces cuando se le secó la garganta y empezó a llorar en frente de todos. Jamás lo hacía, no le gustaba para nada llorar en frente de otros, y menos si era mucha gente. No quería que la sintieran vulnerable, le gustaba mantener esa imagen de chica fuerte que había tratado de tener desde hace años, pero al pensar eso ya no pudo más.

Algunos de los demás se quedaron inmóviles, impactados.

—¡Naruto! —reclamó la de pelo rosado.

—Definitivamente eres un gran imbécil —comentó Sasuke, que estaba al lado de él.

Naruto la soltó tragando saliva, bastante arrepentido por haber hecho llorar a su mejor amiga. Ahora sus amigos lo miraban como si lo quisieran matar en ese mismo lugar.

Kiba y Shikamaru se habían levantado para tratar de consolar a la chica, la cual se tapaba la cara repitiéndoles que estaba bien, pero no dejaba de llorar.

Unos segundos después, dio un suspiro y se calmó lo suficiente como para secarse las lágrimas, para luego mirar a los ojos a su mejor amigo.

—Si eso es cierto, entonces yo seré la que lo recuerde —susurró, haciendo que todos se calmaran. Entonces, le sonrió levemente—. Gracias por hacerme entrar en razón, Naruto.

Ella volvió a sentarse y poco a poco volvieron las conversaciones normales entre ellos, y las peleas que siempre se formaban entre algunos. Yoshimi se sentía muchísimo mejor, más animada e incluso con más hambre, por lo que comió más, habló con sus amigos y pudo reir genuinamente de nuevo.

Todos se alegraron de que la castaña volviera a ser la misma una vez más.

Cuando ya se hizo muy tarde, la reunión terminó y ella se fue a su casa junto con Hinata, a la cual dejó en la puerta de la mansión Hyūga y caminó unas cuadras para llegar a la de los Sarutobi. Ella se encontró con la sorpresa de que sus padres habían regresado de su misión, habían preparado la cena y estaban hablando con Konohamaru tranquilamente.

A partir de ese día, pasaron un poco más de dos semanas. Las cosas habían cambiado completamente para ella. Su maestra, Tsunade, había asumido como Hokage y su hermano lo aceptó después de un tiempo. Con esto, Yoshimi se dio cuenta de que había sido egoísta al pensar que solo ella estaba sufriendo.

—¡Vengan a comer!

Además del cambio de Hokage, su vida familiar también había cambiado considerablemente: sus padres estaban ahí, con ellos.


Los dos hermanos se habían confundido al ver como su madre y su padre les mostraban cariño, pero al final terminaron aceptándolo, aunque Yoshimi estaba un poco enfurecida, ¿hacía falta que su abuelo muriera para que ellos empezaran a ser más cercanos?

De todas formas, si Konohamaru era feliz así, ella también lo sería.

—¡Ya vamos! —gritó de vuelta—. Seguiremos practicando después del desayuno —le dijo a su hermano, quien estaba tendido en el piso, agotado después de un entrenamiento matutino. Inmediatamente este se levantó con entusiasmo.

—¡Bien!

Él corrió hacia el comedor seguido por su hermana y se sentó frente a su padre en la mesa, en cambio la castaña se quedó un momento en el umbral de la puerta observando atentamente cómo él hablaba con su madre y ella le sonreía.

¿Por qué esto no fue así desde el principio?

Suspiró y se sentó en el único asiento vacío que quedaba mientras le ponían su plato al frente.

Cuando terminaron siguieron con su entrenamiento, estuvieron algunas horas tratando de que Konohamaru consiguiera hacer el shuriken kage bunshin no jutsu, pero alguien los interrumpió en plena práctica.

—¡Vamos a comer afuera! —sonrió Sorato.

—¿Justo ahora? ¿A dónde? —preguntó la chica.

—Ya verás —su padre le revolvió el cabello—. Vamos —la familia salió de la casa—. Ven aquí.

—¿Uh? —ella se le acercó y su padre la levantó y la colocó sobre sus hombros—. ¡Oye, no! ¡Está muy alto! —cerró fuertemente los ojos para evitar ver el piso.

—Ya te acostumbrarás —le dijo mientras su madre se reía junto a Konohamaru y seguían caminando.

La gente los miraba en la calle, parecían una familia feliz. Claro, lo eran... ahora.

Sin embargo, Yoshimi sabía que su hermano pequeño estaba dispuesto a olvidar los años anteriores con tal de estar así con ellos por siempre, y si eso pasaba, ella también lo haría.

—¡Me estoy mareando, en serio! —lloriqueó. Los demás rieron.

Poco a poco ella pudo abrir los ojos y ver a la gente sonriéndoles.

Tiempo después, llegaron a un restaurante de sushi, el preferido de Yoshimi.

—¿Cómo supieron?

—Somos tus padres, ¿no? —respondió la mujer.

El hombre la bajó y entraron al restaurante.

Conversaron y comieron hasta que la chica se acordó de que esa tarde tenía entrenamiento con su equipo.

—Nosotros iremos contigo —sentenció la mujer.

—¿Qué?

—¡Yo nunca he visto tus entrenamientos con tu equipo! —exclamó Konohamaru.

—Y nosotros nunca hemos visto a tu equipo.

A la castaña no le quedó más opción que aceptar.

Llegaron al lugar del entrenamiento acordado después de pagar su comida.

—Hola... —saludó Yoshimi a su equipo, sonrojada, con su familia detrás suyo.

—¡Sorato, Takara! —se sorprendió la sensei.

La chica rió, nerviosa. Hizo las presentaciones y entrenó arduamente toda la tarde, teniendo a su familia como espectadores.

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