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Capítulo I

17 de marzo del 2019

La cortina de la noche todavía estaba sobre la ciudad de Viena, la luz artificial proveniente de los bombillos era lo único que daba claridad, iluminando así con gracia la hermosa capital.

Eran apenas las seis de la mañana y las aves ni siquiera se habían tomado la molestia de iniciar su fastidioso y soso canto diurno. Sin embargo, no había muchos a quienes cantarles los buenos días, ya que la mayoría de los austriacos conducían al trabajo, agarraban el metro o el bus sin detenerse a regalarles un vistazo.

Para cada austriaco patriota no era una agonía dirigirse a su empleo porque valía la pena mirar la ciudad tanto en el día como en la noche, indiferentemente de donde te parases, pues solo verías una exquisita arquitectura o alguna buena escultura con la cual darán ganas de tomarse una foto.

No obstante, hubo personas no muy de acuerdo con las ideas de trabajadores mañaneros y que buscaban no afligirse por despertarse temprano, uno de esos se llamaba Soleil LeBlanc.

Una mujer bastante fanática de su cama que se le hacía complicado despegarse de su cómodo colchón o el cálido cobertor. El dolor de cabeza contribuyó a su anhelo de quedarse en estado de reposo.

Tampoco le incomodaba que su castaña cabellera pareciera en estos momentos un nido de pájaros, incluso el cabello que cubría su frente se alzaba como una cresta de gallo.

Además, de el inicio de la mañana, Soleil presentaba otro problema que no podía ignorar, la persona que estaba con ella en la habitación mostraba un gran necesidad de que ella abriera sus dos ojos marrones porque no paraba de hacer ruido en la habitación, incluso encendió la luz para buscar sus cosas sin importarle perturbarla.

Cuando Soleil miró a la otra persona, su mente evocó los recuerdos de la pasada noche y como las copas hablaron por ella. También para su horror, por despecho busco cariño y afecto de quien no debía.

Todavía seguía el vacío en su pecho, gracias al hombre que antes pensaba que era el indicado en su vida, pero había sido aliviado un poco con el apreció que mostró ayer la persona que actualmente recogía sus cosas y se vestía.

Nada de lo ocurrido era correcto y ella lo sabía, más aún así se sentía mejor.

«Quizás no soy una mujer fea» pensó Soleil de repente, haciendo que la comisura de sus labios se arqueará por unos segundos «Mami estoy buena y gozar de este cuerpo».

Ella lo había decidido, disfrutaría hasta el final.

—¿Por qué te levantas tan temprano Ricardo? —se quejó Soleil haciendo un puchero y sentándose en la cama—. ¿No podías quedarte más tiempo conmigo? —pregunta mientras, abrazaba con fuerza el cobertor, dejando su cuerpo a la imaginación.

Ricardo se detuvo de vestirse y la miró por unos segundos con una expresión cansada antes de dársela vuelta y darle la espalda.

—Sabes que debo trabajar —responde de forma cortante y evitando darle una ojeada aunque ya había visto todo, no había nada que ocultar—. Y creo que tú también.

—Todavía estoy de reposó —replicó Soleil todavía medio adormecida—. ¿No te acuerdas? creo que te comenté lo que me dijo el médico aye...

—Señorita Soleil —la interrumpió Ricardo—. Esto no puede continuar —se frotó las sienes y suspiró—. Creo que lo sabés.

Soleil sabía lo que se refería y también lo sentía en sus entrañas, pero había interpretado su comportamiento como algo más, ya que siempre le mostraba mucho cariño y compresión, además, la castaña se sentía en la misma sintonía con él cada vez que se reunían por las citas.

Ricardo la había ayudado cuando despertó del coma y estaba confundida con este mundo y sueño. También fue un punto clave para aceptar lo que le sucedió a Louis.

Ahora, ambos habían cruzado la línea de paciente y psicólogo.

Pese a que hubo lamentaciones, Soleil quería seguir en éxtasis que le producía esa sensación de lo prohibido.

Aún si conocía a su prometida, incluso si ellas se conocían del instituto.

Soleil se levantó de la cama matrimonial, manteniendo el cobertor agarrado con fuerza y se acercó a Ricardo, quedando paralela a él. A pesar de lo sucedido, Soleil sentía vergüenza de que la viera sin nada cubriendo su piel. Aun cuando vió como Dios la trajo al mundo.

—Mi novio me engañó con un amigo nuestro y me hizo sentir de la peor forma posible —le contó Soleil—. Su amante quería lo que yo tenía y ayer le entendí por fin.

—Esto no puede pasar —replicó Ricardo cerrando los ojos y respirando con gran fuerza hasta el punto de hacer ruido, como si eso pudiera calmarlo del lío que se había metido.

Soleil sonrió con dulzura y delineó la boca de Ricardo con su dedo índice.

—Tú mismo sabes que no fue el nombre de tu prometida lo que pronunciaste ayer —le susurró, acercando más su rostro al de él.

La mano de Soleil se sentía fría contra la piel de Ricardo, quien se sobresaltó ante la crudeza de sus palabras hasta el punto de ponerse pálido porque todo lo dicho era la verdad irrefutable.

—Buscaré a otro psicólogo que continúe mi trabajo contigo —le informó Ricardo consternado y alejando la mano extranjera de su rostro.

—Tu prometida se llama Sandra ¿verdad? —pregunto fingiendo falsa curiosidad e ignorancia.

—Soleil detente —suplicó Ricardo a la vez que pasaba su gran mano por su propia cara para luego alisar su cabello.

Soleil asintió con la cabeza, como si hubiera aceptado, pero eso no entraba en sus planes.

—Ese no era el nombre que gritabas cuando sujetaste mi cabello —comentó con ligereza la castaña.

—Basta por favor —suplicó de nuevo Ricardo—. No sabes cuánto me arrepiento de est...

—Se que esto no terminará bien —interrumpe Soleil con fastidio—. Pero podemos cuidarnos mutuamente nuestras heridas un rato. Tú no amas a tu prometida.

Ricardo negó con la cabeza, ganándose la burla de soleil.

—Se que no he sido el mejor hombre del mundo, pero los años junto a ella no han sido en vano —pronunció Ricardo fuerte y conciso, alejándose de Soleil y agarrando la última pertenencia que le faltaba por recoger.

Esto era un punto de no retorno para ambos.

Ricardo se fue apresurado de aquel hotel y Soleil minutos despues de él irse de la habitación, lo observó desde la gran ventana de la habitación marcharse en un automóvil negro.

Cuando Ricardo estaba en su auto manejando, murmuró para sí mismo:—Lo siento, pero no puedo hacer esto.

Soleil nunca sabría lo que dijo ya que todavía estaba en esa habitación del hotel que fue abandonada por Ricardo.

El guapo hombre sabía que si se quedaba allí cometería otro error, además, Soleil tampoco quería realmente que se quedará. Lo que hablaba por ella, era su tristeza y una chica no debería conformarse con las migajas.

De repente, el celular de Ricardo sonó.

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Volviendo a la habitación del hotel, Soleil tenía una mirada vacía, viendo fijamente la puerta que dirigía al pasillo.

Ricardo había pasado por allí.

Soleil se mordió el labio inferior y se sentó en el frío suelo. Algunas lágrimas cayeron de sus ojos.

«¿Qué diablos estoy haciendo?» pensó Soleil con ira, la cual aumentó de forma progresiva, haciéndola correr a la cama y golpear las almohadas, desordenando más la cama hasta dejar sin nada.

Todas las sábanas estaban en el suelo junto con las almohadas y cojines.

Soleil se acostó boca arriba. Su pecho subía y bajaba de forma acelerada hasta calmarse.

De repente, soltó una risita de alegría que no llegaba a su ojos porque se veían llenos de melancolía.

—No sé cómo llegué a cambiar tanto. Hace cinco años yo no era así... Sí, esa es la edad del inició de todo. Supongo que este es mi karma—murmuro para si misma, aún enojada.

De repente un pensamiento llegó a su mente, apaciguando su ira y llenándola de inquietud.

Ninguno de los dos de los dos había definido que método anticonceptivo se usaría.

—Tengo que ir a la farmacia... No quiero lidiar con ningún bebé —murmuró Soleil bajito, agarrando apresurada su ropa y vistiéndose.

Tan pronto como estuvo lista y peinada, salió como alma que lleva el diablo hacia cualquier farmacia que estuviera abierta las veinticuatro horas del día.

17 de marzo del 2013

Soleil LeBlanc estaba sentada en el alféizar de la ventana de su habitación, observando con pereza el amanecer a la vez que aguantaba o intentaba no cerrar los ojos y volverse a dormir. Cosa que fallaba de forma estrepitosa, ya que cada rato sus dos ojos se mantenían cerrados por un periodo de tiempo para luego volver a abrirlos con cansancio.

Ella vivía en un pequeño pero acogedor apartamento con su madre y tenía su propia habitación, dónde se la pasaba estudiando o viendo algo que le causase interés en alguna red social, solo salía cuando necesitaba ir a la escuela y en uno que otro momento reunirse con sus amigos.

Por tanto, no comprendía el extraño afán de su progenitora para despertarla tan temprano cuando solo quedaban cuatro días para terminar el año escolar y ella había entregado el noventa por ciento de sus trabajos a los profesores, por lo que ya ellos deberían estar con la responsabilidad y obligación de aprobarla.

Aunque la mamá de Soleil lo sabía, seguía yéndose y volviendo al cuarto de su primogénita para que no se quedará inmóvil y regresará a los brazos de Morfeo.

Hoy había un compartir en la clase de Soleil, además, de la entrega de algunas notas. Más lo que le importaba a la mamá de Soleil era el compartir debido a que su hija no era muy sociable y solo tenía pocos amigos. Sin contar, a la gente extranjera o de su propio país que su pequeño sol conoce jugando online. Esas personas no eran confiables. Por este motivo siempre le recuerda a Soleil que no diga sus datos personales con los extraños con quien juega online.

La madre de Soleil, Melissa LeBlanc se determinó a que su hija iría a como dé lugar.

—Soleil vente para la mesa que ya el desayuno está listo —dijo Melissa, alzando la voz en la entrada de la habitación de su hija, esperando que está la siguiera como un patito bebé a su madre hasta la mesa.

El dormitorio era una zona de peligro para el plan de Melissa.

Soleil se sobresalto porque ya estaba a centímetros de entrar a los brazos de Morfeo a echarse un camarón.

—Soleil —volvió a insistir la madre, pero está vez agarrando la mano de su hija y jalandola suavemente hacia la mesa hasta sentarla.

Melissa le entrega el desayuno que preparó. Una taza de chocolate junto con tres emparedados de queso cheddar y jamón, justo como le gustaba a Soleil.

Cuando Soleil iba a tomar un sorbo se detuvo, notando que en su taza guindaba un cabello negro ondulado.

Soleil alzó una de sus oscuras cejas y miró a Melissa, quien permanecía expectante.

—Mamá —la llamó—. Mira un cabello está creciendo en mi chocolate... Aquí hay vida —se quejo Soleil de la forma más dramática que podía encontrar para mostrar su total desagrado por su situación.

Ella siempre vivía comiendo cabello humano y no porque quisiera sino que caían en su comida, por lo que independientemente de su sentir, ella no podía evitar estar resignada.

Melissa suspiró fastidiada por la pulcritud de su hija, pero luego le restó importancia y le dijo:—no exageres que mi cabeza está limpia. Anda tómatelo que no es como si no te comieras los cabellos de otra gente cuando comes en la calle.

—Todavía no los he conseguido en la calle —replicó de forma seca Soleil. Su chocolate lo más seguro era de un nuevo sabor con la crema de peinar en el cabello.

—Nunca digas nunca.

—No he dicho nunca.

—¡Ya lo has dicho! —exclama Melissa—. Llega temprano, haré escalope vienés y tendré tus galletas listas.

Después de decir eso, Melissa escapó a la cocina. Ella no se iba a poner a discutir tan temprano en la mañana por algo tan trivial.

Soleil refunfuñó un rato, su madre podría ser tan infantil.

—¡Quiero escalope vienés con papas fritas! —exclama, alzando un poco el tono de voz para que su madre la escuché.

—Copiado —habla de la misma forma Melissa, sin molestarse en volver—. Pásate por el supermercado y cómprame las papas al volver. Te metí dinerito a tu cuenta.

—Esta bien.

Soleil quitó el cabello de la taza y tomó un sorbo de su bebida, luego, comenzó a comerse su comida. Ella no tenía mucho apetito, pero no quería estar sin nada en el estómago y este era su desayuno favorito.

El emparedado no presentó ningún problema, lo único fue ese jamón. Ella no sabía de qué tipo era, pero tenía un sabor peculiar, sin embargo se lo estaba comiendo para no desperdiciar la comida.

De repente, se escuchó el relinchido de un cabello. Ese era el tono de notificación de cuando le llegaba algún mensaje. Puede que sea extraño y la mayoría de la gente no usaría ese tono, pero ella podía encontrarle su toque de humor.

—Soliel tu celular —dice Melissa, saliendo de la cocina.

—Ya sé —respondió Sol, deteniéndose de comer para correr hacia su dormitorio.

Su celular seguía sonando, de modo que continuaban mandándole mensaje.

«Bueno, soy una mujer muy solicitada» bromeó consigo misma.

Soleil se sentó en su cama y agarró el celular y notó que Vega le había escrito. Ese nombre fue el que había elegido su amigo Louis como nombre de usuario. En cuanto a ella, había elegido Sun y puso un gran sol amarillo chillón en su foto de perfil.

Ella colocó su dedo sobre la notificación y esta la envió directo al chat.

Louis(Vega):¿Sol vienes a compartir?

Soleil miro el chat, sopesando en cómo responderle. Días anteriores, le había dicho reiteradas veces que no iría, incluso si su madre se lo ordenaba.

Al final su respuesta fue...

Sun(Soleil):Si.

Vega(Louis):¿Cómo tu mamá te convenció?

Intentó indagar más, pero la reina del drama le soltó una respuesta que lo dejó estupefacto.

Sun(Soleil):Ella me levantó temprano y quería unirme a ella usando un contrato de esclava, poniendo su cabello en mi taza de chocolate caliente.

Louis luego de leer ese mensaje le envió una emojin sin expresión.

Después de unos dos minutos, Louis volvió a escribir.

Vega(Luis):Fueron las galletas.

No lo escribió como pregunta, si no lo afirmo y era completamente cierto. Su amiga era una fanática de las galletas, en especial de las galletas de canela.

Sun(Soleil):Sí y no te invitaré a mi casa.

Después de escribir eso, añadió un montón de emoji, partiéndose de risa.

Ella misma quería reírse un poco y justo cuando iba a hacerlo, le vino una puntada al estómago y un leve dolor que comenzaba a incrementarse lentamente, haciendo que no pudiera evitar frotar su estómago.

«Debe ser ese jamón» pensó Soleil, refunfuñando.

No obstante, realmente no sabía porque le dolía la panza, pero creía fuertemente que era ese jamón.

Le llegó otro mensaje de Vega.

Vega(Louis):Ya se a quien no invitar cuando haya cosas buenas en mi casa. Cambiando de tema, estoy preocupado y no importa si es solo una estúpida prueba para entrar al rol, sé que no es un examen de la escuela, pero igual tengo miedo.

Soleil asintió con la cabeza, como si su amigo estuviera presente. Ella lo entendía, por lo que rápidamente le respondió.

Sun(Soleil):Te entiendo hasta cierto punto... ¡Me mate realizando una asombrosa ficha! He planeado un personaje espectacular. Si no me aceptan mi prueba, me enojaré. Ahora, que lo pienso... Creo que estarás peor que yo.

Hace unos días había descargado la app dónde estarían roleando para familiarizarse con la comunidad de rolplay, la cual tenía una variedad de roles. Louis una vez le había comentado que los mejores roles eran los que exigían que escribieras más de siete líneas al rolear.

Dentro de poco iba a iniciar un rol de un amigo de Louis, el cual le recomendó a Soleil entrar y este era el motivo por el que Soleil la que siempre dice no a los juegos entró en esa red social.

Así fue como Soleil decidió hacer su primera ficha de rol, pidiendo la ayuda de su amigo y bajo la guía de Louis comenzó a rellenar su primera ficha con la plantilla del rol.

Los roles que están muy desarrollados normalmente tienen su propia plantilla.

De esta forma nació el nuevo personaje, Sakura Beaulieu.

Louis no respondió tan rápido, pero luego volvió a sonar la notificación de mensaje

Vega(Louis):¿Por qué? Espera, ya pusieron los resultados.

Soleil iba a responder, pero el dolor se estaba comenzando a hacer insoportable hasta el punto se encogió como una oruga en la cama. Ella no sabe cuánto tiempo duró, pero no se dio cuenta en qué momento su madre entró hasta que ella le tocaba la cabeza mientras, le preguntaba:—¿estás bien cariño? ¿Qué sientes?

—Me duele mucho la...—Soleil no pudo terminar lo que diría porque tuvo que ponerse la mano en la boca e intentar pararse, cosa que no resultó muy fácil porque se resbaló con el edredón. La castaña ya estaba esperando el choque contra el suelo, sin embargo su mamá la sujetó. Al momento de sujetar, Soleil vómito en el piso.

Melissa comenzó a sobarle la espalda con preocupación. Vino a regañar a esta niña por no irse al instituto y resulta que se había enfermado. No era bueno llorar por la leche derramada, por tanto Melissa cargo a su hija y la acuesta de costado en la cama para que no se ahogue con el vómito.

Rápidamente tomó su celular y llamó al número de emergencia:—Hola buenas tardes mi hija tiene un horrible dolor de barriga y no ha parado de vomitar desde que estoy con ella ¿pueden venir?Mi dirección es Kelgelgasse 36-38, 1030 Viena. Vivimos en el edificio Hundertwasserhaus.

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