La gente del pueblo solía subir a la montaña con frecuencia. Se contaba que si veías el amanecer desde ahí, nunca lo verías de igual manera desde ningún otro lugar. Al menos, eso era lo que decían los guías turísticos.

De todas formas, luego cobró un significado más supeficial y las personas comenzaron a subirlo para mantenerse en forma y hacer fotos para sus redes sociales. Así dejando de lado su significado místico.

Esa madrugada, un explorador subió con su Golden Retriever, la cual, animosa orinaba cada uno de los árboles que hallaba en su camino.

-¡Elise, no!-

El hombre jaló a la perra de la correa al percatarse de que cerca del árbol que estaba a punto de orinar, reposaba un libro. Por suerte, logró asustarla.

Se agachó y tomó el libro entre sus manos. Le dio la vuelta en busca del título, pero se dio cuenta de que este no poseía uno. No obstante, solo con tocar la cubierta de cuerina y bordado, supo de inmediato que era un libro de los costosos. Miró hacia los lados en busca del dueño, pero lo único con lo que se topó fue con una casa rural a unos escasos metros de él.

No se molestó mucho en chequear si había algún rastro de actividad dentro, porque prefirió meterlo instantamente en su mochila y caminar lo más rápido que pudo lejos de ahí.

Al haber bajado la montaña, se dirigió hacia la librería del pueblo, donde sabía que recibían libros de segunda mano.

-¿Puedo ayudarle?- le preguntó la vieja propietaria desde el mostrador.

-¿Cuánto me das por este libro?.

La mujer se colocó los anteojos y abrió el libro para echarle una ojeada, entonces se dio cuenta de que este estaba en blanco.

-¿Me estás tomando el pelo?- la anciana le vio con el ceño fruncido.