⠀ Especial: Felices fiestas
El clan Targaryen es conocido por toda la nación, por todo el continente, si se es franco. Tanto por sus riquezas y su papel fundamental en la economía del país debido a sus negocios, como por sus exóticos genes o sus escándalos. Sin embargo, que nadie se atreva a insinuar nada de endogamia o trastornos mentales, ya que Daemon Targaryen tiene suficientes problemas con la ley y su terapeuta apenas lleva la punta de iceberg sobre sus problemas de ira.
No obstante, nadie puede ignorar lo que ocurre con ellos; desde matrimonios en secreto, donantes de esperma de cuestionable origen, peleas en clubes nocturnos, infidelidades, repudios y conflictos familiares.
Un apellido que por décadas y ha ofrecido al continente todo tipo personalidades: alcaldes, presidentes, jueces, doctores, inventores y figuras militares, entre ellos.
Los aman o los odian, no hay punto medio. Aun así, la gente siempre habla de los Targaryen.
Pero entre ellos, siempre se cubren las espaldas. Después de todo son la familia más importante de Westeros. Son como piedras preciosas, solo unos diamantes pueden raspar a otros diamantes.
—Preferiría tragar clavos que verle la cara a Alicent —gruñe Rhaenyra por décima vez esa mañana mientras revisaba que no olvidar nada fundamental antes de salir de casa.
—¿Y ocasionarle un disgusto por arruinar la foto Navideña? —dijo Harwin, su esposo, con diversión.
—Si tu intención es desanimarme, estás fracasando —dijo ella. Él sonrió y la abrazó, dejando un tierno beso a un lado de su cuello. Su disgusto se disipó en el toque. El hombre era como un gran oso, cálido y feroz.
—¡Mamá! —Jacaerys la llama desde su habitación— ¿Puedo llevar mi nueva pistola de agua a la casa del abuelo?
—No, Jace, sabes que no se permiten esas cosas.
Ningún tipo de arma, por inofensiva que fuera, era permitida desde que en una riña de niños, Lucerys, de cinco años, casi le saca un ojo a su primo Aemond con unas tijeras. Aunque habían transcurrido unos años desde el incidente, Lucerys aún conservaba la navaja que le obsequió su padre Laenor durante uno de sus viajes, por si su tío deseaba vengarse.
—Mamá, no quiero ir —Lucerys se acercó a su madre con un puchero—. La esposa del abuelo nos hace rezar y me duelen las rodillas. Papá Laenor tampoco va a estar este año.
—Ninguno quiere ir, cariño —dijo Rhaenyra—. Pero tu abuelo ha estado delicado de salud, tenemos que hacer esto por él.
—Seguro que al final no es tan malo —Intenta animarles Harwin, él ya había hablado con Laenor para que él y su pareja llegaran antes de año nuevo para ver a los niños. Pero era una sorpresa—. Siempre puedes saludar a Alicent como abuelita.
Rhaenyra sonrió con malicia recordando el tic en el ojo que le daba a su madrastra cada vez que sus hijos hacían eso.
—Harwin tiene razón, amor. La abuelita Alicent ha trabajado duro por esta cena.
—¿Puedo llevar mi navaja esta vez?
—No —respondieron el matrimonio al mismo tiempo.
Lucerys se retiró quejándose, pero cuando estaba recogiendo sus juguetes, su hermano mayor, Jacaerys, cogió la navaja y la metió entre su ropa. Más vale prevenir que lamentar.
──── • ❅ • ────
La familia Velaryon-Strong-Targaryen viajan en el BMW familiar porque creen firmemente que estos momentos son fundamentales e invaluables para disfrutar con los niños antes de que crezcan. Aunque gran parte del viaje, Joffrey hace que se detengan cada quince minutos en la carretera para hacer pipí y Lucerys se la pasa con la cabeza metida en una bolsa amenazando con vomitar y Jace trata de fingir que es hijo único.
Mientras tanto, Alicent recorre la casa de arriba abajo alistando todo para la reunión familiar. Su ama de llaves le ayuda a supervisar la cena, la vajilla, la calefacción y les cuida hasta el más mínimo detalle antes de que los empleados se vayan a celebrar las fiestas con sus familias.
—¡Querida! —Viserys exclama entrando a la cocina—. ¿Cómo me veo?
El ama de llaves resopla y Alicent siente el primer vestigio de migraña de la noche. El atuendo que Viserys ha escogido, con esa barba que se ha dejado crecer, está más cerca de parecerse a Tim Allen en «Santa Cláusula» que a Liam Neeson en «Búsqueda Implacable».
—Es festivo, mi amor —dice Alicent sin encontrar mejores palabras—. ¿No quieres probarte otra cosa?
—Oh, no, este es perfecto —Para confirmarlo da una vuelta modelando su atuendo—. ¿Qué opinas, Marie?
—Espléndido, señor —Asiente, el ama de llaves, Alicent le da una mirada traicionada y ella aprieta los labios luchando con la risa.
En ese momento entra Aegon, que se viene despertando y aúlla una carcajada.
—Dios mío, que temprano llegó Santa Claus este año.
—Podrías tener un poco más de espíritu, muchacho —dice Viserys sin inmutarse de su hijo adolescente. Él sabe que está en la onda, aunque Aegon no lo acepte.
—Y pantalones —murmura Aemond que intentaba entrar a la cocina también.
—¿Por qué no traes pantalones, Aegon? —Alicent aprieta su nariz entre sus dedos, buscando la paciencia que reserva cada día para su hijo mayor.
—No los encontré—responde Aegon tomando un tentempié, Alicent le da un manotón alejándolo de la comida.
—Deja al muchacho comer, Alicent, está muy delgado —Viserys le resta importancia sobándose su propia barriga.
—Deja al muchacho comer, mamá —Repite Aegon asintiendo varias veces.
—Habrías desayunado si te hubieses despertado a una hora decente.
Aemond comparte una mirada con su madre, después de ver que su padre se retira a su despacho.
—Tenemos que quemar ese traje —dice Aemond.
—Yo me encargo —promete Alicent no queriendo fomentar las ideas pirómanas que ya trae arraigadas su hijo de diez años.
──── • ❅ • ────
Daemon no es tonto, por lo que no propone su casa para una fiesta a sabiendas de que sus reuniones familiares siempre acaban en fuego y sangre, si están de suerte, Alicent acaba llorando y Rhaenyra gritándole a Viserys. Ah, Daemon amaba su familia.
Tampoco iba a malgastar tiempo conduciendo, con sus posaderas aseguradas por 5 millones de dólares no iban a adormecerse en todo el trayecto por la carretera. Aparte, su esposa acababa de dar a luz a su primer hijo varón, que apenas tenía unos meses de vida. No iba a someter a nadie a la tortura de estar horas encerrado en un automóvil con un bebé chillón, hijo suyo o no.
Alicent es quien los recibe cuando bajan del avión privado, enseguida se acerca para arrullar al nuevo miembro de la familia.
—Oh, Laena, es precioso —dijo Alicent a su cuñada. Daemon puso los ojos en blanco, claro que era precioso, era su hijo después de todo.
—Y un niño muy saludable, después de todo —sonríe Laena, viendo al bulto en sus brazos con adoración—. Tiene muy buenos pulmones.
—¡Es un chillón! —se queja Baela.
—Tú chillabas como un puerco en el matadero cuando tenías su edad —dijo Daemon a su hija, que chilló con indignación—. Sí, algo así sonabas.
Rhaena se ríe. Cada niña toma una mano de su padre y caminan hacia la mansión, con Alicent y Laena en una conversación amena, poniéndose al día.
──── • ❅ • ────
La cosa es que Daemon puede soportar jugar a la familia feliz con todos los miembros de la familia solo una limitada cantidad de tiempo, un cumpleaños o un bautizo, pan comido. ¿Una semana entera en una misma casa? Mejor que lo entierren vivo.
Alicent intenta entablar conversación y él responde con monosílabos a la mayoría de las cosas, a lo que su esposa interviene: —Ha tenido unos días agotadores en el trabajo, ¿por qué no me muestras el nuevo tapiz del que me hablaste?
¿Tapiz? ¿A quién le parece interesante un montón de tela?
—Papá, ¿podemos ir ya a los establos? —pregunta Baela con ojos bien abiertos de ilusión—. Quiero ver qué tanto ha crecido Danzarina lunar.
—¡Solo vamos a ver! —promete Rhaena.
—Pero yo quiero montar... —Rhaena hace callar a su hermana mayor con una mirada.
—¿Por favor? ¿Sí?
—Su madre dijo que debían ir primero a sus habitaciones a refrescarse —Daemon se hace el difícil, porque al final del día no puede negarle nada a sus hijas, de manera casi cómica, los pucheros de sus hijas se profundizan.
—Deja que mis sobrinas vean a sus caballos, hermano —Viserys hace acto de presencia, ambas niñas corren a abrazar al tío Viserys que parece ser Santa reencarnado esta noche.
Daemon despide a las niñas con la advertencia de regresar pronto y no oculta su decepción cuando observa bien a su hermano. Dios mío, Viserys debe estar senil.
—Dime hermano, ¿te comiste un árbol de navidad?
Lejos de ofenderse, Viserys se carcajea y tira de Daemon a un abrazo de oso.
──── • ❅ • ────
La cosa se pone en su punto cuando Rhaenyra y su familia llegan, Laena y Daemon siempre están contentos de verla a ella y a los niños (también a Harwin, pero él es una adición más reciente a la familia) Laena porque la considera una de sus mejores amigas y Daemon porque sabe que donde su sobrina va, hay drama.
Viserys se apresura a bajar por la escalera al oír que Rhaenyra ha llegado, y Daemon se preocupa, no por primera vez esa noche, de que su hermano se pueda fracturar la cadera en una caída.
—¡Hola abuelita! —Saluda Lucerys, sonriendo con todo y dientes faltantes. Al segundo, Alicent hace una mueca y su ceja hace un movimiento gracioso.
Daemon no puede esconder la risa que se le escapa e incluso Laena sonríe detrás de su mano.
—Hola, Lucerys —Alicent acepta el abrazo del niño y se dirige a Rhaenyra y Harwin—. Me alegra que hayan llegado todos bien.
—Estoy segura de que así es —Sonríe Rhaenyra abrazando a su madrastra—. Luces impecable como siempre.
—Eres muy amable, Rhaenyra.
Mientras ambas mujeres se llenan de halagos ensayados, Harwin sube por él mismo las maletas con sus hijos, Aegon, Aemond y Daeron se le unen felices de salir del radar de su mamá y pasar tiempo con sus sobrinos. Bueno, más unos que otros.
Alicent los deja retirarse e invita a Rhaenyra a tomar una taza de té con ella y Laena, en lo que los preparativos de la cena se afinan.
A las personas les produce morbo hablar de los hijos de la primogénita de Viserys, ya que no nacieron con el característico cabello plateado y ojos amatistas. Lo cierto es que incluso entonces, portaban cierta belleza y encanto, Jacaerys era encantador como todo un pequeño príncipe, Lucerys tenían esas mejillas sonrosadas y esa mirada dulce que derretía el corazón de todos y el pequeño Joffrey era el niño más risueño contagiando a todos con su energía.
Alicent a veces odiaba que Viserys y la familia alabaran tanto a los hijos de Rhaenyra, pero incluso ella no podía negar que los tres eran buenos niños. Al menos dos de ellos, aún tenía sentimientos encontrados sobre Lucerys. Esperaba que el pequeño engendro estuviera yendo a terapia luego de atacar a su retoño.
El principal problema que Alicent tiene con Rhaenyra es que esta última puede hacer lo que le plazca y salir ilesa; dejó a su primer esposo para casarse con el hombre que le donó el esperma y ahora todos fingen que eso es normal y son una familia feliz.
La hora del té transcurre apaciblemente hasta que se produce un alboroto en lo alto del cual apenas se logra escuchar lo que se grita con mayor intensidad:
—¡Yo no quiero jugar a los piratas!
—¡Te aguantas porque soy mayor!
—¡Jace, dile a Aemond que no queremos jugar a los piratas!
Luego oyen algo quebrándose, lo que hace que las tres mujeres se pongan de pie enseguida. Pero solo Alicent corre escaleras arriba para ver que ha sucedido. Rhaenyra, después de todos los deportes en los que Harwin tiene inscritos a sus hijos, ya está acostumbrada a que rompan cosas. Lo mismo sucede con Laena, sus princesas son las hijas de Daemon, no necesita agregar más.
—¡Ya no quiero jugar, igual estoy muy grande para jugar con niños pequeños! —Agrega después de unos segundos la voz de Aemond.
Rhaenyra suspira y añade un poco de alcohol de la elegante petaca con acabados de oro blanco que le regaló Laenor, a su te. Laena, viendo la acción, extiende su taza.
—¿No estás amamantando?
—No seas egoísta —dice Laena—. Lo necesitas tú, lo necesito yo.
Rhaenyra suspira, pero no puede estar en desacuerdo. Al fin acaba vaciando la petaca y no es ni media tarde.
De alguna forma, Alicent con sus superpoderes de mamá logra que los nueve niños dejen de gritar y brincar sobre superficies inseguras.
──── • ❅ • ────
Aegon está en plena pubertad y en esos años vergonzosos en los que todo te huele mal y te salen pelos por todas partes, hay pocas cosas que lo motiven aparte de los pechos grandes y las cremas antiacné en ese momento. No obstante, con gran parte de la familia reunida y sin el abuelo para estar respirándole en la nuca, sabe que tiene la oportunidad perfecta para un par de pequeñas travesuras.
En la madrugada, cuando todos dormían, puso varios muérdagos con la esperanza de atrapar a Aemond bajo ellos con una sirvienta o aún más divertido, con uno de sus sobrinos y avergonzarlo. Hacer esas cosas a Daeron es aburrido porque no se enoja ni se indigna poniéndose todo rojo como Aemond.
Atrapa a Helaena y Jacaerys hablando en voz bajita y los dos tontos se detienen en el umbral de la puerta, allí ve una oportunidad única.
—¡Muérdago! —grita, todos voltean a verlo por el alarido que ha dado—. ¡Jace y Helaena están debajo del muérdago!
Rhaenyra y Laena emiten un sonido de ternura, sus maridos, Harwin y Daemon, se ríen. Lucerys hace un gesto de asco porque a su edad besar parece una cosa asquerosa, Baela suspira agotada por su familia pensando en cómo estaría mucho mejor en casa, preparándose para su debate como presidenta estudiantil, el resto de los niños observan con interés.
—No seas ridículo, Aegon... —Alicent camina hacia su hijo para ordenarle quitar los muérdagos, que no combinan con la paleta de color que ha elegido este año.
—Relájate, solo son niños —dice Rhaenyra poniendo los ojos en blanco.
—Un beso en la mejilla no es la gran cosa —Agrega Laena.
—Esas cosas solo fomentan un comportamiento precoz en los niños...
Pero Alicent se queda con la palabra en la boca cuando Helaena toma el rostro sonrojado de Jacaerys en sus manos y le da un corto beso en los labios como el que su mamá le da a papá antes de irse a dormir.
—¡Bravo, bravo! —Aplaude Aegon, en lo que su madre empieza a abanicarse con una servilleta y amenaza con desmayarse. Aemond corre a servirle un vaso de agua a su mamá y Daemon está pasándola de maravilla.
──── • ❅ • ────
Alicent regaña a Helaena por besar a Jacaerys y los despacha a todos para que se cambien la ropa, recordándoles que el fotógrafo llegaría en breve para tomar la fotografía familiar. Aegon sabe que si se acerca al salón o al árbol, a su madre no le temblará la mano si lo agarra en flagrante fechoría, entonces debe hacer alguien más el trabajo.
—Jace, mi sobrino favorito —canturrea Aegon asomándose por la habitación que comparte Jacaerys con Luke.
—Creí que yo era tu sobrino favorito —Lucerys hace un puchero.
—Lo que sea que te diga, no le hagas caso —Aemond se asoma sobre el hombro de Aegon y su hermano mayor le da un codazo para que se aparte—. ¡Oye, idiota!
—No voy a meterme en problemas, Aegon —suspira Jacaerys—. Ya me regañaron por tu culpa.
—¿Por qué me culpas a mí? —Aegon se lleva una mano al pecho con indignación—. Culpa a mi hermana, ella te besó, no yo.
—Como si quisiera darte un beso a ti —Jace hace gesto de asco.
—¡Oye, ten más respeto!
—Madre dice que nos apresuremos —Anuncia Daeron, quien aparece atraído por las payasadas—. Aegon, ¿por qué tus calcetines son distintos?
—No encontré el par, ¿de acuerdo? —El mayor ya está exasperado porque con todos reunidos no podrá entrar en la cabeza de Jacaerys y convencerlo de colocar la pirotecnia en la fuente del recibidor.
Es una cosa chiquita: pone los fuegos artificiales, explotan, todos se asustan, él se ríe un buen rato y luego cenan.
—Vamos, antes de que nos regañen por tu culpa también —Aemond tira de su hermano mayor.
Resignado, no le queda otra que aceptar la derrota. Pero... Quizás podría con algo de soborno convencer a Aemond de hacerlo, total al pobre niño de mamá nunca lo atrapan haciendo nada malo.
—Aemond, ¿sabías que eres mi hermano favorito?
Daeron bufa sin ofenderse. El favorito de Aegon es Aegon.
—No, cállate y acaba de vestirte, Aegon —responde Aemond.
──── • ❅ • ────
A las nueve de la noche llega el fotógrafo. Los niños están molestos porque les pica la ropa nueva. Rhaenyra y Daemon cerca del estado de embriaguez. Alicent está molesta porque ninguna foto sale bien.
—¿Y si la tomamos después de comer? —Intenta Daeron, aunque esa pregunta ya la hizo quince minutos atrás Baela.
—¡Sí!
—¡Me está rugiendo la tripa!
—¡Ya me quiero quitar la ropa!
—No, nada de eso —Alicent se mantiene firme y Viserys se deja caer en una silla acomodándose su cinturón y sintiendo el traje ya demasiado caluroso—. Después de comer nadie querrá tomarse la foto y van a estar manchados de comida.
—Vamos a comer con cuidado, tía Alicent —dice Baela. Lo que es una obvia mentira. Lucerys, angelical o no, siempre acaba con Aegon lanzándole guisantes, frijoles o trocitos de ensalada a Aemond, quien ni lento ni perezoso corresponde al ataque.
—Ya tengo la toma perfecta —dice el fotógrafo unos minutos después. Toda la familia se queja en voz alta—. Ya sé como saldrá todo definitivo.
—¿No digo eso hace media hora? —masculla Rhaenyra entre dientes a su esposo.
—Debí hacerte caso cuando sugeriste que comiéramos algo antes —dice Harwin en voz baja.
—Me duele el rostro de sonreír —agrega Daemon que les ha escuchado.
Se están acomodando de nuevo y surge una pequeña disputa cuando Rhaena siente que uno de los niños le ha tirado el cabello. Ella acusa a Aegon, quien lo niega fervientemente, y luego Baela acusa a Aemond. Joffrey y Lucerys canturrean el nombre de sus tíos animando la pelea que los adultos terminan separando. El alboroto hace llorar al bebé Baelon y Laena está considerando seriamente irse a dormir.
Jacaerys y Daeron aprovechan que todos están discutiendo para ir a pellizcar el pavo, no aguantando ya el hambre.
—¿Qué están haciendo? —La suave voz de Helaena hace eco en el gran comedor.
Ambos niños brincan por ser atrapados y ella sonríe por las manchas de salsa que hay en las mejillas de su hermano menor y Jace.
—No le digas a tu mamá —pide Jacaerys.
—¿Quieres? —le pregunta Daeron sin asustarse, sabiendo que su hermana no es una soplona y debe tener tanta hambre como ellos.
Ella asiente y abre el pequeño bolso que su madre le ha hecho cargar para la foto familiar, porque combina con su vestido. Vierte puré en una taza y envuelve una tira de carne en una servilleta y lo guarda. Jacaerys la mira con asombro, tal vez necesite él una cartera.
—¡Eh, mete también para nosotros! —susurra Daeron arrancando otro pedazo de carne.
—No lo arranques de allí —sisea Jace—. ¡Se va a notar que falta!
Rhaenyra está discutiendo con Alicent sobre sus métodos de crianza y Viserys está en una esquina, con una migraña segura, sobándose la cabeza.
—Estoy muy viejo para esto —dice el patriarca.
—Hermano, tú has nacido viejo para todo lo que requiera esfuerzo mental —Escuchan decir a Daemon en lo que el trío de ladroncillos de comida, suben las escaleras hasta el cuarto de Helaena.
El hambre que traía Jacaerys se le corta en cuanto observa la habitación. Hay mucho rosa y encaje, un bonito techo con un cielo raso estrellado, nada fuera de lo usual. Luego ve contra la pared que hay tres peceras.
En una hay un montón de hormigas de color rojo brillante, en otra hay unos caracoles y luego la tercera parece que no hay nada, solo hojas y follaje.
—Helaena ahora está interesada de bichos —explica Daeron sentándose en la alfombra afelpada a los pies de la cama de su hermana, Jace con duda lo imita y se sienta lo más alejado que puede de las peceras.
—No son bichos —Helaena niega con la cabeza sentándose en medio de ambos y repartiendo la comida—. Las hormigas bala son insectos, los caracoles son moluscos y las tarántulas son arácnidos.
—¿¡Tarántulas?! —Jacaerys se pone de pie queriendo huir de la habitación. Pensándolo bien, mejor aguanta hambre.
—Deberían preocuparte las hormigas, una vez una picó a Aemond y lloró —dice Daeron arrugando el rostro—. ¡Hizo llorar a Aemond como a un bebé!
Helaena no debe notar que Jacaerys está petrificado porque tira de él hacia la pecera que se ve aparentemente vacía, ilusionada de mostrarle sus preciadas mascotas.
—¡Ven a conocer a Mónica! —Helaena sonríe como si quisiera presentarle a un cachorrito y no una enorme araña peluda.
—Hel, no creo que Mónica quiera conocerme... Yo...
Pero luego el bicho salta y se pega al vidrio. Lo siguiente que sucede es que Jace se asusta y da un traspié que lo hace empujar la pecera, la tarántula se escapa y en lo que Helaena trata de cogerla, Daeron se da cuenta de eso. Lo que sigue es un desastre: Jace quiere subirse sobre la cama y Daeron quiere salir de la habitación. Ambos colisionan y la pecera de las hormigas se cae el suelo y se quiebra.
—¡No! —se lamenta Daeron—. ¿Por qué no podías coleccionar piedras, Helaena?
La niña se olvida de su querida Mónica, de su bolsa y sus bonitos caracoles y toma las manos de Jace y Daeron cuando las hormigas empiezan a esparcirse.
—¡Corran! —grita ella.
Helaena nunca grita, así que Jace cuando escucha el miedo en su voz sabe que de esa no se van a librar y que Alicent va a matarlos. También que debe despedirse de su PlayStation.
Cuando llegan a las escaleras todos sudados y temblorosos se dan cuenta de que no son los únicos que han metido la pata, hay humo saliendo de la sala de estar, Harwin y Daemon están usando los elegantes jarrones de la casa para cargar agua.
Helaena sabe que tiene que advertir a su familia, pero está sin aliento, en eso Alicent los nota.
—¿¡Donde estaban?! —Ella abraza a su hija y atrae a los otros dos muchachos hacia ella—. Creí que estaban cerca del árbol.
—¡Jace! —Rhaenyra se apresura a abrazar a su hijo.
—Los bomberos ya vienen —dice Harwin con un suspiro—. Al menos el fuego ya se ha apagado.
—¡Mi perrito se quemó! —Rhaena llora abrazando a su madre por la cintura.
—¿Qué perrito, mi amor? —Laena se siente impotente, con un bebé en brazos y su hija desconsolada.
—El perrito que Santa me trajo —Si es posible, Rhaena llora más fuerte—. Yo le pedí a Santa un perrito y ahora que se prendió fuego el árbol con los regalos, mi perrito se quemó.
Daemon se agacha y carga a su hija como si nada, a pesar de que ya tiene diez años.
—Cariño, Santa te trajo ropa y juguetes porque nosotros te vamos a dar un perrito —le promete a su hija. Laena alza una ceja, sabiendo bien la reticencia que ha tenido su esposo a tener un perro con ellos en casa.
—¿De verdad vamos a tener un perro? —Baela se anima al escuchar eso.
Mientras todo eso sucede, Aegon y Aemond están en el jardín, porque el mayor ha visto a su hermano salir corriendo en cuanto la alarma de incendios se ha encendido.
—¡Oye, deja de correr!
Aemond se detiene, con el rostro rojo y los ojos llenos de lágrimas; el comentario burlón que tenía preparado Aegon se le queda en la garganta.
—Yo no quería quemar los regalos de todos —solloza Aemond sorbiendo sus mocos.
—¡Te dije que los pusieras en la fuente! —Aemond aprieta los labios y baja la cabeza, entonces Aegon lo entiende—. Los pusiste en el árbol porque querías ganarme un castigo más grande, ¿verdad?
—Mamá y papá van a matarme.
Aegon está lejos de llevarse el premio al hermano del año, tipo, es más probable que se lo lleve Caín, el hermano de Abel (con todas las catequesis a las que les hace ir su madre, está lleno de referencias bíblicas), que él. Pero no hay diversión en molestar a alguien que ya lo está pasando mal.
Y sí, Aemond es insoportable y un blanco fácil, cree que está por encima de todos y es el consentido de mamá, pero sabe que su padre también lo castigará si se entera de que su hijo perfecto puso pirotecnia en el árbol, Aegon ya es una decepción y no quiere que Aemond le quite su lugar.
—No sé de lo que hablas —dice Aegon—. Vamos, regresemos a ver qué pasó con el árbol.
—¿Eh?
—El árbol, debe ser un fallo electrónico, lo que causó el fuego.
Aemond se seca las lágrimas y sonríe de esa forma de sabelotodo que suele hacer.
—Es fallo eléctrico, idiota.
Aegon le da un zape en la cabeza y con más cariño del que nunca va a admitir le dice: —Cállate, hermanito.
Cuando ambos muchachos llegan hasta la entrada de la casa, los bomberos ya están en el sitio y todos están fuera, Alicent está gritando y ellos toman una distancia prudencial. Luego se enteran de que la casa ha sido infestadas por las hormigas amazónicas de Helaena y que no les han dejado ni siquiera ir por el pavo para cenar, cuando los bomberos clausuran la casa y llaman a los especialistas para control de plagas.
—¿Ahora te sientes mejor? —le pregunta Aegon a su hermano con una sonrisa divertida.
──── • ❅ • ────
Alicent casi salta del automóvil cuando empezó a disminuir la velocidad al entrar a la gasolinera. Necesita alejarse de su familia por un momento y menguar sus ganas de llorar y deseos de darle de cenar calcetines sudados a su querido esposo.
Empatizando con su madrastra, después del caos que ha sido la noche, Rhaenyra decide seguirla hasta la tienda.
—Quédense aquí, iré a ayudar a Alicent —dice Rhaenyra a sus hijos. Viserys le sonríe a su hija y Daemon pone los ojos en blanco, su hermano era un bobo monumental.
—Vamos niños, abríguense bien —Laena, aprovechando que Baelon duerme en los brazos de su esposo, se hace cargo de los niños.
Alicent tenía la esperanza de encontrar al menos pollo asado o pasta congelada, pero lo único que hay son sándwiches de pavo y perritos calientes, aparte de frituras, bebidas saborizadas y una alarmante cantidad de marcas de alcohol. Frustrada, empieza a tomar todos los sándwiches que ve y se da cuenta de que hay diez sándwiches de pavo y ellos son dieciséis.
Respira profundo con los ojos hinchados y cuando se le resbala uno de los paquetes de las manos está lista para echarse a llorar.
—¿Es lo único que hay? —dice Rhaenyra cuando toma el paquete en el aire, Alicent chista y entonces nota la expresión en la mujer mayor—. No estoy diciendo que esté mal, solo estaba preguntando.
—No hay suficientes sándwiches de pavo —murmura Alicent. Rhaenyra siente que se le encoge el corazón por lo desconsolada que suena.
—Mis chicos prefieres los perritos calientes —le tranquiliza Rhaenyra—. Harwin no tiene problema con comer lo que sea. Vi qué hay de esos roles de canela que te gustan, ¿qué opinas si compartimos eso tú y yo?
Alicent asiente no confiando en sí misma para decir una sola palabra. Rhaenyra le ofrece una pequeña sonrisa y mete en una canasta lo que traía Alicent sobre sus brazos.
Cuando ambas mujeres salen de la tienda, bien cargadas con la cena, todos los niños están retirados en el estacionamiento jugando un improvisado partido de futbol con una lata. Daemon, Harwin, Viserys y Laena están sentados en la parte de atrás de una de las camionetas, apostando un mechero, unas mentas y un clip para el cabello, con una baraja de cartas vieja y amarillenta que encontraron en uno de los autos,
Alicent y Rhaenyra son muy diferentes, pero ambas se sienten bien viendo a todos comer, ninguno de los menores pone queja por la cena, felices de comer papitas como acompañamiento y soda de uva. A lo más que llega Aegon es a quejarse de que nadie le da un trago de smirnoff, se le quita el molestar cuando Harwin deja su botella en el suelo todavía con tres dedos de bebida y aprovecha para vaciarla.
──── • ❅ • ────
El año nuevo es mejor que Navidad, pero no se aleja demasiado. La familia pasa los siguientes días en un hotel, no consumen el vino importado que Alicent eligió cuidadosamente para las fiestas, ni utilizan los atuendos que seleccionaron. En su lugar, intentan preparar una cena por sí mismos que termina con los bomberos acudiendo al hotel y todos comiendo en el restaurante del edificio con ropa de dormir y suéteres.
—¡Papá! —gritan con emoción Lucerys y Jacaerys cuando Laenor se asoma por el restaurante con su novio Joffrey.
Los hombres de la familia están cotilleando de personas de la oficina como todas unas señoras mientras beben, ya ni siquiera se acuerdan de sus niños. Alicent, insatisfecha por no tener nada que hacer y necesitando tener todo bajo control, ve a los hijos jugar en la piscina con sus primas y sus sobrinos.
—Tiene calefacción —Se acerca Rhaenyra previendo la diatriba sobre los peligros del agua fría—. ¿Por qué no me acompañas a tomar una copa?
—Sabes que no me gusta beber, Rhaenyra.
—Y tú sabes que a mí no me gusta que me digan que no —Le guiña el ojo—. No seas difícil, vamos.
—Siempre puedes beber soda como yo —agrega Laena apareciendo al otro lado de Alicent—. Mereces un descanso, Alicent.
No es ideal, no hay fotografías profesionales ni grandes titulares sobre otra espléndida Navidad Targaryen, por lo que es posible que Otto esté decepcionado de las habilidades de organización de su hija. Las pocas fotografías que hay son de mala calidad, tomadas con teléfonos móviles. Pero en años posteriores, cuando Alicent siente que se está ahogando, se aleja de todos, toma una taza de té y las mira.
Laena y Rhaenyra la habían apoyado, sus hijos se habían divertido y ella sintió que el peso sobre sus hombros se alivió, aunque solo fueran unos días. Ella tenía una familia, eran unas personas terribles y caóticas, y los amaba, a su manera, pero los amaba.
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
NOTA DE AUTOR:
¡Hola, hola! Sé que es un poco tarde, pero espero de corazón hayan pasado unas bonitas fiestas y que este año nuevo esté llenos de cosas buenas para todos los que me están leyendo, que las luchas y tristezas del 2022 allí se queden y gozen de abundante felicidad.
¿Les ha gustado? De manera inicial planeaba hacerlo bastante distinto, pero cuando menos me di cuenta eran cinco mil palabras de mis niños siendo un desastre. ¿Les gustaría en un futuro leer más del AU Moderno? Tengo todavía tantas ideas con Rhaenys, Corlys y la "modern family" de Rhaenyra.
Gracias por el ánimo para no dejar esto para el 2030 Bella Tae Enya Abby Dan Nia Flor les tkm. <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro