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⠀ Capítulo II

⚜️ 123 d. C. Driftmark.

El brillante futuro que vieron Viserys y Rhaenyra se opacó rápidamente. Había una grieta en el corazón de la princesa que no tuvo tiempo de sanar, cuando llegaron cuervos con nuevas noticias: su querida prima Laena había muerto. La misiva decía que eligió recibir a la muerte como lo hacen los jinetes de dragón, pero eso no ofrecía consuelo a nadie.

No a ella ni a sus hijas, tampoco a Daemon y mucho menos a sus padres y su hermano.

Oh, Laenor. Rhaenyra vio de primera mano cómo su esposo se desmoronó: la carta se arrugó en su mano, cayó al suelo y lloró con dolor sin importarle que las paredes de La Fortaleza Roja pudieran escucharlo.

Su hermanita, su preciosa hermanita, había muerto. No estuvo allí, no pudo protegerla, no pudo despedirse de ella. Recordaba su risa, sus competencias, lo impresionante que se veía sobre Vhagar y lo feliz que estaba el día de su boda, pero ya nada quedaba de eso.

Con silenciosas lágrimas brotando de sus ojos, Rhaenyra lo sostuvo en todo momento de la misma manera que él lo hizo días atrás, cuando recibió aquellas horribles noticias desde Harrenhal.

—Debí estar allí, debí estar para ella... —lloró sir Laenor.

Podría carecer de sentido su balbuceo, pero ella entendía lo que él quería decir. Cuando su madre murió, deseó con todas sus fuerzas haber tenido la posibilidad de sostener su mano al final.

—Estoy segura de que mi querida prima nunca te habría guardado rencor, esposo.

Él respondió con más llanto amargo, profiriendo mil insultos al cruel destino.

Ella quiso gritarles a los infames dioses.

¿Cuánta pena tenía que pasar una persona hasta que fuera suficiente?

Mientras Laenor se desahogaba, sus pequeños niños estaban en sus habitaciones ahogados en un silencio autoimpuesto sin querer enfrentar a nadie. Y ella no podía hacer nada al respecto, era tan cruel que se vieran obligados a esconder el luto por la pérdida de su padre, que tuvieran que guardar su dolor de los ojos malintencionados.

Al menos Alicent y sus hijos supieron marcar su distancia, ninguno dijo ni una sola palabra al respecto. Solo sir Criston fue lo suficientemente cruel para preguntar por la ausencia de los niños en el patio de entrenamiento, Rhaenyra lo despidió con frialdad. No iba a mostrar ni un ápice de debilidad a ese horrible hombre.

Cuando se reunieron para subir a los barcos que los llevarían a Driftmark, descubrió el porqué del silencio de esas víboras. Con orgullo y una sonrisa indulgente, la saludó Otto Hightower, de nuevo en su puesto como Mano del Rey, recién llegado desde Antigua.

Ella se mordió la lengua y aplacó su rabia, no tenía energía para discutir con su padre por eso.

Despidieron a Laena. Pese a que Rhaenyra lamentaba la pérdida de su prima, deseaba que todo el protocolo acabase pronto. Sir Vaemond no disimulaba su mirada de juicio, y si Rhaenyra tenía que escuchar por más tiempo hablar a La Mano, la tentación le ganaría y lo ofrecería como bocadillo a Syrax.

Vio a su pequeño Lucerys hablando con su abuelo, sir Corlys, siempre era un consuelo la forma en que el Lord de Driftmark había querido desde el primer momento a sus nietos.

Jace se quedó de pie cerca de sus primas en muestra de consuelo y apoyo. Rhaenyra sintió la mirada de Daemon, pero no, no iba a llamar más la atención, no podía hacer eso. Esquivó su mirada y notó en una esquina a Aemond cabizbajo, le recordaba a ella cuando todos celebraban el primer onomástico del príncipe Aegon. Sola e incomprendida.

Por el rabillo del ojo percibió a Viserys acercándose a su hermano Daemon, Rhaenyra se tomó su copa de un trago, si su padre podía intentarlo, ella también.

—¿Estás bien? —preguntó cuándo se acercó a Aemond.

El niño la observó con los ojos bien abiertos, cauteloso y un poco asustado.

—Sí.

—Me enteré de la broma del otro día —intentó de nuevo, eso captó la atención de Aemond—. Quiero disculparme por el comportamiento de mis hijos, fue una broma de mal gusto.

Aemond frunció el ceño ante eso.

—Y, tomando eso en consideración, le hice una propuesta a tu madre: podrías tener un huevo de la nueva nidada de Syrax.

Esta vez, Aemond sí la estaba mirando. Algo se iluminaba en esos ojos que a Rhaenyra le dolía en el pecho, le recordaba a la mirada melancólica que tenía su madre.

—Madre no me ha dicho nada —dijo Aemond, levantó la mirada y vio a su abuelo observándolos a los dos.

A Aemond no le gustaba su abuelo, tenía una mirada escrutadora , incluso cuando hablaba con su madre, era como si siempre estuviera planeando algo. Y le había pegado a Aegon, sabía que su madre lo ha hecho una o dos veces, pero ella nunca le dejó moretones a su hermano mayor, el abuelo sí.

Rhaenyra se dio cuenta de su audiencia cuando siguió la mirada de Aemond, pero no se dejó intimidar.

—Debe haberlo olvidado —mintió sin atreverse a ensuciar el nombre de Alicent, estaba consciente de que obrando así iba a perderlo—. ¿Te gustaría elegir un huevo? Con suerte puede ser tan bonito como Sunfyre.

—Si madre y el rey están de acuerdo.

De manera que Viserys era "el rey" y no "padre". Mm, eso la dejaba pensando en que no era la única que había descuidado a esos muchachos.

—Pero te gusta montar en dragón, ¿correcto?

—Nunca he montado un dragón. —La admisión le puso rojas las mejillas.

—¿Y Aegon? ¿No ha montado a Sunfyre?

—A mi hermano no le gusta que se le acerquen. —Aemond negó con la cabeza—.  Y Sunfyre es muy receloso también.

—Eso no es muy considerado —dijo Rhaenyra, la expresión de Aemond se endureció un poco. Bien, entonces existía un tipo de solidaridad hacia su hermano. Ella lo intentó de nuevo—: Pero tampoco ha sido considerado de mi parte ignorar eso, hermano.

Dioses. La forma en que reaccionó Aemond era casi como si le hubiese dado un bofetón, tal vez se excedió y empujó demasiado.

—Gracias, princesa —dijo el muchacho en voz baja.

—Hazme saber si estás interesado en volar algún día y sobre mi propuesta. Piénsalo bien, solo quedamos nosotros, la sangre Targaryen, para entender sobre dragones.

No encontraba otra manera de decirle que ni Alicent ni Otto tenían voto sobre ese aspecto de su vida, que no importaba cuánto lo intentasen, los cuatro niños llevaban sangre de dragón y eso no lo quitaba nada.

—Lo haré, gracias.

Escuchó a Lord Corlys reclamarle a Qarl Correy, el caballero al servicio de la Casa Velaryon, por abandonar a su hijo en tal momento de debilidad, y sintió que el llamado de atención, aunque indirecto, también era para ella. Su padre ya no estaba hablando con su tío, que tampoco se veía por ningún lado.

Llamó a sus hijos y les habló a los dos en voz baja:

—Voy a buscar a su padre, así que quédense cerca de su abuela y de sus primas. —Ambos niños asintieron sin chistar—. También, tengan la bondad de disculparse con su tío Aemond por la broma del cerdo. Jace, recuerda que ahora estás comprometido con su hermana y es importante tener una buena relación, como la que yo tuve con Lady Laena.

—Ella está jugando con una araña. —Jacaerys se veía inseguro sobre cómo proceder.

—Intenta hablar con ella, cariño. —Atrajo a Luke por la manga que estaba intentando escabullirse—. Y antes de que me vaya quiero verlos disculparse con Aemond. Ahora.

Sentía que era un gran logro que la conversación entre los niños no acabara en insultos y arañazos.

Bien, ahora debía buscar a su esposo.











──── • ✦ • ────











Helaena siempre fue un caso aislado cuando se trataba de su familia, incluso entre sus hermanos o el resto de niñas que pululaban por la Fortaleza Roja. Tenía sueños proféticos desde que aprendió a hablar, eran difusos y muchas veces los entendía hasta que era demasiado tarde, pero sabía que había un fin inminente.

Era consciente de que estaba en una prisión brillante y bonita, pero que al final del día seguía siendo una prisión, como la de los pajaritos que cuidaba a su Septa.

A los siete años soñó por primera vez con dragones peleando: parecía un baile entre ellos, solo el fuego que surcaba el cielo y el brillo de las espadas de sus jinetes rompía tal magistral escena. Soñó muchas veces lo mismo, hasta que en uno de sus sueños se reveló a un hombre de cabello blanco al que le faltaba un ojo, sin piedad, el otro jinete apuntaba con su espada al ojo que le quedaba.

También se percataba de cómo se sentían los demás sobre ella, por mucho que su madre intentaba integrarla con las señoras destacadas y sus hijas de Desembarco del rey, no encajaba. Las niñas pensaban que era extraña y las madres se limitaban a halagar su belleza y la tranquilidad de su persona , porque era lo único apreciable que percibían de ella.

Escuchaba a Aegon llamarla bicho raro, eso era normal, no era la primera ni la última vez que lo haría. Tampoco era el único que lo hacía.

Helaena quería entender a las personas, pero tenían tantas capas y eran tan volátiles que prefería la comodidad de sus pequeños amigos, como las hormigas y los saltamontes, todos atendían una función y trabajaban en armonía sin transgresiones.

—Las manos son un telar, hilo para la unión, las manos son un telar... —repitió  para ella misma.

Algo había cambiado en los últimos días, esos sueños descorazonadores donde albergaba tanta sangre y muerte que parecía que la luz nunca iba a llegar, sucedían con menos frecuencia. Su garganta ya no ardía  por los gritos que profería al despertar de sus pesadillas. Aunque su Septa aún se ponía a rezar cuando murmuraba sobre sus sueños.

—¿No ves que es una idiota? —masculló Aegon a Aemond—. Es un alivio que se vaya a casar con el niño de mamá.

Pero no fue Aemond quien la defendió.

—Tío Aegon, te pido que por favor no llames así a la princesa Helaena —dijo Jacaerys Velaryon, medía apenas metro y medio y con sus mejillas regordetas llenas de pecas era tan intimidante como un cachorro.

Pero Aegon solo bufó y se fue a perseguir a una criada.

Jacaerys se agachó a su lado e instintivamente Helaena se tensó. No le gustaban los cambios de rutina. Aegon siempre se burlaba y a veces Aemond intervenía, luego Aegon se aburría y se iba, y ella se quedaba con sus pequeños amigos.

—Hola, princesa Helaena.

Insegura, levantó el rostro, había una extraña sonrisa en el rostro de Jacaerys. Se parecía a la que hacía cuando sir Criston lo regañaba por hacer algo mal y no quería parecer afectado. Tal vez nadie lo notaba, pero ella sí.

Le gustaba observar: como las aves sacudían las alas por el rocío, como las orugas se transforman en preciosas mariposas y los colores de los escarabajos, tan brillantes que parecían gemas. Ella prefería observar en silencio que gritar y discutir.

Desde que su madre entró a su habitación instándole a que le pidiera al rey Viserys, su padre, que cancelara su compromiso con Jacaerys; ella prefería que se casara con su hermano; se dedicó a observar a su nuevo prometido. Recordaba la mirada de su madre cuando le preguntó:

—¿Por qué diría eso?

Su madre no entendía que ella no quería casarse con Aegon. Dentro de Helaena existía cariño por su hermano mayor. En algún momento, cuando eran pequeños, él juró protegerla de los monstruos que aparecían cuando dormía y le ayudó a subir sobre Dreamfyre cuando no tenía la fuerza en los brazos, pero ese hermano ya casi no existía.

Y por primera vez, su madre le dedicó una mirada dolorida por la decepción, esa que solía ser exclusiva para Aegon.

—Hola, príncipe Jacaerys —musitó sin hacer contacto visual.

Eso no molestó al príncipe, él ya sabía que ella era diferente. Esa era la palabra: diferente. Nunca iba a llamarla extraña o idiota, como hacía Aegon. Le prometió a sir Harwin, a su padre, que honraría su compromiso con Helaena y lo iba a cumplir.

—¿Por qué estás aquí agachada? —preguntó, ya se le estaban acalambrando las piernas.

—Iban a pisarla. —Ella siguió acariciando a la araña en sus manos.

—¿Por qué no la dejas en otro sitio?

Él no había conocido antes a nadie que se molestara en la integridad o el bienestar de una araña.

—Me gusta, es bonita.

Jacaerys pensó que se veía como todas las arañas, bueno, esa era marrón y la mayoría eran negras, pero no quería ofenderla. Mamá siempre le decía que una dama ofendida era algo muy peligroso, aunque dudaba que la princesa Helaena pudiera ser mala de alguna manera. Una persona que se preocupaba por los insectos no podría serlo.

Quería agregar algo más, pero la abuela Rhaenys lo llamó y se excusó antes de levantarse. Helaena se quedó allí otro rato, reflexionando que nunca antes alguien se había agachado a su lado cuando quería esconderse de todos.











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Rhaenyra y sir Qarl se cercioraron de que sir Laenor descansara en la seguridad de sus aposentos una vez que lo convencieron de salir del mar, ella no se quedó mucho tiempo, después de brindar un tierno beso y palabras de consuelo a su esposo, lo dejó en manos de su amante.

Cuando ella se encontró al fin con su tío en la playa, las cosas no salieron del todo como lo hubiese planeado. Pensó que le reclamaría por dejarla, eso lo hizo; que le pediría que se quedara a su lado, también lo hizo; y que lo besaría después de tanto tiempo de añorarlo, eso no lo hizo.

Su cabeza estaba en todas partes en ese momento.

Podía llamarse compasión, egoísmo o interés, pero no le gustó la forma en que Aemond reaccionó a ella. Conocía el final de esa canción, porque todos los bardos y poetas hablaban de familias separadas, traiciones de sangre y ese tipo de cosas que provocaban morbo al espectador.

Si sus hermanos no la odiaban todavía, lo harían eventualmente, y con ese mismo odio arrastrarían a sus hijos. Ella no quería casar a Jacaerys con Helaena si iba a vivir con el miedo de que Aemond o Aegon lo asesinaran mientras dormía.

—Regresa a Desembarco del rey con nosotros —dijo ella en voz baja, como habían hablado hasta ahora.

Lo único que rompía el silencio era el viento marino y el rugido de las olas.

—Le he dicho a mi hermano que no lo haré, estoy cómodo donde estoy.

—Eres un dragón, perteneces con nosotros.

—¿Dónde perteneces tú, Rhaenyra?

Qué buena pregunta. Se podía responder con una palabra: contigo.

—¿Sabías que Aemond nunca ha montado un dragón?

Daemon puso una cara extraña por el comentario, el cambio de tema lo amargó.

—¿Por qué me interesarían los hijos de esa perra verde?

—Porque son los hijos de tu hermano —respondió ella con firmeza—. Tiene once años, a esa edad yo ya volaba por todo Desembarco del rey y los alrededores. Tu madre te llevó a volar en su dragón cuando eras un recién nacido. ¿Qué clase de Targaryen es si nunca ha montado un dragón?

—Él es el producto de un error garrafal de Viserys, igual que el resto de sus hermanos.

Era evidente para Rhaenyra que había tocado una fibra sensible, así que empujó más. Quería una reacción de su parte.

—Eso es irrelevante ahora, tío. Lo que importa es que ellos son más Hightower que Targaryen en este punto, no busco justificar a mi padre por eso, pero apenas puede sostenerse de pie. Tú y yo podemos traer de vuelta el orden de las cosas.

—¿Por qué te interesan ellos ahora? —Él se inclinó hacia ella y le tomó mucho no perder la concentración por lo cerca que estaban sus labios—. No me estás diciendo algo, Rhaenyra.

—Ya sabes que Otto Hightower es de nuevo la Mano del Rey.

Daemon se alejó con gesto de disgusto. Era tan fácil para ella hacerlo reaccionar, que si no se tratara de algo serio, se reiría.

Cuánto lo extrañó.

—Esa sanguijuela ha aprovechado la primera oportunidad que ha tenido. Presumo que no tienes dudas de su participación en el incendio de Harrenhal.

Bien, le devolvió  el golpe. Era bueno, de una forma extraña, saber que el luto no había desaparecido su filo natural.

—Jace está comprometido con Helaena —explicó Rhaenyra, él escuchó con atención y una mirada calculadora—. La seguridad que eso nos ofrece es limitada, no quiero eliminar a los hijos de mi padre de mi camino, quiero que estén de mi lado. —Tomó la mano de su tío y su mirada se suavizó—. Quiero que estén de nuestro lado.

Entonces pensó que ya había esperado demasiado y lo besó, y él se derritió contra ella porque también la había extrañado. Más de lo que podría expresar.











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No se quedaron mucho tiempo en la playa, regresaron para ver a la lejanía a Otto Hightower reprendiendo a Aegon II, no le explicó nada ni se molestó en argumentar con Daemon, sus propios ojos vieron todo lo que necesitaba saber.

No estaban lo suficientemente cerca para que fuesen vistos o que Daemon tuviera la grandiosa oportunidad de hacerle un favor a su hermano y cortarle la cabeza a El Lord Mano. Pero cuando llegaron a los terrenos de piedra, se encontraron a Aemond luciendo perdido, viendo el camino por el que se habían marchado su abuelo, su hermano y los guardias.

—Sobrino.

El sobresalto de Aemond fue casi exagerado.

—Tío Daemon —pronunció el joven.

¿Qué tan bueno es tu alto valyrio? —Daemon realizó la pregunta en el lenguaje ancestral, tomando por sorpresa tanto a Rhaenyra como a Aemond.

Todavía estoy aprendiendo —respondió Aemond, las palabras eran las correctas, tenía algunos errores comunes de pronunciación, pero era impresionante para su corta edad y eso lo podía decir ella, que aprendió muy joven gracias a su tío.

Eres muy bueno. Desconocía que el maestre Mellos fuese tan vasto en alto valyrio —agregó ella.

La conversación animó a Aemond, no tenía muchas oportunidades de practicar su alto valyrio, Aegon no era asiduo del estudio de sus raíces en temas que no involucraran dragones o mujeres bonitas y Helaena no lo practicaba más de lo necesario.

He aprendido con los libros del rey —respondió con más seguridad.

Daemon y Rhaenyra compartieron una mirada, ella sonrió levemente como Daemon conocía bien y él entrecerró los ojos. Ellos tenían su propio lenguaje, no importaba cuantos años pasaran o la distancia entre ellos, siempre serían ella y él.

—Yo practiqué con esos mismos textos, mi maestre era un inútil. —Daemon sonrió de medio lado y Aemond lo imitó.

—¿Por qué no entramos? —Rhaenyra hizo un gesto a los dos hacia la fortaleza—. Estoy segura de que tienen mucho que compartir.

La cena de esa noche fue una victoria para Rhaenyra, en medio de la pérdida y el dolor. Ella veía cómo Viserys se regodeaba viendo a su querido hermano conversar animadamente con sus sobrinos, entre las bromas de Aegon que seguía un poco ebrio y los comentarios astutos de Aemond.

Por otro lado, sus nietos y sus sobrinas conversaban, la princesa Helaena no participaba mucho, pero tenía una tímida sonrisa en su dulce rostro. Los mismos Rhaenys y Corlys encontraron consuelo en ver a sus nietas y nietos unidos, antes de retirarse para vivir su luto en privacidad.

Solo Alicent y Otto Hightower parecían incómodos, y cierto guardia real, pero a él era mejor no mencionarlo. Viserys no se dio cuenta de la preocupación de su esposa, ni la amargura de Otto al ver a su acérrimo enemigo cerca de sus nietos, estaba ocupado sintiéndose feliz de ver a toda su familia finalmente reunida.

Esa noche, cuando Rhaenyra le dio las buenas noches a sus hijos y regresó a sus aposentos, encontró a Laenor y Daemon compartiendo una copa. La escena era extraña, con creces .

—Tenemos una idea —dijo Laenor. Detrás de él, la sonrisa de Daemon prometía mucho.














▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

NOTA DE AUTOR:

Me siento mal porque muchos de ustedes esperaban que Harwin de salvara, ¡lo siento! Esta historia va cambiar por la decisiones de Rhaenyra y su familia, mayormente. Pero lastimosamente hay cosas que se salen de su control, como Larys (pinche cojo, te odio) o la enfermedad de Viserys.

¿Les gustó el capítulo? ¿Qué les pareció Aemond chiquito? Básicamente, Rhaenyra y Daemon (como no se quedaron haciendo bebés en la arena) interrumpieron justo antes de que Aemond cogiera valor de ir por Vhagar. ¿Pasó la prueba el daemyra? ¿Qué personaje les gustó más? <3

Otra cosita, estaré subiendo edits de la historia a TikTok así que si pueden denme un vistazo, salgo con este mismo usuario: jackedoll

Capítulo dedicado a mi preciosa yibobito que hoy cumple 23 inviernos y me ha hecho feliz por 18 de esos años, te amo mucho. 🐣


Capítulo III: 20 de noviembre.

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