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⠀ Capítulo I

⚜️ 123 d. C. Desembarco del Rey.

Para la princesa Rhaenyra, la vida en Desembarco del Rey se tornaba cada día más insostenible. Aunque nadie se atrevía a ensuciar abiertamente su nombre, sabía que los susurros sobre la legitimidad de sus hijos retumban en las paredes de La Fortaleza Roja cada vez más fuerte.

Con los años, aprendió a vivir con la debilidad que tiene su padre por su esposa y con las acciones malintencionadas de su antiguo escudo jurado, sir Criston Cole. Incluso se las arregló para fingir que no lastimaban su corazón y su orgullo, las largas ausencias de su esposo, aun si solo lo es de nombre sir Laenor.

Pero había algo que no podía tolerar más: le generaba una angustia y rabia desmesurada ver a sus pequeños hijos regresar día tras día magullados y lastimados después de sus entrenamientos. Sabía que algún día serían hombres, que debían ser forjados para ser grandes guerreros si querían mantener segura a su familia, pero la saña que tenían sus medios hermanos con sus hijos estaba más allá de una rivalidad infantil.

Solo la presencia de sir Harwin, su querido caballero, podía menguar el desdén que sentía sir Criston Cole por sus pequeños niños, que aprovechaba cada oportunidad para avergonzarlos y poner a los príncipes a competir entre sí.

—¿Qué la tiene tan pensativa, princesa?

Sir Harwin Strong la observaba con preocupación desde la puerta, había una calidez en sus palabras que estaba reservada para sus momentos de privacidad.

—Hoy, Aegon, Jace y Luke le han hecho una broma a Aemond —explicó Rhaenyra—. Cómo se imaginará, la reina no estaba contenta con eso.

—¿Le han hecho algo a los muchachos? —La actitud defensiva de Harwin puso una sonrisa en el rostro de Rhaenyra.

Había días en los que sir Harwin lamentaba lo poco que la princesa sonreía últimamente, ahora sus tres pequeños eran su única fuente de alegría.  O eso suponía él en su humildad, Rhaenyra siempre iba a amarlo por ser fuente de su felicidad, pero ellos no podían darse el lujo de hablar de eso.

—No, tampoco lo permitiría. —Rhaenyra era firme en eso, toleraría cualquier cosa mientras no dañasen a sus hijos—. Pero como imaginará, a los ojos de la reina, mis hijos han influenciado a Aegon en contra de su hermano.

El caballero la acompañó otro rato hasta que una de las nodrizas trajo al recién nacido Joffrey, los dos se permitieron abandonar sus papeles y abrazan al retoño como si fueran un matrimonio feliz de recibir a su tercer hijo.

Pero la ilusión duró poco, sir Harwin se retiró al patio de entrenamiento para ver cómo le estaba yendo a los príncipes.








──── ✦ ────









Como ya era costumbre, la paz le resultaba efímera. Cuando llegó una de las mozas a contarle sobre el incidente en el patio, deprisa usó los pasadizos.

—¡Nuestra vergüenza, Harwin! —escuchó gritar la voz de Lord Lyonel Strong, la mano del rey.

—¿Por qué toqué a ese insufrible Cole, hijo de un ayudante? —reclamó de regreso su primogénito, sir Harwin.

Siguieron discutiendo, sus voces apenas entendibles por el intercambio acalorado

Hasta que escuchó algo que la dejó helada:

—No te hagas el tonto conmigo, hijo. Tu intimidad con la princesa Rhaenyra es un delito que amerita el exilio y la muerte; para ti, para ella y para los niños.

Se retiró, había escuchado suficiente. En su cabeza trazó cientos de planes por cada paso de regreso a su recámara: podrían regresar a Rocadragón y allí nadie diría nada por la cercanía de sir Harwin, podría él irse por un tiempo y ellos ya estarían instalados en la isla.

Tenía que encontrar alguna manera en que Alicent se viera comprometida con ellos y ya no pudiera atentar contra ella y los suyos.

Hay días grises en los que Rhaenyra sentía que no era tan inteligente como hacía ver. Hace mucho no era un dragón, se arrinconó en una esquina acorralada por personas que ella misma puso allí.

Maldecía ese trágico día de su boda en el que su cariño por sir Criston Cole le impidió dejar que sir Laenor lo quemara vivo por el cruel asesinato de su amado, no sabía, en su ignorante juventud, que el orgullo herido de ese hombre le iba a traer tantas desgracias.

Ya no confiaba en nadie, no realmente, había cosas que no le podía decir a Harwin y otro millar que no tenía por qué compartir con Laenor, por mucho que les quisiera. Había fuego dentro de ella exigiendo salir, quemándola viva, hundiéndola en su frustración.

No era así como imaginó su vida.

No con un esposo que ahogaba su infelicidad en alcohol y amantes de dudosa procedencia, ni viviendo rodeada de serpientes que siseaban tras su andar, sus hijos también merecían más.

Ella ya no era ni la sombra de la envidiada y amada delicia del reino.

Su esposo apareció en compañía de su amante, como si estuvieran en medio de una celebración. El alcohol le impidió ver el ambiente lúgubre que se había instalado, pero Rhaenyra no se conmovió por su gallardía y se mantuvo firme. Él permanecerá a su lado y su simple presencia servirá para mantener a salvo a los jóvenes príncipes.

Era curioso cómo sir Laenor era quien le daba la respuesta a su dilema sin procurarlo. Laenor era su buen amigo, le había brindado libertad como ningún otro hombre lo habría hecho;  existían dos nombres más que se le venían a la cabeza, pero lo desechó enseguida; quería incondicionalmente a sus hijos y, al final del día, su matrimonio había sido fructífero en comparación de muchos otros.

Por eso consideraba que su primogénito, Jacaerys, y la única hija de Alicent, Helaena, podrían comprometerse en matrimonio. Otto cumpliría su sucio sueño de ver a su sangre en el trono y ella, con los dioses de su lado, tendría un respiro. Cuando se lo comunicó al consejo, puso su corazón en las palabras.

—Una propuesta muy acertada —celebró Viserys en cuanto terminó de hablar su hija.

Sir Lyonel se quedó de piedra procesando la propuesta de la princesa y todo lo que eso involucraría, vio de primera mano a la reina resoplar, como si la idea le resultara absurda. La pequeña sonrisa que le brindó Rhaenyra, titubeó.

—Además, si Syrax nos presenta una nueva nidada de huevos, su hijo Aemond podrá elegir uno de ellos. Un símbolo de buena voluntad.

Pero no salieron las cosas bien.

—Rhaenyra... —dijo la reina señalando sus vestiduras con sus ojos .

No se sentía humillada de lactar, era algo por lo que todas las madres pasaban, le ardía más la vergüenza de que la reina la señalara. El resto de los hombres del consejo bajaron sus ojos a la mesa y sus regazos, así la propuesta formal de Rhaenyra quedó opacada por ese incidente.

—Mi amor, un huevo de dragón es un hermoso regalo —dijo Viserys a su hija sin importarle que se estuviera cubriendo el pecho, él se quedó con las palabras.

—El rey y yo le agradecemos por su oferta y la consideraremos. —Era irónico que Viserys dijera esas palabras antes a los pretendientes de Rhaenyra, ella sabía lo que la reina quiso decir—. Debes descansar, esposo.

Y así, salieron uno a uno de la Cámara del Consejo y Rhaenyra se quedó allí, preguntándose qué habría sido diferente si Daemon no la hubiese abandonado.








──── ✦ ────








De camino a sus aposentos, en su imaginación, Viserys ya podía visualizar el gran banquete que acontecería en la boda de su hija y su nieto: se imagina a su esposa y su hija compartir un beso de reconciliación y la dicha que le traería esa unión al reino, aunque nunca tanta como la que le daría a él.

—Qué dulce habla el zorro cuando lo han acorralado los sabuesos —escuchó decir a Alicent.

—Ella es sincera —contradijo Viserys.

Su esposa siguió gruñendo sobre su hija, y Viserys no le prestó mayor atención, había aprendido a hacer oídos sordos cuando se ponía así, entonces ella comentó sobre lo poco agraciados que eran sus nietos y allí llegaba el límite de Viserys.

Pero Alicent no se amedrentó:

—Puedes hacer lo que quieras cuando me haya enfriado, en la tumba.

No iba a ceder esta vez, la propuesta era buena y, con los dioses de su lado, eso eliminaría la gran brecha que existía en su familia, pero antes de que pudiera insistir apareció la mano del rey con preocupantes noticias.

Por supuesto, le dio una rotunda negativa, no iba a dejar que el hombre abandonara su puesto, no había conocido un hombre más honesto y honrado que él. Viserys confiaba en su juicio como en el de ninguno, por eso, a pesar de saber que su reina iba a enojarse, le solicitó que los dejara a solas.

Ella le dio una mirada de pura indignación, mas no perdió la compostura y se retiró.

—Lord Lyonel, hace muchos años en mi dolor, le pregunté sobre la idea de casarme por segunda vez, también iluminó mi mente al respecto del matrimonio de Rhaenyra —empezó diciendo, el señor bonachón intentó mantener su rostro neutral para no mostrar lo ansioso que lo ponía hablar del matrimonio de la princesa y esos tópicos—. Ahora quiero saber su opinión sobre el posible compromiso entre mi nieto Jacaerys y mi hija Helaena.

Sir Lyonel preparó una respuesta, pero Viserys continuó con desgano, casi con cansancio:

—Estoy harto de las peleas y las intrigas, quiero que todos se unan de una vez por todas.

—Su majestad, debe saber que aunque tal compromiso está a la altura de la princesa y el príncipe, eso no asegura una solución a la animosidad entre la princesa Rhaenyra y su majestad, la reina. —Viserys lo observó con tristeza—. No obstante, podría ser un comienzo, si los más jóvenes interactúan en otro ambiente, podrían percibirse entre ellos como una sola familia.

—¿Crees que es una decisión acertada el compromiso?

Viserys quería tener fe en la propuesta, en esos años de su madurez veía en Rhaenyra lo mejor de su primer amor, la reina Aemma. La ferocidad con la que protege a sus hijos y las tiernas manos con la que los acunaba. Nada le daría tanta dicha como ver a su familia unida, deseaba que el día que los dioses decidieran darle fin a su existencia, su hija le precediera como una reina más destacable, brillante y sagaz que él y que sus hermanos, Aegon, Aemond y Daeron, la apoyaran, como Daemon algún día hizo con él.

—Sí, su majestad —meditó las siguientes palabras, como siempre, cauteloso—: Debe tener en consideración que, aunque la voluntad del rey es la ley, no todas las personas compartirán su alegría. La otra propuesta de la princesa podría surcar un buen camino para proceder.

Esa era la forma amable de recordarle que la reina no estaría feliz al respecto.

—¿Hablas del huevo para Aemond?

—Me refiero a que la princesa se involucre con sus hermanos, su majestad. Si bien existe una diferencia de edad cuantiosa entre la princesa heredera y sus demás hermanos, la convivencia podría estrechar las diferencias. Tal vez podría la princesa Rhaenyra compartir sus pensamientos con la princesa Helaena.

A Viserys por eso le gustaba Lyonel, él entendía la importancia de la familia y sabía lo que él quería.

—Puedo hablar con Rhaenyra al respecto. ¿Tienes alguna otra sugerencia?

—Los príncipes están juntos en sus lecciones con los dragones y entrenamiento, convivir en un entorno menos hostil podría ser beneficioso.

—Alicent siempre ha insistido en que tomen lecciones con diferentes maestros y Rhaenyra prefiere involucrarse en la educación de mis nietos.

—Usted es el rey, su majestad. —Lyonel no dudó de sus palabras—. Usted sabe lo que es mejor para su familia.








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Viserys convocó a Rhaenyra, el anuncio se sintió como una negociación, todo el asunto de la posible boda le recordaba al intercambio que tuvieron la noche que él le informó que se casaría con sir Laenor Velaryon.

—No tengo dudas de que mi nieto estará a la altura, mas espero puedas comprender, hija mía, que no deseo que esta decisión genere más división. Quiero que mis nietos y mis hijos se eduquen juntos, así como mi hermano y yo, distintos desde la infancia, aprendimos a valorar nuestras diferencias y apreciar nuestras semejanzas.

Había un tono nostálgico cuando Viserys hablaba de Daemon, Rhaenyra se preguntaba si sonaría ella así si hablara de él, cosa que no hacía porque no era masoquista.

Aunque no le ponía feliz la idea de que Jace y Luke pasaran más tiempo del estrictamente necesario con sus tíos, entendía que no estaba en posición de exigir.

—Lo acepto, padre. —Pero antes debía saber—: ¿Ya le has comunicado a tu querida esposa las buenas noticias?

Viserys le dio una mala mirada que no afectó en lo más mínimo a Rhaenyra.

—Todavía no. Pero hay algo más.

Oh no. ¿Qué más?

—Te escucho.

—Quiero que pases más tiempo con tus hermanos. Sé que no existe cariño entre ustedes, lo puedo ver y no sabes cuánto lamento no haber hecho nada antes al respecto. Así que como futura reina, quiero que siembres buenas relaciones con tu familia, Rhaenyra. Podrá ser difícil con Aegon y Aemond, pero Helaena será tu nuera. Eso es lo único que te pido.

No tenía nada particularmente en contra de los hijos de Alicent, se la pasó ignorando sus existencias por muchos años. Había cargado una o dos veces a Aegon cuando era un bebé, pero nunca más la obligaron cuando nacieron Aemond y Helaena, y cuando llegó Daeron ya tenía a Jace, entonces todo era muy diferente.

En esos años, ya hablaban del posible reinado de Aegon y que el bebé de cabellos y ojos oscuros que había dado a luz la princesa, era la comidilla de todo el reino. Podía reconocer que en ella existía una amargura cuando se trataba de sus hermanos y que no mostraba calidez para con ellos.

Y lo comprendió todo cuando sus hijos crecieron, descubrió que el látigo del desprecio dolía mucho más cuando era dirigido a sus hijos que a ella.

—Lo intentaré, padre —prometió, nada aseguraba su éxito, pero lo intentaría por sus hijos, por su padre y por el trono—. Quizás mi hermana pueda acompañarme en las tardes.

La palabra se sentía extraña en su boca. Siempre se refirió a ellos como sus "medios-hermanos", negando en su juventud a aceptarlos del todo como su sangre, con el tiempo dejaron de ser sus medios-hermanos a ser simplemente los hijos de la reina Alicent. Nunca los aceptó como algo suyo.

Viserys sonrió complacido y despidió a su hija, esperanzado por el futuro.








──── ✦ ────









Jacaerys Velaryon tenía nueve años, la edad de un niño grande, lo suficiente para usar una espada de verdad, incluso si sus padres no estaban de acuerdo. Ya era mayor, lo suficiente para decirle a su hermano Luke lo que era bueno y lo que no, y sabía que pronto podría entrenar para ser un caballero en toda la extensión de la palabra como su padre y su guardián.

Pero por mucho que quisiera actuar como un niño grande y enorgullecer a su madre, había veces en las que deseaba ser un niño pequeño y hacer un berrinche, como sucedía cuando su madre le decía que sir Harwin Strong iba a irse de Desembarco del Rey.

¡No era justo! ¡Sir Harwin era el mejor caballero!

—Es mi culpa, ¿verdad? —preguntó a su madre con grandes ojos marrones llenándose de lágrimas.

—No, por supuesto que no. —El cuerpo de Rhaenyra todavía la resentía por el parto y no podía agacharse como quería y abrazar a su hijo para consolarlo—. Ven aquí, Jace.

El príncipe se sentó en el mueble con ella, cabizbajo.

—Sir Harwin se va a ir porque yo no pude defenderme de Aegon y él me tuvo que ayudar —murmuró Jacaerys, dos lágrimas surcaron sus mejillas sonrosadas.

—No es así, Jace —con voz suave habló la princesa, tomó el rostro de su hijo entre sus manos y limpió sus mejillas, lo hizo de nuevo cuando otra lágrima se le escapó al principito—. Sir Harwin tiene deberes muy importantes en Harrenhal, tiene que tomar el lugar de su padre como Lord Strong en algún momento.

—¿Y ya no vamos a volver a verlo?

En ese momento, Luke apareció y la escena se repitió, Rhaenyra intentó mantenerse estoica y no sucumbir ante la angustia que presentaba para sus hijos perder a una presencia tan valiosa que habían tenido en sus cortas vidas.

Pero el futuro era brillante, sabía que los dioses no serían crueles con sus buenos muchachos y traerían de regreso a sir Harwin a sus vidas.

Cuando al fin se calmaron, se presentó el caballero para despedirse antes de retirarse con su padre a Harrenhal. Solicitó compartir unas palabras importantes con el príncipe Jacaerys, el susodicho se irguió sobre sí mismo intentando lucir solemne.

El caballero hincó su rodilla para estar a la altura de sus ojos.

—La princesa me ha comunicado la buena noticia. Felicidades por su compromiso con la princesa Helaena, su alteza

¿Comprometido? ¿Iba a casarse con su tía?

Sir Harwin debía desconocer el hecho de que no le habían dicho nada todavía, pero Jacaerys no quería desaprovechar el momento, así que asintió, agradecido.

—Desconozco cuando vaya a verlo de nuevo...

—Mamá dijo que podíamos mandar cuervos —interrumpió Jacaerys—. Y puedes venir a visitarnos, nosotros podemos ir también si quieres.

—Príncipe, ustedes son requeridos aquí cerca del rey. —Sonrió sir Harwin con pena—. Quería hablarle justo de eso.

—¿Del rey? ¿Qué pasa con mi abuelo?

—No, quería hablar de su deber. Sabe que tiene responsabilidad con el reino.

—Debo formarme para ser un buen heredero para mi madre cuando sea reina —repite Jacaerys, es algo que tiene presente siempre.

—Así es. Pero también debe ser un buen señor esposo para su futura reina consorte. —Sonrió al ver que Jacaerys arrugar la nariz—. Es normal que nada de eso le parezca atractivo en este momento, pero incluso ahora tiene que ser cuidadoso con sus acciones, debe honrarla y sobre todo, tratarla con el respeto que merece.

—¿Qué tengo que hacer? —El joven príncipe estaba ansioso por complacer.

—Eventualmente, lo descubrirá. —Sonrió sir Harwin.

—¿De verdad no puedes quedarte? No va a ser divertido sin ti aquí.

—Su alteza, es mi deber hacerme cargo de Harrenhal.

—Mamá dice que no fue mi culpa que te vayas a ir, ¿es verdad?

—Jacaerys, nada de esto es tu culpa. —Harwin sentía unas incontenibles ganas de bajar y despedazar vivo a Criston Cole—. Yo me enojé con sir Criston porque estaba siendo injusto y eso no es algo de lo que me avergüence, defender a nuestros seres queridos no es signo de debilidad o vergüenza.

A Jacaerys le gustaba mucho cuando sir Harwin se emocionaba y olvidaba llamarlo por su título. Se sentía más cercano, como si fuera su mejor amigo, pero eso no lo tenía que saber Luke. Él era su segundo mejor amigo porque sir Harwin era más fuerte, valiente y, aunque él mismo fruncía el ceño cuando sucedía, en el fondo le hacía sentir cálido por dentro cuando lo animaba y le alborotaba el cabello.

El príncipe abrazó al hombre frente a él y sir Harwin usó toda su fuerza para salir de la recámara de la princesa sin desmoronarse al verse obligado a dejar a sus hijos.











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NOTA DE AUTOR:

No tengo palabras sobre el episodio final, tengo todavía el trauma de GOT y el 1x10 me lo revivió, ya lo he visto varias veces y con la cabeza fría puedo admitir que no fue un mal episodio, pero sí me entristece ver como descompusieron a personajes importantes y nos quitaron buenas escenas. Pero esa es solo mi opinión.

Ahora sobre el capítulo del fic, ¿les gustó? ¿Se sintió un poco lento? Debo admitir que me puso muy sentimental escribir las escenas de Harwin y me hace mucha ilusión saber que opinan. Recuerden que este fic saltará entre diferentes perspectivas, así que ya todos sabemos a qué señor dragón veremos en el próximo cap y sí, Helaena y Jace van a tener su primera interacción juntos. <3

Capítulo II: 5 de noviembre.

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