El evento de las citas
Alberto había preparado el bar en conciencia. Las expectativas eran muy altas y sabía que no todos los participantes irían en el plan de Fernando. No podía permitirse hacer una noche de citas porque le tumbaría el negocio pero se había prometido conseguir que esa noche fuese especial. Si Fernando quería vivir una cita de ensueño lo haría, mientras los demás la vivirían como una parodia. Esa era la magia de Lusitán. Ser raros era ser libres y en esa libertad cabía casi cualquier cosa.
Abrió el bar a las 18, como siempre, la decoración a esa hora era parecida a la de siempre. había separado todas las mesas, que normalmente formaban una mesa única larga que serpenteaba por todo el bar y ahora eran muchas mesas muy cerca unas de otras con solo dos sillas para cada una y una vela apagada en el centro. En el centro de la sala había una bola de reflejos bastante grande, como le había prometido a Fernando. Pensó que le podía servir para las veladas de karaoke o para las sesiones de magia y por eso la compró, además que quedaba bien, encajaba con el techo alto del bar.
A la altura de la barra del bar había montado una tarima hecha a partir de algunas mesas y cubierta por unas mantas. Desde que fundó el bar se encargó de tener siempre unas mesas pensadas adrede para ser o mesas o tarima, dependiendo de las necesidades.
Los eventos en el Lusitán empezaban siempre a las 20 y cada viernes había evento asegurado. Para este concreto si que se preocupó de informar del tipo de evento que iba a ser. Cuanta más personas viniesen en pareja mejor y además que eso implicaba que mucha gente nueva descubriese el bar. Al final descubrió que la locura de Fernando le había llenado de ilusión y ganas por la velada.
A las 20 apagó todas las luces y dejó solo una luz piloto de los nuevos leds que había colocado. La puso en un tono ocre que daba a toda la sala la sensación de ser algo atemporal. Los brillos de los espejos y ventanales ampliaban la dinámica y con muy poca luz conseguía insinuar toda la sala y permitía a las personas instalarse en sus sitios. Fueron llegando distintas parejas. Identificó a Fernando por la manera meticulosa en que se quitaba la chaqueta y por su forma de colocar la silla de su acompañante y de esperar a que se sentase aunque le bloqueó un poco ver que había una tercera persona con él, otra muchacha que después de entretenerse con la pareja acabó por sentarse en la mesa más cercana a ellos.
A las 20.30 encendió el foco del escenario y se subió a él. Se había puesto un gorro con una pluma, un chaleco gris azulado y llevaba un laúd consigo. En su cabeza estaba homenajeando al gallo del principio de la película de Robin Hood. tenía pensado dejarse llevar. Era algo que le salía de forma bastante natural.
Casi todas las mesas estaban llenas ya y el silencio empezó a saludar a Alberto. Con muchas ganas dio el primer acorde y dejó volar las palabras
esta noche que canta
esta noche que sueña
en esta noche donde los días se concentran
en momentos inolvidables
Noche compartida, noche vivida
en esta noche las palabras serán poemas
las miradas canciones y los sueños descansarán
porque hoy será noche de despiertos
noche de amor, revélate. muéstrate.
Noche de amor no nos dejes vivir en sueños
despiértanos y haz que conectemos
en esta noche lo increíble será real. será como dar un beso.
Entonces bajó del escenario disfrutando del nuevo silencio que se había creado. Se dirigió de manera solemne al control de luces. tocó un par de comandos y de pronto la habitación cambió progresivamente de color. La esfera empezó a girar dejando un suave rastro de luces de colores, el ocre tomó más intensidad y una música de violines empezó a sonar progresivamente saliendo de los altavoces, no tenía una melodía clara, era como un baile de sonidos en los que cada movimiento de cada instrumento tornaba la canción en un color nuevo. A base de acordes y disonancias , pugnas de sonidos que siempre se arreglaban y un volumen que parecía llenar el espacio. El bar empezó a tomar vida. El color se fue ampliando. Las caras de los comensales empezaron a hacerse visibles. Alberto y su mujer, parece que era ella, aparecieron con unos cirios de forma solemne fueron de mesa en mesa repartiendo luz. Todo era espectacular y vivido.
Fernando miraba hipnotizado cada cosa y decía susurrando:
—sí así es como tiene que ser.
muchas de las otras parejas tenían una sonrisa divertida en la cara y se miraban entre sí de forma cómplice, como disfrutando de la sensación de que todo el aire fuese rarísimo y apuntándolo todo en la memoria para poder recordarlo como algo entrañable y gracioso en el futuro. Había una lucha entre Alberto Y la gente.
LA gran mayoría de parejas vinieron al bar preparadas para esto. Para sumergirse en el pastel de algodón de azucar más dulce que jamás hubiesen visto y a la vez disfrutarlo, no por lo dulce sino por lo inexplicable. Habían entendido que el juego de esa velada era intentar superar a Alberto. Que las cosas que él les propusiese, las dinámicas que pusiese sobre la pizarra, no consiguiesen desestabilizarlos con una carcajada para poder seguir en el juego. Alberto, por el contrario, disfrutaba de generar esa tensión que regalan las cosas impredecibles.
—¿Dónde me has traído? —Le preguntó Sandra a Fernando cuando la música había bajado por fin de intensidad.
—¿No te parece maravilloso todo esto? hasta la música habla el lenguaje del amor, con sus tiras y aflojas, sus tensiones y calmas que hacen avanzar la historia con... —Fernando fue interrumpido por el bufido de la chica de la mesa de al lado, era Paula, estaba sentada junto a un chico que había llegado a mitad del espectáculo de luces y que apoyaba la cabeza en los brazos deformando sus mofletes.
—Este bar es mi favorito, la gente aquí es fantástica —Le dijo Fernando a Sandra, se le notaba nervioso por el bufido de Paula.
—Me hace mucha gracia la gente de las otras mesas. Mira a esos dos —Sandra le señaló a Fernando una pareja que jugaba a hacer tililar su vela sin apagarla mientras se reían a carcajadas —Es como si se permitiesen ser como niños.
—¿Verdad? —Le contestó Fernando emocionado —Alberto, el dueño del bar, es un chico super especial. Siempre intenta que todo el mundo esté a gusto.
—Pues no lo parece nada —Contestó Paula, el chico que le acompañaba se empezó a reír.
—Me encanta ver a toda esta gente con miradas tan limpias y sinceras Fernando —Le dijo Sandra, Fernando apreció el comentario y se animó como al principio.
Siguieron hablando sobre cada cosa que iba sucediendo, sobre la limonada especial que acababan de repartir por todas las mesas, sobre el cambio de color que había tenido toda la habitación sin que supieran cuándo había sucedido.
En un momento dado apareció la verdulera del mercado vendiendo unas rosas, se acercó a la mesa de Paula y le dijo:
—Una rosa como tú necesita un espejo. Por un euro te lo regalo.
—Todo esto parece surrealista, —dijo el chico que estaba con Paula exagerando la mueca de su cara —es como si nos hubiesen obligado a ir a presenciar un baile del pato Donald. Solo falta que nos hagan ver ahora los Goonies.
—No tiene ningún sentido estar aquí —Dijo Paula, se levanto, miró a su acompañante que se levantó también, luego miró a Sandra y le dijo —¡Vámonos! —Sandra, en un acto reflejo, se levantó. Luego, tras ver a Fernando, lo pensó mejor y se volvió a sentar, le respondió a Paula diciendo:
—Te veo mañana me quedaré un rato más.
Paula y su pareja se fueron del bar dejando a la verdurela sola, ella miró a Alberto con cierta complicidad y éste le levantó el dedo en señal de aprobación. Entonces orgullosa se acercó a la mesa de Fernando y les dijo:
—Lo que no pueden decir las palabras lo dice la naturaleza. En resta rosa revolotean todas las mariposas, poseerla es lo más parecido a volar. Muchacho, deberías comprarla.
Fernando se sonrojó mucho, estaba feliz. La compró de buen grado. Desde que supo que vendría la verdulera se había metido varios euros en el bolsillo y ahora les daba un buen uso. Tomó la rosa y se la regaló a Sandra con una timidez tal que las mesas que le rodeaban lagrimearon un poco. Sandra sonrió de oreja a oreja y la recibió dándole las gracias.
La velada continuó con la salida del menú. En lugar de repartirlo Alberto por las mesas lo que hizo fue poner música de vals y pedir a cada pareja desde el micrófono, una a una que pasasen a recogerlo bailando un vals. El menú era una especie de barquito hecho de pan fino y relleno de una ensalada con salmón para aquellos que no eran veganos. Ver bailar a cada pareja era un espectáculo porque los había que eran auténticos profesionales. Luego estaban las parejas del tipo de Abuncio, parejas que se reían cada vez que se pisaban o se tropezaban y contagiaban sus carcajadas, eran las que más tardaban en llegar a la barra a recoger su comida. Cuando les tocó a Sandra y a Fernando se pudo ver a Fernando Feliz, disfrutando de cada sutileza del lugar y de cada movimiento de Sandra. Compenetrarse con ella era como abrazar el universo. Giraban casi olvidándose del rumbo, al final un chico de otra mesa, de forma bastante agradable se puso a dirigirles el baile, como lo haría un maestro, indicándoles sobre todo la dirección que debían seguir para que llegasen a la barra.
Llegaron a la barra y rieron, comieron y rieron, hablaron, rieron y lagrimearon. Toda la velada había sido un éxito rotundo. Fernando dio las gracias a Alberto mil y una veces. Para Fernando el lugar perfecto se había hecho realidad. Acompañó a Sandra a su casa. Cuando estaban de camino sintió un escalofrío en la nuca.
"Chica, que veo que no vuelves, te dejo esto escrito aquí, por debajo de la puerta porque no tienes buzón y mañana nos tomamos un café largo comentándolo. No sé cómo se te ha ocurrido quedarte allí, esa gente es muy rara. Si lo decía hasta el rótulo de encima de la barra. Aléjate de Fernando, en serio. ¿Has visto la cara de loco que ponía al escuchar la música? mañana lo hablamos". Paula
Llegaron al portal de Sandra y ella se despidió dándole un abrazo lleno de emociones, lleno de vida. Fernando no le dio ninguna importancia a la carta que acababa de escuchar, Sandra era una persona fascinante. La quería con todo su ser, le respondió el abrazo con la misma intensidad o con mucha más, queriendo formar parte de ella, queriendo fusionarse. La miró a los ojos, le deseó las mejores buenas noches de su vida y se fue, nunca podría borrar de su memoria una noche así. Es como si la felicidad hubiese roto todas las otras emociones y solo hubiese dejado visible a la gratitud.
Estaba en una nube, volvió a su casa solo y de vez en cuando se le escapaba algún saltito. canturreaba la melodía de los violines y dirigía con las manos esa música tan especial.
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