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Consejos de sabios

—Abuncio, —Dijo Fernando con voz cansada —no entiendo por qué insistes en vernos aquí cada viernes. Este paisaje no tiene nada especial.

—Pero es un buen momento, ¿no? además, ¿no te gusta la limonada? como digas que no empiezo a contarte chistes.

—Ni se te ocurra, me encanta la limonada.

—Pues entonces relájate un rato, que aquí se está bien hombre.

—¿Crees que vivo estresado?

—Creo que vivir contando los minutos que quedan para la siguiente actividad es estresante, sí —Abuncio, mientras decía esto, le regalaba una sonrisa cariñosa a Fernando. Una de estas que pretenden convertir el aire en cojines.

—Creo que tener ganas de hacer algo es importante.

—Pero es más importante dejarse sorprender, ¿no te parece? —Le respondió Abuncio.

—Acabas de decir una tontería, si te vas a dejar sorprender cuentas mucho más los minutos.

—No me refiero a eso, quiero decir que cada momento tiene sus propias sorpresas. La vida no son los eventos que hay en ella. Es mucho más. En un rato iremos al Lusitán pero yo no estoy aquí para hacer tiempo hasta que abran.

—¿A no?

—No te entiendo —Le dijo Abuncio.

—Pues que creía que sí que estábamos aquí mientras esperábamos a que abriesen el Lusitán.

—No sé si considerar esto ofensivo...

A Abuncio le costaba contener la risa, lo hacía porque había empezado a darse cuenta de que reírse no tenía sentido, de que quería hablar y no monopolizar la conversación. Disfrutaba de estar con Fernando y se sorprendía cada vez más de la capacidad que tenía de generar situaciones nuevas, Abuncio pensaba que Fernando tenía un don de convertir lo cuotidiano en único y lo peor es que sentía que para Fernando todo, cualquier cosa, era algo cuotidiana. Le daba miedo que la búsqueda del lugar perfecto respondiese a esa necesidad de encontrar algo que le sacara de su propia rutina.

—Mira, —Siguió Abuncio —lo cierto es que creo que la gracia de la vida es vivir cada uno de sus momentos.

—Pareces un abuelillo hablando así.

—Te saco 15 años de experiencia, además, ¿Porqué crees que los abuelos dicen estas cosas?

—Porque están mucho tiempo sentados —Le respondió Fernando.

Esta respuesta fue para Abuncio lo que la señal de salida es para un atleta, la risa despegó y se hizo imparable, en cuanto consiguió calmarse un poco dijo:

—No creo que sea por eso. Me parece que es porque han vivido mucho y pueden ver las cosas en perspectiva. ¿No lo ves así?

La conversación se quedó un poco en el aire. El silencio les permitió empezar a escuchar los ruidos del tráfico y de los pocos pájaros que cantaban por la zona. eran cerca de las 18.00 de la tarde, el Lusitán abriría pronto. Tras un rato más de silencio Abuncio le preguntó:

—¿Has pensado en lo que te dije la semana pasada?

—¿Lo de que necesitaba ir en serio con una chica?

—Sí, eso.

—Hay una compañera del trabajo a la que le gusta el jardín de la estación.

—Creo que eso no nos sirve mucho... ¿qué tal es?

—Es muy guapa y siempre sonríe, pocas veces me he encontrado con alguien así a excepción de...

Fernando se cayó de pronto como si se acabase de asomar a un pozo lleno de arañas, de pequeño lo hizo y puso esa cara, así lo recordaba Abuncio. Había pasado mucho tiempo desde que sucedió lo de Marta y aún no lo había asimilado. Abuncio se dio cuenta de que eso podía ser la razón de su silencio y se lo respetó.

—Sabes, —dijo Abuncio con un tono de voz mucho más delicado —cuando conocí a Monse pensaba que alguien así no existía, dar con ella fue como sumergirme en el mar y encontrarme con algo completamente diferente a lo que me hubiese imaginado. Algo precioso. Creo que a tí te va a suceder lo mismo. No sé si será con esta chica de la que hablas ahora o con otra pero sucederá. Eres un imán para las personas buenas.

—Hace poco alguien dijo eso del imán, pero se refería a algo que tenía que ver con un espejo. Fue raro.

—Ser un imán es tener la capacidad de hacer que las personas de tu alrededor reaccionen a tí. Fernando, creo que eres la persona más natural que conozco y esa naturalidad es un imán que atrae o repele. Como se suele decir "todas las semillas que caen al campo tienen una oportunidad".

—Uffff, —respondió Fernando —Si vas a empezar con tus proverbios de viejo mejor que nos vayamos acercando al bar, quedan pocos minutos.

—No has parado de contar los minutos por lo que veo... —Abuncio sonrió pero esta vez con cierto pesar.

Se acercaron a la puerta del Bar, no era la primera vez que Alberto se los encontraba justo cuando levantaba la persiana metálica. Le hacía gracia ver la asiduidad de esos dos, las ganas que tenían de entrar en casa. El cartel les recibía "seguiremos siendo raros" y entraban haciendo el saludo tradicional. Era un orgullo para Alberto descubrir que el bar no era un simple local, estos dos querían estar allí siempre.

—Alberto, ¿qué hay hoy en el bar?

—Contaba con vosotros para decidir eso.

—Hace mucho que no hacemos la sesión de música contemplativa —dijo Fernando.

—Eso solo lo hicimos una vez y fue suficiente —Le comentó Abuncio.

—Cierto, si lo hacemos con mucha frecuencia dejará de ser algo especial. —reflexionó Fernando.

Abuncio y Alberto se miraron con cierta complicidad. Y Alberto fue quien habló:

—Sí, mejor otra cosa por lo que dices de que podría dejar de ser especial.

—¿Y si hacemos la noche de citas? Tengo una amiga con la que me gustaría quedar.

—Pero una velada así hay que prepararla bien, ¿no? —Dijo Alberto —Al bar no suelen venir parejas a tener citas.

—Vale, te ayudo a prepararla, ¿Cuando la hacemos? —Dijo Fernando

—El viernes —Alberto no se creía que estuviese dando su placet para algo así. Pero lo acababa de hacer y la cosa iba en serio. Tenía mucha curiosidad por saber quién sería la amiga.

—Hoy podríamos hacer concurso de la limonada perfecta —Comentó Abuncio.

—Para eso debería haber tenido preparados los ingredientes —dijo Alberto pensativo —pero me apunto la idea. Creo que hoy haremos un bingo negativo.

—¿Eso que es? —Preguntó Fernando

—Pues un bingo en el que el primero en hacer línea tiene que contar un chiste y el primero en cantar bingo le va a tocar bailar encima de la mesa tres canciones que le pidamos.

—Yo haré trampas —dijo Abuncio sonriendo.

—Esa va a ser la gracia del juego. —Dijo Alberto con una risa premonitoria.

—Si el que gana pierde, entonces ganan todos menos uno, ¿no? —dijo Fernando —Me parece interesante.

Conteo de palabras: 1128

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