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«Sandra, vente a casa y pide libre hoy» Abuncio.
Fernando oyó la carta pero como quien escucha el sonido de un río, estaba despertándose y era ya tarde aparte de que tenía un dolor de cabeza abismal. Poco a poco fue recordando destellos del día anterior, el falso café, Gemma, Mike y la carta esa de la policía, la dichosa carta... En la tienda ya no quedaba nadie durmiendo y su cuerpo no estaba muy por la labor de moverse. Si lo intentaba lo padecía, estaba muy mareado. En la tienda apareció Gemma con una bandeja.
—Buenos días dormilón, hoy sí que tienes café, aquí te lo traigo.
No pudo responder con palabras de lo agraviado que se encontraba pero se incorporó de alguna manera mientras soportaba el peso del universo sobre sí y tomó el vaso que le ofrecía. Gemma le ayudó a beberlo, parte de su mente se aclaró y pudo tomar fuerzas para sentarse como es debido, lamentaba que en ese lugar no hubiese sillas.
—Te duele la cabeza, ¿verdad? muchos arreglan eso volviendo a beber pero no te lo recomiendo, ayer estuviste súper divertido aunque creo que es mejor que hoy esquives un poco la bebida de Mike. —tras un rato de una risa contenida y disimulada con un vistazo hacia la puerta dijo —Te traeré agua, ahora vuelvo.
Ese tiempo de soledad y calma le permitió mirar la tienda con detenimiento. Estaba hecho de telas y lonas de distintos colores bien ensambladas entre sí y sujetas con una estructura de palos cortados a medida para eso. En el centro de la tienda había un pilar y Fernando, por muy bien que le cayese esa gente, no podía evitar preguntarse de dónde lo habrían sacado. Llegó Gemma con el agua preparada y puso todo su foco en ella. beber le sentó muy bien.
—Ahora debería estar en mi trabajo —La voz de Fernando sonaba resignada.
—No pasa nada si no vas, no se va a parar el mundo —le contestó Gemma.
—Mi mundo sí.
—No se mucho de ti pero, por lo que me contaste y por como te he visto, no parece que tu mundo sea muy tentador.
—Pues te equivocas, es un mundo seguro, sin sobresaltos ni gente que quiere determinar mi vida.
Gemma se quedó pensativa bastante rato, luego habló con la voz un poco escondida:
—Si tu mundo te pone delante del mar y solo ves agua creo que ese mundo es hueco. Perdona pero no puedo aceptar lo que dices.
—A veces ver agua es mejor que creer en las sirenas —Fernando dijo esto con tristeza en la voz. —Es frustrante darte cuenta de que las cosas que crees que son verdad nunca lo fueron, que aquello que descubriste una vez al final era un espejismo. ¿Para qué sirve ponerle adjetivos al mar si otro día se los cambiarás por otros?
—¿Qué te ha pasado para pensar así? -enseguida añadió —Si no te importa contarlo me gustaría saberlo.
—Siempre he pensado así.
—Ayer no parecías mostrar lo mismo.
A Fernando se le congeló el alma. A saber qué había contado el día anterior y qué cosas había hecho, ¿Qué sabía esa chica?. Lo que más le bloqueaba es que de su interior rebosaba la necesidad de responder a esa pregunta.
—No recuerdo nada de ayer —Gemma estuvo hábil al no responderle por lo que Fernando, tras un suspiro largo, continuó hablando —Verás, tienes razón, no siempre he visto la vida así, de joven, cuando era más joven que tú, era un iluso que pensaba que las cosas importantes eran tonterías como la belleza o el amor, ¡ja! incluso fantaseaba con montar un bar de citas, es decir, un sitio perfecto para que las personas pudiesen tener sus citas. Creo recordar que te hablé de una novia que tuve, ¿no? Con ella entendí que no tenía sentido darle importancia a los lugares, que no porque yo los encontrara especiales estos lo eran. Sin ella no me habría dado cuenta de eso, muchas veces solía reírse y me pedía que saliese del bucle. Yo me esforcé mucho porque ella lo tuviese todo perfecto. Si llevaba tacones evitaba los caminos de grava, si no llevaba sombrero elegía las mejores sombras para caminar y ella solo se reía y tomaba el timón llevándome a un lugar sin nada en especial, para ella el lugar daba totalmente igual.
Gemma le miraba con tristeza y ternura a partes iguales, Fernando en cambio, hablaba absorto con la mirada fija en una tela azul que estaba en el suelo, continuó hablando.
—Si le hablaba de lo especial que eran las cornisas de los edificios me escuchaba un rato y, cuando yo callaba, cambiaba el tema para preguntarme cosas como si conocía a su amiga Juana o si me caía bien su amigo Simón, luego procedía a contarme alguna anécdota sobre el día que fue a comprar unos zapatos y se encontró con una chica famosa y cosas así. Tardé bastante tiempo en darme cuenta de que estaba viviendo un sueño pero en el mal sentido. Que lo que yo creía que era real en verdad no lo era. Estaba...
«mi móvil, 65******* solo le pongo uno porque mis amigos no tienen, si se entera de cualquier cosa llámeme por favor» Abuncio.
No era nada normal que Abuncio diera su móvil así como así. Lo consideraba algo tan privado que solo Monse lo tenía, de hecho se lo compró para que ella pudiera localizarle si lo necesitaba. Fernando era muy consciente de eso y recibir una carta así le inquietó.
—¿Tú que harías?
—Yo la verdad es que creo que lo interpretaste todo mal, ¿no puede ser que la chica esa en verdad quisiese compartir su vida contigo o que...
—¡No!, me refiero a qué harías si supieses que te busca la policía.
—Yo me quedaría aquí.
Entró a la tienda un chico que Fernando no reconoció, eso no le salvó de un abrazo caluroso o de unas palmadas en la espalda acompañadas de expresiones como "Maestro" o "poeta", expresiones que no tenían ningún sentido, le sorprendió que le hablara en su idioma.
—¿Venís a comer? —Preguntó el chico.
Tanto Gemma como Fernando se levantaron y le siguieron, la comida consistió en cosas del huerto. Era un poco tarde ya, allí el horario lo marcaba la vida y no a la inversa, eso a Fernando le chirriaba pero estaba allí por elección propia y era de los que piensan que las elecciones, como mínimo, hay que observarlas y darles una oportunidad. Era algo que le había robado a Abuncio, ese abuelo siempre estaba dando reflexiones a diestro y siniestro, "piénsalo bien Fernando, que un rey se ponga una corona, que un empleado vista su uniforme o que tu enciendas la pipa con la mano derecha tiene sus motivos secretos, lo importante es primero respetarlos y luego desgranarlos. El secreto de la vida está en ver lo que se esconde tras nuestras elecciones". Definitivamente era un abuelo muy plasta.
«Abuncio, se nos ha notificado que se le vio el sábado por la mañana en la playa de Benzolicuajo, debió llegar allí en tren porque cuadra con la salida del Aliciam y con las imágenes que os enseñamos ayer. Suerte, seguimos con la investigación» Policía.
El cosquilleo de la nuca siguió durante un tiempo y no se debía a que anunciaran una carta nueva. Esta vez era suyo y solo suyo. De alguna manera todo parecía estar roto, Gemma y otros comían muy cerca pero daba igual. Buscó alguna rutina que le calmara, habría sido fácil si hubiese estado en una mesa, en silencio, con un tenedor... No era el caso.
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