CAPÍTULO 27
Julio de 2011
Londres, Inglaterra
19:07 hrs
El iPhone se disparó y Shepherd se sobresaltó. Apagó la alarma y encontró otro mensaje de texto de K.
Recuerda que la fiesta empieza a las 8:00. Como siempre, buena suerte, agente Boatman.
Mike se molestó porque K, el jefe de personal de la Estación Echo, se referiría a él como "Boatman", que era el alias que él había elegido ¿Por qué no llamarlo por su nombre en lugar de su sobrenombre? Tal vez fue para mantener las cosas simples. Como si no hubiera otro Mike Shepherd trabajando para la CIA.
Se duchó, se afeitó y se cepilló los dientes. Entonces llamaron a la puerta. Con una toalla gigante envuelta alrededor de su cintura, el abrió. Una mujer con un uniforme de terciopelo con una placa de identificación chapada en oro sostenía un traje por el gancho. Ella dijo con voz agradable:
-Señor Shepherd, esto es para usted.
Mike le dio las gracias, tomo el traje y cerró la puerta. Lo colgó en el perchero del armario y lo miró. Era un traje Armani negro con una camisa blanca impecable, un moño y calcetines negros. Los zapatos estaban en la bolsa junto con el traje. Se puso la camisa, los calcetines y los zapatos cuando el teléfono volvió a sonar. Era Hirsch, contactándolo desde abajo.
Estoy afuera, por favor date prisa.
Otro mensaje decía:
¿Te gusta el traje?
Mike se rió para sus adentros. Se había puesto los zapatos y sacó la pistola Colt. 45 y su funda de su mochila. Revisó el arma, el cargador y su silenciador. Se puso la funda y metió el arma en su axila, colocando el silenciador y dos cargadores de repuesto en su bolsillo. Deslizó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta y entonces se la puso. Luego se abotonó la corbata del moño al final. Mike se miró en el espejo, sintiéndose como un hombre nuevo.
Cuando salió de la habitación y tomó el ascensor hasta el vestíbulo, encontró al empleado del turno de noche y le preguntó por un paquete. El empleado fue debajo del escritorio y sacó una pequeña bolsa que contenía las llaves del coche.
La bolsa estaba marcada con M. Shepherd.
-Gracias – dijo Mike, y caminó hacia el garaje donde Hirsch estaba esperando en el Taurus. También estaba vestido con un traje, muy similar al de su amigo recién llegado –
Él preguntó:
-¿Estás listo?
-Sí – dijo Mike entrando – Gracias por el traje.
El Taurus se alejó del hotel y Hirsch tomó la autopista, en dirección sur hacia el centro de Londres.
-Nuestro contacto dentro del MI6 está en posición. Ella nos guiará.
-Pensé que tú me estabas guiando – Shepherd estaba perplejo –
-Mi contacto es una ex policía de la unidad antiterrorista. Ella trabaja ahora para "Su Majestad". Da la casualidad de que está encubierta en el museo del Señor Schneider.
-Que conveniente – observó Mike –
-Bastante. ¿Estás armado?
Mike levantó los pliegues de su chaqueta para revelar la Colt. 45. Hirsch salió del camino principal y se detuvo en un semáforo en rojo para mostrarle a Shepherd su pieza, una pistola negra en una cartuchera.
-Glock. 22, toma cargadores de diecisiete y quince rondas. Emisión estándar de la CIA.
-La mía trae cargador modificado; diez balas en el clip, con una entrada como de ladrillo que pega a través de una ventana de vidrios blindados... ¿Alguna munición adicional?
-No tengo la necesidad de ellas – Hirsch giró a la izquierda en Piccadilly Circus y pasó junto a una fila de taxis y autobuses. La congestión en la calle era terrible, y Hirsch se apoyó en la bocina para transmitir su punto de vista – ¿Estos tipos no pueden ver que llevo un turista?
Shepherd sonrió.
-Me impresionas, Ben. Ahora ya te sientes británico.
-He estado aquí unos dos meses. Ya lo siento como mi territorio, mantiene las cosas simples. ¿Qué te parece Londres?
-Es encantador – dijo Mike, admirando el neón brillante de los anuncios de Piccadilly y el resto del horizonte de Londres –
Miró hacia el cielo nocturno, se veían las estrellas y la luna era brillante y anaranjada.
Hirsch encontró un espacio despejado sin tráfico y se mezcló.
-Estamos haciendo un buen tiempo. El museo está a unas cuadras de aquí.
-¿Qué vamos a hacer cuando veamos a Rahman?
-Seguirlo, reunir evidencia del intercambio de armas de destrucción masiva y detenerlo. No podemos arriesgarnos con que Al Qaeda vuelva a tener suerte con nosotros, especialmente con algo parecido a lo del 9/11.
-Estaremos bien – le recordó Mike, queriendo desviar el tema de los atentados de Nueva York – No te preocupes. Ahora, cuéntame sobre nuestro contacto con el MI6.
-La señorita Mansfield ya está en la fiesta. Conoce las operaciones de Schneider de la A a la Z. La veremos cuando entremos.
Después de eso, Ben giró en una calle de un solo sentido y giró a la izquierda. El Museo Británico era un grandioso edificio de piedra con altos estandartes que colgaban de los grandes ventanales. Las pancartas anunciaban la exhibición egipcia, siendo la fecha del 10 de Junio de 2011. La gente se reunió afuera, así como estudiantes universitarios con chalecos rojos que actuaban como ayuda de cámara. Hirsch se detuvo detrás de un Lamborghini verde y aparcó el coche. Se volteo hacia Mike y dijo:
-Hora de trabajar, "Boatman".
Mike sonrió y se arregló la corbata de moño justo cuando un niño fornido, de piel canela, con un chaleco rojo y un problema de acné le abrió la puerta del pasajero. Cuando él y Hirsch salieron, el niño pidió las llaves, le dio a Hirsch un boleto y les mostró la entrada a la fiesta. Como un buen gesto, Hirsch le pasó al adolescente un billete de veinte libras.
-Haz bien tu trabajo, y te daré veinte más – le ofreció Hirsch. El niño sonrió y arrugó el billete en su bolsillo –
-No se preocupe, señor. Lo cuidaré bien.
***
Jin Park observó en silencio la entrada del museo desde lo alto de un árbol cercano, con una mano sosteniendo su gancho y la otra sosteniendo un visor para observar cualquier indicio del paradero de Schneider. A este ritmo, ella tendría que investigar activamente el museo y los alrededores por él. Algo que detestaba hacer, después de todo; solo un tonto se pondría en medio de un evento tan concurrido.
Su radio sonó.
Hablando de sanguinarios...
Jin guardó la mira telescópica y respondió a la radio.
-¿Alguna actualización sobre nuestro contacto?
-Todavía nada – respondió Jin – Deben haberlo descubierto.
Su patrón hizo un suave gruñido en su garganta.
-Entonces te corresponde a ti localizar el Compuesto X. ¿Supongo que tienes un plan?
Ella no pudo evitar sonreír un poco.
-Estos imbéciles de la CIA de seguro van a traer a unos novatos. Serán pan comido para mí.
Eso pareció complacer a Devlin.
-Antes de irme, ha habido un nuevo contratiempo. Han enviado a dos agentes de la Estación Echo. Es posible que estén llegando allí mientras hablamos.
-¿Estación Echo? – Jin pareció sorprendida – Honestamente, esperaba tener que evadir o neutralizar a todo un equipo de operaciones especiales, ¿alguna información sobre los desafortunados?
-Todavía no – la voz tranquila de Devlin traicionaba una nota apenas perceptible de molestia – Han estado sorprendentemente atentos a las filtraciones desde la caída de BGP. Pero eso cambia poco; si los compradores no los neutralizan, te corresponde a ti hacerlo. No necesitamos más complicaciones o demoras. ¿Entendido?
-Perfectamente – Jin apagó y guardó la radio en el bolsillo –
Estaba a punto de agacharse cuando unos sonidos de emoción por la llegada de un actor brotaron de la entrada del museo.
Jin agarró su mira de nuevo y miró a través de ella.
¿Qué clase de idiota intentaría sin ayuda...?
Su respiración se cortó por un momento y su corazón dio un vuelco cuando vislumbró un hermoso rostro que no había visto en cuatro años desde esa horrible noche en Nueva York.
-¿Michael?
Mike Shepherd estaba entrando al museo vestido con un traje Armani muy bien entallado.
Jin no había descubierto nada de el desde que escapo de la torre de BGP. O Mike había muerto o había sido capturado por el gobierno. Lo que Jin no se esperaba, era que Mike había sido contratado para entrenamiento adicional y misiones mortales que involucraban armas biológicas. De todos los lugares, Jin nunca se esperó que lo encontrara aquí.
Si alguien pudiera sobrevivir a lo que sea que le tuvieran preparado, sería él. Sin embargo, sus objetivos estaban necesariamente en desacuerdo. Pero, él podría mantener los ojos en los terroristas mientras que ella sería más libre que nunca para moverse por el fondo para completar su propia misión. A pesar de todo, Jin no quería matarlo.
¿Te estás diciendo eso a ti misma o solo estás ensayando lo que tendrás que decirle a tu empleador porque nunca podrías dejarlo morir?
Jin ignoró la traicionera línea de pensamiento que parecía surgir cada vez que Mike estaba al frente de sus emociones.
-Todos estos años... y todavía tengo que salvar tu trasero, Mike.
Por el bien de la misión, nada más.
Oh, por supuesto... para la misión, la voz traidora respondió con aire de suficiencia.
***
Mike y Ben Hirsch pisaron la alfombra de terciopelo rojo que conducía a la entrada del museo mientras el Ford Taurus se alejaba. Inmediatamente, Shepherd vio a dos hombres vestidos de esmoquin con gafas de sol y orejeras junto a las puertas, y a otro hombre vestido revisando las invitaciones. Cuando llegó su turno, Shepherd y Hirsch sacaron sus invitaciones e identificaciones y se las entregaron al hombre. Los revisó a ambos y luego dijo:
-Disfruten de la fiesta.
Mike entró primero en el museo seguido por Hirsch, y fueron recibidos por los quioscos de venta de entradas e información. Una mujer detrás del mostrador dijo con voz alegre:
-La fiesta es arriba, caballeros. Por favor, sigan las señales.
Había un conjunto de escaleras que conducían al segundo piso del museo. Los carteles indicaban la dirección de la fiesta, dentro de la Sala de Exposiciones de la Edad Oscura. Había mujeres en trajes de noche, hombres con trajes y chalecos, incluso príncipes árabes y multimillonarios se mezclaban en el salón. Inmediatamente, una mujer muy guapa con cabello castaño ondulado y ojos avellana se acercó a ellos. Ella sonrió.
-¿Michael Shepherd?
-Sí – Mike sabía quién era; el contacto del MI6 de Hirsch –
Ella le extendió una mano muy bien cuidada.
-Kate Mansfield, encantada de conocerte – luego se volteo hacia Ben Hirsch y le estrechó la mano –
Shepherd se puso manos a la obra.
-¿Dónde está el bar? ¿Y el hombre del momento? – le pregunto Hirsch –
Ella se rió.
-Herr Schneider está ocupado. Pero denme diez minutos y lo traeré – luego señaló una puerta que conducía a otra sala de exposiciones – Además, el bar está ahí abajo.
Dos mujeres rodearon a Shepherd para llegar al vestíbulo. Kate los vio de inmediato y se dirigió hacia ellos, saludándolos en francés. Shepherd dejó que Hirsch se mezclara y pasó junto a una gran maqueta de un fundíbulo medieval hasta el final del pasillo. Atravesó la puerta y entró en la siguiente exposición, que era del mismo tamaño que la Edad Antigua y solo mostraba antigüedades romanas. Estatuas, jarrones, carros e incluso un gran mapa de la extensión del Imperio Romano adornaban la habitación. El bar estaba justo adelante.
Mike se acercó y saludó al camarero.
-Hola.
El cantinero dijo con acento francés.
-¿Qué puedo ofrecerle, monsieur?
-Un ron con coca, doble.
El cantinero comenzó a ponerse a trabajar, pero en ese momento, el teléfono celular de Mike vibró. Era un mensaje de texto de K. Decía:
Abu Tareq ha llegado. Espera compañía. Asegúrate de obtener fotografías de la venta.
Shepherd volvió a guardarse el teléfono en el bolsillo y tomo su bebida.
"Abu Tareq" era el alias de Zayed Abdul Rahman. De la experiencia árabe de Shepherd, significaba "Padre del que llama a la puerta". La segunda parte del mensaje debía haber significado que Rahman había traído consigo algún refuerzo. También se le recordó a Shepherd que tomara fotografías del trato. Su iPhone tenía una cámara, por lo que ese obstáculo fue superado. Esperaba que la agente Mansfield encontrara a Herr Schneider y se reuniera con él antes de que comenzara la ceremonia. Mientras tanto, bebió su ron y se mezcló con el ambiente de fiesta.
Sería una noche larga.
***
Mientras que Jin caminaba hacia los sanitarios del segundo piso, su radio sonó.
-Genial – Jin presionó el botón y respondió –
-Informe.
-Han llegado los compradores y Schneider ya ha empezado a moverse. Pero no te preocupes, no lo perderé de nuevo.
Ella sonrió mientras revisaba la señal del rastreador que había puesto en el museo.
-Hmm, es bueno escucharlo. Sin embargo, hay una actualización. ¿El agente que envió la Estación Echo? Lo hemos identificado como Michael Shepherd. El hombre al que salvaste en la torre BGP.
Jin se debatió internamente por un momento qué la sorprendería, pero en los círculos en los que se movía, irónicamente, a veces la honestidad era la mejor política. Bueno, solo una cierta cantidad de honestidad.
-Soy consciente. Lo vi entrar al museo no mucho después de nuestro último contacto.
-¿Y no has creído conveniente eliminarlo?
-Si los compradores se entretienen en él, me van a dejar el camino libre para moverme sin muchos problemas.
No salió ningún sonido de la radio, pero Jin podría jurar que sintió los ojos de su jefe entrecerrarse en el otro extremo.
-No me gusta. Si se entera del Compuesto X, es probable que lo destruya.
-Pero mientras él no sepa y esté enfocado en su misión, no será un problema.
A Jin le preocupó haber dejado escapar alguna palabra equivocada por un momento.
-Muy bien, tu prioridad sigue siendo el Compuesto X. Mantén a los agentes de la Estación Echo bajo observación, pero comprende que Shepherd es un perro de ataque. Si se interpone en nuestro camino, lo pondrás bajo tierra. Y una vez que hayas recuperado el compuesto, si tienes la oportunidad, dispararás. ¿Entendido?
-No te preocupes, lo mantendré con la correa hasta que llegue el momento.
-Hmm, veo que lo haces.
La radio se quedó en silencio.
Hasta aquí las buenas intenciones de Mike, Jin pensó sorprendentemente decepcionada.
Si los terroristas no atrapaban a Mike, su empleador podría hacerlo. No había nada para Mike en este museo y matarlo sería... difícil. La única jugada que sentía que podía hacer en ese momento era ponerse en contacto con el americano y ver si retrocedía. Porque incluso si lograba encontrar los antígenos y el Compuesto X y todos salían, su empleador no permitiría que Mike Shepherd sobreviviera.
Además, no debería ser demasiado difícil convencer a Mike, ¿verdad?
¿Ahora te mientes a ti misma, Jin? Sabes que esa es la única persona con la que eres "buena".
Jin sacó su pistola y revisó su munición, asegurándose de mantener su máscara de indiferencia en su lugar mientras se dirigía al baño a donde lo vio entrar. La ayudó a distraerse de lo mucho que ansiaba volver a hablar con él.
Justo cuando lo vio en los lavabos dejando su vaso de ron a un lado y sacando su Colt para revisar la munición, ella lo sorprendió.
-No hagas nada estúpido, Michael – Jin sostuvo el arma en su espalda pero se aseguró de mantener su dedo fuera del gatillo – No querrías que usara esto, ¿verdad?
Mike dejó caer su arma y levantó las manos cuando ella se acercó.
-Bueno, después de cuatro años... no me esperaba menos de ti, Jin – le contesto el, sin siquiera mostrar una emoción en su labia –
Ella no esperaba que Mike estuviera tan tranquilo acerca de su reaparición. Ella esperaba un "No... no puedo creer que estés viva" o "¿cómo sobreviviste?"
Era curioso. Jin quería creer que él había pensado que ella había muerto en las instalaciones de aquel laboratorio, pero... ¿Mike había sospechado que ella había sobrevivido todo este tiempo?
-No pareces sorprendido – notó que él cambiaba sutilmente su peso para prepararse para moverse ¿De verdad iba a intentarlo...? – Siempre con un haz bajo...
Jin no termino su frase. Mike se movió como si esa palabra fuera un pistoletazo de salida casi demasiado rápido para que ella lo siguiera; él se dio la vuelta y le agarró la mano que empuñaba el arma. Lo que siguió a continuación habría parecido más una ráfaga de golpes frenéticos y esquivos en lugar de lo que era.
Una mezcla de un baile y juego de ajedrez para descubrir quién saldría victorioso.
Ella pateó hacia arriba, él atrapó la patada, ella bajó su pierna y aprovechó el impulso para girar y apuntar con su arma. Mike bloqueó con el brazo y agarró un cuchillo que traía por la espalda. Lo siguiente que Jin supo fue que el cuchillo de Michael estaba a unas pocas pulgadas de su ojo.
¿Pero cómo diablos se hizo tan rápido? Demonios, Jin. Este no será un blanco fácil...
-Podría hacer esto rápido y ahorrarme problemas – le dijo Mike sin quitarle atención al resto de su agarre en ella –
Jin sintió un ligero calor en las mejillas y se le aceleró el ritmo cardíaco. Y no tenía nada que ver con su sesión de entrenamiento improvisada de la mañana ni con el cuchillo cerca de su ojo.
Era la primera vez en cuatro años que podía ver a Mike tan de cerca. La mayor parte de su apariencia infantil había desaparecido; había sido reemplazada por una mirada dura y ángulos más agudos. Su musculatura había aumentado exponencialmente y además el traje que traía hacia que se viera más varonil, pero había un poco de peligro en su rostro y sorprendentemente le sentaba bien.
Jin dejó que su sorpresa se desvaneciera en una sonrisa impresionada.
-No es un mal movimiento, pero te contienes...
-Eres una mercenaria, ¿para quién trabajas? – preguntó Mike, mirándola con los ojos sin pestañear e intensos –
-Mike... sabes que no puedo decirte esas cosas – ¿Y qué vas a hacer al respecto, cariño? ¿Qué puedes hacer?, Jin terminó su pensamiento con una sonrisa sensual igualmente sin pestañear –
Por un solo latido, ella sintió que esa voz traicionera en su cabeza quería besarlo. Y en ese momento, estuvo segura de que él estaba pensando lo mismo.
Una mujer de rojo era difícil de pasar por alto. ¿Jin Park? Imposible. Cada centímetro de ella está grabado con nitidez en la mente de Michael; desde el corte hasta por debajo del cuello de su cabello hasta las cejas arqueadas, las curvas de su cintura y sus botas poco prácticas. Lleva un vestido de cuello alto color rojo que le llegaba hasta los muslos, y además hacia juego con esas botas de tacón alto. Para completar el conjunto, llevaba guantes negros en sus manos. Siempre tan elegante. Siempre hermosa.
Parpadearon al mismo tiempo y el momento pasó. Ambos guardaron las armas; Mike envainó su cuchillo mientras se alejaba y ella recordó lo que había venido a hacer.
-Deja esto. La causa de tu gobierno está pérdida sin importar lo que hagas – Jin empezó a pasar junto a él muy lentamente, como un gato depredador que rodeaba a su presa – Si te alejas ahora... ¿quién sabe? Tal vez podríamos vernos de nuevo – ella ya había pasado a su lado y se dirigía hacia la ventana abierta – Y entonces podríamos hacer lo que tanto quisimos ahí en Nueva York.
-No soy como tú. Me usaste.
Y ahí estaba. Todo confirmaba que a pesar de todo lo que le había sucedido, a pesar de las aparentes durezas y las habilidades de clase mundial adquiridas al pasar por una prueba infernal tras otra, el seguía siendo Mike Shepherd, un soldadito que trataba de salvar al mundo de las fauces del infierno mismo. Un rasgo que para Jin era lo más irritante en este hombre.
Tan molesto que era casi entrañable.
La cabeza de Jin cayó mientras dejaba escapar un suspiro, como si estuviera pateándose a sí misma por esperar algo diferente.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
-Correcto – Jin lo contempló un momento. A pesar de toda su capacidad para planificar a futuro, la idea de que él no quisiera irse no parecía realmente una posibilidad hasta ahora –
Pero esta era la mano que Mike le estaba dando, y Jin podía encontrar la manera de jugarla.
-¿Qué tal si continuamos esta discusión en otro momento?
Jin dejó escapar un resoplido divertido cuando él se dio la vuelta y recogió su arma. Cuando Mike se dio la vuelta, ella ya se había ido.
A pesar de las nuevas complicaciones potenciales, Jin no pudo evitar pensar que había sido agradable verlo.
***
Zayed Abdullah Rahman ingresó al museo alrededor de las 8:30 pm. El hombre libanés siguió las señales hasta la fiesta; subió las escaleras hasta el primer nivel de salas de exhibición. Siguiéndolo de cerca estaba su guardaespaldas, Khalid. Rahman lo conocía mejor como "Sinan" que significaba lanza, o más bien la punta de la misma. El saudí de 26 años se había afeitado a propósito el bigote y la barba yihadista en preparación para el viaje a Londres. En ese momento, otro hombre apareció a la izquierda de Rahman, Al Ahnaf, un saudita de 20 años que le preguntó a Rahman dónde estaba el bar. Rahman le dijo que tuviera paciencia. Era un musulmán devoto y la cerveza estaba mal vista y estrictamente prohibida. Pero en preparación para viajar a Inglaterra, ellos tuvieron que soportar el sabor del licor y probarse a sí mismos contra los placeres de la bebida, así como muchas influencias corruptas de Occidente.
Rahman y sus cuatro compañeros procedían de toda la Península Arábiga. Todos tenían poco más de metro y medio de altura y tenían menos de treinta años. Pero lo que les faltaba en tamaño y edad, lo compensaban con asesinatos y lealtad ciega a Al Qaeda. Se les enseñó a mezclarse con la sociedad occidental y se les enseñaron palabras básicas en inglés y frases comunes. Les enseñaron a no sobresalir, a vivir entre los infieles. Cuando llegara el momento de entrar al Paraíso, iban a arremeter con una fuerza sin igual.
Rahman pensó que completar este trato de armas sería el primer paso en el alcance cada vez mayor de Al Qaeda como organización global. Desde su base de operaciones en Yemen, la organización debía crear un estado musulmán unificado en la región, sin corrupción occidental. También había sido secretario personal de Osama bin Laden, sirviéndolo en Tora Bora y al otro lado de la frontera en el vecino Pakistán. Era bueno en su trabajo, hasta que lo reasignaron a Yemen. Luego, el 1 de Mayo de 2011, el rey del terror Osama Bin Laden fue asesinado por comandos estadounidenses en Abbottabad, Pakistán.
En los diez años transcurridos desde el 11 de septiembre de 2001, Bin Laden había sido escurridizo y astuto. Al Qaeda también estaba perdiendo operativos, dinero y complots terroristas en todo el mundo fueron frustrados por Occidente, algunos en el último momento. En Estados Unidos, los infieles celebraron la muerte del hombre más buscado del mundo. Las celebraciones en Times Square, la Zona Cero y la Casa Blanca fueron generalizadas.
Al Qaeda se tambaleó en los días posteriores a la muerte de Bin Laden, con Ayman Al Zawahiri asumiendo el mando. Rahman quería atacar a los Estados Unidos y a sus aliados de inmediato y con venganza hasta que la sangre les saliera por la nariz y los oídos. Quería demandarles que retiraran a sus tropas de las tierras musulmanas y suplicaran clemencia. Fue entonces cuando recibió un correo electrónico de un conocido traficante de armas alemán llamado Wilhelm Schneider . Rahman había tratado con Schneider antes, vendiendo ametralladoras, RPG's e incluso un vehículo blindado de transporte de personal BMP ruso a Al Qaeda y su filial somalí, Al Shabaab. Pero esta vez, Schneider había conseguido un arma biológica. Algo tan desastrosa y secreta; su existencia fue negada por el ejército estadounidense.
Arma biológica. Esa palabra le hizo agua la boca. Al Qaeda nunca antes había usado un arma biológica. El bioterrorismo no era un arma común en su arsenal. En Japón, en 1994, una secta del fin del mundo llamada Aum Supreme Truth había rociado ántrax alrededor del palacio imperial en Tokio y luego lanzó "gas sarín" en las líneas del metro. Los ataques subterráneos mataron a doce personas y enfermaron a más de mil. La razón del mínimo de muertes fue que los químicos no habían sido purificados lo suficiente. Si lo hubieran hecho, las muertes habrían sido miles. Pero Wilhelm Schneider había mostrado las estadísticas de esta nueva arma biológica. Podría contaminar veinte cuadras de la ciudad y sus efectos podrían sentirse instantáneamente, además la muerte podría variar de cinco minutos a dos días. El recuento final de muertes, podría superar los 13.000. Cinco veces el número de muertos el 11 de Septiembre. Y por sólo 12,5 millones de dólares.
Rahman se había puesto en contacto con los líderes restantes de Al Qaeda y les contó sobre su correo electrónico con el alemán. Al Zawahiri estaba intrigado y quería el arma lo antes posible. Reunieron el dinero en dos días, y al día siguiente, Rahman voló a Londres con su ayudante, Sinan. Allí se reunieron con Schneider y acordaron el precio final y la fecha de venta. Dado que Schneider trabajaba en el Museo Británico, revelaría una nueva colección de antigüedades egipcias raras el 10 de Junio. Rahman viajó personalmente de regreso a Pakistán para darle la noticia a Al Zawahiri. Se armó un equipo con hombres bien entrenados que pudieron viajar sin dificultad. Algunos de los mas destacados eran de Arabia Saudita, Sinan y Al Ahnef. Otros dos eran de los Emiratos Árabes Unidos, los hermanos Abu Salman y Abu Mos'ab. Rahman no prefería escuchar sus nombres reales y no quería saber en que eran expertos. Estos hombres le servirían bien y luego serían servidos en el Paraíso. Los tres primeros hombres, incluido Rahman, entraron en la sala de exposiciones principal que presentaba tecnología y armamento medieval y de la Edad Media. Al Ahnef se dirigió hacia el salón contiguo al bar. En ese momento, los hermanos Salman y Mos'ab entraron juntos y fueron recibidos por una anfitriona que vestía un vestido verde.
A las 8:38 pm, los cinco hombres ya estaban en posición. Vestidos con las últimas modas y joyas occidentales, parecían abrazar la cultura de occidente, pero llevaban armas debajo de sus trajes Armani. Cada hombre llevaba una pistola de 9 mm. Rahman tenía una gran pistola automática M1911 Colt .45 y un cuchillo. Comenzarían la venta con Schneider , adquirirían el arma y luego asegurarían su silencio. Al Zawahiri se aseguró de eso.
Lo que iban a hacer con el arma quedaba a su propia discreción. Atacar un lugar como la ciudad de Londres, Washington DC, Manchester o Los Ángeles tendría que llevar otra semana de planificación. La decisión de cómo usar el arma sería a través de un avión pequeño, alquilado, robado o secuestrado. Rahman se había entrenado en los Estados Unidos como piloto privado con licencia.
Eso sería todo lo que necesitaba.
-El día de la victoria, nadie está cansado – dijo Rahman a sus hombres –
Sinan señaló la barra.
-Tomemos un trago – Rahman asintió y caminaron hacia la siguiente sala de exposiciones –
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