CAPITULO 11
Agosto de 2007
Ramadi, Irak
22:34 hrs
Mike había perdido la noción del tiempo. Su reloj había desaparecido, su radio aplastada, sus auriculares perdidos. Para escapar de la cavidad entre los escombros había tenido que deshacerse de todas las cosas que estaban diseñadas para mantenerlo con vida. Los veintisiete kilos extra de armamento y equipo a prueba de balas que los soldados acarreaban eran útiles, pero también una carga. Hasta su cantimplora había desaparecido. Sentía la boca como si alguien le hubiera vaciado un saco de polvo de ladrillo dentro, y el viento estaba lleno de partículas que se clavaban en su cuerpo. La luz estaba desapareciendo rápidamente, debían de ser alrededor de las 22:00 horas. Eso significaba que había permanecido seis horas entre los escombros. Una vez que consiguió ponerse en pie, encontró cobertura bajo un par de pilares que parecían sostenerse milagrosamente el uno contra el otro. Se quedó inmóvil. No podía oír nada, así que trató de advertir movimiento. La devastación era total. Le recordó a las fotos de su abuelo de Dresde, toda una ciudad alemana vivita y coleando reducida a escombros.
Un perro (escuálido y cojo) pasó cerca de él. Lo miró, como si tanteara sobre si el americano sería amigo o enemigo; lo pensó mejor y siguió su camino. Mike se acordó de su unidad. ¿Estarían también enterrados o habrían podido escapar? El silbido (como de viento) de su sordera estaba disminuyendo. Percibió un gemido bajo e intermitente y decidió dirigirse hacia allí. Tal vez hubiera algo que pudiera hacer. La calle estaba cubierta de escombros y su equilibrio aún era inestable. A medida que sus ojos empezaron a enfocar fue capaz de identificar la fuente del sonido. Una figura con uniforme militar yacía tendida sobre la calle, medio colgando en una de las grietas que el terremoto había abierto en el suelo. En cuanto reconoció el uniforme como americano, apresuró el paso.
Mike estaba a menos de una manzana del soldado herido cuando escuchó un vehículo. Definitivamente de gran tonelaje, probablemente militar. ¿Ayuda en camino? Algo por encima de su sonido lo hizo detenerse. El ruido del motor: no era el familiar motor diésel del Humvee estadounidense, sino una vibración baja y más parecida a la de un V8. Definitivamente no era un Stryker, un Humvee ni cualquier otro vehículo amigo en el que pudiera pensar. Se agachó detrás de una camioneta medio aplastada cuando el primero de tres APC de seis ruedas (de fabricación rusa por supuesto), apareció a la vista, acompañado por una multitud de jóvenes con equipos de combate muy improvisados.
Lo que siguió fue algo que nunca olvidaría. Como todos los soldados, había visto muchas cosas en Irak que hubiera preferido no presenciar, pero eso era parte del trabajo. Si no quieres ver a gente inocente muerta y mutilada, no te unas al ejército. Sin embargo, el ver desaparecer la luz de los ojos de la chica de la cocina había agudizado su sensibilidad. Y ahora, incluso eso iba a quedar minimizado por lo que sucedería a continuación. Más adelante, tendría que reconocer que le había servido para algo. Después de aquello, ya no podía seguir creyendo en toda esa mierda sobre la nobleza y la justicia de la guerra.
Al escuchar el convoy, el soldado herido había conseguido alzarse sobre un codo y hacía gestos con la mano. El vehículo de transporte hizo un alto. Una de sus puertas blindadas se abrió y una figura vestida con equipo militar completamente negro, saltó y habló con él. Para sorpresa de Michael, el hombre vestido de negro era completamente rubio y traía lentes de sol sobre su rostro, aun con el ambiente nocturno. Algunos otros armados con AK-47 se bajaron de la máquina tomando posición en torno a él. Más jóvenes, igual vestidos, se apiñaron alrededor. El tipo rubio y el marine parecían haber encontrado un idioma común (presumiblemente inglés), pero entonces el de los lentes negros señaló a uno de la multitud, que apareció con una cámara y empezó a grabar. El tipo de los lentes entro al Humvee volcado que estaba atrás del marine y saco un maletín de tamaño mediano que tenía las signas de "riesgo bilógico" en sus laterales.
Después de comprobar el maletín por un momento, el hombre de los lentes se lo ato a su cinturón y después sacó una espada (la hoja serrada como la de un cuchillo de pan pero más larga) como si estuviera especialmente diseñada para lo que se disponía a hacer. Agarró al marine por el pelo y le cortó el cuello; la sangre brotando mientras serraba con tal ferocidad que la decapitación terminó en veinte segundos.
Mike sintió que sus pulmones se llenaban de aire para gritar, pero el instinto de supervivencia se apoderó de él. Mientras el hombre sostenía en alto la cabeza del marine para que sus amigos la admiraran, una parte de sus gafas se soltó y Mike tomó nota mental de su rostro: recién afeitado, lo que era inusual, pómulos altos y pequeños ojos estrechos como hendiduras. Hundió sus dientes y arrancó de un mordisco la nariz del marine decapitado, escupiéndola. Su cuadrilla se volvió loca, disparando sus rifles AK al aire y cantando algo que Mike no pudo reconocer. Luego hizo un gesto para que volvieran al vehículo y se pusieron en marcha hacia el este a paso lento, con la multitud cantando detrás.
Para cuando Mike consiguió acercarse al marine muerto ya no quedaba nada en él. El casco, el rifle M4, el blindaje corporal, la munición: todo había desaparecido. El uniforme desaparecido; la chapa de identificación, desaparecida. Incluso sus botas, el reloj de pulsera, el anillo de boda y sus calzoncillos. Esa multitud encabronada lo había dejado limpio. Sin cabeza, desnudo en el asolado paisaje, rodeado de escombros, parecía una estatua caída. La única prueba de que había sido un hombre vivo era la polvorienta mancha de sangre que lo rodeaba.
A unos pocos pasos, tiradas como la envoltura de un caramelo, distinguió un par de fotos arrugadas. Se agachó y las recogió. Una era de una chica sentada en el capó de un Firebird azul, la otra de un perro labrador saltando en el aire para atrapar un palo.
No había nada que Mike pudiera hacer por él. Alisó las fotos y se las metió en el bolsillo. Luego rezo una oración, y se prometió a sí mismo dar un nombre al hombre muerto y de alguna forma, vengar su horrible e indigno final. Sabía que esa imagen permanecería para siempre en su retina y que en el futuro, no volvería a hablar de ella, porque nada bueno o positivo podía sacar al contarlo. Ahora, por primera vez en su vida, el silencio de su padre finalmente tenía sentido.
Se había hecho de noche. La temperatura estaba descendiendo. Se sentía débil y terriblemente sediento. La sordera se había convertido en un zumbido constante en sus oídos, como una radio mal sintonizada. Se volteo y empezó a dirigirse hacia el este, de vuelta por donde habían venido no sabía cuántas horas antes. Llevaba caminando alrededor de una hora, tropezando con los escombros que invadían la carretera cuando, por encima del zumbido, escuchó el bienvenido latido de un Black Hawk. Aceleró el paso e inmediatamente dio un traspié cayendo sobre los cascos de metal. Volvió a levantarse y continuó más despacio. Antes de que Mike saliera de los escombros por donde había caído, pudo distinguir el cuerpo de otro marine que había caído en acción. Se acercó a él para ver si aún tenía pulso, pero este ya estaba muerto. Cacheándolo para ver si podía recuperar algo de él , Mike pudo sacarle su Beretta junto con dos cargadores. Al menos ya no estaba indefenso.
Mike cruzó una calle y luego se metió por el patio trasero de una de las otras casas en la misma cuadra. Por un momento, esperó en las sombras, observando la casa. El camino estaba vacío y las luces del Black Hawk aún se veían en los cielos. Miró hacia la calle, pero desde su punto de vista, no podía ver ningún auto estacionado.
Se acercó a la gran ventana trasera que daba a la cocina, e intentó discernir algo fuera de lugar en la oscuridad del interior de la casa. Sabía que estaba siendo paranoico, pero había llegado tan lejos siendo paranoico, y no veía razón para detenerse.
Y justo cuando estaba a punto de caminar hacia la puerta, hizo una doble toma y miró con más cuidado en el revoltijo de sombras más adentro de la casa (a través del arco hacia la sala de estar) que desde la ventana trasera parecía una franja vendida de la oscuridad. Pero él estaba seguro de que había visto algo.
Luego escuchó el crujido sordo de pies sobre la grava, y giró hacia un lado justo cuando un hombre joven vestido de negro emergió del costado de la casa, sosteniendo una metralleta. De repente se volvió y vio a Mike, soltó una maldición mientras levantaba el arma. Ya con la Beretta en la mano, Mike vació tres tiros en el pecho del hombre. Gorgoteó y se dejó caer sobre su espalda.
Hubo gritos desde el interior, y Mike se apartó de la ventana justo cuando dos formas oscuras salieron corriendo de la sala de estar. El abrió fuego a través de la ventana trasera, destrozándola y esparciendo cristales por todas partes, y las dos figuras del interior se doblaron y colapsaron en el suelo.
Mike salió corriendo por el otro lado de la casa, metiéndose entre el edificio destrozado de al lado y giró hacia el patio delantero. Escuchó otro grito desde el interior y luego corrió hasta la puerta principal y la empujó suavemente para abrirla, ya que la habían dejado entreabierta. Se escucharon pasos en el pasillo, y unas lámparas se encendieron con un repentino resplandor cegador, revelando a un joven agachado junto al sofá, de espaldas a la puerta. Gritó y se llevó la mano a los ojos, y Mike le disparó una vez en el pecho y otra en la cabeza. Otro hombre salió corriendo del pasillo, le apunto con una Uzi y acribilló la puerta a balazos, pero Mike ya estaba adentro, agazapado en el armario cerca de la puerta principal. Se inclinó y le disparó al hombre tres veces, y luego una vez más en la cabeza mientras este caía sobre la alfombra.
Mike esperó treinta segundos y luego se arrastró hasta la habitación para buscar el cuerpo del último hombre al que había matado. El reconoció que este hombre no era iraquí, más bien era un joven asiático que no aparentaba tener más de veinte años. No había tiempo para buscar más información, Mike tenía que salir de allí antes de que se fuera el transporte. Agarró algunos cargadores de pistola y espero un poco para tranquilizarse y escapar
Fuera de la casa, había un silencio tranquilo y pacífico.
Mike se levantó cuidadosamente del suelo y se agazapó en las sombras. En momentos como este, a veces se preguntaba si tenía un sexto sentido. No hubo cambios en su entorno, ninguna señal externa de que algo andaba mal, pero de alguna manera, Mike lo supo. Era como un cambio apenas detectable en la presión del aire, o una calidad diferente al silencio, pero lo sabía. No podía explicarlo, pero sabía que había alguien afuera.
Parecía que espero inmóvil durante una hora, pero no pudieron haber sido más de cinco minutos. Y luego, se oyó el sonido más silencioso de un "clic", proveniente de la puerta trasera cerca de la cocina. Mike escuchó el sonido de pasos amortiguados en el camino de entrada y una breve sombra cruzó la ventana delantera.
Los próximos segundos iban a decidir si salía con vida. ¿Cuántos intrusos había? Al menos seis, probablemente ocho. Pero después de lo ocurrido con el marine decapitado, seguramente mantendrían algunos hombres en reserva. La casa probablemente estaba rodeada. Mike estimó un mínimo de doce mercenarios en total.
Nuevamente, su única ventaja fue que los intrusos no sabían que Mike estaba solo. Si pensaban que eran más de uno de los que los estaban diezmando, estos se dispersarían y no se acumularían en un solo lugar. Además de los hombres que entraban por las puertas delantera y trasera, Mike supuso que también había hombres esperando fuera de las ventanas de los dormitorios.
La puerta trasera se abrió con un chirrido.
El arma de Michael sonó como una bomba al estallar, tres disparos en rápida sucesión. El hombre que entraba por la puerta ni siquiera emitió un sonido cuando se estremeció y cayó hacia atrás.
Los intrusos en la puerta principal no se molestaron en intentar forzar la cerradura, simplemente la abrieron con un ariete manual. El SEAL estadounidense emergió de las sombras y metió una bala justo entre los ojos del primer hombre en la entrada. Luego agarró la camisa del hombre y lo sostuvo, metiendo su arma debajo del brazo del hombre y abriendo fuego contra los otros tres justo afuera. Dos no reaccionaron a tiempo y recibieron balas en la frente, pero el tercero sacó su arma y le disparó a ciegas a Mike mientras se agachaba de lado. La bala se astilló en el marco de la puerta cuando Mike empujó el escudo humano fuera de su camino y puso tres balas en la espalda del hombre mientras intentaba correr.
Los disparos se abrieron a lo largo del costado de la casa y Mike volvió a entrar. La ventana delantera explotó y se arrastró de regreso a la entrada de la cocina. Expulsó un cargador y rápidamente metió otro en su arma. Los disparos estallaron afuera y las balas destrozaron la pared interior justo dentro de la puerta. Toda la casilla parecía rugir con el sonido de los disparos.
Mike se deslizó unos metros por el pasillo hasta los dormitorios y escuchó las ventanas romperse. Ya se había preparado para eso. Hubo algunos disparos más, solo fuego de cobertura, y luego dos figuras más se acercaron a las ventanas de la puerta principal y miraron adentro. Mike apuntó y le disparó a uno en la cabeza, pero el otro saltó hacia atrás.
Mike sabía lo que vendría después. Las confrontaciones de esta naturaleza siempre parecían seguir un patrón establecido, por lo que no era difícil de adivinar. Cuando la mano de obra y las armas fallaban, llegaba el momento de tomar medidas más extremas.
Mike corrió hacia la cocina justo cuando un par de granadas entraron volando por la ventana delantera y cayeron sobre la alfombra de la sala. El refrigerador era lo suficientemente grande para una persona, por lo que Mike entro y se encerró ahí. Las granadas estallaron con un ruido sordo y atronador, sacudiendo toda la casa, pero la pared entre la sala y la cocina protegió a Mike de la mayor parte de la explosión. Con los oídos zumbando, rodó sobre sus pies fuera del refrigerador y se arrastró hacia los restos humeantes de la sala de estar justo cuando dos atacantes más entraban por la puerta trasera, con las armas en lo alto. Ambos abrieron fuego contra la cocina, la rociaron con disparos y dispararon a ciegas por el pasillo, pero la ventaja fue que Mike les tiro una botella rota al otro lado y estos se distrajeron, dándole tiempo de que los matara de dos disparos perfectos en sus respectivas cabezas.
Mike echó un vistazo por la ventana delantera y vio a media docena de hombres más que entraban corriendo desde la calle. Dio media vuelta y volvió a la cocina.
Mike salió corriendo por la puerta trasera e inmediatamente saltó hacia un lado, sobre la ventana y fuera de la casa, donde se estrelló contra un auto destrozado por una explosión. Inmediatamente estallaron disparos de un hombre al final del patio trasero.
Mike apenas y se volteo para verlo. Era el hombre rubio de los lentes oscuros que había decapitado al marine de hacia un rato. Este estaba recargando su arma y esperaba su oportunidad para dispararle al estadounidense que huía.
Pero sin darle una oportunidad, Mike saltó del suelo y le disparó, apuntando por instinto. Estaba demasiado oscuro para verlo con claridad, pero sabía dónde tenía que darle. Así que después de un rato de haber apretado el gatillo y haberle disparado cuatro veces, Mike volteo a ver si le había dado a su blanco, y lo único que pudo notar era que dicho hombre se agarraba el cuello con fuerza para detener el sangrado resultante de un disparo de Mike, y que además este sacaba una inyección del maletín que tenía atado al cinturón para después darse un pinchazo directo en el corazón.
Mike no tenía tiempo para quedarse a ver qué pasaba con este sujeto, por lo que siguió corriendo al mismo tiempo que soltaba su pistola sin balas. Justo cuando llego al otro lado de la calle, los disparos lo siguieron, pero él no se dio la vuelta y siguió corriendo. A través de la calle, a través de un hueco en los escombros, y hacia el Black Hawk que seguía en los cielos.
El Black Hawk desapareció por el horizonte, pero le había dado alguna esperanza, algo en lo que centrarse. Al desvanecerse su sonido, fue consciente de otros ruidos en la oscuridad: gritos, un vehículo conducido violentamente, el chirrido de una caja de cambios, luego más disparos y un destello. Si había lucha tenía que haber chicos buenos además de malos.
En la zona por la que estaba caminando, los daños del terremoto parecían menos intensos. La calle aún seguía sembrada de escombros, pero la mayor parte de los edificios estaban intactos. Escuchó una voz y se dirigió hacia ella. Provenía de un vehículo, un Humvee destrozado. Pudo ver a una figura asomada en él como si le estuviera haciendo señas para acercarse, pero el ángulo estaba mal. El soldado (con medio cuerpo colgando de la cabina) estaba muerto, sus brazos desplegados. Mike se centró en el origen del sonido. Pasaron varios segundos antes de que comprendiera que era una voz americana, y que venía de algún punto en el suelo: una radio.
-Entendido, estamos situados en las proximidades del cuadrante dos dos cuatro ocho seis.
-Bravo 1-3, lo escucho, rotando para la evacuación...
Tomo la radio. La carcasa exterior se deshizo. Trató de sintonizar un canal pero no lo consiguió, así que la tiró a un lado, justo en el momento en que el Black Hawk reapareció rugiendo sobre su cabeza, con su hélice vertical tomando posición de aterrizaje. Mike sacó una energía que no sabía que tenía cuando medio tropezando, medio tambaleándose, consiguió correr en la dirección por donde había desaparecido la aeronave.
No la perdió de vista; era una oscura silueta contra el cielo nocturno, hasta que sus luces se encendieron, iluminando la zona bajo el aparato. Trató de controlar la sensación de alivio que sintió. Todavía no había llegado allí, pero las luces habían provocado una descarga de armas ligeras seguida de un estallido y de una bola de fuego hacia el oeste de donde el Black Hawk estaba aterrizando. Ahora estaba fuera de su vista, detrás de los edificios.
De repente se le ocurrió que nadie a bordo sabía que él estaba ahí fuera dirigiéndose hacia ellos. Con el fuego enemigo a su alrededor, estarían en el suelo el tiempo justo para recoger su carga de heridos. Tenía que llegar allí antes de que volviera a despegar. Ya no estaba lejos: podía sentir el viento agitado de las hélices golpeando el aire. Ahora estaba corriendo, con mejor visión y una carga extra de adrenalina, saltando sobre escombros y cuerpos a su paso, sin detenerse a mirar la carnicería que dejaba atrás. Si se debía al terremoto o a la batalla, era imposible de adivinar.
El helicóptero tocó tierra en lo que había sido una plaza mientras que dos marines bajaban a vigilar y los médicos subieron las bajas a bordo. Escuchó las revoluciones del motor aumentar, el aire levantando un tornado de polvo. Los marines subieron cuando la aeronave comenzó a elevarse. Mike estaba gritando con todas sus fuerzas, pero era inútil con el ruido de los rotores.
Pero, un fuerte viento soplo en su cabeza y parecía que un gran ventilador era puesto encima de él. Una cuerda estaba a la altura de su cintura cuando la alcanzó; estirando los brazos, trató de agarrarse a la soga para subir, pero ya sea por la presión de la hélice o del viento, Mike sentía que se deslizaba hacia atrás hasta que dos manos aparecieron desde el Black Hawk y lo subieron a bordo tirando de la cuerda.
-Me da gusto verte con vida, idiota – le dijo Ben Hirsch, que había sido el hombre que lo había subido a bordo –
Mike no pudo contener la alegría por su rescate y abrazo con fuerza a su amigo y compañero.
Solo entonces se permitió mirar atrás, a la cada vez más lejana devastación que se hundía en las sombras de la noche.
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