Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 1

JIN

La dama de rojo, la musa escarlata, la espía carmesí... Son los sobrenombres que usan para describirme, pero muy pocos logran pronunciar mi nombre antes de que yo desaparezca como agua que se les escapa de las manos...

Jin Park...

¿Quién es Jin Park?

Es la pregunta que todos los que alguna vez se han cruzado en mi camino, se han hecho por lo menos una vez. Y lo cierto es que nunca lo sabrán por una sencilla razón; ni siquiera yo lo sé.

No es mi nombre, es una parte de mí. Más vital que el corazón o el cerebro, ya que es lo que me ha mantenido con vida todos estos años. En la etimología china, Jin es sinónimo de astucia, gentileza y elegancia.

En cuanto a mi origen para todos es incierto y mis motivaciones aún más misteriosas.

La mayoría supone que todo inicio en la Torre de Burton Grand Pharmaceuticals (BGP), en esa fatídica noche de Octubre de 2007, pero la realidad es que todo se remonta mucho tiempo atrás...

***

Abril de 2002

Se había llegado el gran día. La noche estaba iniciando y la primavera estaba en su apogeo. Los árboles de cerezos no podrían estar más hermosos, florecientes, esponjosos, coloreando el paisaje de un dulce color rosado. Aún estaban pendientes las celebraciones del Hanami a nuestro regreso a Japón, por lo que no podía haber mejor fecha para celebrar que el día de hoy. Festejábamos dos acontecimientos importantes; mi aniversario de vida número dieciséis y mi compromiso con Henry Beaver, mi prometido, con el que me casaría cuando tuviera veinte.

Es cierto, era demasiado joven para ya estar comprometida en matrimonio, pero a la vez era normal para alguien como yo. Provenía de una de las familias más distinguidas y adineradas de Japón establecidas en Osaka. Mi padre era un importante empresario japonés en el negocio de la exportación e importación de todo tipo de materia prima, y ​​mi madre era una distinguida mujer americana, descendiente de una familia formada en su mayoría por gente de dinero. Así que económicamente hablando no podría estar en mejor situación.

Crecí entre lujos y modales refinados. No asistí jamás a ninguna escuela donde tuviera que compartir las aulas con otras personas, sino que mi padre contrataba a los mejores profesores de todo Japón para impartirle clases particulares a sus dos hijos; Hiroto y yo. Hiroto era mi hermano mayor; había dos años de diferencia entre nosotros, y a pesar de ser tan cercanos, el parecido físico era bastante cuestionable. Él era todo un estadounidense, de piel clara, ojos azul pálido, cabello castaño claro y facciones dulces, todo herencia de mi madre. Si no fuera por el nombre que delataba su nacimiento japonés, cualquiera hubiera pensado que mi hermano era un americano. En cambio yo era todo lo contrario; en mi fisionomía era notable mi origen oriental, aunque había en mí cierto toque caucásico que como decía mi padre, era un encanto natural. En cuanto a nuestras profesiones, mi hermano había decidido continuar con el negocio familiar, estudiando la carrera de economía y finanzas para seguir con la empresa de mi padre y en cambio yo quise seguir la tradición por parte de mi familia materna y deseaba dedicar mi vida a la diplomacia. A pesar de que Hiroto y yo éramos dos polos opuestos, nunca tuvimos más compañía que a nosotros mismos, por lo que éramos inseparables formando lazos muy fuertes entre nosotros. Pero había algo que nos unía aún más; la afición por las artes marciales.

Nuestro abuelo paterno era propietario de un Dojo, que a diferencia del confort y ostentosidad con que vivía su hijo, él optó por llevar un estilo de vida mas calmado, teniendo el Dojo como lugar de entrenamiento y santuario personal. Desde muy temprana edad, tanto mi hermano como yo recibimos la instrucción de las artes marciales tradicionales de Japón, guiadas mediante los principios de disciplina, inteligencia y fuerza. A la edad de quince y diecisiete años respectivamente, Hiroto y yo dominábamos el arte del koryu y jujitsu.

Fue así que crecí con un aprendizaje multicultural de mi etnia, aprovechando lo mejor que podía de mi origen y convirtiéndome en una joven prodigio, con un futuro prometedor respaldado por una buena cuna y una herencia bastante jugosa.

Como toda muchacha, me ilusionaba la idea del amor y sobre todo el formar mi propia familia, y gracias a mi belleza y atrayente fortuna no me sobraron los pretendientes, por lo que pude darme el lujo de elegir entre los chicos más atractivos y ricos de todo Japón.

Finalmente, al candidato que escogió llevaba por nombre Henry Beaver. Henry era un joven estadounidense hijo de un general adinerado y respetado entre la sociedad, y al igual que su padre era un militar. Tenía la misma edad de Hiroto, era inteligente, educado y sobre todo bastante atractivo. Su cabello era del color del trigo, las facciones eran afiladas y sus ojos extraordinariamente azules. En conclusión, Henry era el prospecto con el que toda niña soñaba alguna vez. Pero yo no tenía que soñar, yo estaba viviendo ese sueño. Y el momento cúspide había llegado.

Estábamos en uno de los hoteles más lujosos de Los Ángeles, reservándolo por completo para la celebración. La recepción estaba lista, los meseros servían bocadillos suculentos y licor caro a los invitados, y la decoración no podía ser más elegante. Decidí que la celebración de nuestro compromiso fuera la tradicional de mi país a pesar de que estábamos en Estados Unidos. Ni Henry ni su familia se opusieron y estuvieron dispuestos a presentarle sus respetos a mi padre.

Acorde a la celebración, esa noche decidió usar un vestido qipao de color carmesí, bordado a mano con flores de cerezo doradas a juego con unos zapatos del mismo color. Estaba totalmente ceñido al cuerpo y tenía una abertura en el muslo que dejaba al descubierto mis piernas torneadas y mi piel de porcelana. A pesar de mi juventud, tenía un cuerpo precioso y envidiable, con cintura diminuta, piernas largas, pechos llenos y buena estatura. Mi cabello negro estaba amarrado con un pequeño toque hecho de flores de cereza. Esa noche mi único deber fue lucir bella, y así lo hice.

Los músicos interpretaron "Primavera" de Vivaldi, cuando Henry y su familia llegaron a la recepción. Saludaron con respeto a mis padres y a Hiroto, a lo que ellos correspondieron con un abrazo educado muy propio de las clases altas. Enseguida Henry se acercó a mí y me saludó con un discreto beso en la mejilla para después quedarse a un costado. Como buen militar, vestía su uniforme de gala con el que no podía verse más atractivo. Sonreí de lado; me sentí profundamente orgullosa.

Después de un momento de esperar a algunos invitados importantes, como políticos y empresarios importantes que residían en la ciudad, mi padre llamó la atención de todos los presentes para anunciar el motivo de dicho evento.

Al tener la atención de todos los invitados puesta en él, dio un discurso corto y emotivo sobre lo orgulloso que estaba de mí, y de la tranquilidad que le brindó que un hombre como Henry velara de su tesoro más preciado.

Mi padre aún no terminó de hablar cuando de repente, todas las luces se apagaron y se formó una conmoción. Al principio todos creímos que se trataba de una simple falla eléctrica en el edificio, pero enseguida descartamos esa idea cuando escuchamos sonidos de disparos. Entonces todo fue muy rápido.

Gritos y empujones se producían en la habitación, al igual de los golpes secos de los cuerpos que caían sin vida en el suelo, en un atentado que ninguno de los presentes pudo entender. Escuché la voz de mi madre que gritaba que habían herido a mi padre y enseguida sus chillidos se cortaron de tajo. Yo estaba totalmente en shock cuando de repente una mano fuerte tiró de mi brazo para sacarme de la recepción y correr conmigo hacia el vestíbulo. Con la escasa luz que se proyectaba de las ventanas pude detectar a mi hermano Hiroto arrastrándome de esa carnicería preocupado por sacarme de allí con vida. En un segundo comprendí que ya no había nada que hacer por mis padres.

Tratamos de huir por el elevador pero por desgracia estaba atascado. Así que bajamos corriendo las escaleras cuando un grupo de seis hombres toscos, vestidos con ropa militar y blindados hasta los dientes nos alcanzaron. Parecían ser asesinos a sueldo.

Los hombres se rieron de la superioridad numérica que ejercían sobre mi hermano y yo, por lo que comenzaron a burlarse para intimidarnos, pero lo que jamás imaginaron es que les haríamos frente.

Mucho antes de que pudiesen reaccionar, Hiroto derribó a uno de los hombres con una patada directa en la mandíbula, estrellándolo violentamente contra una de las paredes laterales.

-¡Desármalos! – me grito mi hermano mientras se encargaba de propinarle un cabezazo y una patada baja a otro de los atacantes que se lanzaron contra él –

Uno de los hombres se posicionó detrás de mí para inmovilizarme por la espalda cuando haciendo uso de mis conocimientos en artes marciales, impacté con fuerza mi codo en su nariz, haciéndolo sangrar, por lo que supuse que tal vez le había roto el tabique. El sujeto se llevó ambas manos a la nariz para detener la hemorragia y aproveché para quitarle su arma. Sostuve su Beretta de 9 mm entre mis manos y sin necesidad de accionarla, derribé a otro de los hombres estrellándole la pistola directamente en la sien. Hiroto hizo lo propio defendiéndose con puños y patadas, ejerciendo con maestría todas las tácticas de combate que había adquirido en esos años en el dojo de mi abuelo.

Estábamos terminando con el pequeño grupo de enemigos, cuando de repente aparecieron más mercenarios desde donde salieron estos y llegó el momento en que ya no pudimos seguirles el ritmo.

Entre dos hombres inmovilizaron a mi hermano, mientras otro de ellos lo golpeaba cruelmente en el abdomen. Traté de defenderlo con mis últimas fuerzas, pero uno de los combatientes me tomó por el cabello desde la raíz y me aprisionó contra la pared.

El sujeto más viejo y repulsivo del grupo, me tomó por los hombros y sacó un cuchillo afilado de su cinturón de combate, y lo colocó junto a mi garganta. Apreté los párpados creyendo que había llegado mi fin, pero para mi sorpresa, el hombre sólo sacó el objeto punzocortante para rasgar la tela del vestido que cubría la parte mi cuello y rasgar el escote de mi prenda. Entonces estuve segura que iba a morir, pero que mi deceso no sería de manera rápida; me esperaba una agresión sexual segura por medio.

-¡Suéltala, cabrón! – gritó Hiroto totalmente colérico, mientras uno de los mercenarios lo silenciaba con un puñetazo que le destrozó el labio –

Sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos, pero no permití que salieran. A pesar de que todo estaba perdido, mi orgullo aún estaba vigente y no deseaba que esos hombres se burlaran de mi miedo y festejaran su victoria deleitándose con mis lágrimas. No. Yo aún tenía mi dignidad y no iba a dejar que esos cobardes asquerosos la pisotearan.

Iba a morir, lo sabía, pero lo haría de pie y no arrodillada.

-Veamos qué atributos esconde esta bonita zorra bajo esos trapos – comentó el tipo que me sujetaba mientras me miraba el escote de forma lasciva –

Un sentimiento de asco y repulsión fue lo que sentí al escuchar los comentarios ofensivos de ese individuo y no pude evitar escupirle en la cara.

El tipo se ofendió de mi reacción y de repente sintió un dolor intenso en la mejilla, producto de una fuerte bofetada que acababa de recibir. Me mordí los labios con fuerza para contener un gemido y volver a detener las lágrimas en mis pupilas. Primero muerta antes de suplicarles por mi vida a esa parvada de criminales.

Las agresiones e insultos continuaron para mí y mi hermano cuando de repente apareció Henry, portando un arma larga en las manos. Su enorme estatura, figura militar y manera de sostener un arma, lograron intimidar a cualquiera, incluido a esos vándalos. Mi prometido les apuntó con su arma y ellos retrocedieron un paso, pero sin soltarnos a ninguno, usándonos de rehenes.

-Bajen las armas – ordenó el soldado con voz potente amenazando a la banda de malhechores –

Todos le obedecieron y abandonaron las armas en el suelo, pero los demás criminales continuaron sin soltarnos a Hiroto ya mí.

Agradecí profundamente de que mi ángel salvador haya llegado a tiempo para ayudarnos, pero nunca imaginé que lo peor estaba por venir.

Henry se acercó lentamente hacia el par de sujetos que sostenían a Hiroto por los brazos, y él relajó la postura al creer que su futuro cuñado iba a liberarlo de esos delincuentes.

Mi prometido apuntó directamente hacia la cabeza de uno de los criminales y sin pensarlo dos veces accionó el gatillo. Cuál fue mi sorpresa y mi incredulidad cuando escuché el estruendo de la detonación atravesando el cráneo de una persona. Pero esa bala no había impactado en la frente del bandido, sino en la de mi hermano.

Eso fue demasiado para mí. Todas las lágrimas que había luchado por contener se escurrieron de un solo golpe por mis mejillas cuando vi caer muerto a Hiroto, desvaneciéndose en el suelo, quedando en un charco de su propia sangre. Y lo peor de todo era que había sido mi futuro esposo quién había terminado con su vida. Ya lo había comprendido todo; Henry era el responsable de esta masacre.

-¡Hiroto! – grité con impotencia por haber mirado el fin de la vida de mi hermano sin que yo pudiera hacer nada –

Luché con todas mis fuerzas para intentar liberarme de los brazos que me aprisionaron pero mis intentos fueron inútiles.

El hombre que me sujetaba me soltó finalmente, dejándome marcas rojas en mis brazos, para después ser tomada con fuerza por Henry, que se burló de mí y apretaba mis hombros con agresividad.

-Muy bien, cariño. Siempre te sentiste la reina del mundo bajo la protección de tu padre y hermano, pero ahora ya no estarán más contigo para cuidarte – comentó con veneno el militar francés, mientras acercaba sus labios a mi cuello – Hoy comprobaré si en verdad eres tan mojigata como aparentas.

-Vete al Infierno... – murmuré en voz baja y apretando los dientes –

El grupo de vándalos se echó a reír por los comentarios groseros del farsante de mi prometido y él muy infeliz se aprovechó que estaba incapacitada para propinarme un buen golpe en la cabeza, que me dejó inconsciente y a su merced.

De lo que sucedió después recuerdo muy poco, aunque no se necesita ser muy inteligente para suponer lo que pasó.

Mi visión era borrosa, pero podía distinguir algunas cosas. Estaba en el interior de un cuarto de hospital. Recuerdo a Henry desnudo encima de mí, besando y arañando mi piel haciéndome daño a la vez que sentí un dolor desgarrador en mi entrepierna. Sentí un leve mareo y mi cuerpo no me respondió como tal, por lo que asumí que quizás también me había drogado para evitar que yo me defendiera.

¿Quién diría que debajo de un "caballero" de tan buena pinta y refinada cuna se escondía un ser tan sádico y repulsivo? Yo nunca lo imagine.

En ese momento deseé morir y ya no seguir sintiendo como ultrajaban lo que quedada de mi humanidad. Cerré los ojos con tristeza, pues iba a irme de este mundo sin llorar.

Nunca creí que ese se convirtió en el momento en que mi verdadera vida comenzó.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro