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¿DONDE ESTA ANDREW?

Al abrir la puerta Aldair se encontró con la mirada fría y a su vez serena de la mamá de Andrew.
—¿Señora Esmeralda? —Sorprendido pregunta. 

—Hola hijo. —Aldair de forma inquieta la invita a pasar y a sentarse en el mueble de la sala.

—¿Que la trae por aquí? Cuénteme. —curioso y a la espectativa.

—Lo siento por llegar  a molestar a esta hora. —Sus lágrimas empezaron. Aparecer. —No se que pasa con Andrew.

Casi que de inmediato, el papá de Aldair sale de su habitación al escuchar la voz de Esmeralda.

—¿Que haces aquí? —
Soltó con asombro.

Aldair miro a su padre un tanto confuso. Se hacía la pregunta de  ¿Porque la señora Esmeralda los buscaría a ellos? ¿Porqué su padre actúa de esa manera al verla?

En fin todo era muy extraño y misterioso. Aldair necesitaba saber lo que pasaba.

La molestia con su padre, no había pasado. Y en su esfuerzo de dirigirle la palabra Aldair prefirió levantarse y buscar un vaso con agua para la señora Esmeralda.

—Vine porque necesito descartar algo sobre mi hijo. Y tú Aldair me puedes ayudar.

—¿Yo? —anonadado se detuvo.

—Si tú. Se que mi hijo se la pasa contigo. —aseguro Esmeralda explícitamente.

—¡Que!... —casi que un grito al cielo exclamó el padre.

Esmeralda bajo su cabeza y guardo sus palabras. El silencio despertó más el interés de un Aldair confundido.

—Disculpe señora Esmeralda, yo no me la pasó tanto con su hijo. —intervino Aldair.

El padre bajo la guardia  y se contuvo a hablar en seguida.

—Él y yo, solo nos vemos de vez en cuando. Pocas veces lo veo, al menos que sea para jugar fútbol. No entiendo en qué puedo ayudarle. — expreso.

—Andrew últimamente ha estado llegando tarde. —Esmeralda con ojos aguados, casi que al desborde de sus lágrimas. —Esta mañana encontré unas pastillas, se que no son medicadas. —Hace una pausa y miro sutilmente a Aldair. —Se que se está drogando.

Aldair empezó a comprender porque Andrew era tan misterioso y su vez aparecía en lugares tan extraño.

Para Aldair, Andrew era un tipo de diller que vendía cosas ilegales entre sus amigos. Así lo imagino.

Pero no sé imagino que Andrew en ese preciso momento estaba perdido, tirado a la mitad de la noche en un callejón sin salida. Estaba al  aborde del colapso, la droga era lo que lo mataba lentamente. Mientras nadie llegaba a su rescate.

—¿Tienes alguna idea en donde lo puedo encontrar hijo? —En su desespero la madre insiste.

Aldair intento recordar en donde más se la pasaba Andrew pero tantas preguntas que le nacían no lo dejaban concertrase. Hasta que recordó a Bruce.

—Bruce...  —manifesto Aldair pensativo. —Él debe saber dónde está.

—¿Quien es Bruce? —Concentro su atención la señora Esmeralda.

—Él es el líder del bajo mundo. Oh bueno así lo consideran en su barrio. —Aldair trato de sonar despreocupado.

—¿Y que tiene que ver mi hijo con él? —Insistio.

—¿Acaso no conoce las verdaderas amistades de su hijo? —Inquirio atrevido.

Mientras su padre solo observa y mantenía la atención a todo lo que hablaban en la sala.

La señora Esmeralda una vez más bajo la mirada apenada y entre lágrimas en sus mejillas se quebró su voz. —Se que no soy la mejor madre, pero no quiero que se pierda en el camino malo. —continuo —, Solo quiero que tenga una vida buena, sin tantos problemas de lo que ya ha tenido.

Al culminar sus palabras Esmeralda se levantó y prosiguió a marcharse. Quebrantada en su culpa, decidió ir en busca de su hijo. Aldair la detuvo
Y le dijo donde poder encontrar a Bruce.

Fue entonces cuando la madre se atrevió ir a bajo mundo como le decían y verse de frente con el tal Bruce y su gente.

Mientras el padre de Aldair. No comento más nada. En su mirada se reflejaba la preocupación y el desconcierto con todo lo que había escuchado.

La noche no terminaba.

Andrew se encontraba a su merced de la noche. Metiendo éxtasis como caramelos. La depresión lo había llevado a eso. El dolor que sentía por no sentirse suficiente como hijo lo consumía.

Todos los problemas de pequeño estaban siendo un detonante de cosas malas en su adolescencia. Ya en casa no podía hablar con su madre sin antes sentirse como sin importancia, sus palabras no eran tan importante en cualquier lugar. Como si fuera alguien más del monton.

Tal vez el dolor se estaba convirtiendo en su mejor amigo y por eso era que actuaba de esa manera. Nadie lo comprendía y al recordar que tenia un padre que ni siquiera se comunicaba con él, le pesaba más a su triste vida.

Andrew es un joven que guarda sus sentimientos hasta que explota y lamentablemente esta vez se había hecho esclavo de la droga. Así pasaba su tormento, sus días felices eran con una pastilla en sus bolsillos.

Y su madre no tenía ni la mas mínima idea. Hasta ese viernes que encontró las pastillas justo en la cabecera de su cama. Había entrado a su habitación y   a ver el blíster con algunas cápsulas, supo que su hijo estaba en malos pasos.

Ahora venía el desespero y la intriga por saber cuándo empezó todo esto. De saber cómo arreglar las cosas por parte de la madre  pero, Andrew en su descepcion, sabía que estaba perdido. 

Había algo que lo consumía por dentro, ese algo era un instante que no quiso aceptar nunca Andrew. Y eso era lo que recordaba cada vez que tomaba la desición de ingerir la pastilla.

Nunca acepto que su padre era feliz con otra familia. Que él iba hacer el hijo menos querido. Pero no sé quedaría con los brazos cruzados.

Se reclino al lado de un recipiente de basura y se quedó dormido, mientras la madre seguía en la búsqueda de su paradero.

Fue de madruga y horas después  llegó el día siguiente con una mañana soleada. Andrew despertó como todas las mañanas pero se encontraba en su casa, ni siquiera se había dado cuenta como había llegado ahí. Y fue entonces cuando la madre apareció.

—Necesitamos hablar. — ceño fruncido y en un tono desgastado, la señora Esmeralda no aguanto en pregúntale —¿Que está pasando contigo hijo?

Las ojeras resaltaban en un rostro cansado. —No he dormido toda la noche buscándote. —Se quiebra la voz.

Andrew no quiso hablar y se limitó agachar su mirada.

Entonces la madre busco sacarles las palabras con cada pregunta. —¿Desde cuando consumes?

Andrew no aguanto y no midió sus  palabras.

—¿Tu que vas ha saber de mi?  —exalto airoso. —Si tú nunca me escuchas. Siempre estás ocupada en tus cosas y en tú trabajo.

Reventó el llanto del desahogo. —¿Acaso sabes la última vez que fui a clases?

El silencio aturdidor se hizo presente. —No lo sabes porque prefieres preocuparte más por cosas innecesarias. Hace rato que no voy a clases ¿y sabes porque?

—Hijo... —Trata de consolar la madre.

—Porque prefiero jugar fútbol en la cancha, estar con gente drogadicta y ver cómo pierdo mi tiempo en cosas que me hacen feliz. 

—Nada de eso te hace feliz. —La madre trata de convencerlo que no era el mejor camino. —Se que no soy la mejor madre. Pero te a seguro que nada de eso te hara feliz. —Insiste nuevamente.

—No sabes nada de mí, madre.

—Desde que naciste, supe que serías un chico inteligente. Conocí el amor contigo y me llenaste de felicidad. —La madre toma la mano de Andrew aprendandola levemente. Y entre lágrimas y suspiros hizo sus palabras trasparentes ante Andrew.

—Te amo. Y soy tu madre, puedo comprenderte. Porque te conozco. Se que cuando te encierras en tú cuarto haces cartas a tú padre queriendo que él vuelva. —Seco sus lágrimas. —Como también se que, todo esto lo haces por él. —lo mira dulcemente.

—Pero entiende algo hijo. El algún día se arrepentirá de haberte dejado y se dará cuenta que tú no fuiste nunca un error.

Andrew se fue calmando con cada palabra de su madre pero poco a poco se convencía que su padre tenía que pagar. El sabía que su otra familia no sabía de su existencia y que el padre la mantenía como la familia perfecta. Pero no duraría mucho con todo lo que tenía en mente, quería destruir la otra familia y hacer que su padre sufriera de la misma manera que él había sufrido.

—Pero necesito que dejes de consumir todo tipo de drogas. —enfatizó la madre. —No hay ningún beneficio en eso.

Andrew asintió pero en el fondo sabía que no lo iba a dejar. Sabía que era su calmante ante todo tipo de situaciones. 

No dijo más palabras hasta que la madre saco una carta.

—¿Que haces con eso? —se sintió al descubierto.

—Se que tus cartas también van dirigidas a chicos. —delato la madre.

El asombro y la pena de un Andrew que se vio expuesto a lo que sentía con una simple carta. 

—¿Te gustan los chicos cierto?

—Ya va ¿que?...








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