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ACERTAR LA REALIDAD

Esa última pregunta de su madre fue como una pulsada directamente a su integridad. Absolutamente nadie sabía que a Andrew se sentía atraído por los chicos. Había escondido esa carta muy bien.

—¿Dónde encontraste esa carta? —impaciente Andrew se la arrebata de las manos.

—¿Porque no me dijiste? —, la madre se veía tranquila apesar de lo que había descubierto.

Andrew supo que era el momento para hablar sobre el tema. Solo esperaba que la madre lo entendiera de buena forma.

—Te acepto como eres hijo. —fueron las palabras de la Señora Esmeralda antes de pedirle la carta nuevamente.

Andrew no lo podía creer. Nunca pensó que será tan fácil ser aceptado por la madre y mucho menos la forma. Sabía que tarde o temprano se enteraría pero nunca imaginó que podía hablar tan calmadamente ese tema con ella.

—¿Se notaba mucho?... —pregunto al instante Andrew sonando más tranquilo.

—Desde chico lo había empezado a notar. —fue entonces cuando la madre callo y abrazo fuertemente a su hijo. Las lágrimas eran continuas, mientras Andrew se sentía querido por primera vez, o al menos lo que él recuerda.

—Gracias... 

—No sabía cómo decírtelo. Ahora solo tú lo sabes. —resalto.

El día fue de emociones y sentimientos encontrados, Andrew se sintió con valentía para enfrentar el mundo. Aunque no se le quitaba la idea de que su padre tenía que pagar y ya estaba trabajando en eso. Su madre no quiso tocar más el tema del padre y prefirió retirarse de la habitación sabiendo de que su hijo pudo aceptar lo que estaba haciendo mal.

El problema de Andrew con las drogas era delicado aunque la madre no quiso verlo de esa forma para que su hijo no se alarmarse. Priorizó el tema sobre el padre y todo lo que venía ocultando en sus cartas.

Cartas que solo Andrew sabía el verdadero significado. Aparte de la que tenía en mano, Andrew tenía más de doscientas cartas escondidas. Las mayoría eran dirigidas hacia su padre, un amigo de la infancia y a su amor prohibido de la escuela. Todas jamas leídas por otras personas sacando la que había descubierto la madre en su dormitorio.

Al salir la señora Esmeralda de la habitación, Andrew saco de su bolsillo una pastilla. La puso rápidamente en su boca y suspiro, trago y se recostó a su almohada, cerro los ojos y espero que la pastilla hiciera el efecto.

La madre nunca le dijo como había dado con su paradero en el callejón en donde había estado la noche anterior y eso lo había dejado pensativo.

La verdad era que después de salir de la casa del padre del Aldair, la madre continuo en busca de Bruce. Al llegar al bajo mundo pregunto con gente que no conocía donde poder encontrar al chico que le habían dicho, hasta que una chica con vestido de escote, tacones y un cabello negro que resaltaba en la noche se le acercó.

La chica la llevo a una calle con mucho ruido. La música a un volumen muy alto y muchas mujeres igual de vestida que ella. La señora Esmeralda había comprendido enseguida que la chica era una prostituta y sabía que probablemente hacia donde se dirigía  representaba peligro.

Sintió tristeza al saber que su hijo se involucraba con personas que no le enseñarian nada bueno. Y entendió que Andrew se estaba perdiendo en el mundo.

Al conocer al Bruce, este la trato con respeto. Muy cordialmente la saludo y se puso al tanto de lo que había pasado con Andrew. Mando averiguar dónde podía estar con sus seguidores y fue entonces cuando encontraron a Andrew en el callejón junto a un bote de basura. Totalmente drogado y con un gato blanco como la nieve de compañero.

En la mañana de lunes Andrew decidido ir al instituto después de ayudar a su madre a acomodar algunos libros en el trabajo. Miro hacia la panorámica que daba hacia la calle y observó a Aldair caminado al otro lado de la acera. Así que se apresuro un poco y lo persiguió. A pocos metros del camino Andrew lo sorprendió como la mayoría de las veces lo hace.

—¡Nemo! —Menciono pulsante el apodo de Aldair.

—Andrew... ¿Estás bien? — sono preocupado.

—¿Bien de que? —fruncio el ceño.

Aldair supo enseguida que Andrew no sabía que su madre había ido a su casa a preguntar por el.

—¿Acaso no sabes que tú madre apareció en la casa preguntando por ti? —indago.

—No. —se silencio al instante.

—Bueno... — Aldair no quiso indagar tanto. Quería averiguar lo que hacía Andrew pero sin preguntarle directamente. Así que siguió caminando.

—¿Y tú amiguita Allison? — sarcástica pregunta por parte de Andrew para desviar el tema.

Aldair ya sabía por donde venía así que decidió en seguirle el juego.

—De seguro la veré más tarde. —dijo tranquilo.

—Si de seguro. Son muy buenos amigos por lo que veo.

—Tú sabes lo que pasa entre ella y yo. No lo digas en un tono tan sorprendido. —Aldair replicó.

—Ten cuidado con esa chica. —advierte Andrew.

—¿Quisiste decir, ten cuidado con Bruce cierto? —tienta pulsante.

—La verdad es que no conoces a Bruce. —insistio Andrew.

—¿Y tú si? —objeto seguido. —Ya lo había escuchado créeme y no le tengo miedo.

—Bueno solo mantente al margen. Él siempre te observará. — Andrew aconsejo sin más.

—Tranquilo... —apesar de que quiso Sonar despreocupado, Aldair sabía que no podía estar tranquilo. El quería estar con Allison pero después de aquella conversación que tuvo ese viernes después de clase, comprendió que debía pensar en otra cosa. Sentía que le gustaba mucho aquella chica pero ella no sentía lo mismo.

Fue entonces cuando se encontró nuevamente con aquellos ojos marrones en la entrada del instituto. Todavía no podía creer que se había dejado sumergir en la hermosura de su sencillez. Y quiso saludarla de inmediato. Andrew vio lo que estaba ha punto de suceder y se fue retirando poco a poco. Aldair ni siquiera se dio cuenta cuando esté desaparecio.

Allison lo miro y no se atrevió hablarle. Entro por la puerta principal y Aldair llegó a sentir el verdadero rechazo. De seguro no era el momento para hablar. Aunque la última vez que se vieron habían quedado bien apesar de la incomodidad del momento.

El día lo pasaron así, sin dirigirse la mas mínima palabra, solo algunas miradas.

Al salir de clases Aldair fue a ver los juegos en  la cancha de fútbol y mientras observaba los partidos, se le vino a la mente la propuesta hecha por el anciano.

Al trabajar ocuparía la mente, Aldair empezaba a tener el concepto de vida el cual consistía en que una persona que trabaja se hace independiente automáticamente. Creía que las personas estudiaban para tener al final un trabajo, un sustento para la casa y la familia.  Pero consideraba  que sería lo mismo si tenia un trabajo sin estudiar. Sería el mismo dinero.

El tenía algo claro y era tener dinero trabajado por él antes de los treinta y la oferta del anciano era la ideal.  Quizás, el anciano lo podía poner como administrador con tan poca edad lo que él esperaba era que, el  trabajo no estuviese nada que tener con cosas para ancianos, porque sabía que no aguantaría ni un día.

Allison paso justo al frente de Aldair en ese momento no noto su presencia. Caminaba apresurada hacia un callejón sin salida cerca de la  cancha. Y fue entonces que Aldair decidió seguirla. En el fondo él aún quería intentarlo y quería saber porque Allison no se lo tomó a serio si lo disfrutaban.

Al cruzar la esquina y seguirle el ritmo a Allison, Aldair observó que ella actuaba de forma extraña y que se había quedado esperando en el callejón varios minutos, hasta que llegó Bruce con algo de ruido.

—¿Bruce?... —sorprendido murmura.
Para Aldair la relación entre Bruce y Allison había terminado. Al menos así lo hicieron saber. Lo que verdaderamente Aldair no sabía era que los dos se Seguian viendo.

Los pensamientos malos volvieron a emerger en Aldair que se sentía usado. Ya no podía creer en ella. La ansiedad por saber que iba a pasar en ese momento se hacía presente y termino de explotar todo cuando Bruce se acercó lentamente seduciendo a Allison.

El beso hizo saber a Aldair la verdadera respuesta que buscaba. Y fue cuando entendió las palabras del anciano en aquel parque.

Sin hacer tanto ruido se marchó con su tristeza. Llegó a casa y se encerró en su cuarto. Las cuatros paredes que ya estaba acostumbrado a observar, nuevamente se volvía su lugar seguro. Tenía que aceptar su realidad, el  remolino de cosas que le venían pasando era el mensaje que necesitaba para aceptar la propuesta de aquel anciano.  Su padre jamás lo dejaría y fue entonces cuando tomo la desición de atreverse una vez más a romper las reglas de su padre.

Busco aquel papel con el número y se dirigió al teléfono de la casa.  

—Buenas... —dijo después ser atendido. —Acepto la propuesta.

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