Capítulo 20
Sentí que Martín se tensaba un poco e internamente le pedí a quien fuera que nadie reaccionara como no debía, ya tenía a mi bomba de desconfianzas y no quería tener activa a mi bomba de genio, mi Santi, quien aparentemente era un santo, claro que, con un trasfondo de demonio, en un cuerpo sexy.
Cuando me giré para hablar con Santiago, le sonreí un poco apenada, pero ya visto lo visto, no me quedó de otra. —Si Santi, él es Martín, mi novio. —Me giré hacia la persona en cuestión e hice la respectiva presentación. —Martín, mi mejor amigo.
—¿El de los problemas en el paraíso? ¿El que no sabe tratar a una bella dama como tú? —Aquí empezaba Cristo a padecer, porque lo menos quería era un conflicto en pleno bar.
—Amigo tranquilo, un gusto conocerte también. —Santiago en su línea de amigo responsable, hermano sobreprotector, le dio la mano Martín, quien no tuvo de otra que aceptar el saludo y bajar la guardia.
Se notaba la desconfianza de ambas partes, era inevitable, al fin y al cabo, una perspectiva era la que nos tenía en este punto.
Martín tan pronto le dio la mano a Santi, se giró hacia mí y me tomó de la cintura acercándome a él, marcando obviamente su territorio.
—Espero no interrumpir nada, no sería caballeroso de mi parte. —Seguía poniendo el dedo en la herida. —Nena, me prometiste bailar un poco y mira que sólo he tenido de pareja a la loca dramática.
—Bonita, creo que tenemos que hablar, es justo que terminemos de arreglar esto.
—Y el idiota, ha hablado. Nena vinimos los tres, no creo que debas plantarnos. Al menos no por este.
—Bonita la bailarina me está colmando la paciencia — Martín rechinando sus dientes me miró a los ojos. —O se larga este o creo que vine a perder mi tiempo.
Cerré los ojos implorándole a Dios un poco de calma, ellos dos haciendo su concurso de meadas, me erizaba la piel, idiotas ellos.
—Por favor, ¿es en serio? Santi por fa, voy a salir a hablar con Martín y necesito que me des un poco de espacio, necesito aclarar esto de una vez por todas, y con ustedes dos peleando es imposible.
—Claro nena, no hay problema, al fin y al cabo, solo soy tu amigo. —Se giró con una mueca de disgusto, pero ni modo, necesitaba organizar este disparate.
Dios, esto era lo peor, ambos parecían reinas del drama, ninguno era consciente de que me estaban lastimando y Santiago, él era el menos indicado para tratarme así. Pero girándome hacia Martín, le agarre la mano y con un poco más de fuerza que imprime la adrenalina y el mal genio, salimos hacia uno de los pasillos que conectaban con los baños, no era precisamente el lugar más privado, pero al menos nos escuchábamos por encima del ruido.
—¿Y bien? No pretendas que un baile y un beso significan que ya estamos bien.
—Bonita, perdón, ya sé que la metí hasta el fondo, pero no me culpes, desde donde te vi, parecía un beso.
—Aaaa, bien. La confianza a la basura.
—No, no estas entendiendo, me equivoqué y lo acepto.
—Bien, no hay problema.
Sin esperarlo me tomó del cuello y me acerco a él, con cierta brusquedad y me plantó un beso, pero no uno cualquiera, uno de esos que te hacían mojar hasta la conciencia; al principio me resistí porque no podía dejarle todo en bandeja de plata, pero una tiene su fuerza de voluntad y también tiene sus puntos débiles, así que terminé por seguirle el beso, sin importarme las personas que iban pasando por nuestro lado hacia el baño.
No podía más, hasta el mal genio, la rabia, todo se había evaporado, no podía seguir enfadada, era imposible hacerlo si Martín me hacía esto, parecía muy masoquista, pero nadie y entiéndase bien, nadie sabia lo que estaba pasando por mi cabeza en este momento, nadie conocía como me sentía y mis propios pensamientos.
Al separarnos en busca de aire, Martín se quedó mirándome a los ojos, creando así una conexión única entre nosotros, como una especie de burbuja. —Lo siento tanto. Amor perdóname.
Justo en ese instante sentí que toda la energía abandonaba mi cuerpo, era imposible, pero sentía que ya había escuchado esa frase antes, algo en mi mente me decía que tenia que recordarla, pero no lograba ubicar ni la voz, ni el lugar, era confuso y por eso cuando me sentí un poco desubicada, agarre fuertemente a Martín, con el miedo gobernando mi cuerpo.
—Amor, amor, mírame, —sentí que me llevaba a una pequeña silla que había en ese pasillo. —Mi cielo, dime que te pasa. Bonita estás muy pálida.
—No, no te preocupes, ya me siento mejor, debieron ser los tragos. —Le dije intentando respirar hondo, tenia que relajarme y no perder la cabeza, no mas de lo que ya la había perdido, además no podía decirle nada, eran sospechas infundadas.
—Bonita no me asustes, ¿segura que estas bien?
—Si amor, tranquilo. ¿Por qué no bailamos otro rato?
—Esta bien. Vamos bonita, recordemos la noche que nos conocimos.
Estuvimos bailando un rato más, hasta tuve la oportunidad de que estuviéramos los cuatro juntos en la misma mesa sin que se mataran las reinas del drama. No volví a recordar el suceso extraño, me propuse olvidarlo por mi bien y mi tranquilidad.
—Propongo un brindis por los reencuentros y por las amistades y relaciones que nacen. —Gritó Catalina un poco mas achispada que yo, todavía no llegábamos al punto de reír por todo.
—¡Salud! Por mis amigas y por el idiota. —Santiago era la bomba y más cuando tomaba.
—Por la bonita y las noches que terminaran muuuy bien.
Todos soltamos una carcajada por eso ultimo y seguimos bailando, estábamos en un punto de alegría, sin malas vibras de nadie, me sentía feliz y hasta completa, por lo que cuando Martín me tomó de la cintura, me besó el cuello y muy seductoramente me invito a irnos a su apartamento, no me pude negar. No iba a decir mentiras estaba eufórica, caliente y mojada, necesitaba esto, necesitaba a Martín.
—Chicos, me voy con Martín. —Dije levantando mis cejas de forma picara, con eso diciéndoles mis intenciones.
—Adiós cielo, ¡disfruta!
—Los amo. Hablamos mañana. —Los abracé antes de salir.
—Nos llamas en la mañana. Disfruta nena, el idiota resultó ser diferente a como pensé. Cuídate. —Santi era una persona única, así disimuladamente me estaba pidiendo disculpas, las que con un abrazo acepté.
Me termine de despedir de ellos y nos fuimos en taxi, ante todo la seguridad.
Tan pronto subimos al apartamento y Martín cerró la puerta, nos empezamos a besar y rápidamente la ropa fue desapareciendo. Parecía que lleváramos meses incluso años sin vernos, pero así en ese frenesí de besos y caricias, él nos fue guiando hacia a habitación, donde terminamos de desquitarnos de toda la pasión y la excitación con la que llegamos.
Nuestros gemidos llenaban el lugar, era tan excitante que estaba frenética, no me podía controlar, y Martín tampoco, era pasión en su mas puro estado y cuando ambos llegamos a la cima del placer, estallamos en un coro de gemidos que sentí eternos, creo que hasta perdí la conciencia, porque desperté un rato después, para encontrarlo mirándome con una bonita sonrisa, todas sus acciones me hacían creer que esto era muy parecido al amor, amor de verdad.
Seguí soñando despierta y cuando menos pensé, el sueño me venció y me quedé dormida abrazada a él.
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¡Mierda y mas mierda! Ahora si estaba jodido, me estaba enamorando de Lorena, esto era lo mas terrible de todo, se suponía que no debía hacerlo, ella se estaba convirtiendo rápidamente en mi mayor debilidad y eso no podía suceder, si el jefe o alguien más de la organización se daba cuenta, estaría perdido, hundido, bien jodido.
Estaba pensando en eso, mientras veía dormir a mi bonita, se veía muy relajada, feliz; de un momento a otro, sentí mi celular vibrar en la mesa de noche, como pude me estiré y lo cogí, no quería despertar a Lorena, pero mierda, fue ver el nombre de quien llamaba y tuve que levantarme con cuidado para no molestarla. Salí de la habitación, lo que menos quería era que se diera cuenta o que oyera mi conversación.
—Si jefe, dígame.
—Mateito, bien hecho, acostarse con ella no debe ser una tortura, tan buena que está la condenada. Pero sabes, eso me gusta, cógetela cuantas veces quieras, enamórala, es fácil para ti; eso en algún momento me dará frutos, es un eslabón mas en la cadena de mi venganza, la vamos a destruir y muy bien hecho.
Apretando los dientes y los puños, respiré muy hondo, —si jefe, ese es mi propósito, no se preocupe, usted sabe que soy profesional, —decir esto me sonaba fatal y me sabia amargo. —Además es buenísima en la cama y me la voy a coger las veces que sean necesarias, todo por el plan, por la organización. Ese desgraciado del papá va a sufrir y ella también.
—Que bien oírte decirlo Mateo, no me defraudes.
—Si jefe. —Cuando ya iba a colgar, me dijo algo que me descoloco totalmente. —Por cierto, tu familia envía saludes, se veían muy bien hoy.
Respiré hondo, muy muy hondo. —Que bien jefe, gracias. Hablamos después que debo volver a la cama.
Sin decir nada más, me colgó. Era una porquería la situación, me dolía haber involucrado a mi familia, era lo peor, pero no podía hacer nada más, así que resignándome y pidiéndole a ese Dios que adoraba mi madre, que me ayudara en esta cruzada, volví a la cama y me acosté con Lorena, mi bonita.
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Yey!!! Por fin volví, perdón por la demora, pero fue en episodio en el que la inspiración se fue de mi lado. Trataré de escribir con mas regularidad, gracias por la paciencia y por leerme.
Espero les esté gustando la historia, es con mucho cariño que la escribo... me gustaría leer sus opiniones y ver muchas estrellitas por aquí.
Nos leemos pronto.
Liz
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