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Capítulo 16

Me tenía apretada contra su cuerpo estaba frenética, sentía la emoción del Martín, tenía sus manos en mis nalgas, estaba eufórica. Así continuamos besándonos en la misma posición, hasta que él se levantó conmigo en sus brazos y me dejo en el suelo, se quedó mirándome a los ojos.

—Amor, te juro que esto va a ser especial.

—Así lo creo. —Cuando dije eso, me volví a acercar a él y seguimos besándonos, pero esta vez Martín tomó la iniciativa y así tal cual como estábamos me empezó a llevar hacia su cuarto, éramos solo besos y caricias.

Ya estando allí, Martín empezó a desnudarme muy lentamente, lo que estaba ocasionado que me desesperara, era muy minucioso con sus caricias, pero justo en este momento, no necesitaba eso, necesitaba emoción, adrenalina. Cuando estuve en ropa interior, empecé a desvestirlo, tenía que hacerlo, así que no fui tan calmada, más bien un poco agresiva.

Martin no espero nada más, sino que se lanzó por mi sostén, me lo quito sorprendentemente fácil y rápidamente se dispuso a besar desde mi boca, bajando por mi clavícula, hasta llegar a mis pechos, donde con toda la dedicación del mundo lamió y beso, me tenía a mil, jamás había experimentado tanta pasión y eso que no llegábamos al postre.

Poco después me fue empujando hacia la cama, donde me dejó acostada, mientras el se quitaba su bóxer, era delicioso verlo solo con esa prenda, pero me sorprendió totalmente cuando se quedó como Dios lo trajo al mundo.

Rápidamente se subió a la cama y empezó una nueva ronda de besos y caricias, que empezaron con un ardiente beso en la boca y nuevamente fue bajando hasta quitarme la última prenda que quedaba, era delirante la manera en que parecía venerar mi cuerpo, no podía ocultar que no era mi primera vez, pero me sentía más nerviosa que cuando eso paso.

—Eres espectacular amor, me tienes loco.

No era capaz de hilar frases coherentes, pero lo intenté: —Tu también.

Se acomodó encima de mi cuerpo, pero sin aplastarme y siguió besándome, tocándome, estimulándome, cuando sentí que se acomodó bien entre mis piernas y mirándome a los ojos fue entrando lentamente, haciéndome sentir miles de emociones, permitiéndome verlo a los ojos en un momento muy íntimo, era abrumador ver tantas emociones en ellos. Oficialmente podría decir que estaba enamorada.

Cuando ya no pudo aguantar más la pasividad, aumento el ritmo, logrando sacarme un montón de gemidos, acompasandome con los suyos; solo escucharlo hacía que mi corazón se descolocara y latiera más rápido, aún más rápido. Así estuvimos en un frenesí excitante, apasionados, enamorados, hasta que de un momento a otro, llegué a mi punto máximo y literalmente sentí miles de emociones arremolinándose en mi pecho, sumado a los placenteros calambres de mi vientre. Poco después llegó él y se quedó quieto solo un momento, mientras recuperaba el aliento, para luego salir de mi y quitarse el preservativo, el cual ni siquiera supe en qué momento se colocó, mal punto para mí.

Estaba feliz, me sentía completa como hace mucho no me sentía. Cuando Martín volvió a la cama, nos acomodamos, apoyé mi cabeza en su pecho y las piernas entre las suyas, ninguno dijo nada más, solo nos acariciamos, pero ya sin ninguna excitación, era solo un momento de tranquilidad, algo de calma; tampoco era un silencio incomodo, era simplemente normal. Estuvimos así abrazados un rato, hasta que el cansancio de todo lo que habíamos hecho me venció y me quede dormida, seguramente con una sonrisa en mi boca.

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Mi chica era una gata salvaje, apasionada, una fiera, pero muy muy impaciente, se notaba que estaba desesperada porque le quitara la ropa rápido, pero me hice el fuerte y trate de hacerlo con calma, despacito, quería que esto fuera especial para ella, pero maldita sea si no me estaba enamorando. Ni siquiera esa mujer con la que dormí la última vez me hizo sentir tanto como lo hizo mi chica, mi bonita.

Era perfecta, todo me tenía como un idiota detrás de ella, era preciosa, tierna y fogosa, necesitaba hacer de esto algo especial, quería enamorarla así me doliera como nada el lastimarla después, tenia que hacer eso por mi familia, por el maldito jefe.

Noté que estaba tan emocionada que no se dio cuenta cuando me coloque el condón, estaba tan frenética y tan excitada que no se percató, pero aun así lo hice, podía ser lo que quisiera, pero no un desgraciado que dejara embarazada a una mujer, menos a la que amaba, menos en mi trabajo.

Sentirla, estar en su interior, conectar con ella de esa manera tan especial hizo que me emocionara, nunca había experimentado algo así. Claro estaba que mi chica no era tan experimentada, pero sabía seguirme el ritmo, aprendía rápido.

Como estábamos acostados descansando, empecé a acariciarle la espalda, a pasar con suma delicadeza mis manos por su cabello, su cara, su cuerpo, hasta que sentí, que respiraba suavemente y me di cuenta que estaba dormida, muy profunda, seguramente cansada por todo lo que hicimos hoy, era fascinante verla así, en mi cama, bueno en la cama del apartamento que me tenían asignado durante este caso.

Poco a poco me fui dejando llevar por el sueño, hasta que no supe de mí, también estaba cansado y mi cuerpo pedía a gritos un descanso.

Cuando volví en mí, busqué mi celular y como no daba con él, busqué mi reloj de pulsera, recordaba habérmelo quitado antes de desnudarme, tan pronto lo encontré, mire la hora, las 6:45 pm, supe entonces que teníamos que levantarnos, no podía dejarla tan tarde en su casa, seguramente ya deberían estar preocupados.

Como pude, me levanté con cuidado y me puse los bóxer, salí de la habitación y fui a la cocina para hacer algo de café y buscar algunas galletas, le iba a llevar algo de eso para despertarla.

Entré muy despacio para no asustarla, todavía estaba profunda, se veía perfecta. Deje la bandejita encima de la mesa de noche y me acerque a ella, en su oído le dije: —Preciosa, bonita, levántate.

Se desperezo de a poquitos, pero no abrió los ojos: —Mmmm no, déjame dormir. —Tenía la voz algo ronca por dormir y hablaba pasito, nada usual a como era ella.

—Lorena, son las siete, levántate y comes algo.

—¡Las siete! Me van a matar en la casa. —Solté una carcajada porque esa fue la manera más fácil para que se despertara del todo, era algo loco.

Me acerqué a ella y le di un beso, me di cuenta que ya no era tímida, estaba desnuda pero no le importó, parecía relajada, en su ambiente. —Estás radiante bonita.

  —Lo que tu haces en mi. 

Se sonrojo un poco, pero siguió sonriendo, así que le alcance la bandeja y ambos nos sentamos a tomarnos un café, por lo menos yo, ya tenía hambre. No dijimos nada más, solo nos dedicamos a lanzarnos miradas coquetas.

Cuando acabamos el café y las galletas, ella me propuso un bañito rápido, por aquello de ahorrar agua, por lo que entre risas nos metimos al baño y aunque nos demoramos un rato, no pasó nada más allá de unos besos y unas cuantas caricias, no porque no quisiéramos, sino porque ambos sabíamos que teníamos que salir rápido, para ir a dejarla en su casa.

Estaba seguro de que ese día tendría que conocer a mis suegros, aunque fuera algo informal, no podía solo dejarla en la puerta de su casa, tenía que sacar al Mateo caballero que vivía en mí y enfrentar la situación, por lo que me arregle un poco y espere a que ella se terminara de vestir y maquillar.

—¿Bonita, ya estas lista?

—Si Martin, ya casi salgo.

Conocía demasiado a las mujeres, ese ya casi, significaba algo cercano a quince minutos más.

—Bueno, Lore, voy a hacer una llamada mientras estás lista.

Salí de la habitación y me fui hacia el comedor, tenía que estar un poco lejos de ella. Después de unos cuantos tonos, me contestó el jefe.

—Mateo, ¿Cómo va todo?

—Bien jefe, todo va según lo acordado.

—Perfecto, ¿Dónde están?

—En el apartamento.

—Veo que acataste mi recomendación. Te metiste entre su falda. ¿o me equivoco? —¡Mierda! Cada día lo odiaba un poco más, primero el idiota con el que la robamos y ahora el jefe insinuando lo mismo.

—No lo hace. Jefe tengo que colgar.

Con una risa bastante hipócrita, me suelta en tono bien sarcástico: —Bien hecho. Al fin algo bueno. Estaré pendiente.

Tan pronto colgué me sentí un poco intranquilo, Tomás era un ser despreciable, cada día odiaba más tener que tratar con él.

Estaba en mis pensamientos cuando Lorena me llamo, ahí fue cuando decidimos salir del apartamento, pero no sin antes darle un beso de esos que la dejan sin aliento.

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Hola mis queridos lectores, hoy les traje nuevo capitulo, espero les guste mucho, tanto como a mi. 

Les quiero comentar que el próximo capítulo, lo estaré posteando el jueves o viernes de la otra semana.

Nos leemos pronto.

Liz

(No olviden comentar, para conocer sus opiniones)

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