Capítulo 10
Atsumu no debió de extrañarse al haberse descuidado en el segundo descanso. Bajó la guardia al creer que podía olvidar todo con facilidad de su amor no correspondido, que tampoco se preparó para lo que vería a futuro.
Vuelta por el pasillo, movimiento sutil, lugar solitario, sólo rellenado por dos cuerpos de adolescentes. Naranja y negro se combinaron, como una pequeña maldición para que todo el amor que tenía Atsumu hacia Shoyo fuera escupido. Mejillas sonrosadas, Hinata recargado contra la pared, brazos rodeando la ancha espalda de Tobio, pupilas temblorosas que brillaban cuando se encontraban y un pequeño beso en los labios que sólo rozó la comisura dejaron congelado a Atsumu apenas la mitad de su cuerpo estaba a punto de girar por el pasillo para llegar al patio trasero donde había hablado con Kageyama tiempo atrás. Su boca se le secó y sintió que estaba a punto de morir.
La lujuria impregnada en dos compañeros sexuales donde el amor no existía, simplemente no aplicaba para el dúo raro de Karasuno. No había espacio para Atsumu en esa ecuación, y él entendió lo que antes nunca quiso ni siquiera pensarlo.
El rostro de Shoyo estaba rojo hasta las orejas, y recibía gustoso algunos besos sin importarle que fuera visto por terceros, porque esa vez no estaban haciendo nada inapropiado en la escuela. El pequeño cerraba sus ojos y esperaba con paciencia a que el mayor devorara su boca, mientras apretaba más entre sus manos la tela del uniforme negro del cuervo azabache que se había encargado de sepultar sus oportunidades en cada beso propinado.
Fue ahí donde Atsumu palideció, al ver al chico jadear de la emoción y se abrazó con más fuerza al abdomen de su pareja, escondiendo su rostro entre su pecho y dejándose acariciar por la temblorosa mano suave de Kageyama sobre sus cabellos. Tobio tardó un poco en reaccionar, enrojeciendo con más obviedad en un marcado tono vivaz en su frente que ya había visto con anterioridad.
En ese diminuto instante fue cuando Tobio miró de reojo la figura estática de Atsumu Miya, completamente quieto y seco, como si se hubiera quedado paralizado. Miya, por supuesto, sintió un escalofrío, creyéndose atrapado por ese potente mirar y tuvo la sensación de ser el más patético del mundo. La descarada actuación de la única mano de Tobio que no acariciaba sus cabellos para rodear la cintura de Hinata y apegarlo más a él, junto con un asentimiento con su cabeza para agradecerle por haberlo ayudado a darse cuenta de sus sentimientos, sólo generaron que una de las cejas de Miya temblara, abatido.
Atsumu se había sentido humillado, desgarrado y con sentimientos escupidos que tiró Shoyo sin siquiera haberle dado la oportunidad de probarlos. Pero él, como buen actor, terminó por asentir ante el agradecimiento, y con los pasos arrastrando al retroceder y continuar su movimiento por otro lado, llegó la rabia a inundar su cara. Sus cejas arqueadas hacia abajo, el puente de su nariz arrugado y sus labios inferiores siendo mordidos de la impotencia por no poder actuar como el héroe de película que apartaba a su persona amada de posibles intereses amorosos, se presentaba.
—¡Maldito Tobio-kun! —gritó por fin después de haberse alejado lo suficiente de ese lugar. Subió las escaleras que iban hacia la azotea con completa facilidad, sacando humo de las orejas y luchando para que sólo sus ojos se quedaran en la humedad y no se adelantaran las lágrimas—. ¡Tobio-kun idiota! ¿Quién se cree para agradecerme? —renegó en voz alta, llegando al primer descanso de la escalera antes de subir al siguiente. Fue ahí donde una lágrima no pudo aguantar más y se le escapó de su ojo izquierdo, acariciando su mejilla, como si quisiera consolarlo—. Es un tonto-... —Su rabieta se escapó en un susurro y sólo pudo decir lo primero, ya que apenas levantó la vista, al final de la escalera, en el escalón más alto que daba a la azotea, estaba la figura congelada y quieta de Kita Shinsuke, con un rostro que no reveló para nada sus sentimientos y sólo inyectando esa mirada oscura sobre su persona, como si no se esperara y a la vez sí esos gritos temerarios.
Atsumu volvió a creer que era un idiota, ni siquiera teniendo suerte como para tratar de evitar todo contacto humano por casi 20 minutos del segundo descanso en ese lugar, porque ya había alguien ahí. Kita, comiendo solo, con bento en mano y sin parpadear.
Kita no dijo nada, Atsumu infló sus mejillas al sentirse seguro ante las preguntas y más lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Ya había aguantado demasiado.
Sollozó, empezando a subir por las escaleras con lentitud y entre tambaleos porque sus ojos se empapaban y le nublaban la vista. Fue ahí en el último escalón donde se detuvo, y quedándose a un lado de Kita que lo seguía mirando con duda, soltó un último resoplido en su enojo y se sentó a su lado.
—No vayas a preguntar qué pasó —advirtió con un pequeño toque de hostilidad.
—Está bien. —Atsumu se sintió un poco insultado porque Kita ni siquiera dudó.
No fue de extrañarse que el color rojizo de la furia acumulada empezara a llenarlo.
—¿No vas a preguntar qué pasó? —bramó con desespero, girando parte de su torso y un poco sus piernas para mirar al chico que estaba sentado a su lado, a punto de meter otro pedazo de carne en su boca. Como era de esperarse, se detuvo.
—Dijiste que no querías que preguntara, respetaré tu decisión... —asimiló su entendimiento que había sido provocado por el mismo Atsumu, y fue por esa razón que el rubio no pudo decirlo con certeza pero sabía que ese chico tenía un punto.
—Sí, pero, esperaba un poco más de preocupación. —Se quejó, dando un bufido que se mezcló con un gemido plañidero y terminó por volver a mirar al frente, donde trató de cubrir el pánico que lo inundó con sus manos escondiendo su bello rostro empapado de lágrimas y a punto de sentir su nariz tapada por sus mocos.
Fue en ese instante donde sintió unas pequeñas palmadas en su espalda que al principio le sacaron un pequeño sobresalto, obligando a apartar sus manos de su cara, para poder observar la silueta seria de Kita tratando de consolarlo, sin preguntar nada.
Entre esa mirada café que lograba traspasarlo, Atsumu tuvo una sacudida en su pecho y terminó por desbordarse, sacando otra tanda de agua salada disparada al rodear sus pestañas bajas. Un pequeño hilo de mucosidad también bajó por su nariz, tan pequeño, pero demasiado visible para su acompañante.
—Kita-san... —Lloró con dramatismo, viendo como el de menor estatura buscaba entre el bolsillo de su uniforme un poco de papel para limpiarlo, Miya lo recibió entre sus temblores y lloriqueos, y también notó como su compañero de aula dejó a un lado su bento y se puso de pie, ante la interrogante mirada de Atsumu.
—Iré a traerte una botella de agua, es bueno que tomes agua en estos momentos —aseguró, no extendiéndose más de lo que debería y sólo limitando su seriedad a bajar por las escaleras.
Ante la tranquilidad que emanaba la presencia de Kita que lo incentivaba a confiar, Atsumu pudo pensar mientras la espalda ajena se alejaba. Hinata era su persona amada, por supuesto.
Hinata Shoyo tenía un cuerpo muy hermoso, que ya había sido manchado por el esperma de alguien más. Pero le gustaba, a Atsumu le gustaba Hinata Shoyo. Por eso vivió una historia de amor.
Su simple historia de amor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro