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Capítulo 09

Doble capítulo por el Día KageHina, y hay que celebrar. ¡Feliz día!

—¿Podemos hablar, Miya-san? —Un cuervo de la escuela Karasuno que vestía de negro fue el detonante a destrozar en más de un sentido la historia de amor de Atsumu Miya. Y él sólo pudo tragar grueso, con la ansiedad bien marcada en su cara por la inerte figura seria de Tobio frente a su escritorio.

Hinata no estaba a su lado, algo ya meramente extraño, lo había visto salir en compañía de Sugawara después de que Kageyama le dirigiera unas cuantas palabras.

—¿Es sobre lo de ayer? —Se atrevió a revelar, pero sin soltar grandes cantidades para no perjudicar a ninguno de los dos implicados en lo prohibido. Aunque realmente no quería protegerlos.

Kageyama, muy a su pesar, terminó por asentir. Atsumu sentía que sólo lo estaban torturando demasiado, más de lo que quería. No quería que ese idiota viniera a decirle lo típico después de haberlo visto, no quería recordar a Hinata Shoyo teniendo relaciones sexuales en el almacén. Ya no quería ver nada...

—Está bien, pero que sea rápido —afirmó al final de cuentas, tras dar un suspiro y procesar sus propias emociones. Se puso de pie con un poco de dificultad y apretó sus labios para no decir nada fuera de lugar.

Para su virtud, Kageyama Tobio ni siquiera intentó decirle o reclamarle nada, sólo hizo unas señas silenciosas con sus ojos para que lo siguiera, de la misma forma en que las había utilizado tiempo atrás antes del primer descanso sobre la advertencia de no propasarse en cuanto a palabras con Hinata. Atsumu podía compararse en esos momentos como un subordinado de un jefe que había sido atrapado con las manos en la masa en la realización de algo incorrecto: ¿por qué se sentía así si él no había hecho nada? ¡Los que se estaban revolcando en el almacén del gimnasio eran ellos!

No fue que hasta sus pasos resonando por los pasillos colindaron con uno de los pequeños jardines traseros que la gente no utilizaba mucho, donde por fin Tobio dio indicios de parar, con las manos en sus bolsillos y sus pies deteniéndose frente a una jardinera. El rubio teñido copió su acción, y trató de buscar recobrar su compostura de superioridad que se le había arrebatado al entrecerrar un poco sus ojos y cruzarse de brazos.

—Bien, dime, ¿qué es lo que querías decirme? —Era admirable que pudiera mantenerse fuerte en el exterior, estando realmente dentro de su corazón hecho mierda.

—Tal vez no sea bueno que te diga que lo olvides, ya que es imposible, pero... —Encaró sin decir palabra alguna, girando por fin sobre sus talones para darle un vistazo certero al chico que estaba detrás de él. Miya tuvo que morderse la lengua para no quedarse callado y con el terror a flote: Kageyama tal vez no sabía lo que era la vergüenza, no se inmutaba a pesar de lo que estaba realizando—. Pero no le digas a nadie de esto, por favor —aseguró, por fin quedando realmente frente a frente y ahí fue cuando su superioridad de Rey cayó en picada, antes de dar una reverencia hacia abajo, en señal de súplica. El de ojos cafés se quedó mudo ante esa petición: ¿estaba oyendo y viendo bien?—. Hinata es un idiota, pero no quiero que él salga perjudicado por eso, prometemos que no lo volveremos a hacer ahí... —murmuró, siendo honesto en todo momento. La cordura que tenía Atsumu empezó a decaer, al escuchar las últimas palabras que salieron de la boca ajena.

Sus ojos se empaparon de lágrimas ante la figura quieta de Kageyama inclinada para hacer su petición y él tenía la boca seca. Tobio había prometido no volver a hacerlo con Hinata... en ese lugar. Eso no significaba que dejarían de hacerlo, pero sería en otros sitios.

No, no, no...

—No tienes que disculparte ni pedir nada, creo que no tengo el derecho de difundir lo que vi —aludió sin dar un pestañeo y felicitándose porque había logrado decir todo sin quebrarse—. Puedes estar tranquilo, no diré nada.

Como un acto tan puro que él antes nunca creería que poseía, notó como Tobio levantaba un poco la mirada, con la sorpresa contenida en su rostro, como si no se creyera que todo saliera tan fácil, pero sus orbes azules demostraban con sinceridad lo mucho que agradecía que las cosas fueran así.

—¡Se lo a-agradezco mucho, Miya-san! —gritó después de haberlo procesado, con un raro brillo en sus ojos y un rubor en sus cachetes que fue ocultado con otra reverencia mucho más pronunciada.

Otra de las razones por las que Miya odiaba a Tobio, pero nunca podía hacerlo al 100%. Esa felicidad fue sincera, y él sólo quiso burlarse en su cara para que él fuera el villano; pero no lo hizo, nunca lo haría.

Hinata Shoyo no tenía ojos para él...

Kageyama Tobio se preocupaba demasiado por Hinata, más de lo que simples amigos sexuales lo harían. En su petición sólo había mencionado al de hebras alborotadas y se dejó de lado a su persona. El amor lo volvía loco.

—¿Te gusta Shoyo-kun, Tobio-kun? —«Imbécil» era la única palabra que rondaba por su mente. Aun así, continuó con sus propias palabras que él había iniciado, dando una sonrisa sincera de su boca que tambaleaba por las desbordantes emociones dentro de él que querían formar un enorme remolino.

Kageyama por supuesto que reaccionó algo extrañado ante esa cuestión tan extraña, con un sobresalto y unos pasos hacia atrás, como si hubiera sido descubierto. Su cara que ya portaba el color rojo empezó a multiplicarse, extendiéndose incluso en un tono más pálido en su frente y su boca abriéndose de par en par, temblorosa. El joven que salía sobrando en la ecuación quiso reírse de él en la cara y burlarse con demasiada sinceridad por lo estúpido que era al tratar de recomponer su compostura, dando un titubeo tembloroso antes de tomar la decisión de cubrir con su enorme mano que de seguro ya había recorrido y acariciado cada parte del cuerpo de su persona amada, su boca.

—No lo sé... —susurró Kageyama, después de tratar de ser alguien incapaz de darse cuenta de lo obvio. Tobio trató de evitarle la mirada, y eso reforzó la idea de que Atsumu no podría odiarlo al 100% por más que éste se lo mereciera—. Nunca me he enamorado antes, creo.

—¿En serio? —Que no lo odiara al 100% no significaba que no fuera a molestarlo. Con eso en mente le fue fácil dar una sonrisa abierta de par en par y se preparó para su venganza—. Pensé que sí te habías dado cuenta, tu cara te delata solo... —Rio por lo bajo, queriendo sonar sarcástico e irónico ante la respuesta de Kageyama. Lo único que estaba haciendo era cavar su propia tumba.

Kageyama había llegado para recoger su historia de amor, y él había cavado el hoyo para tirar todos los restos rotos de sentimientos y emociones. El funeral estaba cerca y fue completamente venidero ante la dilatación de las pupilas del serio azabache de aspecto impenetrable e irritado. Kageyama Tobio se sorprendió al escuchar esas palabras, como si una iluminación hubiera llegado a él.

Atsumu ya sabía lo que seguía después en esa fórmula cliché.

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