Capítulo 07
Atsumu no pudo evitar soltar un grito agudo de sus labios, debido al pánico tremendo que sintió al ver una escena que nunca debió haber visto. Como pudo tapó su boca, deseando que nadie lo escuchara y se tiró hacia atrás por mero impulso. Miya entró en pánico, ya que, si bien pudo tener suerte y no lo escucharon gritar, fue seguro que sí oyeron cuando cayó de bruces al suelo, realizando un ruido familiar a cuando se deslizaban sus cuerpos en la cancha al caer.
Estaba contra la espada y la pared, y lo único que no pudo evitar hacer fue ponerse de pie como pudo, primero girando su cuerpo y empezando a correr a gatas, generando un chirrido mucho más evidente por las suelas de sus zapatos tratando de encontrar el perfecto momento de su despegue a una carrera de huida cobarde. Ni siquiera miró atrás, no quiso ver si alguno de los dos involucrados en romper su corazón en pedazos lo había visto. Eso era lo de menos.
Como pudo salió del gimnasio, escuchando con absoluta claridad un: «¡Miya-san!», de Tobio, queriendo llamar su atención. Pero no sirvió, no sirvió de nada, no ayudó en nada... él siguió corriendo. Su corazón a duras penas pudo sentirse tranquilo, cuando el aire fresco de esa noche de verano pegó directamente sobre su cara, y sus pies ligeros salieron de la escuela con éxito.
Su corazón estaba hecho pedazos, su boca seca y sus ojos se estaban poniendo vidriosos, a punto de llorar. Corrió como pudo hasta la parada de autobús donde se había separado por primera vez de Osamu y Kita y fue bajando la velocidad, empezando a tratar de respirar con tranquilidad para calmarse. Ahí fue cuando notó la silueta de Shinsuke, con una tranquilidad demasiado visible y un gesto inquebrantable como siempre. Miya maldijo por verlo justo ahí, en la vacía estación de autobuses donde planeaba refugiar sus lágrimas en un lugar seguro para llorar en silencio hasta que el siguiente camión llegara.
—¿Qué estás haciendo aquí, Kita-san? —Nunca creyó que le costaría tanto trabajo hablar con él.
—Pensé que podría esperarte —afirmó el chico con un obvio asentimiento, sin dar indicios de que estuviera mintiendo. Eso logró sacar un obvio reproche a Kita.
—¿Por qué harías eso? —murmuró, bajando la vista al suelo con completa formalidad, queriendo llenar sus propios sentidos en un llanto desastroso. Su orgullo era alto, llorar frente a alguien tan genial y frío como lo era Kita no era una opción. Desearía que el de hebras grisáceas hubiera partido con Osamu, no que lo esperara.
También, desearía estar en el lugar de Kageyama...
—Hinata y Kageyama son demasiado rápidos al limpiar. Una vez me tocó limpiar el gimnasio con Kageyama y acabó su parte casi a la par que yo —sinceró Kita esa afirmación, siendo reservado en sus palabras, pero no temiendo para nada usar un tono de voz alto. Shinsuke, para Atsumu, parecía ser ese tipo de persona que no se avergonzaría de nada, o que nunca sufriría por amor—. Por eso también llegué a pensar que tal vez cuando llegaras, la sala del club ya estaría vacía. Y como sólo Hinata y Kuroo tienen las llaves, tal vez no podrías recuperar tu prenda...
Kita era un extraño tipo de persona que no era muy habitual ver. Una persona aburrida pero que lograba sacar una sonrisa a Miya y por poco lograba que olvidara por unos segundos lo que vio en el salón del club.
—¿Y eso qué tiene que ver con que me esperaras? —Trató de sonar sarcástico y un poco hostil en su voz, tratando de sacar una rabieta de su boca que terminaría en un berrinche. Sin embargo, como era algo de esperarse, no funcionó en lo absoluto para Kita, ya que dejó pasar ese tono autoritario y se dejó atrapar en la plática.
—Quería saber si tenías un suéter escolar extra o algo así, ya que llevan poco tiempo en la escuela. No se me haría extraño que no tuvieran uniformes principales extras —afirmó el chico, dando un asentimiento un poco certero que logró captar por primera vez la atención de Atsumu. El mayor por fin pudo notar mejor la imagen de su compañero de clase, con sus pupilas cafés hechas líquido porque quería llorar: Kita no estaba usando su suéter escolar; en su lugar, lo tenía colgando en uno de sus brazos y justo ahora se lo estaba extendiendo—. Si mañana eso es un problema y si no tienes otro, puedes usar el mío para entrar. Yo tengo otros pares en casa... —declaró, dando un pequeño movimiento con su cabeza al querer dar su permiso. Eso, en efecto, logró que el atractivo rubio abriera sus ojos con mucha más fuerza que antes, teniendo todavía más el impulso de llorar ante la amabilidad palpable del mayor—. Aunque no creo que te quede muy bien... —asimiló de pronto, un poco dubitativo de sus propias acciones por primera vez.
Pronto, la visión de Atsumu empezó a distorsionarse, cayendo en seco al ver la inigualable figura de ese amable ser que no podía ser humano por tanta bondad en su cuerpo, y no aguantó más antes de ponerse a llorar como un pequeño niño. Todo se desbordó con su corazón roto y hecho pedazos, teniendo que tratar de cubrir la fuente de sus lágrimas al colocar su brazo sobre sus ojos.
—Aun así, creo que deberías de cuidar mejor tus cosa-... —Antes de que Kita pudiera continuar, fue brutalmente interrumpido por Atsumu al ahogar más fuerte un sollozo y buscar consuelo en él, al darle un gran abrazo para apegarlo a él. Kita se quedó congelado y no dijo nada al instante, perdido, sintiendo como era apretado y refugiado en los brazos ajenos en un modo extraño de consolarse a él mismo.
—¡Kita-san, perdón, mentí! —confesó, apretando más el cuerpo del que era más bajo que él por unos cuantos centímetros hacia su pecho—. ¡Mentí, sí traje mi suéter conmigo! ¡Sólo quería regresar a la escuela por alguien! —chilló, dejando de lado por primera vez su escena inquebrantable ante alguien con el que nunca había tratado y por azares del destino lo había encontrado ahí para que se desbordara.
Su pequeño corazón estaba hecho pedazos y sus ojos seguían demostrando esa horrible escena que quedó grabada en su interior. Ya no quería ver más a Hinata Shoyo, no lo odiaba, pero era doloroso.
Kita correspondió el abrazo un poco tarde y le dio unas pequeñas palmadas en la espalda sin decir palabra alguna. Atsumu creyó que podía llorar con más fuerza.
Ese hermoso cuerpo que portaba Hinata Shoyo, estaba seguro de que ya estaba sucio por el esperma de alguien más.
Jadeo intenso escapando de su boca, el pequeño chico de hebras naranjas que tenía abajo de él se deshacía en gemidos ahogados en la comodidad de su cama. Osamu había salido y sus padres estaban trabajando. El lugar era sólo para ellos.
Por eso el menor podía hacer el ruido que quisiera, mientras su estrecha entrada recibía positivamente el grueso miembro de Atsumu para la penetración. El chico cerró un poco sus ojos, dejando relucir unas cuantas lágrimas bajando por su tersa piel, producto del intenso dolor que estaba sintiendo al ser su primera vez.
«Primera vez», con eso Atsumu supo que algo andaba mal y fuera de lugar. Pero lo ignoró, lo ignoró e hizo oídos sordos cuando la excitación que sintió no tuvo comparación al ingresar todo su pene con lentitud en el cuerpo del chico mucho más bajo. Hinata gimió con fuerza y rasguñó su espalda en un vago intento de demostrar todo el dolor. Su voz cortada, presa del placer se le escapó, con un gemido demasiado notable y realista que captó la mente de Miya porque ya los había escuchado en persona.
Sus pieles sudorosas unidas sólo por la perfecta imitación de la procreación entre dos personas de diferente sexo fue el paraíso para Atsumu. Las largas uñas de Shoyo arañando su espalda y clavándose cuando las embestidas iniciaron y ese sonido indecente de sus partes al chocar con violencia, las embestidas aumentaban en cuando a intensidad y cegó por unos momentos los quejidos ajenos. Una de las manos de Shoyo que había llegado a parar a sus cabellos rubios los acariciaba.
Atsumu no perdió el tiempo y se encargó de lamer cerca del delgado cuello de Shoyo, en la parte baja, en el lugar donde su unía al hombro derecho una marca demasiado visible al colocar sus labios y dejar pequeños besos. Quería desaparecer la marca que alguien que él conocía le dejó.
Por eso sonrió satisfecho al alejar un poco su rostro para ver la marca rojiza que hacía entonación con su piel blanca, y pasó su propia lengua por sus labios, satisfecho de lo que había hecho. Shoyo, seguía jadeante abajo de él, y el pequeño bulto que presionó su abdomen bajo porque el pene del más bajo se levantó una vez más, provocaron que las embestidas fueran más cuidadosas al salir, pero entrando al interior de nuevo con fuerza.
—A-atsumu-san... —balbuceó el pequeño, hecho una bola de placer.
Atsumu se sintió satisfecho por eso.
—Atsum-..., ahhh.
Hinata sabía cómo volverlo loco.
—¡Atsumu-san, más rápido! —exclamó con éxtasis el más bajo, queriendo adueñarse de todo de él.
Atsumu dio un empujón más fuerte, jugando a ser un salvaje como cierta persona que conocía y que se había robado a Shoyo.
—Ka-kageyama... —El último gemido ahogado cuando Atsumu estaba a punto de eyacular, fue la voz de Hinata llamando a alguien que no estaba ahí. Miya dilató sus pupilas al oír esa afirmación, y miró con un miedo sincero al chico que estaba abajo de él, sudado, con los ojos entrecerrados por el placer que sintió al sentirse follado violentamente por Atsumu.
El único problema era que Atsumu no era la persona a la que llamaba Hinata.
—¡Kageyama, ahhhh!
Atsumu volvió a abrir sus ojos de golpe, sintiéndose nervioso al acoplar la vista a su habitación donde sólo estaba él, con una erección por el sueño húmedo que tuvo, una sensación de amargura, un recuerdo que no podría borrar, y con el vago deseo de querer estar en el lugar de Tobio.
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