Capítulo 05
—A-atsumu-san... —Un jadeo expresivo del más bajo extendiéndose por toda la habitación se coló por los oídos del mencionado. El pequeño Sol de la clase 2-3 de la preparatoria Karasuno había empezado a entender un poco más el mundo de los adultos.
Atsumu Miya era quien le estaba enseñando esa pequeña virtud.
Sus cuerpos sudorosos al ritmo de una melodía desastrosa que se deshacía en pleno movimiento cuando los golpeteos secos de su piel al entrar y salir se hacían cada vez más largos... el pequeño chico que se encontraba abajo de él, colocado en una posición demasiado excitante para la vista del rubio, ahora sólo daba pequeñas sensaciones molestas que terminaban por golpear su punto más crítico con los espasmos. Atsumu nunca creyó llegar demasiado lejos con Shoyo, incluso cuando la exposición de la Era más bella de Japón (según Atsumu) había terminado con éxito, nunca pensó que llegarían a ese punto: Hinata estaba abajo de él, los sonidos inapropiados salían de su boca, ese tipo de sonidos que Atsumu Miya había descubierto por accidente la primera vez que el más bajo lo llamó por su nombre.
El sonido ensordecedor lo llenaba, el cálido interior dentro del pequeño y estrecho agujero donde su pene tenía total libertad y prácticamente ese lugar era sólo para él. Su miembro parecía ser atrapado por las paredes de Shoyo, que se aferraba todavía más a las sábanas y trataba de esconder su rostro ruborizado por la conveniente posición en la que estaban: Atsumu no podía ver el rostro de Hinata, porque éste estaba en cuatro y él atrás de él. Pero eso no era lo importante en el momento, lo importante era que el ritmo de sus embestidas se había acrecentado, una de sus manos que estaban colocadas sobre sus esbeltas y delgadas caderas para poder llegar a tocar su próstata en medio del climax, terminó por bajar con completa seguridad por su cuerpo, hasta poder alcanzar el delicado falo del otro que había vuelto a tomar una larga erección después de haberse corrido más de tres veces sobre las sábanas. Al tenerlo al alcance de sus largos dedos, no perdió el tiempo y lo envolvió en su mano, empezando con pequeñas caricias que subían y bajaban, terminando en la punta donde se tomaba la libertad de permanecer más tiempo. Pronto, por supuesto, el ritmo se acrecentó mientras lo masturbaba, el movimiento acelerado provocó que los gritos que Shoyo trataba de tragarse al morder una parte de las sábanas, terminaran por escaparse, sin temor a que alguien los escuchara.
—Atsumu-san, ahhh... —Su voz se ahogó, terminó en un tono algo agudo el último grito y terminó por destrozar por completo sus propias emociones. Atsumu creyó estar en el paraíso, ¿qué demonios estaba haciendo?—. Atsum-... Atsumu-... —dijo el más bajo, levantando un poco más su trasero y haciendo que la poca cordura que le quedara, fuera utilizada para tirar sus caderas hacia atrás, queriendo que las embestidas aumentaran en profundidad.
Miya se volvió loco, se excitó más de la cuenta por lo tentador que era que alguien tratara de decir su nombre mientras era follado con demasiada fuerza entre una voz quebrada tan perfecta, que tuvo la impresión de que estaba demasiado cerca de eyacular.
Estaba...
Estaba, porque el despertador sonó. Atsumu despertó con el sudor rodando por su cara, la boca notablemente seca y con un terrible malestar en su parte baja al sentir que su miembro estaba levantado y sus calzoncillos pegajosos.
Había tenido un sueño húmedo.
Su cara ardió en rojo y lo único que pudo hacer fue meterse entre sus cobijas, tratando de cubrir el vergonzoso hecho.
—Hoy toca la clase de natación, Atsumu-san, ¿sabes nadar? —Hinata cuestionó de improviso al mencionado, cuando por orden de llegada les había tocado uno al lado del otro en el casillero donde se guardaría el uniforme escolar mientras estaban en la piscina de la escuela. Miya respondió a esa pregunta, primero con un pequeño respingo al notar que les había tocado juntos, y por suerte, había quedado en medio del extraño dúo que formaban Kageyama y Hinata durante todo el tiempo.
Eso lo llenó de una extraña dicha, pero sólo duró por unos extremos microsegundos antes de volver a chocar miradas con el chico amigable que siempre le dirigía calidez y una extravagante comodidad. Enrojeció con demasiada obviedad y trató de apartar la vista: eso era demasiado malo, muy malo, ahora no podía verlo a la cara por la vergüenza acumulada.
—¿Te pasa algo, Atsumu-san? —cuestionó con notable curiosidad Shoyo, tras deshacerse de su suéter escolar y proseguir a empezar a desabrochar su camisa. Atsumu dio un pequeño parpadeo y casi soltó un grito ante la obvia preocupación de Hinata.
No, no podía simplemente decirle algo tipo: «soñé que cogí contigo» de forma casual sin que éste tuviera reacciones incómodas por tan obvia afirmación, simplemente esa idea estaba fuera de discusión. Por eso, con los nervios a flor de piel, hizo todo lo posible para negar y tratar de calmar sus temblores.
Lástima que tenía dos amigos demasiado cooperativos a parte de Shoyo.
—¿Te duele el estómago? ¿La cabeza? ¿Algo? —pronunció con seriedad el azabache que estaba a su lado. El rubio teñido dio un pequeño brinco antes de girar sobre sus talones y ver a Tobio con una expresión seria, ya sin camisa y con una toalla enredada en su cintura porque tenía los pantalones abajo.
El cuerpo de Kageyama era atlético, tenía apenas unos pocos músculos marcados en su pecho y sus hombros, resultado de dedicar la mayor parte de su vida a jugar voleibol. Atsumu los contempló, un poco embobado con una mezcla de envidia bien marcada en su rostro. Por puro impulso, tuvo que apretar sus dientes ante un desafío que no existía y empezó a quitarse su suéter escolar. Los músculos de Kageyama podían bajarle o subirle la heterosexualidad a cualquiera (dependiendo de quién fuera quien lo viera), en ese caso, donde todos los chicos estaban atrapados en una escuela masculina... por supuesto que iba para abajo.
—Sí, estoy bien... gracias por preocuparte. —Kageyama no pareció del todo seguro a esa afirmación y se le quedó viendo con completa seriedad. Sugawara, de igual forma, se metió entre el pequeño espacio que lo acercaba más a Hinata sólo para tocar su frente al apartar sus rubios cabellos, queriendo comprobar que no tuviera fiebre.
Una de las razones por las que Miya no podía odiar del todo a Kageyama, a pesar de que le robaba la atención de Shoyo cada vez que se descuidaba, era por razones que se asimilaban a lo que acababa de pasar: se preocupaba por él. Podía odiar a Tobio... pero no mucho... sólo muy poco, ¡pero no mucho!
—No tienes fiebre, ¿o sí? —Sugawara continuó palpando, sólo provocando que un irritado Miya Atsumu tomara la nívea y suave mano de su compañero de clase antes de bajarla a su altura, simulando ser amable en todo momento porque creía que hablar con Koushi era ser demasiado apacible y paciente por esa personalidad tan esponjosa que resultaba empalagosa, pero no molesta.
—Sí, estoy bien. —Volvió a repetir, ahora siendo él el que no pudo evitar apartar la vista de los examinantes ojos cafés del de hebras grisáceas para poder encontrar una mentira en sus palabras, y posó nuevamente sus ojos en Shoyo.
Fue algo demasiado penoso, pero se sintió demasiado afortunado ante una oportunidad de oro como lo era ver a ese chico sin camisa. Ni siquiera tuvo que pedirlo, incluso ni siquiera se atrevió a desearlo, era mucho mejor que en su sueño donde se apoderaba de todo el cuerpo ajeno, porque la realidad lo golpeaba en la cara. Hinata terminó por deshacerse de su camisa, dejando relucir su pequeño cuerpo delgado y esbelto, delineando bien sus caderas sin dejar la complexión masculina de su cuerpo.
Miya apretó sus dientes una vez más y sus manos tardaron un poco en deshacerse de su primera prenda, queriendo capturar la mayor parte posible de esa vista sagrada que había encontrado en el ángel-humano, Hinata Shoyo. Sí, en cuanto a cuerpos bien formados, el de Tobio era 100 veces mejor, siendo obvio por el diferente tipo de horario deportivo que cada quien había utilizado durante su tiempo libre y en horarios del club.
Kageyama también sabía que su cuerpo era mejor que el de Hinata, dando una sonrisa socarrona de sus labios cuando cruzó miradas con el más bajo. Hinata, siendo de esperarse, explotó en completo rojo y trató de cubrir con sus brazos su pecho desnudo.
Otra vez la atención de Shoyo se la llevaba Tobio.
Queriendo ver el lado bueno, al menos podría ver mejor el cuerpo de Hinata sin temor a que éste lo atrapara con las manos en la masa. Otra vez, sus orbes cafés trataron de pasar por su pequeño cuerpo, ignorando el hecho de que el de menor estatura ya se acercaba al azabache con una toalla enredada entre sus caderas para poder bajarse los pantalones a gusto, y ahí, en el movimiento desastroso de su cuerpo lo notó...
Piel completamente blanca menos una parte de su cuerpo, un pequeño color rojizo hecho una marca apenas visible en la parte más baja del cuello que conectaba al hombro derecho. Demasiado grande para pertenecer a un mosquito, pero no lo suficiente como para poder decir con seguridad que cualquier pequeño insecto más grande que una mosca lo había picado.
Atsumu dilató sus pupilas ante la apenas visible marca que podía ser pasada por alto si no veías el cuerpo de Shoyo con detenimiento. El mismo Hinata ni siquiera lo había notado, al parecer.
Atsumu sintió una opresión en su pecho, algo revolviéndose dentro de él. De verdad, de verdad, de verdad, por favor, que fuera un mosquito demasiado grande. Ese hermoso cuerpo bien delineado de Shoyo, tal vez ya estaba sucio por el esperma de alguien más.
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