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Capítulo 04

Atsumu nunca creyó que agradecería con demasiada fuerza el simple hecho de que existiera una Era tan preciosa, tan bella, tan sublime y tan magnífica llamada Era Shuchou. Gracias a eso podía pasar casi una semana completa con Shoyo a su lado (Kageyama no contaba). Como tenían que cubrir grandes aspectos de la Era, apenas y el día anterior habían podido dividirse de forma correcta la exposición, porque los dos chicos se la pasaban peleando.

Ese día, tocaba invadir la nueva casa de Atsumu, sólo para ir alternando y no dejar toda la carga en Tobio por llegar siempre a su casa; y eso, por supuesto, daba una enorme ventaja a su propia inseguridad de que algo ocurriera entre Hinata y Kageyama mientras él no miraba.

Aun así, sabía que esas palabras sólo eran sus especulaciones, nada indicaba que realmente Kageyama fuera un verdadero rival romántico, pero él ahí estaba, con una paranoia bien respaldada pero que al mismo tiempo podía ser refutada.

—Tienes una cara de idiota demasiado feliz hoy, ¿ocurrió algo? —Su hermano gemelo entró en la pequeña sala, dejando relucir su honesta duda ante el tembloroso tamborileo de los dedos de Atsumu al golpear con una mesa algo alta que estaba frente al sofá donde estaba sentado.

La pregunta anterior algo precavida fue suficiente para que el menor le diera un obvio vistazo, ampliando más su sonrisa y mostrando esa extraña forma de actuar en él. Su hermano era demasiado perspicaz en sus acciones que a veces llegaba a ser aterrador.

—Nada, sólo estoy esperando a que lleguen mis compañeros de clase para un trabajo escolar —contó una parte de la verdad sólo que demasiado limitada. Osamu no pareció muy de acuerdo con esa pregunta, cerrando un poco más sus ojos caídos antes de alzar sus hombros al aire y tratar de pensar con más seriedad.

—No creo que ésa sea la razón, pero haré como que te creo, Tsumu idiota. —Esa respuesta bien podría ser lo único necesario para iniciar una batalla campal donde el perdedor sería el que tuviera la cara más arañada de los dos, pero el timbre de la casa asomando al visitante tiró por completo los planes ajenos. Atsumu en definitiva no pudo ocultar su obvia sonrisa escapando de su boca, creyéndose un buen mentiroso y un tramposo de primera gracias a la enseñanza de un amante llamado Sakusa que había dejado atrás al mudarse.

Había contado los planes de la exposición a Kageyama y Hinata en momentos distintos y cuando el otro no escuchara para dar horarios dispersos. A Hinata lo citó una media hora antes, sólo para tratar de poder entablar una amistad con él. Porque, aunque odiaba decirlo en voz alta, lo máximo a lo que tal vez llegaban ambos era a simples conocidos, sí, sólo a eso... pero eso podía cambiar.

—Hola, Shoyo-kun. —Por eso se sintió un ganador cuando al abrir la puerta pudo notar la silueta delgada de Hinata en el umbral. Sólo venía él, sin Kageyama a su lado como siempre, ¡porque se la pasaban pegados! ¡Maldición!

—Hola, Miya-san —consideró con una sonrisa el más bajo la amabilidad de su compañero de clase, dando una pequeña reverencia y una enorme sonrisa radiante de ángel que brillaba con demasiada fuerza. Un ángel casto y puro, tan inmaculado, tan intocable. Shoyo no podía ser un humano.

Esa sonrisa dulce que portaba, su cuerpo bien oculto en sus prendas holgadas que constituían de un short color verde oscuro y una playera blanca, eran de las muchas cosas que Atsumu veía en él.

—Puedes pasar —incentivo sus palabras con una actitud algo discreta, amable y apacible que antes nunca creyó poseer porque era fácilmente opacada por su lado más chillón e infantil en su hogar.

—Perdón por la intromisión. —Atiborró esa palabra que era utilizada en la cultura japonesa por pura cortesía, música para los oídos de Atsumu. Nada podía arruinarlo...—. ¿No ha llegado Kageyama? —Nada podía arruinarlo... excepto el nombre ajeno de ese azabache. Atsumu tuvo un titubeo al oír esas palabras, sintiéndose herido sin razón aparente antes de querer demandar su atención.

—No, todavía no ha llegado —aseguró, dando una pequeña inclinación en su cabeza y colocando su enorme mano sobre los delgados cabellos de Shoyo. Nuevamente, se volvió a llevar un obvio rubor en la cara del número 10 de Karasuno, sus pupilas dilatadas y una obvia vergüenza.

Atsumu volvió a tener esperanza.

—Mientras llega, ¿quieres comer algo? —Sacó de improviso, tomando de la mano al chico por mero impulso de querer llamar su atención, logrando que el chico nuevamente se mostrará más callado de lo habitual, con su actitud radiante de siempre siendo un poco opacada por su actitud reservada que sólo le era dirigida hacia él.

—Sí, ¡creo que eso estaría bien! —expresó su alegría el de hebras naranjas, con un extraño brillo en sus ojos por la ilusión de poder comer un poco algo delicioso.

Atsumu volvió a desear ser alguien más cercano a Shoyo, para que no fuera tan reservado como éste lo estaba siendo ahora. Eso fue lo que deseó, con su corazón hecho un desastre, dirigiendo el paso seguro de Shoyo detrás de él. Hinata no apartó su mano que Atsumu sostenía, pero tampoco le correspondió el agarre. En la sala se encontraron con Osamu, y Shoyo apenas y pudo ocultar su sorpresa de ver a dos gemelos por primera vez antes de dar una pequeña reverencia en modo de amabilidad. Osamu sonrió e hizo una cara burlona, y Atsumu dio un gruñido al ver que eso sólo significaba que no era una broma apacible y sumisa: era un ataque pasivo porque había encontrado una forma de molestarlo.

—¿Te gustan las galletas? —notificó un pequeño hecho Miya, cuando ambos entraron a la amplia cocina y por fin el mayor tuvo que tener la iniciativa de soltar su mano a regañadientes. Qué desperdicio.

—¿Hiciste galletas? —puntualizó sus sospechas Shoyo, logrando que Atsumu ampliara su sonrisa y diera un asentimiento casual.

—Sí —dijo, mientras le daba unas cuantas señas para que se acercara a él, para quedar frente a una barra con galletas que habían sido horneadas no hacía mucho tiempo. Sin embargo, se sintió un poco mal al mentirle a su persona interesada, porque su hermano gemelo había sido el responsable de esas creaciones que el menor ya tomaba entre sus manos y las miraba como la novena maravilla del mundo.

En su defensa, que él no cocinara estaba fuera de discusión en esa casa. Una vez casi quemaba la casa anterior en la que vivían, al querer prepararse un huevo revuelto.

Hinata masticó las galletas cuadradas espolvoreadas de azúcar en la parte superior, mostrando completa felicidad y conmovido por el delicioso sabor. Atsumu no pudo evitar perderse entre ese gesto completamente real: sus mejillas ligeramente infladas, sus mejillas rojizas bien definidas y sus delgados labios siendo ensuciados por pequeños trozos de galletas que no habían ingresado a su boca. Era un ángel.

Atsumu tragó grueso al ver esa escena, ante la idea de que si Hinata fuera otra persona, con una personalidad diferente, tal vez habría tomado la decisión de ser un poco más atrevido y lamería los pequeños trozos que quedaron cerca de su boca, antes de atacarle los labios para demandar territorio. Pero con Hinata creía que debía de frenarse, así que simplemente se limitó a pasar con uno de sus dedos por su pálida piel, sin siquiera pedir permiso o dar aviso previo, apartando los pequeños pedazos y maravillándose un poco como un gusto culposo por poder tocar con dicha un poco la comisura de sus labios. ¿Lo mejor? Hinata no pareció cohibido, en su lugar, le dedicó una potente mirada atrapada en el color café, antes de que su mente tomara la necesidad instintiva de acercarse a él y ampliar esa sonrisa.

—¡Quedaron genial, Miya-san! —Se sinceró el número 10 de la escuela masculina Karasuno, dando unos pequeños saltos de la emoción que llenaron de vida el corazón del rubio.

—Puedes comer todas las que quieras —coqueteó a su modo, empezando con sutileza para terminar con una indirecta muy directa que fácilmente podría ser tomada como juego si es que llegaba a fallar. Shoyo no perdió el tiempo para tomar otra galleta, y Atsumu creyó que simplemente ya había aguantado suficiente—. Si te casaras conmigo, te prepararía esas galletas diario... —soltó de improviso y sin titubeos, pero realmente estaba sudando como loco y su mente repasaba una y otra vez que se estaba condenando él solo. Debía de aprender a cocinar de inmediato.

Para colmo de sus males, Shoyo dejó a media mordida la galleta que había tomado, dando la impresión a Atsumu de que lo estaba pensando con completa seriedad, sin mostrar ninguna vergüenza clara en su cara al mirar con detenimiento la galleta. Miya creyó que la había cagado en grande, entró en pánico y pensó que lo mejor era dejarlo todo como una broma.

—¿Shoyo-kun...? —Su nombre susurrado quedó a media palabra, cuando Shoyo por fin levantó la vista y miró al chico, antes de echarse a reír a su lado y volver a acercar la gallera a su boca.

—¡Suena bien, Miya-san! —indagó más en la indirecta, y Atsumu no pudo evitar quedarse sin aire ante esa afirmación. Una pequeña sonrisa amuebló sus labios, ante la bonita contestación que recibió del chico, que ni siquiera pudo pensar en si Hinata lo había dicho en serio o había creído que era una broma y trataba de seguirle el juego.

—En ese caso, puedes llamarme por mi nombre —declaró, inflando su pecho de orgullo y dejaba relucir su más extraña felicidad ante la curiosa mirada atenta del más bajo—. ¡Ya q-que tendríamos el mismo apellido! —confirmó, dando una pequeña risa que lo hizo tartamudear al instante. Ojalá y los latidos de su corazón desbocado alcanzaran los preciosos oídos de Shoyo.

Hinata amplió su sonrisa ante esa afirmación, dejó que el rubor inundara su cara. 

En ese mar carmesí algo se quebró, y Miya supo que ya no había vuelta atrás, al ver que en las pupilas de ese precioso ángel, él no se reflejaba.

—Está bien, Atsumu-san...

Un escalofrío recorrió la columna vertebral del mencionado, ante el extraño tono coqueto y seductor que salió sin querer de la boca ajena. Su nombre en ese tono le dio más puntos a la impresión.

Atsumu pudo entender que ya no había vuelta atrás, y que esa dulce sonrisa que remarcada sus pequeños mofletes, también podía ser retorcida por el placer. Porque Shoyo Hinata era humano, después de todo.

Atsumu creía que de verdad le gustaba Hinata...

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