Las cadenas que lo contenían se han roto. Sus pisadas levantan una nube de polvo que lo oculta de la atenta mirada de los cielos. Con él avanza una tormenta de buitres y cuervos, que graznan hambrientos, ansiosos de devorar a las innumerables victimas que dejara a su paso, si lo dejamos llegar a nuestras ciudades.

Este demonio de nombre perdido avanza por las tierras llanas hacia mi hogar, como si la malicia y el deseo de propagar la muerte lo guiaran.

Padres, hijos y hermanos de todas las naciones aledañas se han presentado a dar batalla. Somos todos compañeros, humanos, una especie que se ha combatido a si misma por cientos de años, y que ahora mira de frente al verdadero enemigo, el final tiene un rostro y todos lo hemos visto a los ojos.

Flechas, espadas, ballestas, lanzas, cada arma que conocemos ha sido reunida con la intención de darle muerte a esa bestia sin alma.

Sus patas son mas gruesas y mucho más altas que cualquier torre que mis ojos hayan visto. Su cuerpo abarca todo el diámetro de una ciudad. dos poderosos cuernos sobresalen de su cabeza y se tuercen violentamente hacia el centro.

Con cada paso que da la tierra tiembla, y cientos mueren. Con cada paso que avanza el final esta más cerca. De sus patas se desprende un hedor a carne y podredumbre asfixiantes, quienes se acerca a esa cosa y vuelven lo hacen enfermos.

Por ello es que los que van, elijen muchas veces no regresar jamás. Todos quienes lucharemos hoy seremos mártires.

Y quien sabe si lleguemos a ganar. Quienes ya cayeron nunca sabrán si su sacrificio sirvió para algo. Puede que yo mismo caiga antes de conseguir nada.

Pero deposito mi fe, en todos aquellos que vendrán después de mí.

Mientras monto mi caballo me dirijo hacia aquellos campos, sin nada más en mis manos que las riendas, la espada, y mi esperanza.

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Zahariel: .. fascinante