Prólogo
La bella ciudad de Camelot ardía en llamas mientras que el rey Arturo se encargaba de que los pocos habitantes que habían quedado con vida, después de aquella terrible masacre por parte de Mordereck y los magos oscuros estuvieran a salvo. La reina Ginebra había fallecido en aquél ataque tan brutal, sin embargo pudo rescatar justo a tiempo a la pequeña hija que habían tenido aquella mañana. El rey debía pensar en alguna forma de salvarla y no se le ocurría nada por lo que, desesperado por salvar a su preciada hija, la última descendiente del linaje de los Pendragon y próxima portadora de su espada Excálibur, acudió al que fue en su tiempo, su mentor, el mago Merlín, quien la envió a otra época. Una más moderna y distinta, pero también, lo que era mayor prioridad: Ella estaría a salvo. Todavía no tenía nombre, pero en una rápida nota que pudo escribir se leía:
???: Camelot -la pequeña bebé, que tenía apenas un día de nacida, se encontraba en manos de la madre superiora (lo abreviaré como MS) que estaba a cargo de aquél orfanato que la Iglesia apoyaba, y del cual algunas monjas y sacerdotes estaban a cargo- Curioso nombre para una niña, pero será mejor que te lleve dentro pequeña
La pequeña bebé la miraba con unos grandes ojos castaños, curiosos y algo confusos ya que no entendía lo que aquella mujer le decía, pero sí entendía que ella era una buena persona.
La madre superiora dio un suspiro y se preguntó cómo era posible que alguien pudiera abandonar a una niña inocente y, a sus ojos, tan hermosa a las puertas de un orfanato. Miró alrededor buscando al responsable de tal acto pero no lo encontró. Sin embargo, el responsable se encontraba oculto con su magia precisamente para que nadie lo viera, y poder asegurarle al rey que su pequeña y única hija estaba a salvo. Lo que para él serían muchos siglos de espera, para la pequeña sólo serían dieciséis, por lo tanto, regresó a su época y una vez entregó el mensaje al rey, éste se retiró, para luego no ser visto nunca más. O, al menos no durante unos cuantos siglos. Hasta que llegase el momento adecuado, de revelarle a la joven princesa la verdad de sus orígenes.
Ya más entrada la noche, la madre superiora había encontrado una cuna libre para la pequeña Camelot y se encontraba leyendo en su habitación, la nota que tenía la pequeña entre la manta que la arropaba y se sorprendió al saber todo aquello, sin embargo, tuvo una especie de señal, que le avisó que todo lo que pasaba era cierto y que ésta niña venía de una época más antigua, por pedido del mismo rey Arturo, del que hablaba la leyenda de la mística Excálibur. Y si sus sospechas eran acertadas, entonces, esa niña era de un linaje real antiquísimo y sería la próxima reina de Inglaterra, a quien debía cuidar con sumo cuidado y cariño. Pues la pequeña ya había causado cierto apego en el corazón de la madre superiora. Sin embargo, aquél orfanato también era una escuela, por lo que tendría que vigilarla en las clases de historia y ver que nadie tratase de dañarla.
Aquella noche, sin embargo, hubo un contratiempo. Un espía de Mordereck que sí supo de la existencia de la niña y que, corriendo a toda prisa, fue a avisar a su señor, quien le ordenó vigilar con cautela cada uno de sus movimientos, sin ser descubierto por ninguno de los caballeros. Esto último sorprendió al espía, ya que no esperaba que quedase nadie de la antigua mesa redonda.
Por otra parte, algo que Mordereck ignoraba, era que el mismo rey Arturo seguía con vida, por obra de Merlín quien dos años después de la destrucción de la ciudad de Camelot, lo había enviado a la misma época en la que ahora se encontraba su hija y que estaba al tanto de todo lo que sabía su enemigo hasta el momento. Además de que, usando la misma magia, Merlín también trajo a esta época, a los antiguos caballeros de la mesa redonda.
Por otra parte, la joven Camelot (la niña) iba creciendo poco a poco, convirtiéndose en la viva imagen de su padre, mientras era vigilada desde las sombras por el espía que mandó Mordereck aquella noche, quien ahora era uno de sus profesores. Pero también uno de los caballeros de la mesa redonda la protegía sin que ella lo supiera, manteniéndola a salvo de aquél espía, quien en su tiempo fue uno de los caballeros de la mesa redonda también, y uno de los más leales a Arturo. Algo que causó desprecio en sus compañeros cuando supieron la identidad del traidor.
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