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Capítulo 43| Siempre Juntos

A I L E E N
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—Quedas condenada a pasar la eternidad en el tártaro —escuchó la sentencia de mi padre, que castigó con dureza a Merope. Sus otras cinco hermanas la veían con dolor, pero no podían hacer nada porque sabían que su hermana hizo algo malo y debía recibir un castigo por ello. Por más que quisiera mirar a otro lado no podía evitar pensar en el dolor de sus hermanas al perder a una más, algo tenía que hacer por Merope.

—Papá —interrumpo a mi progenitor dejando de ver a las hermanas que estaban llorando en silencio, viéndolo a los ojos grises, trague saliva juntando valor para pedir un favor. —Creo que debes reducir su castigo, estoy bien y ya han perdido a una de sus hermanas, no me parece justo que pierdan a otra —hable sonriente de la manera en que mi padre no se puede negar a ninguna de mis peticiones. Lo medito por unos minutos en donde todos estábamos conteniendo la respiración esperando a su nuevo veredicto y habló de nuevo con su estruendosa voz.

—Te sentencio a cien años acompañando a tu padre Atlas, cuando cumplas tu sentencia podrás volver con tus hermanas —contestó mi padre viendo como las pléyades saltaron de felicidad al oír que no perderían para siempre a su hermana. Merope dejó caer una lágrima de sus ojos y con la mirada me agradeció, no porque nos hagan daño, debemos devolverlo a la otra persona.

—Esperen sus hermanas podrán visitarla una vez por mes, solo podrán estar un día con ella —añado viendo a mi padre que asintió levantando su mano derecha y asintió dejando caer un rayo al suelo para dictar su sentencia. Las pléyades corrieron a abrazar a su hermana que lloraba inconsolable, me dio mucha tristeza, pero no podía hacer nada más por ella, hice lo que pude para que no perdiera contacto con sus hermanas, ya perdió a una, no quiero que pierda otras cinco.

Me fui de la sala de tronos con mis padres para despedirme de ellos, aún le quedaban muchas cosas por solucionar antes de volver a casa, los extraño, pero debían cumplir con su deber, así como yo con el mío. Abrace a mi padre con fuerza, así no lo extrañaría tanto, su aroma me embriaga y la sensación de protección creció dentro de mí. El dejo un beso en mi frente dándome un último abrazo con fuerza y me soltó. Gire para ver a mi mamá, mis ojos estaban lagrimeando un poco y pase mi mano para despejar esas lágrimas. Una princesa jamás demuestra sus emociones en público, mi mamá se acercó apartando mis manos de mi rostro.

—No —dijo en un tono suave. Acarició mi mejilla con sus manos, tan solo la miré con sorpresa por sus acciones —Debes ser tu misma hija, no puedo pretender que seas perfecta Aileen, ni siquiera yo soy perfecta —cometo quitándose su corona y desató su moño pulcro que siempre mantenía su cabello peinado y perfecto. Se colocó de nuevo la corona y su cabello le dio un aire menos serio, una sonrisa ancha apareció en su rostro. No había visto a mi mamá de ese modo salvo por los cuadros que adornan algunos sitios del olimpo. Donde se veía a mi madre cuando era más joven, siendo cortejada por mi padre, que también se veía joven en un aire más jovial y no tan autoritario. Mi madre me quitó mi corona y dejó mi cabello suelto como a mí me gusta usarlo cuando ella no está. Volvió a colocar la corona sobre mi cabeza y me abrazó. —Te amo, seas como seas hija —solté a mi madre con las lágrimas corriendo por mi rostro hasta descender por mi clavícula. Mis padres se abrazaron y se fueron envueltos por un rayo.

—Los extrañaré —susurré a donde antes estaban mis padres limpiando las lágrimas que no dejaban de caer por mis mejillas. Sonreí acomodando mi cabello y giré para irme a mi habitación, estaba muy cansada.

Mi cuerpo chocó contra un pecho duro y firme que se cruzó de improviso en mi camino. Ese aroma tan peculiar masculino me dio la idea de saber contra quién había chocado. Alce mi mirada para encontrarme con los ojos de Damián brillantes como cientos de luciérnagas en la noche.

—Princesa —se inclinó haciendo una reverencia, algo que me pareció extraño, pero lo dejé pasar. —Tenemos que hablar —comunico y en ese momento un nudo se formó en mi estómago al escuchar esas palabras de su boca y al ver la seriedad de su semblante. Estoy asustada.

—¿Volverás a dejarme? —preguntó con enfado. Sentí el cosquilleo de los rayos en mis manos y tenía la certeza de que si me enojaba terminaría lastimando Damián con mis poderes y no podré controlarlo.

—Es lo mejor para ti, que me aleje o terminaré lastimándome sin querer como a todos a mi alrededor. Mi madre hizo un trato con Hades antes de que yo naciera y desde que nací la oscuridad es parte de mi Aileen. Todo lo que amo tiende a morir tarde o temprano, es por eso que alejó a las personas de mí. Primero a Jayden, luego a mi papá y ahora a ti, no quiero perderte—. Agacho su cabeza evitando mi mirada, lo que me dijo me hizo entender muchas cosas, pero porque ahora venía a decirme esto.

—No voy a alejarme de ti, no otra vez, yo te amo Damián. Es que no lo entiendes... no voy a morir, soy inmortal —afirmó acercándome a él. Con mi mano toco su rostro, haciendo que este me mire a la cara, necesito que me diga todo lo que siente viéndome directamente a los ojos. Ambos teníamos miedo y eso estaba bien, pero lo que no está bien es rendirnos si ambos sentimos lo mismo.

—Hace un par de días estabas a punto de morir, ¿lo olvidas?

—Fue una venganza que quisieron cobrar por culpa de mi papá —le recuerdo. Lo que pasó con Merope fue algo relacionado con mi familia, no con su maldición. —Siempre juntos — acerqué su rostro al mío, atrapando sus labios con violencia, con un desenfrenado deseo por demostrarle cuánto lo quiero. Tenía una necesidad de sentirlo cerca, de sentir ese calor que emana de su cuerpo cuando está junto al mío. Lo quiero a él.

—Mi princesa del rayo, sin ti no puedo estar —dejó un sonoro beso en mi mejilla y otro en la punta de mi nariz que me dio cosquillas. —Te amo, Aileen y ni el tiempo ni la distancia podrá cambiar eso. Me atrapaste mi princesa, me tienes entre tus manos, solo te pediré una cosa, cuida mi corazón —tomó mis manos entre las suyas y las besó con cuidado. Ya quiero tener hijos con este muchacho, estoy segura que nos saldrán hermosos.

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Emma me llamó dándome la noticia de que con Adam finalmente formalizaron, también me contó que su hermanastra regresó a casa diciendo que había escapado algunos días con su novio Jayden para pensar en algunas cosas. Le pidió disculpas a Emma por lo del secuestro, pero su hermana Merope le dijo que si hacía todo lo que ella decía lograría conocer a su padre Atlas. Acepte las disculpas de la chica después de todo solo quería conocer a su padre y yo me encargaría de que eso pase para hacer borrón y cuenta nueva después de todo no quiero que queden viejos rencores.

Quise llevarle un regalo a Emma por haberla metido en el embrollo que es mi vida, por mi culpa casi la matan. Mire la tienda de discos algo indecisa, no sé qué música escucha Emma ni tampoco sé que estilo es el adecuado para ella. Damián a mi lado aprieta mi mano indicándome que entre, observó de nuevo las puertas corredizas que muestran los posters de bandas de rock alternativo. Caminamos dentro del local encontrándome con pasillos y más pasillos llenos de mesas con discos de todos los estilos posibles.

Damián me arrastra por los pasillos enseñándome sus bandas favoritas hablando de las siestas de canciones que tenía que mostrarme cuando veía que no sabía de lo que me estaba hablando. Entre tantas estanterías fui reconociendo los nombres de algunos grupos que había visto en la habitación de Emma. El semidiós del amor me ayudó a escoger el último álbum de una de las bandas que Emma escucha tanto.

Ni teniendo el disco en mis manos el tour por la tienda término Damián me llevaba por los pasillos viendo las distintas cestas con los grupos que él me enseñaría más tarde. Me reí a carcajadas cuando mi novio comenzó a imitar a los cantantes de maneras muy graciosas. Tirándome hacia atrás comienzo a reírme y el flash de una cámara captó mi atención deteniendo de abrupta manera mis risas. Damián tenía su celular entre las manos mirando la pantalla con una sonrisa. Sus ojos se elevaron hacia mí cuando comencé a hacer poses para la cámara.

Pasamos el día paseando por el pueblo de Emma sintiéndonos unos mortales más por aquel lugar tan tranquilo y pintoresco. Por un segundo me sentí como una mortal más y no la hija del jerarca del olimpo donde todo el mundo buscaba cumplir su venganza haciéndome daño a mí. La mano de Damián apretó la mía cuando salimos del pueblo con una sonrisa que me daba seguridad y caminamos por la ruta desértica. La oscuridad nos cubría haciendo nuestra salida más discreta, Emma me había advertido que un grupo de jóvenes adolescentes estaban buscando pistas acerca de los extraños rayos que caían en el callejón cuando no había tormenta. Cuando escuché eso no podía creer que se dieron cuenta de mis visitas cuando Apolión apareció de la nada en un callejón con un grupo de jóvenes.

¿Vamos mortales a nadie se le hacía raro eso?

—Esta noche sí que Adonis se lució con esas estrellas —habló Damián mientras miraba el cielo nocturno cubierto de estrellas y la majestuosa luna. Sonreí viendo las pequeñas lucesitas, después de todo tenía motivos para estar contenta, tenía a mi novio junto a mí. La felicidad tiende a ser efímera, todo tiene su tiempo y el de ser feliz, acabo. El intruso que se robó nuestra felicidad media tres metros, tenía un solo ojos y una fuerza increíble. Un cíclope nos veía con odio mientras babeaba, la carne de semidiós o incluso de un dios es deliciosa para un monstruo.

Elevo su mano llevándola a su espalda y rápidamente le lancé un rayo que cayó justo en su único ojo. Con un gruñido de dolor el monstruo dejó caer su enorme garrote de madera con el cual nos iba a hacer puré. Damián estaba en posición de ataque con su espada lista para cuando el monstruo se acercará amenazante a nosotros. No tuvimos que esperar mucho tiempo, pues el monstruo rugiendo se acercó a nosotros queriendo aplastarnos con sus pies. Saqué el brazalete de mi brazo que se convirtió en una espada al instante, tan brillante como mil rayos.

Mire a Damián haciéndole señas para que atacara en el tobillo del monstruo, yo haría lo mismo con su otra pierna. Ambos esquivamos las pisadas del monstruo y enterramos nuestras espadas en sus tobillos. Cayó la bestia emitiendo un gruñido de dolor ensordecedor, por suerte para los mortales lo que estaba pasando es totalmente invisible para sus ojos. Saqué mi espada de su tobillo y corrí hacia la cabeza del monstruo donde enterré mi espada en su ojo lanzando un rayo en este. El cíclope desapareció dejando las espadas enterradas en el suelo de la ruta. Tome mi espada que volvió a ser un brazalete y lo coloque en mi brazo, este artefacto salvó mi vida. Note como Damián colocaba un anillo en su dedo y con una sonrisa se acercaba a mí.

Me gustaría poder ser como el sonreír a pesar de que hace unos segundos casi nos matan porque seguramente alguien más quiere cobrar venganza. No podía arrastrarlo a este mundo en el que vivo y estoy acostumbrada a que me lastimen cada dos por tres. Toda mi vida he sido resguardada del mundo por mi seguridad, siendo protegida por mis padres y hermanos. Ahora me encuentro sola y no voy a arrastrar a más personas en mi extraña vida, no quiero hacerle daño a lo que más quiero solo porque no puedo alejarme.

Tampoco quiero que se olviden de mí o que piensen que soy egoísta por querer enfrentarme a todo esto sola. Lo cierto es que esta es mi batalla, algo que debo enfrentar sola lo que me resta de la eternidad o hasta que mi padre habrá la venda de caza para con sus enemigos. No creo que tampoco se arriesgue a que pase algo como cuando Perseo me raptó cuando era pequeña, el primer intento falló, pero el segundo lo lograron. Mis padres desesperados buscaron por todos lados, pero no hallaron ni rastro de mí, yo no recuerdo mucho luego de que me levantaron de la cama y me echaron un polvo a la cara antes de que pudiera gritar.

Mi salvación apareció en un niño de mi misma edad que con una transportación de oscuridad logró sacarme de ese horrible lugar con vida. Jamás supe cómo se llamaba, lo único que recuerdo es que me dijo que le dijera D.

—Tengo miedo de que algo malo te pasé por mi culpa —corrí a los brazos de Damián escondiendo mi rostro en su pecho. Su mano frotó mi espalda intentando darme ánimos, los cuales sirvieron para que lograra verlo a los ojos.

—No me pasará nada malo, princesa del rayo —beso mi frente apretando mi pelvis contra él —Siempre juntos —suspiró asintiendo, ambos tenemos válidas razones para que el otro termine lastimado. Aun así, queríamos permanecer juntos porque de eso se trata el amor, superar las pruebas que surjan por el camino. Siempre debemos pelear por lo que queremos y si la otra persona hace lo mismo es la indicada. Damián es el indicado para una princesa con un montón de fallas como yo. Al igual que yo soy la indicada para un chico que pierde todo lo que ama a excepción de mí.

—Siempre juntos —aseguró. Juntando nuestros labios al tiempo que un rayo nos envolvía viajando de nuevo al Olimpo.

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Quedan dos capítulos para terminar.

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