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Capítulo 41| ¿Dónde está ella?

A I L E E N
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Estoy perdida, Emma no responde mis mensajes, ni atiende mis llamadas, algo muy extraño porque mi amiga aunque esté en el trabajo siempre encuentra un segundo para contestar un mensaje. Viaje a la tierra corriendo a la casa de los Rodríguez tocando el timbre en reiteradas ocasiones, al punto que llegué a golpear con mis puños la puerta, pero nadie salió a abrir. Tengo miedo de que algo le esté pasando a Emma o que Maya le haya hecho algo por mi culpa, corro a la puerta del patio trasero, comprobando que por desgracia esta se encuentra cerrada.

—¡Rayos! —grité pateando la puerta frustrada a punto de ponerme a llorar porque algo muy en el fondo de mi ser me dice que algo malo está pasando. Con la palma abierta golpeó una vez más la puerta frustrada a punto de gritar una vez más.

—¿Puedes dejar mi puerta en paz? —habló una voz femenina que me hizo hervir la sangre. Caminando unos pasos hacia atrás levante mi mirada para ver como por una ventana del segundo piso apareció la rubia oxigenada con el cabello revuelto y la mejilla roja por un golpe.

—¿Dónde está ella? —exigí saber con los puños apretados, no precisaba decir a quien me estaba refiriendo a la única persona que venía a visitar es a Emma. Maya me dedicó una sonrisa de lado y acomodando su cabello me miró con superioridad.

—Te dije que no te metieras con Damián, su pequeña fiestecita en el olimpo te salió muy cara, ahora atente a las consecuencias —dictaminó ella girándose para luego desaparecer, dejándome con las palabras en la boca.

—¡Reza a los dioses porque Emma aparezca sana y salva o te juro que lo pagaras caro, rubia, oxigenada! —amenazó viendo la ventana vacía, sé que ella me estaba escuchando, aún enfurecida me fui envuelta en un rayo al olimpo.

Aparecí en la sala de tronos, caminé al trono de mi padre donde me senté, quería concentrarme lo suficiente para mantener una comunicación con él telepáticamente. Sintiéndome calmada, con la mente despejada sentí que los rayos me envolvieron y caí en un lugar mullido pero cómodo. Abriendo los ojos veo que estoy en una enorme cama donde estaban descansando mis padres, la guerra acabó, pero debían seguir aquí para mantener el fuerte seguro antes de mandar hasta el último monstruo al tártaro. Papá fue el primero en despertar, reaccionando rápido con una espada en sus manos, me estaba apuntando. En cuanto se percató de que era yo tiró la espada y me abrazó con fuerza. Necesitaba tanto este abrazo. Mamá se unió a nosotros dejando escapar algunas lágrimas, nunca en la historia había visto a mi mamá llorar.

—¿Cómo llegaste hasta aquí princesa? —habló papá separándose de mí para verme a los ojos.

—Recordé lo que me dijiste el día de mi coronación papá. Si en algún momento tengo miedo y no sé qué hacer tú siempre estarás para guiarme —respondo abrazándolo de nuevo escondiendo mi rostro en su pecho intentando calmar mis emociones.

—¿Qué sucede princesa? —interrogó mi intuitiva madre acariciando mi cabello, un gesto tan cariñoso que me hizo estremecer. Los extrañaba tanto.

—La hija de Prometeo me amenazó de que si no me alejaba de Damián le haría algo malo a Emma, mi amiga. Hoy fui a su casa, la llamé varias veces, le escribí mensajes de texto y nada. Nadie sabe nada de donde puede estar y no sé qué hacer. Los necesito —confieso abrazando mis piernas para que no me vean vulnerable, no puedo dejar que esto me haga ver débil, una princesa jamás se deja ver derrotada.

—Princesa, estamos contigo, no tienes nada que temer —aseguro mi madre envolviendo mi cuerpo con sus brazos.

—Tu sola puedes encontrar el paradero de tu amiga, utilizando tus poderes —señaló mi papá tocando mi collar que brilló ante su tacto —La magia no solo emana de un cuerpo —afirmó este y todo se volvió blanco causando que tuviera que cerrar mis ojos y al abrirlos me encontraba de vuelta en la sala de tronos. Ya sé lo que tengo que hacer.

—Dýnami tou ouranoú Sas epikaló Sas zitó na me párete me tin Emma Sasiketévo¹ —pronunció en griego apretando el dije de mi collar, muchos rayos de luz se desprendieron de este artilugio envolviendo mi cuerpo. En el momento en que esos rayos de luz cesaron note que fui transportada a una habitación desordenada, sucia y con claras señales de abandono. Y en una esquina de la habitación encontré a Emma recostada en el suelo en posición fetal. Di un paso, pero Emma levantó su cabeza negando rápidamente. Justo delante de mí apareció la rubia oxigenada sonriendo triunfante.

—Dije que te alejaras, pero al parecer tu corona no te deja pensar con claridad —se burló con malicia dando un paso amenazante hacia mí. Intenté moverme, pero no podía, una fuerza invisible me mantenía inmovilizada. Dio el primer golpe en mi vientre sacándome el aire de los pulmones y caí al suelo volviendo a recuperar control de mis movimientos.

—Eres una perra —gruñó concentrando mi poder del rayo en mi puño golpeando en su abdomen y ella salió volando contra una pared. La tela de su ropa se fundió por el calor de mi rayo y parte de su piel quedó chamuscada, sangrando un poco, pero este golpe no le quitó el conocimiento. Fuera de la habitación se escucharon pasos corriendo y la puerta fue abierta con violencia, un chico entró por esta. Un metro noventa de alto, tal vez, con el cabello castaño muy desalineado, bonitos ojos celestes y nariz pequeña algo respingada. En su camiseta negra se mascaba la complexión fornida y atlética del misterioso chico que debo admitir se parecía algo a Damián. Sus labios finos y carnosos se parecían mucho y su mentón algo cuadrado también lo hacía parecerse al descendiente de Afrodita.

—¡Maya! —grito el misterioso chico corriendo hacia la chica que se levantaba con dificultad del suelo.

—¿Eres Jayden? —pregunté poniéndome en pie preparando mi siguiente disparo.

—¿Cómo sabes mi nombre? —interrogó este confundido, pero la rubia teñida se puso delante del chico mirándome amenazante. Movió su mano cerrando sus ojos algo jalo mi pierna causando que cayera de boca contra el duro suelo de madera vieja.

Emma ahogó un grito por su mordaza, estaba llorando mientras me miraba y me suplicaba con los ojos que la ayudara. Intentando moverse, pero su hermanastra la pateó dejándola boca arriba, un jadeo de dolor fue ahogado por el trozo de tela en su boca y las lágrimas siguieron saliendo mojando sus mejillas. Enojada por como trataba a mi amiga me levanté del suelo volviendo a golpear a la rubia con mis poderes y con mucha más fuerza. Una nube negra apareció justo a mi lado y Apolión inmovilizó a Jayden que había intentado atacarme.

—¿Pudo ayudar? —interrogó Ylenia que con sus poderes golpeó a Maya usando el agua que la transportó hasta este lugar. Con mi familia ayudando fui hacia donde estaba Emma llorando, le quite la mordaza, sé su boca y nos abrazamos.

—Aileen, todo esto es una trampa —susurro la morena antes de desmayarse en mis brazos, un frío miedo me recorrió la espina dorsal y giré el rostro a ver a mi enemiga.

—¡Ya me cansé de ti! —grité golpeando con un rayo a la rubia oxigenada que no parecía querer rendirse —¡Una trampa, es una trampa! —exclamé para mis primos que golpearon juntos a los dos jóvenes inexpertos. Nos envolví a los cuatro en rayos y llegamos al olimpo justo fuera del portón. Materialice un collar que le permitía a Emma estar en el sitio de los dioses. Apolión cargó a mi amiga en sus brazos y corrimos a la enfermería donde llamé a gritos a los hijos de Apolo. Necesitaba que Emma se curará rápido, no quería que sus padres se preocupen por ella.

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Llame a los padres de Emma utilizando mis poderes para imitar su voz y avisarles que se quedaría en mi casa y que no se preocuparan que regresaría mañana. Al menos es lo que espero, los hijos de Apolo estaban cuidándola y dijeron que no despertara en algunas horas, está muy cansada.

Maya había escapado junto a su novio Jayden, el hermano mayor de Damián. Al parecer la rubia oxigenada solo era un peón en este juego, ella no es la cabeza y tengo la extraña sensación de que sé quién es el autor de este maquiavélico plan.

Atlas.

Con paso apresurado entró a la biblioteca gritándole a los libros que hablaran de Altas que aparezcan en mi mesa. Los estantes comenzaron a temblar y cientos de libros empezaron a volar hasta llegar a mi mesa. Abriéndose en las páginas donde se mencionaba al titán. Todos terminaban en una cosa: el castigo que puso mi padre sobre Atlas. Cargar con el arco del cielo sobre sus hombros desde el mar del occidental cerca del estrecho de Gibraltar. Mientras Atlas sostenía la gran bóveda celestial, sus hijas Atlántidas, Pléyades y las Híades ninfas de mar iluminan el trabajo del titán.

—¿Qué quería Atlas con lastimarme a mí si mi padre lo castigó hace milenios? —pregunte para mí tirando mi espalda hacia atrás en la silla, procesando todo lo que acababa de leer.

—¿Y si en realidad no fue Atlas el que maquinó el plan, sino una de sus hijas Pléyades? Recuerdas a las siete hermanas Maia, Electra, Alcione, Taigete, Asterope, Celaeno, y Merope —hablo en mi oído Damián sacándome de mi concentración. Sus hijas tuvieron muchos años para vengarse de mi padre, no le encuentro el sentido de que quieran hacerlo ahora, pero estas cosas siempre se tardan para que el plan salga como se espera.

—¿Dónde has estado? Ayer tuve el placer de conocer a tu hermano, intentó matarme junto a su novia, pero es lindo —bromeó intentando restarle importancia a lo que dijo, eso no puede ser posible, las Pléyades fueron ayudadas por mi padre a escapar del gigante de Orión y no tiene sentido que odien a mi padre después de lo que hizo por ellas. Damián se sentó sobre la mesa mirándome curioso. Una risa escapó de su garganta, cerrando sus ojos y ladeando la cabeza de un lado a otro.

—Estuve ocupado visitando a Penny —respondió acariciando con sus dedos mi mentón y alzando mi rostro con delicadeza me hizo verlo a los ojos —Mi hermano no es más lindo que yo obviamente —afirma este con una sonrisa traviesa, olvidaba su ego. Rodé los ojos soltando su agarre, recordé lo que me dijeron las hermanas y recuerdo que Electra se volvió un cometa que chocó contra Roma. Desde ese entonces solo quedaron seis hermanas en el cielo nocturno.

Me puse en pie ordenando a los libros volver a su sitio y todo comenzó a flotar volando libros de estantería en estantería al mismo lugar de donde salieron. Camine con Damián pisándome los talones, quería ver como se encontraba Emma.

Al parecer la premonición de Damián se cumplió y una de las Pléyades, Merope, apareció delante de mí. Con mucha furia sentí su golpe fuerte en mi rostro y cuando caí me encontré en un sitio diferente. Me levanté de prisa lista para la pelea, viendo a mi alrededor solo veo árboles y vegetación rodeándonos. No había ni rastro de humanos, o divinidades cercanas, estábamos solas y sé que no es para mantener una charla civilizada.

—¿Por qué? —fue lo único que pregunte antes de golpear con un rayo a Merope.

—Por culpa de tu papá, mi hermana Electra murió. Por milenios espere el momento perfecto para vengarme —bramo la chica corriendo hacia mí, en un rápido movimiento me golpeo una vez más haciendo que caiga al suelo. Se sentó sobre mi pecho golpeando mi rostro una y otra vez con los puños cerrados sin darme la posibilidad de defenderse. Concentrando mis fuerzas en mi cuerpo logre que este comenzará a desprender grandes descargas eléctricas que hicieron que la Pléyade salga volando y librarme al fin.

Me puse en pie, mareada y con sangre saliendo de mi nariz, boca y de cortes que sus golpes dejaron en mi rostro, estaba a la defensiva y el cielo comenzó a tornarse oscuro. La violencia es algo que trato de evitar, toda mi vida se me enseño que debo ser diplomática, pero también me enseñaron a defenderme cuando las palabras no son suficientes y mi vida corre peligro. Merope regresó a la pelea, de su espalda se distinguen dos enormes alas como las de un ave, está sucia de tierra y hojas, pero su sonrisa malvada no se borra de su rostro. Volando en círculos alrededor de mí, cayó en picada desde el cielo para atacarme. Cerré mis ojos concentrando todo mi poder en mis manos y los abro golpeando a mi atacante alada. Esta cae al suelo golpeándose con fuerza contra un árbol haciendo que un montón de aves salgan volando para huir de lo que estaba ocurriendo.

Las nubes estaban a mi favor arremolinándose encima de mí esperando mis órdenes para dar un golpe, impacientes por rostizar a mi enemiga y defender a su princesa. La pléyade volvió a levantarse con dificultad, un hilo de sangre corría de su frente y su labio inferior estaba roto, lo debo admitir Merope mostraba persistencia. No podía correr, estaba aún mareada, pero si podía dar golpes con mis rayos saliendo de mis manos, pegando directo al pecho de mi atacante. Aun así, eso no fue suficiente. Con los mareos amenazando con desmayarme usé todas mis energías para correr hacia mi enemiga y ambas nos abalanzamos contra la otra, hasta que una luz cegadora comenzó a salir de mí. Golpeé a Merope y ella cayó, mi cabeza me dolía mucho y el brillo dejó de emanar de mi cuerpo. Sintiéndome débil mi vista comenzó a nublarse, el dolor en mi cabeza empeoró y escuchando la risa de Merope caí al suelo. Las nubes sobre mí estaban molestas, mis párpados pesan demasiado y se cerraron envolviéndome en oscuridad.

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Quedan cuatro capítulos para terminar.

1 Poder del cielo te invoco te pido que me lleves con Emma te lo imploro

Hola lectores por ser Navidad traigo una maratón de tres capítulos. Espero los disfruten.

Besos

de

Danny

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