Capítulo 38| Aléjate
A I L E E N
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Di vueltas con el tenedor sobre la comida, la mirada de Maya me estaba poniendo muy incómoda y no tenía intenciones de verme de otra manera. Estábamos almorzando con los señores Rodríguez, Damián y Adam incluidos en la mesa. No podía probar un bocado porque la hermanastra de Emma parecía querer matarme con la mirada, comenzaba a sospechar que las cosas que me dijo Damián tenían cierta verdad escondida.
—¿No tienes hambre? —preguntó Emma al ver que no había tocado mi comida, ella no había notado que su hermanastra no me quería en la mesa.
—Si, pero no quiero molestar, al parecer a Maya no le agrada que yo esté aquí —respondo con las mejillas calientes observando como todas las miradas pasaron a la rubia oxigenada. Su rostro tomó un color rojo, no quería dejarla en evidencia, pero tampoco quería seguir sintiéndome incómoda.
—Maya deja de mirar a Aileen así, es nuestra invitada por el amor de Dios —la rezongo su mamá y la chica dejó de verme al fin. Escuché la risita ahogada de Emma a mi lado y mi pierna es golpeada por la de Maya. Sé que es ella porque nadie más tiene tacones en esa mesa, a menos que Damián haya decidido ponerse unos. Cansada de esta situación le devolvió el golpe, con más fuerza de la que ella implementó, lo que le ocasionó un pequeño grito que tuvo que ocultar de su familia.
En resumen, el almuerzo fue un completo desastre si le sumamos que Maya no dejo de verme y Damián tampoco. Lo que hizo que la rubia oxigenada se las tomara conmigo y por accidente Maya en su torpeza fue a servirme un poco de agua —que no pedí— terminó derramando todo sobre mí, empapando mi blusa y ropa interior. Terminé pidiéndole un sostén a Emma y una nueva blusa, lo bueno es que teníamos la misma talla. Adam se fue tiempo después y nos dejó ambas para salir a pasear en bicicleta que a decir verdad jamás había montado una de esas antes. Pero Emma me dijo que me enseñaría a usar una de esas cosas.
No fue fácil montar esa cosa sin caerme hacia los costados, me costó mantener el equilibrio y Emma se mostró con una paciencia enorme enseñándome por cerca de media hora antes de soltarme y dejarme andar sola. Esta cosa es divertida, Emma me siguió montando la suya, ella me dirigía y yo la seguía. Hasta que paramos en un parque donde compramos un helado y nos sentamos en las bancas. Dejando las bicicletas a un costado.
—Aileen a ti... ¿Te gusta Adam? —habla de repente mi amiga con una pregunta que me hizo pasar el helado por mi garganta tan rápido que esta me quemo. No entendía el porqué de su pregunta.
—No, ¿estás loca? Adam es mi amigo Emm —reprocho viendo a la castaña, no siento nada más que un cariño fraternal por Adam y estoy segura que él siente lo mismo por mí. Solo podemos ser amigos, nunca podría haber algo más. —¿Por qué la pregunta?
—Fue porque... por nada Aileen, tonterías mías —aclaro la castaña con el color rosa teniendo su rostro pálido, pero su respuesta solo hizo que mi curiosidad aumentara.
—Vamos dime —insistí dándole un leve empujón con mi cuerpo, Emma sonrió suspirando para dejar de mover su cuchara en su helado.
—Que no es nada, Aileen, solo curiosidad —respondió con un tono apagado, girando a ver a las parejas que se encontraban paseando, charlando o pasando tiempo juntos en un pícnic. Fue en ese instante en que me di cuenta de porque mi amiga preguntó eso, a Emma le gusta Adam, por los dioses, ¿cómo es que no me di cuenta antes? El único chico que la hace sonreír es Adam, la lleva a fiestas y ella va solo con él. Por los dioses otra vez Eros metiendo sus flechas entre los mortales.
—Oh Emm te gusta Adam — chillé emocionada. Los labios de Emma comenzaron a temblar, su mirada se apartó de las parejas para ver su helado entre las manos, se notaba que esto la avergonzaba.
—Desde hace un par de meses comencé a sentir cosas por Adam, pero él estaba con su novia y no me quise decirle nada para no arruinar su noviazgo ni nuestra amistad. Pero ahora me da miedo decirle mis sentimientos, sé que todavía ama a Arlie y temo salir lastimada —confiesa viendo en su mano el helado chorreando por sus dedos y segundos después la bocha de helado derretida se cayó hacia adelante manchando la punta de sus zapatos. Le terminó dando el cono a un animalito hambriento que se acercó a comer el helado del suelo y la imite dándole el mío al indefenso perro. —Adam siempre me ha visto como su mejor amiga y no creo que cambie eso, tengo miedo de perderlo.
—Emma no puedes callarte lo que sientes, sé que puede ser difícil, pero si no le dices lo que te pasa te tocará ver a Adam con alguien más y te dolerá mucho. El te entenderá y cuentas conmigo para lo que quieras —la reconforto dándole un abrazo, toda mi vida me han enseñado que no debo meterme en los asuntos mortales, pero mis amigos me necesitan y sé que me arrepentiré de pedirle este favor a cierta persona, pero es el único que puede volver una amistad en algo más y no estoy hablando de Eros. Limpié mi mano con la servilleta del helado y ambas nos volvimos a montar en la bicicleta.
Frenamos en casa de Emma donde tuvimos que guardar las bicicletas en su garaje. Entramos en la casa donde se podía escuchar el sonido de música alta, lo que nos indicaba que Maya estaba en la casa. Me quedé en la sala esperando a que Emma traiga mi camiseta y sostén que su madrastra se ofreció a lavarme. No estuve mucho tiempo sola porque Maya apareció con un modelito algo diferente al que me había acostumbrado a verla. Tenía puesto un vestido rosa pastel holgado que solo se ajustaba en su busto cayendo libre hasta sus rodillas. La rubia oxigenada se acercó a mí con una mirada desafiante.
—Veo que aún sigues paseando por mi casa como si fuera tuya, los aires de grandeza viene de familia —comenta la rubia de brazos cruzados, me estaba viendo con aires de superioridad, cosa que me molesto y no lo pude disimular ni un poco. Maya me caía mal y el sentimiento es mutuo.
—No sé por qué razón te caigo mal, que yo recuerde, no te hice nada y no te da el derecho de que critiques a mi familia, no los conoces —recrimino apretando mis puños al costado de mi cuerpo, quería darle un golpe con un rayo, pero me contuve lo más que pude. Recordando las palabras de mi madre, una princesa siempre debe mantener la compostura ante sus enemigos, no le enseñas tus debilidades ni a tus amigos.
—No hace falta conocer a tu familia, nada más hace falta verte a ti para saber la clase de personas que te criaron. Solo te lo diré una vez, aléjate de Damián, he visto como lo miras —bramó furiosa la rubia señalándome con su dedo, en su mirada se notaba cuanto se estaba conteniendo de no golpearme. Y yo esperaba que lo hiciera para poder devolverle el golpe sin sentir culpa.
—¿Qué? ¿Acaso él no te dijo que fuimos pareja? —interrogó sintiendo satisfacción porque Damián, a pesar de estar al lado de una supermodelo, me siga viendo a mí. Mi corazón anhelaba que eso que él decía seguir sintiendo por mi fuera cierto.
—Claro que estoy enterada de eso, pero eso no te da derecho a mirarlo princesita del olimpo —comento está dando un paso hacia mí, me encontraba estática en mi sitio porque en verdad ella conocía mi secreto. —Aléjate de Damián y prometo no hacerte daño a ti, ni a Emma —con una sonrisa cínica la rubia se alejó de mí, pero lo siguiente que vi de ella me hizo sentirme peor.
Emma me entregó mis prendas dejándome salir y en la puerta de la casa vi a Damián besando a la modelo. No fui capaz de decir nada, pase a su lado golpeando sin querer a Damián que volteo a verme y palideció, nuestras miradas se cruzaron y me fui rápido de la casa. El cielo tronó, el clima se encontraba como mi estado de ánimo. Tormentoso. La lluvia me empapó por completo, las lágrimas se perdieron en mis mejillas con las gotas de agua y abrazándome a mi misma caminé bajo la lluvia. Con la cabeza gacha permitía que las lágrimas corrieran, me sentía decepcionada, me había ilusionado y de nuevo estaba decepcionada. ¿Cómo pude ser tan tonta? Es obvio que Damián prefiere estar con la supermodelo oxigenada antes de estar conmigo. ¿Cuándo aprendas Aileen?, las princesas rotas no son las que se eligen primero.
Me detengo delante de un supermercado, sé que prometí no volver a tomar, pero esta noche no quiero cumplir promesas, tengo que comprar algo para tomar el alcohol, no soluciona nada, pero al menos ahogaré mis penas en algo. Lo olvidaba, aún no tengo veintiuno para los mortales, aún no puedo comprar alcohol. Fácil de solucionar una ilusión, me agregaré años para parecer de veintiuno o veinticinco.
D A M I Á N
💝💝💝
Como una buena mascota entrenada a la cual ordenan Maya me dejó libre, la fuerza mágica que le mantenía atado a ella me dio rienda suelta para marcharme. Tuve que ser testigo de cómo mi princesa del rayo se fue llorando bajo la lluvia que caía con fuerza. Maya me dejó ir en cuanto la perdió de vista y le pareció qué pasó el tiempo suficiente para que no nos cruzáramos. Viaje de nuevo al olimpo, me habían transferido de nuevo al taller de mi madre porque Penny necesitaba un descanso y regresé a mi puesto donde por suerte o desgracia veía todos los días a mi bella princesa del rayo y no podía ni siquiera acercarme porque ella me rechazaba.
Caminé en los silenciosos pasillos, no había nadie, seguramente todos salieron a la fiesta que organizó Agatha en el campamento, me invitaron, pero no quise unirme. No, después de lo que vio Aileen, esa posición que me controla me está arruinando la vida y por sobre todas las cosas está arruinando a mi princesa, me está odiando y no puedo cambiar eso por más que quiera decirle toda la verdad.
—¡Es una maldita zorra! —escucho los gritos femeninos de una voz que me resulta muy familiar, los ecos de su voz resuenan en las paredes del olimpo. Siguiendo esa voz fui siendo guiado al estanque de los dioses y a medida que me acercaba comencé a identificar a la dueña de esa voz. —¡Y él un infeliz rompe corazones!, desearía saber si a él en verdad le duele tan solo un poquito de lo que a mí —bramó de nuevo esa voz femenina, la voz de mi princesa del rayo. Estaba manteniendo una conversación, pero no lograba escuchar a su receptor, curioso de saber que estaba pasando entre al recinto.
El recinto estaba tranquilo, nadie la estaba acompañando, ni siquiera las ninfas y del otro lado del estanque con latas de cerveza tiradas a su alrededor. Aileen continuó gritando y hablando cosas sin sentido, riendo por tonterías que ella misma decía, sin percatarse de mi presencia. La princesa le estaba hablando a su reflejo en el agua del estanque y no solo eso, también le ofrecía un trago de su cerveza derramando un poco del líquido en el agua.
—Te contaré un secreto, que no sé si ya sea tan secreto si te lo cuento —comentó entre risas tomando otro trago de su lata —Estoy enamorada, no estoy perdidamente enamorada, enferma de amor y es el peor dolor que jamás imaginé experimentar. Siempre me había considerado luz, o así era hasta que me enamoré y fue como si antes de eso hubiera estado apagada, el amor encendió mi luz, una tan brillante que podía dejar a todos ciegos —susurro acostándose con los brazos extendidos, viendo el cielo nocturno que la cubría con su manto —De niña siempre le tuve miedo a la oscuridad, cuando estaba en la oscuridad me pasaban cosas malas y la luz siempre me traía calma. Creo que buscaba eso en amor, luz y seguridad, pero nadie me dijo que todas esas cosas que me brindo el amor se me arrebatarían con frialdad. Me dejaron en la oscuridad para que aprenda a enfrentar mis miedos, Damián estaba muerto y me dejaron llorar a sabiendas de que me estaba dejando morir. Lo peor de todo es que sigo amándolo, lo amo con toda mi alma —se giró viendo su reflejo y al siguiente segundo se encontraba de pie frente al estanque, dándole la espalda a la puerta, estiró de nuevo sus brazos y se dejó caer al agua.
—¡Aileen! — grité al ver que pasaban los minutos y ella no salía del agua. Me tiré al estanque nadando hasta el fondo donde estaba ella, hundiéndose poco a poco y perdiendo cada vez menos burbujas de aire. Nade hasta ella, enganchando mi brazo a su torso, comencé a nadar hacia la superficie, con mis pulmones ardiendo por la falta de aire, use todas mis fuerzas para sacarla a ella primero. Sacando mi cabeza a la superficie tomé una bocanada de aire para recuperar las energías, viendo a mi princesa azul, se estaba asfixiando. Nade con todas mis fuerzas hasta la orilla donde logré sacarla y la puse boca arriba comenzando a hacer un masaje en su pecho para que expulsara el agua y cuando procedía a darle respiración por sí sola soltó el agua. El color de su cuerpo comenzó a volver a un estado casi normal, se veía pálida, pero estaba consciente y respirando.
—Las princesas no se mueren ahogadas y menos una diosa, soy inmortal —habló riendo al ver mi cara de asustado, ella se estaba riendo de lo que acababa de hacer.
—¿Estás bien?
—Mejor ahora que estás tú —afirmó sentándose de golpe, pero esto pareció ser algo imprudente de su parte porque se sostuvo de mis hombros para no caer hacia atrás. —Me ayudas a pararme porque estoy muy ebria para hacerlo sola —arrastra cada palabra que decía. Me puse en pie ayudándola a ella que en verdad no se mantenía en pie por sí sola, por lo que se aferraba a mis brazos mientras se reía. Cada dos pasos que daba el tercero parecía querer terminar en el suelo. La tomé de la cintura y la fui guiando a su habitación donde las nubes de su cuarto parecían querer rostizarme.
—¿Aileen porque te tiraste al agua? —preguntó sintiéndome muy culpable de lo que le estaba ocurriendo a mi princesa.
—Voy a vomitar —fue lo único que logró responder antes de cubrir su boca y ambos corrimos como pudimos hasta el baño donde ella se agachó frente al inodoro arrojando todo el contenido de su estómago. Recogí su cabello mientras sostenía su frente, ella no dejaba de temblar. Hasta que ya paró, la solté dándole su espacio, para nadie es agradable que lo vean vomitando. Ella se sentó en el suelo cruzada de piernas, mirándome mientras acomodaba su cabello. Palmeo su lado para que me sentara con ella, lo cual hice sin protestar. Apoyó su cabeza en mi hombro y comenzó a llorar, quise abrazarla, pero preferí no hacerlo por las palabras que pronunció —¿Me amas?
—Sí... Si te amo, mi princesa del rayo —susurré besando su frente con ternura, pero no creo que me haya escuchado. Está dormida. Toda esta borrachera es por mi culpa.
La cargue en mis brazos llevándola a su cama, donde la deje acostada quitándole solo los zapatos y la cubrí con las sábanas para que duerma cómoda. No pude evitar quedarme viéndola dormir tan tranquila. Ella es un ángel, es mi ángel que vino a rescatarme, pero como todo en mi vida la lastime. Le hice daño a la persona más importante de mi vida. Merecer perdón no es factible para mí, en estos momentos la engañé a ella y a todos a mi alrededor. En algún momento sabrán mi verdad y tengo miedo de volver a estar solo.
La sombra negra de la muerte es mi única acompañante celosa, siempre al acecho para arrancarme todo lo que me importa a mi alrededor sin importar de quien se trate. Destruyendo cada nuevo intento que tengo de rehacer mi vida. Algunas personas están destinadas a estar solas para no lastimar a nadie y temo que yo soy una de esas personas.
—Lo siento, mi princesa del rayo.
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