Four
Loki siguió leyendo un libro diferente al día siguiente, sentándose en un sillón de su biblioteca, teniendo solamente a los libros empolvados como única compañía.
El silencio y los libros de hechizos eran sus únicos y más fieles amigos, y prefería aquella compañía a la de algún otro asgardiano inferir a él.
Pero aquél silencio no duró mucho.
La pequeña Hellarsottir avanzó por las estanterías llenas de libros antigüos, mirando todo con un extraño brillo en sus ojos a los ojos de cualquiera, excepto para los ojos de su hermano gemelo.
Cuando logró divisar la figura del Dios de las mentiras a lo lejos, dudó un poco el si acercarse o no, pero a paso lento caminó en su dirección, haciendo sonar sus zapatillas doradas, lo cual llamó la atención de Loki.
El pelinegro dejó su lectura para prestar atención a aquel sonido, viendo a Iri acercarse con algo de temor.
—¿Te perdiste?—preguntó cortante, poniéndose recto en su lugar, tratando de intimidar más a la niña, lo cual estaba logrando.
—No...pero...—tartamudeó jugando con sus manos, y en un acto de valentía, levantó su mirada para conectarla con la del Dios—me gustaría saber...si usted podría prestarme algún libro.
Loki se sorprendió, pero lo ocultó mostrando su faceta serena, mirando directamente los ojos de la pequeña.
Iri le sostuvo la mirada lo mejor que pudo, tratando de evitar el temor que sentía en su interior.
El pelinegro miró su libro, el cual descansaba en sus rodillas, las cuales marcaban la página en la cual se había quedado.
—¿Te gustaría leer un libro de hechizos?— la castaña de reflejos rubios sonrió abiertamente, marcando los hoyuelos a cada lado de sus mejillas.
—¡Si!—celebró, dando saltos sobre su propio eje, haciendo sonreír a Loki, el cual no sabía porqué sonreía o el porqué le dejó leer un libro de encantamientos.
Pero por otro lado, ya no era el único con aquel gusto.
Por un acto de reflejo tomó a la niña en brazos y la sentó en su regazo, volviendo a tomar el libro de piel verde y retomando su lectura, esta vez leyéndola en voz alta, y teniendo a Iri, la cual le prestaba mucha atención.
Por otro lado, Astigar se paseaba por los extensos pasillos en busca de su hermana, llamando a gritos su nombre y obteniendo como respuesta el incómodo y molesto silencio.
Llegó un momento en el cual se detuvo para observar un retrato, pero no cualquier retrato, uno en el que mostraba a toda la familia real.
El castaño sintió una opresión en su pecho, sintiendo el dolor de recordar a su madre Hellar en aquellos escombros, donde solamente sobresalía su mano sucia y ensangrentada.
Recordó la vez que le hicieron su primer retrato en Vüllcán, ambos riendo y su madre regañandolos por no poder quedarse quietos, pero teniendo una sonrisa divertida en su rostro.
Su padre, el rey, nunca supieron que pasó con él. Decían que falleció cuando ambos nacieron, otros decían que su sed de poder era tan grande que decidió abandonarlos para amasar su propia fortuna, pero ninguna suposición era la correcta.
Thor se acercó a el, mirando el retro en silencio, buscando las palabras adecuadas para poder hablar.
—Ese día mi hermano me jugó una broma—Astigar volteó a ver al rubio, el cual no separó su mirada de aquel retrato—cuando nos hicieron el retrato teníamos 8, el se transformó el serpiente porque sabía que me encantaban las serpientes.
»Ese día encontré una arrastrándose por los pasillos, cuando la tomé entre mis manos se transformó, me dijo: soy yo, y me apuñaló—el niño abrió sus ojos en grande, sorprendido—el se reía mientras que yo me quejaba por el dolor, pero me gustó saber que Loki estaba sonriendo y no estaba serio como de costumbre.
Astigar volvió a mirar el retrato, viendo los rostros infantiles de los príncipes de Asgard, el Dios de las mentiras con sus labios formando una línea recta, mientras que el Dios del Trueno con una sonrisa que mostraba todos sus dientes.
—¿Estás buscando a tu hermana?—preguntó Thor cambiando de tema.
—Si, pero no la encuentro y me estoy empezando a preocupar—respondió el pequeño Hellarsottir, mirando ambos lados del pasillo con notable nerviosismo.
—la encontraremos, les tengo que presentar a unos amigos—ambos comenzaron a buscar, llamando por su nombre a la niña.
En cambio Iri se encontraba muy entretenida leyendo con el pelinegro el tercer libro, ambos leyendo las palabras en voz alta.
Loki estaba extrañamente feliz, ni él sabía porqué estaba sonriendo, pero una parte de él sabía que lo hacía porque de estaba encariñando con la menor.
Astigar y Thor, algo desesperados, entraron al mismo tiempo a la biblioteca del pelinegro, haciendo que ambos detuvieran su lectura y prestaran atención al par de personas que entraron sin permiso.
—¡aquí estás!— el castaño trotó hacia su hermana, quién solo bajó del regazo del Dios con su entrecejo fruncido—te estuve buscando por todo el castillo.
—estaba aquí leyendo con Loki—Thor, confundido, dirigió la mirada a su hermano, el cual asintió en su dirección.
Ambos gemelos salieron por la puerta, y cuando estaban apunto de cruzar, Loki los detuvo.
—Iri—la nombrada se volteó al escuchar su nombre, viendo al pelinegro frente a ella—quiero que leas esto—en sus manos apareció un libro antigüo, de páginas amarillentas y con la cubierta descolorida.
La niña lo tomó con curiosidad, sonriendo en grande al ver que era un libro de encantamientos.
—¡Gracias!— Iri se abrazó a las piernas del mayor, el cual se sorprendió por aquel acto, por lo que acarició levemente su cabeza.
Los gemelos volvieron a retomar su camino, con el Dios del Trueno pisándoles los talones, dejando a Loki solo en la biblioteca.
—quiero presentarles a unos amigos míos—Iri y Astigar se miraron entre sí, emocionados por conocer a nuevos asgardianos.
El trío cruzó varios pasillos, siendo encabezados por Thor, quién saludaba con la cabeza a los guardias, guerreros y personal que pasaban.
Se detuvieron en el jardín real, cruzándolo hasta llegar a su destino, el área de entrenamiento, donde había asgardianos con armaduras practicando con espadas.
Los pequeños miraron la escena maravillados, observando cada movimiento de aquellos en el área.
—amigos, vengan un momento—ellos, confundidos, detuvieron lo que estaban haciendo para acercarse al príncipe de Asgard, pero teniendo su mirada puesta en los niños a su lado.
—Ellos son Iri y Astigar, gemelos ellos son mis mejores amigos, Frandal, lady Sif, Volstagg y Hogun—Todos los nombrados saludaron con su mano, al mismo tiempo que los niños sonreían en su dirección, pero ansiosos por ir al área de entrenamiento.
En un momento de descuido, cuando Thor se detuvo para explicarles a sus amigos quienes eran ellos, corrieron hacia las armas. Sin saber que Frigga los estaba mirando con temor y atención.
Astigar tomó unas cuchillas pequeñas pero filosas, mientras que Iri tomó una guadaña pequeña, pero muy letal.
Ambos hermanos se miraron desafiantes, dejando de lado el hecho de que son parientes y viéndose como el enemigo, usando el aprendizaje que tuvieron en Vüllcán.
El castaño fue el primero en lanzar el primer golpe, lazando las cuchillas tratando de darle a Iri, quién las esquivaba con facilidad.
Rodó por el suelo aún empuñando su arma, ocasionando que el metal chocará contra el suelo, llamando la atención de los demás presentes.
Astigar, al verse sin su armamento, elevó su mano y tomó a su hermana en el aire, pero no era el único con un az bajo su manga.
Iri dirigió su mano hacia el suelo, justo en el lugar donde el castaño se encontraba parado, y de un momento a otro Astigar había bajado a la pequeña al verse rodeado de fuego.
Cuando el gemelo se volteó a encontrar una salida, la niña tomó impulso con sus manos y derribó a su hermano, colocando la guadaña pequeña en su cuello, con una sonrisa victoriosa, al mismo tiempo que el fuego se extinguía poco a poco.
Cuando se levantaron, voltearon al no escuchar nada, poniéndose nerviosos al ver qué todos, tanto los amigos de Thor, como todos los de la familia real los veían, incluyendo al padre de todo.
—¡Eso fue maravilloso!—seguido de las palabras de Volstagg, todos gritaron de emoción, aplaudiendo en el proceso.
Thor, quién se había quedado de piedra al verlos con armas peligrosas, veía a los niños con una enorme sonrisa, viendo que él tampoco era el único con gustos por las armas y las batallas.
Sintiendo nuevamente aquel extraño sentimiento creciendo en su pecho, aún sin saber que significaba...
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