Un Día Que Todos Olvidarán
El bullicio en el reino de Camelot no le pasó inadvertido, las carretas tiradas por enormes corceles eran cubiertas por grandes lonas blancas de tela. Ahí llevaban a un trol, no cabía ni una duda de eso.
Una pobre criatura del bosque que había tenido el desfortunio de toparse con Lancelot y sus caballeros y, por lo tanto, ahora enfrentaría una solitaria y dolorosa muerte.
Sin embargo, la noticia sobre aquella bestia no era lo unico que captó la atención de la bruja. No, de hecho fue aquella joven de brillante armadura morada que seguia a los caballeros con la mirada en el suelo. A su lado, el único e inconfundible Hisirdoux, el aprendiz de Merlín .
Morgana le había dicho muchas veces que se mantuviera alejada de él, prometiendo que solo le traería problemas. Aún asi, le era imposible verlo y no sentir las mariposas en su estomago surgir y revolotear sin control.
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Morgana le había informado de la nueva sirvienta y que era su trabajo ayudarla y educarla según los deseos de su maestra. Sin embargo, y como ya era costumbre, Morgana no dio más detalles.
No sabía en que momento conocería a aquella nueva sirvienta, pero mientras lo hacía, decidio seguir con sus tareas. Aún le era extraño ser la alumna que debía esconderse, pero saber que ella era la bruja oculta bajo las narices del rey, bueno, eso lo hacía más emocionante.
Un horrible olor la sacó de sus pensamientos. Dando la vuelta, chocó de frente con Hisirdoux, quien iba tan distraido como ella.
Al notar de quien se trataba, el corazón de la castaña comenzó a latir con rapidez.
-¿Hisirdoux, que olor tan horrible es ese?- preguntó, tapandose la nariz con los dedos.
El joven frente a ella levantó la vista de sus manos manchadas de azul y la miró con confusion, totalmente desentendido.
-Disculpe, mi lady.- se disculpó.- ¿Nos conocemos?-
Las mejillas de Peggy ardieron de vergüenza.
No, en realidad no se conocían tal cual, se habian visto algunas veces caminando por los pasillos. Estaba segura que no habían cruzado más de cinco palabras desde que ella había llegado a Camelot pero, aun asi ¿Era ella tan insignificante como para no ser notada por el joven aprendiz?
-Ehh, yo...- Peggy bajó la mirada, tratando de ignorar el nudo en su garganta.- No, no. Es decir, no tanto.-
El joven asintio.
-Ya veo.- dijo.- En ese caso ¿Puedo saber su nombre, bella dama?-
Ella no pudo evitar sonrojarse ante aquel nuevo apodo.
-Margaret.- respondio.
Los ojos del joven parecían iluminarse y sus mejillas comenzaban a tintarse de carmesí.
-Margaret...- dijo, saboreando el nombre entre sus labios.- Que nombre mas hermoso.-
La respiracion de Peggy era tan rápida que sentía que se desmayaria en cualquier momento así que, juntando toda la valentía en su agitado cuerpo, se fue dejando a un encantado Hisirdoux detras de ella.
Llego rapidamente a la habitación de Morgana, encontrando a la hechicera a la par de una chica no más joven que la misma Peggy.
-Mi Señora.- se hizo presente la castaña al entrar a la habitación, una extraña sensación invadió su cuerpo, reconociendo lo que parecía ser una nueva corriente de magia en la habitación. Pronto entendió que se trataba de la nueva sirvienta quien expedía tal energia.
-Ah, Margaret, ahí estas.- la saludó Morgana.- Te presento a la señorita Clara de la Casa Nuñez.- dijo la hechicera señalando a la joven de cabellos blancos, Peggy solo asintió hacia su dirección.- Margaret se encargará de enseñarte lo necesario, iniciando mañana.-
-Si, mi Señora.- respondio Peggy, saliendo de la habitación, sin preocuparse siquiera en saber si la tal Clara la seguía. Se encargaría de su educacion en la mañana.
Antes de prepararse para descansar, decidio hacer una última parada. Caminó con normalidad por los elegantes pasillos hasta llegar a la gran puerta de la habitación que solía siempre procurar.
Llamó a la puerta, esperando la respuesta del otro lado y entrando cuando la recibió.
-Hola, rubia.- saludó.
Arabella asomó la cabeza sobre la torre de libros que cubrían su escritorio.
-¡Margaret!- devolvió el saludo, indicandole que caminara hacia ella.
-¿Te diviertes?- preguntó Peggy con burla, observando los montones de libros que esperaban a que la rubia los leyera.
-Ughhh, Margo.- se quejó Arabella.- Me muero de aburrimiento ¿Me acompañas?-
Peggy soltó una carcajada.
-No.- dijo.- Lancelot me invitó a tomar esa horrible cerveza de cebolla ¿Quieres acompañarnos?.-
Arabella negó con la cabeza.
-No he terminado mis lecciones.- dijo en un tono triste.
Peggy asomó la cabeza para ver lo que Arabella leía.
-¿Un hechizo para borrar la memoria?- preguntó, tomando el libro del escritorio.
-Si.- respondió Arabella.- ¿No suena emocionante?-
-Suena peligroso.- respondió Peggy.
-Es porque lo es.- ambas voltearon a la ventana, donde Lilith las observaba en la forma de un ave.
-Aún así suena emocionante.- repitió Arabella.
-Tal vez lo estudie después.- respondió Peggy.- ¿Tomamos el té mañana?-
La rubia asintió con una sonrisa y Peggy se despidió, saliendo de la habitación y apresurandose a encontrar a Lancelot.
Lo encontró vigilando la entrada al calabozo, sentado junto al viejo Galahad.
Ambos hombres la saludaron e invitaron a que tomará asiento y, sin esperar, le sirvieron un tarro de cerveza.
Desde el primer trago había sentido su garganta quemar, sabía horrible, pero no podía dejar de beberla. Era una extraña paradoja.
De pronto, la castaña sintió otra corriente mágica.
-¡Ah, Sir Steve!- exclamó Lancelot.-¡Ven y bebe con nosotros!-
El dicho Sir Steve se sentó con ellos, a la cabeza de la mesa y Lancelot le pasó un tarro de cerveza. Después de cuestionar su contenido, el rubio dio un trago, y luego otro y luego otro.
-¿Y cuál es tu nombre?- le preguntó Steve.
-Margaret- respondió ella dando otro sorvo a su cerveza.
Steve soltó una carcajada.
-Ese es un nombre de anciana.- dijo el ebrio rubio, causando que las mejillas de la castaña se encendieran de vergüenza.
-Cuida tu lengua, escudero.- respondió ella, ganándose una asustada mirada del joven.
-No le hagas caso, Margo.- dijo Lancelot.- El niño no sabe de lo que habla.-
Peggy rodó los ojos y se dispuso a irse, sin percatarse del Rey que caminaba en dirección a los caballeros borrachos.
Hasta que el estruendo de las puertas callendo la hicieron volver sobre sus pasos y, al hacerlo, vio a todos los trolls, gnomos y gremlins salir de los calabozos que los aprisionaban.
Y, detrás de ellos, nadie más que el mismo Hisirdoux y la nueva sirvienta de Morgana, Clara.
-Margaret.- habló Lancelot, llamando su atención.- Ve y resguardate en un lugar seguro.- ordenó.
Ella solo asintió y corrió de ahí. Sin embargo no se resguardó tal como Lancelot había ordenado, sino que se las arreglo para llegar a donde estaban Hisirdoux y los trolls fugitivos.
Al notar como un par de guardias caminaban hacia ellos en sigilo, Peggy decidió encantar a dichos guardias, haciéndoles caer al piso dormidos.
Hisirdoux, Clara y dos troles, uno de piel azul y armadura negra y la otra de piel verde y brillantes ojos morados, la veían con sorpresa.
La mano de la castaña brillaba de un azul verdoso y el cristal en su cuello soltaba una luz amarilla.
-Siganme.- ordenó y comenzó a caminar hacía la salida de Camelot.
Cuando estuvo segura que los trolls saldrían con bien, se apresuró a llegar a una de las torres de vigilancia.
El sol comenzaba a salir, y eso significaba que los troles no tendrían suficiente tiempo para llegara ala seguridad del bosque.
Extendió sus brazos frente a sí para invocar un hechizo que protegiera el camino d ellos troles con sombras. Sin embargo, una gran corriente mágica la hizo detenerse.
A varios metros de ella, la dicha Clara hacia justo lo mismo. Los ojos de la niña del mechón blanco brillaban con oscuridad, mientras cubría el camino de los troles con sombras.
°°°°
Ahora lo entendía. Por eso Morgana había insistido en que Clara fuera la nueva sirvienta y, por eso, ella debía enseñarle.
-Buenos días, Margaret.- habló Clara.
-Buenos días, Señorita Clara.- saludó Peggy de regreso.
Ninguna de los habló por un buen rato, ambas habiendo revelado sus extraordinarias habilidades mágicas. El silencio era pesado, pero no incómodo.
Solamente estaba lleno de deseos de hablar sobre las verdades reveladas y de las que no se dirían palabra alguna.
Hasta que Clara rompió el silencio.
-¿Eres una bruja?- preguntó Clara.
Peggy terminó de doblar las toallas y se apresuró a ponerlas en una canasta y entregársela a Clara.
-Regla número uno.- dijo Peggy.- La bruja que habla, en el reino de Arturo, es una bruja muerta.-
Clara no dijo mucho después de eso. Ocasionalmente hacía preguntas sobre ella y su magia, pero nada más.
Pronto, la hora del té llegó y Peggy, habiendo enseñado a Clara todo lo que podía, le dejó para que descansará un poco.
Se apresuró al jardín del castillo y, a la sombra de un árbol, sentada frente a una mesita, Arabella la esperaba.
-Llegas tarde.- dijo la rubia.
Peggy tomó asintió y Arabella le sirvió una taza de té.
-Lo siento.- se disculpó la castaña.- Pero no sabes el día que tuve.-
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Feliz San Valentín! ❤️
Esto no es un especial de San Valentín, pero es mi obsequio para ustedes, oh si😌❤️
Arabella de LaChicaEterea y Peggy merecían tomar el té✨ (ya se que Arabella se fue antes de estos sucesos, pero vamos a fingir que no jsj)
Solo vi el capítulo una vez para ✨refrescar✨ mi memoria, así que si hay errores, pues... Ni modo🤣
Tal vez siga con estos capítulos sobre camelot, quien sabe🤷🏻♀️
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