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Pasado, Presente Y Libertad

-York, Inglaterra-
-1960-

El pequeño pueblo había cambiado, más de lo que uno hubiera pensado. Las calles estaban pavimentadas y había varias casas nuevas.

Sin embargo y, para su sorpresa, muchas de las viejas casas y mansiones habían sido conservadas en su totalidad.
Si, incluso la mansión de los Collins.

Peggy pasaba todas las mañanas por aquel hogar, el cual alguna vez perteneció a su querida Bernie.
Las personas del pueblo le contaban historias de lo que había sido de la familia.

Parecía ser que la gran herencia había sido perdida gracias al odioso de Nicholas Collins, siendo guiado por su avaricia, sin mencionar la revolucion de las colonias españolas en América.
El resto de los hermanos, al haber perdido su herencia. Se vieron en la necesidad de contraer matrimonio.

Entre todos, Bernie.
Las personas contaban que Bernice se había casado con un buen hombre de una familia excelente. Se decía que habían tenido varios hijos, no se sabía con exactitud cuántos pero si que eran varones en su mayoría.
Sin embargo, se sabía que la mujer había tenido una hija, la cual, todos sabían, era su favorita: una niña a la cual había llamado Margarita.

Peggy recordaba como los ojos se le habían llenado de lágrimas al escuchar tal relato.
Bernie, a quien había amado con el alma, aquella joven que se había negado a seguirla por miedo al mundo, había llamado a su hija en su honor.

Eso hacía que su estancia en aquel pequeño pueblo fuera aún más dolorosa.

°°°°

Después de volver del trabajo y haber tomado una merecida siesta, decidió que tal vez podría limpiar el departamento.

Lilith observaba a las personas por la ventana, mientras Peggy sacudía el polvo de la mesita de noche junto a su cama. Delicadamente levantó la fotografía que descansaba sobre la mesita: una foto que la mostraba a ella, con Lilith sobre su regazo y a Marius de pie junto a ella, sonriendo.

En aquella foto, Marius tendría dieciséis o diecisiete años de edad, su cabello rizado caía en descontrol por su rostro, el cual también era iluminado por una gran sonrisa.

Peggy sintió como Lilith subía a su regazo.
-A veces lo extraño.- dijo la felina, tratando de mejorar los ánimos de su familiar.

Pero Peggy no dijo nada, solamente acarició la cabeza de la felina.
Después de un largo suspiro, dejó la fotografía en su lugar y se dispuso a tomar el plumero una vez más.
Sin embargo, pronto se dio cuenta que el artefacto ya no estaba donde lo había dejado.

Lo buscó detrás de la mesa de noche y debajo de la cama, sin dar con el dichoso plumero.
Comenzaba a irritarse, recordándose a sí misma lo distraída y descuida que era, una costumbre que la seguía desde que era pequeña.

Su rabia, sin embargo, se vio interrumpida cuando un estruendo fue escuchado desde la cocina.
Indicándole a Lilith que fuera en silencio, ambas salieron de la habitación con cautela.

La cocina estaba vacía y en completo silencio, lo único fuera de su lugar un tarro de miel que había caído desde la repisa al suelo, rompiéndose en el proceso.

-Creo que tienes un problema de duendes, niña.- dijo Lilith, mientras subía a la mesa.

-Duendes no.- dijo una voz a sus espaldas.

Ambas, hechicera y familiar, dieron un grito de sorpresa y se dieron la vuelta.

El hada frente a ellas parecía no haber envejecido ni un poco desde la última vez que se habían visto, pero algo en su aura no se veía normal.

Algo en el brillo que la seguía, comenzaba a apagarse.
-Winkle.- saludó Peggy.

El hada hizo un ademán con la cabeza.
-Bastante tiempo sin vernos, Margaret.- dijo Winkle.

Peggy le indicó que tomará asiento, por el puro temor de que el débil cuerpo de Winkle cayera al suelo en un descuido.

-Me imagino que sabes porque estoy aquí.- dijo Winkle.

Peggy asintió.
-Te debo un favor.- respondió Peggy.

Antes de tomar asiento, Winkle dio un último vistazo al pequeño apartamento.
-¿Donde está tu niño?- preguntó el hada con ilusión.- Bueno, debe ser todo un hombre ahora ¿o no?-

El corazón de Peggy se encogió, no sólo por el hecho de tener que explicarle a Winkle la muerte de Marius, sino porque aún cuando habían pasado cuarenta años, la herida aún estaba fresca.

-Él murió.- respondió Peggy

-Lamento escuchar eso.- dijo Winkle.

Peggy levantó la vista para admirar a Winkle.
-Es lo que te está pasando a ti.- dijo Peggy.- ¿No es cierto?-

Winkle sonrió y, fue en ese momento, en el que Peggy pudo, verdaderamente, ver como la luz del hada se extinguía.

-La muerte es un proceso natural de la vida. Un complemento.- dijo Winkle.- No se puede huir de la muerte, sólo podemos aceptarla con gratitud.-

-¿No te asusta?.- preguntó Peggy, a lo que Winkle solo encogió los hombros.

-Tuve una buena vida.- dijo Winkle, observando al vacío.-Pero si tu no me ayudas, las demás hadas no tendrán la misma suerte.-

°°°°

El que alguna vez habían llamado el Bosque Eterno, al cual jamás creía que regresaría, se veía tan apagado y muerto como el hada a su lado.

Las plantas y los árboles morían, al igual que las energías del bosque.
La luz de la luna apenas dejaba ver como las máquinas reposaban, apagadas, cerca del bosque.

-¿Que sucedió aquí?- preguntó Peggy.

Antes de que Winkle pudiera responder, una voz detrás de ellas se les adelantó.

-Los humanos hacen cosas que no logramos entender.- dijo Alba.

La líder del clan de las hadas no había cambiado mucho, simplemente se le veía un poco más vieja.
Sin embargo, y, al igual que su hermana, su luz también se desvanecía.

-Lo lamento.- dijo Peggy.- Pero aún no entiendo que hago aquí.-

Alba la observó con seriedad.
-Necesito que traigas al responsable ante mi.- dijo Alba.

-¿Por qué yo?- cuestionó la hechicera.

-Mis hadas no pueden salir del bosque, y tu conoces el mundo humano mejor que cualquiera de nosotros.- explicó Alba.- Además, así pagarás tu deuda con mi hermana.-

°°°°

Sabía que estaba en Londres, más bien a sus afueras.
Habían rentado un auto y ahora esperaban a las afueras de una gran mansión, ideando como entrar.

Winkle aguardaba con ella, asegurando que Alba le había dado una tarea especial que llevar a cabo.

Después de algunas horas de espera y observación, Peggy se dio cuenta que parecía haber una entrada trasera en la casa, probablemente para el servicio.

Bajando del auto, caminaron con cuidado hacia dicha entrada, sin embargo se toparon con la sorpresa de una mujer cuidando dicha puerta.
La mujer inspeccionaba quien entraba y quien salía, marcando los nombres en una lista en sus manos.

-Eso puede ser un problema.- dijo la hechicera. Peggy comenzó a idear un plan: tal vez un portal de sombras seria lo ideal, pero siempre le había costado trabajo proyectarse en lugares que no conocía, así que ese plan seria difícil de llevar a cabo.

-¡Oh, ya se!- exclamó Winkle.- Puedes encantarla con tu magia.- 

Peggy le observó con confusión.

-Yo no se hacer eso.- dijo Peggy.

-Claro que si.- respondió Winkle.- He escuchado a las demás criaturas del bosque hablar sobre la Hija de Morgana y su habilidad para "controlar hombres con sus encantamientos"-

Peggy la seguía mirando, cuestionándola con la mirada, tratando de averiguar si también había olvidado ese detalle sobre su vida. Hasta que su mente se iluminó.

-Arabella.- dijo Peggy.

-¿Que dices?- preguntó Winkle.

-Tu hablas sobre Arabella, la bruja de vasija.- respondió Peggy, quien solo recibió una confundida mirada por parte del hada.- La hija de Morgana.-

-¿Hay mas de una?- preguntó Winkle.

Peggy encontró la situación divertida y sólo negó con la cabeza, mientras sonreía.
-Es difícil de explicar.-

-¿Entonces no puedes hacerlo?- preguntó el hada.

Peggy pensó un momento.
-Solo la vi hacerlo una vez.- explicó, pero puedo intertarlo.-

Ambas salieron de su escondite y caminaron hacia la mujer en la entrada.
-Nombres.- dijo la mujer.

Peggy tomó una bocanada de aire y, con una mano en la espalda, comenzó a conjurar el encantamiento.
-Nuestros nombres están en la lista.- dijo Peggy.

La mujer la miró con confusión.
-Nombres.- repitió con voz demandante.

Peggy comenzó a ponerse nerviosa.
-Nuestros nombres están en la lista.- repitió la hechicera, mientras el sudor frío bajaba por su espalda.

La mujer frunció el ceño.
-Largo de aquí.- ordenó la mujer.

Peggy sintió como Winkle tomaba su mano, alentandola a intentar una vez más.
La hechicera se paró recta y, mirando a la mujer a los ojos, repitió el encantamiento.
-Nuestros nombres están en la lista.-

Esta vez, los ojos de la mujer se iluminaron de un leve color azul-verdoso.
-Sus nombres están en las listas.- dijo la mujer.- Pasen, pasen.-

Ambas entraron con rapidez y llenas de emoción al interior de la gran mancion.

Debía recordar agradecerle a Arabella cuando volviera a verla.

Era un hogar grande, con decoracion estilo victoriana, lleno de alfombras rojas y candelabros caros.

Caminaban en silencio y, de pronto, Winkle desapareció de su lado.
-Ay no.- maldijo Peggy.

Siguió caminando en silencio, llamando a Winkle entre susurros, hasta que algo detuvo su andar.

Una gran pintura colgada sobre la pared mostraba a dos individuos: un hombre de gran tamaño y, sentada a su lado, una joven de negros cabellos y brillantes ojos verdes.

Peggy sintió como su piel se erizaba, mientras los penetrantes ojos en la pintura le perfotaban el alma.
Había visto esos ojos hacía tanto tiempo, y sólo en ese momento le habían causado tal impacto.

Se apresuró a encontrar al hombre que buscaba quien, suponía, era el mismo hombre de la pintura.
Al detenerse por un momento sintió como algo se enredaba en su pierna, al mirar abajo, vio como una enredadera trepaba por su cuerpo con rapidez.

Los pasillos y paredes eran consumidas por las letales plantas, seguramente también intentarían consumir a los habitantes de la gran mansión.

Winkle debía estar haciendo de las suyas.

Se liberó con facilidad del agarre de la planta y siguió con su camino, encontrando rápidamente un gran par de puertas.

Abrió con cuidado una de ellas y se permitió el paso dentro de la habitación.
Aquella oficina, al igual que el resto de la casa, estaba decorada con antigüedades y exóticos artefactos costosos.

-Peggy.- llamó Winkle desde sus espaldas.

La hechicera dio un brinco a causa del susto.
-Ya basta de eso.- le reprochó Peggy.

-¡¿Quienes son ustedes?!- exclamó un hombre desde detrás del escritorio, quien las había escuchado entrar, pero estaba más ocupado ocultándose de las enredaderas que en prestarles atención.

-¡Es él!- exclamó Winkle señalandolo.

Peggy observó al hombre, el cual era el mismo que el de la pintura en el pasillo.
Se acercó con lentitud a él, con jurando un hechizo con su mano derecha.
-No es personal.- se disculpó la castaña, usando su mano para hechizarlo.

Pronto, el hombre cayó inconsciente al sueño y las chicas se acercaron para levantarlo.

De pronto, Peggy sintió como una energía familiar se acercaba a ellas. Su corazón comenzó a acelerarse, mientras escuchaba los gritos de la joven tras la puerta.

-¡Papá!- exclamó la azabache al entrar a la habitación. - ¿Quienes son ustedes? ¡¿Que creen que están haciendo?!.- cuestionó la joven al verlas.

Su voz no había cambiado desde la última vez que se habían visto, lo que causó que un escalofrío recorriera el cuerpo de Peggy.

No deseaba darse la vuelta y encararla, sabía que esa sería una pésima idea. Sin embargo, algo de ella la obligó a plantearle frente a esa parte de su pasado.

Los ojos verdes de la azabache se abrieron con sorpresa, reconociendo el rostro de Peggy de inmediato.

-Tu...- habló la de cabellos negros, mientras su piel se iluminaba y cambiaba de color a un fuerte magenta.

-Nomura.- dijo Peggy.

La cambiante tomó sus espadas y se lanzó hacia la hechicera y el hada.
Y, tal como la última vez que se habían visto, Peggy abrió un portal de sombras bajo sus pies, haciendo que ella, Winkle y el hombre inconsciente cayeran al vacío de las sombras.

Dejando a Nomura, una vez más, atrás.

°°°°

Peggy no sabía que era lo que las hadas harían con aquel hombre pero, conociendo a las hadas y lo rencorosa que eran, probablemente algo horrible.

Ella y Lilith se preparaban para volver a York, pero la voz de Winkle las detuvo.

-Espero que vuelvas a tu hogar con bien.- dijo el hada.

Peggy sonrió.
-Y yo espero que recuperes el tuyo.-

Guardaron silencio por un momento, hasta que Winkle decidió hablar.
-Está puede ser la última vez que nos veamos.- dijo el hada, las palabras pesadas en su boca.- Así que creo que es también nuestra última despedida.-

Peggy negó con la cabeza.
-Comienzo a quedarme sola.- dijo Peggy.- Ya no quiero despedirme de nadie. Duele demasiado.-

Winkle no dijo nada más, sino que extendió su mano hacia la hechicera, tal como la primera vez que se conocieron, cuando eran jóvenes e inexpertas en el mundo exterior.

Igual que aquella vez, Peggy tomó la delgada mano de Winkle entre la suya y la agitó con cuidado, como si el hada fuera a desmoronarse.

-Buen viaje, amiga mía.- dijo Peggy casi en susurro.

-Buena vida, Hija de Morgana.- dijo Winkle, para desaparecer entre las sombras del Bosque Eterno.

°°°°°

Antes de poder entrar al interior de su apartamento, sintió la fuerte energía que emanaba desde adentro. Esa energía cambiante que no había olvidado: tan pesada y confusa. No importaba cuantos años hubieran pasado, le seguía temiendo.

Cerró los ojos, conjurando un hechizo que había practicado varias veces. Sentía como la magia recorría por su cuerpo, causándole una sensación de cansancio y cosquilleo.

Entró con cuidado al apartamento, sabiendo quien le esperaba dentro-

-Se que estas aquí.- dijo ella, incluso cuando no veía a nadie dentro.

De pronto, alguien la tomó del cuello, sintió como su espalda tocaba el pecho de su oponente, mientras intentaba soltarse de su agarre.

Los suaves rayos de la luna iluminaron el lugar lo suficiente como para que Peggy pudiera distinguir el brazo que rodeaba su cuello. La dura y áspera piel magenta de la cambiante lastimaba su cuello y su barbilla, pero Peggy solo podía gruñir en sus intentos de escapar.

-Perceptiva como siempre.- dijo Nomura, apretando su agarre, privando a Peggy del aire.

Su vista comenzaba a nublarse y sus brazos perdían fuerza. De pronto, la cambiante la soltó y la hechicera cayó al suelo.

Se puso de espaldas contra el frio piso de madera, tomando una bocanada de aire, solo para volver a sentir como este dejaba su cuerpo cuando Nomura puso su pie sobre el pecho de Peggy.

-Nomura...-intentó rogar Peggy.

-Me abandonaste.- dijo Nomura.- Me dejaste para morir.- 

La presión en su pecho aumentaba y sentía como sus costillas se comprimían.

-Intenté volver.- respondió Peggy.- De verdad lo intenté pero...-

-Pero te crees mejor que yo.- Nomura terminó la oración.- Que todos nosotros.-

Peggy negó con la cabeza. Genuino miedo plasmado en su rostro.
-No, eso no es cierto.- respondió Peggy.

-"Tu y yo no somos iguales"- imitó Nomura.- Siempre lo haz creído.-

Peggy intentaba zafarse del agarre de Nomura, pero le era simplemente imposible.

-Si me haces daño, ella te matara.- amenazó Peggy con dificultad.

Nomura mantuvo la mirada fija en la hechicera bajos sus pies.
-No tengo nada que perder.- dijo la cambiante.

Con un a rapidez impresionante, una de las espadas de Nomura atravesó el torso de la hechicera.
Los ojos de Peggy se abrieron con sorpresa, mientras su cuerpo dejaba de luchar.

Nomura la soltó, viéndola una última vez, volvió a su forma humana y se fue del lugar. Creyendo que la Hija de Morgana estaba, por fin, muerta.

Cuando todo estuvo en silencio, el inmóvil cuerpo en el suelo y el lago de sangre a su alrededor se desvanecieron en un aura verde-azulada.

La ilusión que había creado para engañar a Nomura había funcionado a la perfección.
Ambas, hechicera y familiar, salieron de su escondite una vez que sintieron seguras.

-Bastante creíble.- elogió Lilith.

Peggy respiraba con dificultad, sintiendo como aquella ilusión había tomado mucha de su fuerza, sin mencionar la intensa conversación que había escuchado de Nomura.

-Ahora sabemos que no debemos meternos con el ego de los cambiantes.- habló Lilith una vez más.

Peggy se sentó en una de las sillas de la cocina, recuperando el aliento.
-Nomura les dirá a todos que estoy muerta.- dijo Peggy.

-Bueno.- dijo Lilith.- Entonces eso significa que ahora eres libre ¿O no?-

Peggy guardó silencio por unos segundos, observando el vacío.

Libertad.

Una palabra que siempre le había sido desconocida, irreconocible. Sin sentido alguno.

Siempre se había sentido como una prisionera: presa del miedo, de sus raíces, de su pasado, incluso de su futuro.

Ahora ya no debía serlo.
Si la Hija De Morgana estaba muerta, entonces ¿Quién querría lastimarla? ¿Quién la perseguiria?

Libertad.

Que dulce sonaba aquella palabra que ahora le pertenecía. Que incierto se veía ahora su futuro, en cual ya no debía temer.

-Si.- dijo.- Creo que así es.-

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Hola hola

Que tal les va el día de hoy?
Yo tengo demasiada tarea pero no podía dejarles mas tiempo sin un capitulito😌

Ah ahora saben por que Nomura odia a Peggy.
Pero creo que escribiré un cap en la otra historia donde se arreglen estos mal entendidos, pero aún no estoy al 100% segura de eso.

Checaron ese cameo de Arabella?😏🤭
Arabella es un personaje de la talentosa @LaChicaEterea si no saben quien es entonces corran a leer sus historias que están INCREÍBLES😌🥰✨

Por cierto, sólo para avisar que esta historia casi llega a su fin, tal vez le queden tres o cuatro caps máximo, más la sección de arte.
Les agradezco todo su apoyo🥺❤️

Sin nada más que decir, pues nos vemos dentro de unos días
Byee

Pd. No revisé el capítulo así que probablemente haya errores per meh

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