Embriagante Sentimiento
-York, Inglaterra-
-1807-
Sostenía entre sus manos aquel caballeresco relato que le inundaba el alma de alegría.
Ojalá también pudiera inundarla de recuerdos, pero eso no era posible.
Caminaba por el jardín de azaleas que cuidaba con tanto esmero, con la nariz hundida en ese viejo, muy viejo, libro.
Debía admitir que no se lo había devuelto a su legítima dueña aquella noche que salió de Troyes.
Pero obviamente eso ya no importaba, pues aquella amable mujer ya llevaba casi docientos años durmiendo bajo tierra.
-Algún día.- decía Lilith a su lado.-Caerás de cara por no ver donde caminas.-
Peggy no le tomó importancia, mientras seguía avanzando sin cuidado alguno, hasta que escuchó su nombre salir de aquellos dulces labios con los que soñaba día y noche.
-¡Margaret!- escuchó a la distancia.
Peggy se dio la vuelta tan rápido como pudo, perdiendo un poco de equilibrio en el proceso.
Alguna parte de su estorbosa falda quedó enredada entre el tacón de su zapato y, justo como Lilith había predicho segundos atrás, Peggy cayó al suelo.
-¡Ay, Margaret!- exclamó la dulce voz de Bernice al acercarse con rapidez a auxiliarla.-Ay, Maggie, otra vez leyendo ese absurdo libro.-
Bernie levantó las hojas que se habían caído del libro y después ayudó a que Peggy se levantará.
Una vez de pie, Bernice comenzó a sacudir su falda y arreglar su cabello.
-Tienes suerte de tener una amiga como yo ¿Sabes?- decía Bernie mientras arreglaba uno de los castaños rizos de Peggy.- Cualquier otra persona se hubiera reído de tu desgracia.-
Peggy sonrió.
-Estoy muy agradecida Bernie.- dijo Peggy.-¿Pero que haces aquí?-
Bernie alzó las cejas al recordar la causa de su visita.
-Te traje las mascaras para el baile.- dijo Bernie.- vamos, vamos.-
Peggy la siguió hacia el interior de la pequeña casa, que con bastante esfuerzo había convertido en su hogar temporal.
Una casa humilde, lo bastante grande para que ella y Lilith pudieran vivir cómodas. Era fácil de calentar durante el invierno y, sorprendentemente, muy fresca durante el verano.
El olor a canela invadía siempre el pacifico aire de la casita, mientras la luz del sol se filtraba por las ventanas, alimentando a las múltiples plantas que reposaba sobre su marco.
Bernice siempre disfrutaba las visitas a aquella acogedora y humilde morada, más de lo que cualquier miembro de su acomodada familia lo haría.
-Agradezco tu amable gesto, Bernie.- dijo Peggy mientras le servía una taza de té a su amiga.- Pero creo recordar decir que no me interesaba asistir a ese baile.-
Bernie lanzó su cabeza hacia atrás con desesperación.
-Pero no será divertido si tu no vas.- se quejó Bernie.-Estaré sola y triste en un rincón sin nadie con quien hablar.-
Bernie seguía echada hacia atrás, con los ojos cerrados y la muñeca derecha sobre su frente, mientras lentamente se deslizaba de la silla donde estaba.
Peggy rodó los ojos, divertida ante el drama que su amiga interpretaba.
-Estoy segura que tendrás tantas parejas de baile, que no tendrás tiempo de aburrirte o de recordar mi ausencia.-
-Cada momento separadas, es una eternidad de tortura.- decía Bernie en un tono dramático.- La vida sin ti, Maggie, es terriblemente triste.-
Bernie se había enderezado en su lugar y ahora tomaba las manos de Peggy entre las suyas.
Sin embargo, al sentir el suave tacto de Bernie sobre su piel, Peggy se puso tensa en su lugar, mientras sentía como sus mejillas se pintaban de rojo.
-No digas tonterías.- dijo Peggy poniéndose de pie rápidamente y dándole la espalda a Bernie, en un intento de ocultar su vergonzoso estado.
°°°°
Bernie no duró mucho tiempo en casa de Peggy, pues debía prepararse para el baile.
Peggy había insistido en no querer ir, pero Bernie podía llegar a ser muy convincente.
O, tal vez, era el hecho de que Peggy no podía pensar con claridad cuando estaba cerca de ella.
Su cabello rubio y las hondas que caían sobre sus hombros; sus ojos azules como el cielo, con afilados rayos verdes; sus delgados labios de porcelana; su dulce voz de miel, su risa y la manera en que su rostro se iluminaba al hablar sobre sus sueños más alocados.
Todo en Bernice Collins despertaba tantas emociones en Peggy, que apenas lograba entender.
Un embriagante y adictivo sentimiento inundaba su pecho y lo llenaba de calor cuando la rubia de ensueño estaba cerca, cuando le hablaba, cuando la miraba, cuando caminaban tomadas del brazo.
-Deberías decirle lo que sientes.- dijo Lilith.
Peggy negó con la cabeza, mientras terminaba de arreglar su vestido y pasaba hacia su cabello.
-No podría ni aunque lo intentara.- dijo Peggy.
Claro que deseaba admitir sus sentimientos. Deseaba gritarlo al viento y que esté los paseara por toda Europa.
Pero temía que Bernie no se sintiera de la misma manera.
Alguien llamó a la puerta y Peggy se apresuró a abrir, creyendo saber quién era.
Al abrir la puerta, su brillante sonrisa se desvaneció.
-Señorita Margaret.- dijo Nicholas, el hermano de Bernie.- se nos hace tarde, apresúrese.-
Peggy echó un vistazo sobre el hombro del morocho, encontrándose con la imagen de Bernie montada en el elegante carruaje de su familia.
Nicholas extendió su brazo en cortesía, el cual Peggy aceptó amablemente.
-Se ve realmente bella esta noche.- dijo Nicholas mientras cruzaban el pequeño jardín hasta el carruaje.
-Se lo agradezco.- respondió Peggy.
Una vez arriba del carruaje, este comenzó a andar rumbo al tan esperado baile de mascaras.
Después de algunos minutos, pudieron visualizar la enorme casa de los anfitriones.
A Peggy siempre le causaba emoción ver las grandes y elegantes casas. Cada detalle en ellas, desde la arquitectura hasta los jardines, le parecían una verdadera obra de arte.
Bernie y su hermano, por otro lado, no se sorprendían tanto como Peggy, pues los hermanos Collins ya estaban acostumbrados.
El padre de los Collins era un exitoso comerciante, llevando sus productos, sobre todo los de sus talleres en las colonias españolas, hacia cada rincón del mundo.
Dejando a los Collins con una ridículamente gran fortuna, de la cual sus hijos algún día serían herederos.
Por eso a Peggy le parecía extraño que Bernie fuera su amiga, pues Peggy no era más que una simple campesina, dejando de lado el hecho de ser una hechicera de casi cuatrocientos años de edad.
Pero Bernice era tan pura en ese aspecto. Jamás se fijaba en lo que podía recibir, sino en lo que ella podía dar.
Llegaron finalmente a la gran mansión, siendo Nicholas el primero en bajar del carruaje para asistir a las jóvenes a bajar de igual manera.
-Verás que te vas a divertir mucho.- dijo Bernie alentándola. La rubia le dedicó una mirada a su hermano antes de arrastrar a Peggy hacia la entrada.
Había muchas personas, todas usando sus mascaras decoradas con plumas y joyería.
La banda de músicos estaba en el rincón junto a un gran ventanal en el salón principal, mientras varias personas bailaban al ritmo de las notas.
Una elegante mujer se acercó a ellas, susurrando algo al oído de Bernie, que Peggy no pudo escuchar.
Bernie asintió entusiasmada a lo que la mujer le decía, soltando el brazo de Peggy para seguir a aquella extraña.
-Bernie.- exclamó Peggy.
-Volveré enseguida.- dijo Bernie.- Pero Nick te hará compañía.-
Peggy no tuvo tiempo de responder, pues Bernie se fue antes de que pudiera decir palabra alguna.
-¿Se encuentra bien?- preguntó Nicholas, al notar como la mirada de la castaña se perdía buscando a Bernie.
-Por supuesto.- respondió Peggy.
-Me atrevo a decir que no disfruta de mi compañía.- dijo Nicholas, causando que Peggy rodara los ojos con frustración.
Era cierto que Nicholas Collins no era su persona favorita, y tal vez hubiera preferido quedarse con cualquier otra persona antes que estar con el a solas. Pero el hecho de que Nick siempre se ponía a si mismo en el papel de victima, hacia que Peggy perdiera la poca fe que tenia en él.
-¿Baila, usted?- preguntó Peggy, tratando de sacar las nefastas ideas de su cabeza.
-¿Y manchar mis ropas de sudor?- respondió Nick.- Por supuesto que no.-
En ese momento, Peggy agradecía que la máscara ocultara parte de la horrible sensación que sentía.
-Si me disculpa.- dijo Peggy.- necesito tomar aire.-
Sin esperar una respuesta, Peggy se dirigió a la salida más cercana.
Involuntariamente, comenzó a sentir las varias energías que la rodeaban.
Las vibrantes energías eran diferentes las unas de las otras, lo cual hacía que fuera difícil identificarlas una por una.
A veces era un poco cansado pensar que, en cualquier lugar y en cualquier momento, las energías de seres malignos podrían estar a su asecho. Pero, de alguna manera, le parecía divertido saber que todo ese poder, todas esas criaturas y hechiceros vivían tranquilos entre la multitud de mortales.
Era en ese momento en el que agradecía haberse encontrado con esa bruja hace tantos años, la cual le enseñó a ocultar su energía para que los demás no pudieran percibirla.
Agatha era como ella, una Hija de Morgana, que había escapado del otro lado del mundo.
No la había vuelto a ver desde aquella agridulce despedida.
Agatha se había ido con la promesa de no volver a encontrarse, pero haciéndole saber que siempre tendría algo de ella en su corazón.
Al llegar a la salida, se encontró con la bella imagen de la luna sobre el oscuro cielo.
La luz lunar iluminaba el gran jardín de aquella mansión, convirtiendo las rosas comunes en plata.
Se acercó al balcón frente a ella y recargo sus brazos en este. La estatua de un ángel a su derecha la acompañaba.
Soltó un suspiro mientras tocaba la gema del collar que colgaba de su pecho.
Ese sentimiento de tristeza al recordar su hogar ya no le causaba tanto conflicto como lo había hecho años atrás. De alguna forma, se las había arreglado para perdonarse a sí misma, y para perdonar el hecho de que había olvidado todo lo que la habia hecho feliz.
Sonrió ante los recuerdos de las varias personas que había conocido después de salir de Camelot, sobre todo las curiosas brujas que había conocido en su camino.
Cada uno de ellos con una aventura y una enseñanza propia.
-Enserio, Arch.- escucho Peggy decir detrás de la estatua junto a ella.- Tal vez me vuelva un pirata.-
Peggy frunció el ceño bajo su máscara, sonriendo ligeramente mientras se enfocaba en no escuchar la conversación ajena.
-¿Un hechicero en un barco pirata?- escuchó una voz más gruesa hablar.- Eso si sería digno de una buena historia.-
Un hechicero
Peggy se apresuró a dar la vuelta a la estatua que la separaba de aquella conversación
-¿Hola?- llamó.
Se encontró con un joven, ligeramente más alto que ella. Vestía un elegante traje en tonos oscuros y su cabellera azabache estaba bien arreglado. Sus ojos ámbar, al igual que parte de su rostro, estaban ocultos bajo una elegante máscara negra.
-¿Todo en orden, mi lady?- preguntó aquel joven con naturalidad.
Peggy observó a su alrededor, tratando de encontrar la otra voz que había escuchado. Sin embargo, sólo podía divisar a aquel joven.
-Lo siento, mi señor.- respondió ella.- creí haber escuchado algo. No era mi intensión.-
Hizo una reverencia con su cabeza y se dispuso a irse, pero antes de poder hacerlo, la voz del joven la detuvo.
-No se preocupe.- dijo él.- su dulce voz compensa cualquier malentendido.-
Peggy sonrió, pero no dijo nada.
-¿Será que tiene usted un nombre?- preguntó el joven.
-Si, así es.- respondió ella.
Él guardo silencio unos segundos, esperando por su respuesta.
-Supongo que tendré que esperar a la media noche para averiguarlo.- dijo él.-¿No es así?-
-De no serlo.- respondió Peggy.-¿Donde quedaría la emoción de una fiesta de mascaras?-
El joven sonrió de lado, dejando ver parte de su dentadura.
-¡Mar...-escuchó Peggy a sus espaldas.- ahí estas.-
Nicholas se aproximó a ellos, dedicándole una fría mirada al joven frente a ellos.
-¿Sucede algo?- preguntó Nick secamente.
Peggy rodó los ojos con molestia.
-Todo en orden.- dijo Peggy.- Solo disfrutaba de la única conversación agradable que he tenido en toda la noche.-
Peggy se dio la vuelta, dejando a ambos hombres atrás.
Pero una vez que volvió adentro del edificio, fue alcanzada por un fuerte agarre que la arrastró lejos de la conmoción de la multitud.
Nicholas la sostenia con fuerza contra la pared, mientras Peggy lo miraba con ambos, horror y molestia.
-¿Que crees que haces?- preguntó Peggy, irritada.
-Quiero que me escuches.- ordenó Nick.
-¡Sueltame, tu, ...-Peggy intentaba soltarse del agarre de Nick.- bestia!-
-No volverás a hablar con ese, ni con ningún otro.- continuaba Nick.- hasta que nuestro compromiso sea oficial.-
Peggy dejó de luchar, mientras miraba con indignación al morocho frente a ella.
-¿Cuál compromiso?- interrogó ella.-No habrá un compromiso. Yo jamás me casaría con un animal como tu.-
Peggy logró soltarse del agarre del hombre y comenzó a luchar de nuevo.
La horrible sensación de verse a sí misma siendo la esposa de ese hombre hacia que su sangre hirviera
Ella no deseaba casarse con alguien que no la trataría más que como un objeto. Alguien que deseaba exhibirla como un trofeo. Ella no entregaría su cuerpo a alguien que solo deseaba satisfacer sus propias necesidades en ella.
No. Ella no era un objeto, y jamás dejaría que la tratarán como tal.
Como pudo quitó al hombre de su camino y comenzó a huir, pero él dijo algo que la hizo detenerse.
-¿Es que no quieres a mi hermana, acaso?- exclamó Nicholas.
Peggy volvió a su lado con rapidez, sintiendo como el enojo subía hacia su cabeza, nublado su juicio.
-No se confunda, señor Collins.- retó Peggy.- Yo adoro a su hermana, más que a nada en esta vida.-
-Entonces lo hará por ella.- dijo Nicholas en un duro tono.
La mirada de Peggy se aflojó un instante, pero pronto volvió a sus cinco sentidos, dándose la vuelta y marchandose.
Antes de cruzar la puerta completamente, vio como Bernie reía entre una multidud.
Se veía feliz. Se veía tan feliz. Se veía tan feliz sin ella.
°°°°
A la mañana siguiente, Peggy se encontraba tomando su té en silencio. Su semblante triste daba a entender que su corazón, de alguna forma, estaba tan roto como su apariencia.
Alguien llamó a la puerta, pero está se abrió antes de que Peggy pudiera siquiera levantarse de su lugar.
Bernie entró sin cuidado, pero en completo silencio.
-Bernie.- la llamó Peggy con sorpresa, mientras se levantaba de su lugar.
-Mi hermano me contó lo que pasó anoche.- dijo Bernie.
Peggy cerró los ojos, de verdad sentía terrible tener que meter a Bernie en esto.
-Gracias pero.- dijo Peggy.- No quiero escuchar nada que tenga que ver con... -
-¿Como puedes ser tan egoísta? - exclamó Bernie.
Los ojos de Peggy se abrieron con sorpresa.
-¿Que?- preguntó.
El rostro de Bernie comenzaba a enrojerse, mientras las lágrimas comenzaban a inundar sus ojos azules.
-¡Lo hice por nosotras!- exclamaba la rubia.- ¡Para que estuviéramos juntas siempre! ¡Y lo hechaste a perder!-
-¿Nosotras?- repitió Peggy casi en susurro, mientras su corazón se llenaba de una pequeña sensación de esperanza, hasta que la realidad la golpeó. - ¿Tu lo planeaste? ¿Por eso insistía tanto en que fuera?-
-¡Hubiéramos tenido una gran vida juntas!- lloraba Bernie.- hasta que la muerte nos separara...-
Peggy se acercó a la rubia, insegura de lo que sus acciones provocarían. Pero a menos de intentarlo, jamás lo sabría.
Tomó el rostro de Bernie entre sus manos y, delicadamente, unió sus labios en un tibio beso.
Beso que, para su grata sorpresa, Bernie siguió.
Peggy se separó de ella, admirando cada centímetro del enrojecido rostro de la rubia.
-Ven conmigo, Bernie.- susurró, aun sin soltarla.- Aun podemos tener esa gran vida juntas. Solo tú y yo.-
Bernie la miró a los ojos y Peggy pudo ver cómo sus pupilas se dilataban ante la idea de huir con ella. Pero pronto su mirada se oscureció.
Bernie se soltó de su suave agarre.
-¿Te casarías con mi hermano, si yo te lo pido?- preguntó Bernie.
Peggy negó con la cabeza.
-No.- respondió Peggy.
Bernie sonrió con tristeza, tomando las manos de Peggy entre las suyas.
-Espero que seas feliz, ahora que escoges esto.- la rubia deposito un beso en los nudillos de Peggy.- Y espero que no vivas para arrepentirte.-
Una lagrima se deslizó por la mejilla de la castaña.
-Tu igual...- respondió Peggy.
Y con esa última promesa, Bernie se fue de aquella pequeña casa, para jamás volver.
Aquella misma tarde y con el amargo recuerdo del único beso de azúcar, Peggy, en compañía de Lilith, dejó el pueblo de York, por lo que serían muchos años.
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Buenas
Wow este capítulo está lleno de referencias...y un poco de tristeza, ya saben, nuestra niña se va con el corazón roto :c
Pero así es la vida, ni modo.
✨Hay más culos que estrellas✨ jsjsjs
En otras noticias me he visto en la obligación de buscar fechas y datos históricos para escribir estos capítulos.
Unx aprende muchas cosas cosas mientras escribe fanfics xd
Si hay algún error, me disculpo, esta dislexia que no me deja vivir😔😾
Hasta aquí mi reporte, nos vemos✌🏻
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