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El Limite de la Magia Pt I

-Inglaterra-

-1116-

Cuando la recompensa que Winkle le había otorgado por recuperar sus alas comenzaba a agotarse, se vio en la necesidad de conseguir un trabajo. Y, para una mujer, una niña, algo así era más de lo que podía pedir.

Después de algunas semanas de viaje, solo deseaba un descanso. Tal vez del viaje; del bosque y sus caminos confusos; de los muchos y casuales encuentros con la muerte. Solo necesitaba un descanso del mundo que la atormentaba.

A veces solía cuestionar las decisiones que tomaba, pensaba que habían sido impulsivas, excesivas, incluso. Sin embargo, tal vez el destino le recompensaría de alguna manera.

En ese momento, sin embargo, sólo deseaba encontrar un lugar que le diera esa, aunque temporal, sensación de descanso.

Y, como si corriera con un poco más de suerte que lo habitual, apareció en su camino, entre la oscuridad de la lluviosa noche, un hostal.

Ante la vista, Lilith fue rápida en esconderse entre sus bolsillos, mientras la castaña se apresuraba a entrar.
Al entrar fue recibida por varias emociones, muchas para reconocerlas todas al mismo tiempo: la cálida sensación del fuego en la hoguera que ahora le recordaba que tenía un lugar para resguardarse del cruel exterior; también estaban los muchos aromas de comida que flotaban en el aire, dándole la esperanza de disfrutar de una buena cena. Y, al final, una campante melodía que provenía de un laúd al otro lado de la entrada principal, el cual le otorgaba un sentido de relajación.

Con todos aquellos sentimientos inundando su corazón, ignorando a las demás personas en las mesas y alrededor del escenario, caminó hasta donde pudieran atenderla.

-Busco algo para comer.- dijo después de un saludo.- ¿Y tal vez una habitación?-

El hombre que la atendió era especialmente amable y no dudó en ofrecerle un lugar frente al espectáculo que ofrecía a sus clientes. Y, mientras esperaba su cena, se dedicó a observar dicho espectáculo. Al principio solo había un joven tocando el laúd con delicadeza, como si estuviera cepillando los cabellos de un ángel, e interpretaba una melodía casi tan embriagante como su voz.

Conocía muy poco de los juglares, casi nada, si se atrevía a decir. Así que ver a uno contar heroicas aventuras al ritmo de las notas era algo que podía acostumbrarse a disfrutar.

Sin embargo, pronto se dio cuenta que este juglar no contaba heroicas cruzadas de algún caballero. No, de hecho, contaba las historias de una mujer. Y, sin temor a equivocarse, cada metáfora, cada verso, le dejaba en claro que hablaba de una bruja.

A los pocos segundos, sin embargo, se le unió una voz más: una mujer de dorada cabellera y vigorosos ojos marrones se hizo presente en el espectáculo, cautivando cada mirada que se posaba en ella.

Incluso Peggy se vio encantada por la presencia de aquella joven y, pronto, comenzó a sentir la energía que emanaba de la rubia y, así, entendió que se trataba de un encantamiento. Y de una bruja.

Por unos segundos, no se movió de su lugar, deseaba seguir bajo aquel encanto. Aquel truco lo conocía, sabía que lo había leído en alguno de los libros de Morgana; sin embargo, ella nunca había sido capaz de hacerlo. No sin agotar sus energías, al menos.

Aquel trance se rompió tan pronto acabó el acto y esa fue su señal para desaparecer de aquel sitio. Afortunadamente, había una habitación para ella en el hostal y no iba a desaprovechar una buena noche de sueño escuchando historias cantadas por una bruja que hechizaba a su público.

Camino escaleras arriba, se detuvo a los pies de estas y volvió la vista hacia el escenario, encontrando la curiosa mirada marrón de la bruja sobre ella. Su corazón latió ansioso y solo pudo subir las escaleras, casi corriendo, sin temor a resbalar y lastimarse.

Llegó a su habitación pronto y cerró la puerta detrás de sí y soltó un pesado suspiro.

La habitación era pequeña, con suficiente espacio apenas para ella sola. Con algo de dificultad comenzó a sacar sus prendas después de que su familiar saliera de su bolsillo, aun pesadas por la humedad, hasta quedar en un ligero camisón, dejando todo lo demás en el suelo, mientras caminaba a la cama.

-¿Esa de ahí era una bruja, cierto?- le pregunto a Lilith.

La felina se estiró en su lugar en la cama, antes de acostarse por completo.

-Así es.- respondió.

En realidad no tenía intenciones de revelar más sobre la identidad de la bruja que recién habían visto, pues sabía que, de alguna u otra forma, terminarían cruzando caminos con ella.

...

-Camelot-

-1115-

Mientras caminaba por los pasillos de Camelot, no podía evitar que su mente vagara a lugares extraños, recuerdos lejanos, sobre todo.

A veces se encontraba a sí misma recordando su hogar de la infancia, ese que sí recordaba con amor. El que se desmoronó en menos de lo que se pudo dar cuenta.

Ahora, sin embargo, era traída de vuelta a la realidad por la imagen de una rubia saliendo a hurtadillas de una habitación a la cual no debía entrar.

-¿Qué haces?- preguntó Peggy, causando que la rubia en cuestión diera un brinco en su lugar.

-Dioses, Margaret.- exclamó Arabella.-Tienes los pies ligeros.-

-¿Que hacías en el estudio de Merlín?- preguntó la castaña, ignorando el comentario de su amiga. -Sabes que no hay que entrar ahí.-

Arabella sonrió, a la par que la tomaba del brazo para comenzar a caminar en dirección contraria al estudio del viejo hechicero.

-Tiene muchas cosas interesantes.- respondió la rubia.- Y libros que Morgana jamás nos dejaría leer.-

Peggy trató de imaginarse qué clase de cosas podría haber del otro lado de aquella puerta y, no sabia porque, presentía que el lugar era un desastre. Se imaginaba entrando y encontrando cientos de reliquias, muchas de ellas dignas de victoriosas cruzadas y traídas como trofeos de sus grandes triunfos, pero pronto volvió a la realidad.

-Te meterás en un problema.- acusó la castaña.

La rubia le dedicó una mirada que Peggy no adoraba tanto, pues casi siempre las metía en problemas.

-¿Que es uno más?- preguntó la rubia.

Peggy soltó una risa que tuvo que ocultar detrás de su mano.

-Uno no es ninguno.- respondió la castaña.- ¿Cierto?-

-¿Lo ves?- exclamó Arabella.-¡Ya lo entiendes!-

...

A la mañana siguiente, mientras se vestía para comenzar el día y prepararse para seguir avanzando en su viaje, fue el llamado en la puerta de su habitación lo que le impidió continuar.

Al abrir la puerta y encontrarse con la rubia detrás de esta, solo le pudo dedicar una confundía expresión.

-¿Hola?- saludó Peggy

-Oh, estás despierta.- exclamó la otra joven.- Es perfecto.-

-¿Disculpa?- pregunto Peggy.

La joven frente a ella se veía entusiasmada y hablaba con una gran naturalidad, como si fueran grandes amigas. Lograba alterar un poco sus sentidos, pero no lo suficiente para querer huir, sólo resultaba un tanto abrumador.

-Lo siento, qué modales tan malos.-  dijo la rubia.- Soy Arabella de Pericles, hija de Lady Morgana de Camelot.-

Arabella estiró su mano hacia el frente, pero Peggy dudó si tomarla o no. Después de todo, esta joven extraña no solo era de Camelot, el lugar que ella misma había hechizado hacía unas pocas semanas. Sino que también anunciaba ser la hija de Morgana.

Cientos de pensamientos comenzaban a dar vuelta en su cabeza, miles de razones que podría tener esta joven bruja para lastimarla, para vengarse de ella.

Pronto, sin embargo, se dio cuenta de un importante punto en tan inesperado encuentro: No lograba recordarla. No había ni una pizca de recuerdos en ella que incluyeran a Arabella en su historia.

Y si Peggy no la recordaba, entonces Arabella tampoco lo hacía.

Con cuidado estrechó su mano, sintiendo el leve apretón de parte de la mayor.

-Soy Margaret.- respondió Peggy, encontrando en Arabella una mirada que le urgía que siguiera con su presentación.- No deberías ir por ahí diciendo su nombre. Está maldito.-

Arabella resopló por la nariz, a la vez que soltaba su mano y comenzaba a pasearse por la habitación.

-Si, eso dicen.- respondió la rubia en un tono menos entusiasta.- ¿Ya desayunaste?-

La castaña negó con la cabeza y, al tener la respuesta, la bruja de vasija la tomó de las manos y la arrastró escaleras abajo, con la pura intención de que los acompañara al desayuno.

Una vez en el comedor del hostal, Arabella se encargo de presentarle a su compañero de viajes: el juglar de la noche anterior, Galaga.

La mañana avanzó con naturalidad, incluso cuando había sido algo que ella no planeaba, sobre todo la parte de amigarse con dos extraños y excéntricos viajeros.

Y, aún con la inquietud de ser descubierta, había algo en esa bruja y en su juglar acompañante que le daba un sentido de confianza. Así que, no muy entusiasmada por seguir su interminable viaje, decidió permanecer un par de días más en el hostal.

Tal vez, así podía encontrar respuestas a preguntas que aún no se atrevía a hacer.

.

Una mañana, Arabella se había encargado de iniciar el día antes para ambas, apresurando a la más joven a vestirse, asegurando que el mercado del pueblo se llenaría antes de que ellas pudieran llegar.

Mientras caminaban por el camino que atravesaba el bosque, reían a causa de algo que Galaga había dicho antes de verlas salir, justo después de quejarse por no haber sido invitado a las compras.

-Deberíamos invitarlo la próxima vez.- dijo Peggy.

-Si, pero seguro querrá comprar esa horrible tela morada.- se quejó Arabella.- Es muy cara y seguro que se arrepentirá de haberla comprado y jamás se callará al respecto.-

Una vez que llegaron al pueblo el mercado estaba, en efecto, repleto de gente, lo que hacía algo difícil avanzar y llevar a cabo sus compras con calma.

Trato de no distraerse mucho, lo cual era una tarea complicada, tomando en cuenta lo mucho que la vía estaba abarrotada de personas.

Mientras caminaba, se dio cuenta que había perdido de vista a su compañera de compras. Sin embargo, aquello no la alteró tanto como el extraño que la golpeó en el hombro.

Al principio, su presencia había pasado desapercibida, hasta que esta se volvió caótica y confusa. Pronto recordó lo que Winkle le había dicho sobre los cambiantes y sus deseos de encontrarla. Y sus nervios se dispararon hasta el cielo . Perdió de vista a aquella persona y, como si la hubiera llamado, Arabella apareció junto a ella unos segundos después.

-Ahí estas.- exclamó la rubia.-¿Estas bien?- pregunto al ver como su mirada se perdía entre la multitud.

Peggy buscaba a alguien con la mirada, un rostro desconocido que se relacionara con la inquietante presencia de hacía unos segundos, pero era  simplemente imposible dar con dicho extraño sin rostro.

-Si, estoy bien.- respondió.- Alguien me golpeo el hombro.-

Arabella refunfuño, a la par que se quejaba de las muchas personas que habían. Así que, tomando eso en cuenta, decidieron volver al hostal antes de lo planeado.

Sin embargo, en su camino de regreso, Peggy aun lograba sentir una especie de incertidumbre que permaneció con ella por el resto del día.

.

El hambre la había abandonado aquella noche y, parecía ser, el sueño también, y ahora solo estaba sentada al lado de la ventana, observando el bosque debajo del cielo nocturno.

Observaba los árboles y los espacios entre ellos, esperando que algo apareciera de las sombras e hiciera su noche de insomnio un poco más interesante.

Sentía una inquietud que la atormentaba, como si hubiera alguien acechando su tranquilidad desde la lejanía del bosque.

Los pasos al otro lado de la puerta la hicieron despegar la vista de la ventana, anticipando el abrir de la puerta de su habitación y al joven que ahora se hacía presente.

-¿Sucede algo?- preguntó la castaña.

Galaga no respondió, solo se abrió paso hasta llegar a donde ella estaba y se sentó a su lado en el suelo.

-Piensas demasiado fuerte- dijo el joven.-Estuviste muy callada después de que volvieron del mercado ¿Sucedió algo?-

Sabía que habían notado su silencio y lo último que deseaba era preocuparlos. Pero simplemente sentía que no podía evitarlo.

-¿Alguna vez hiciste algo de lo que te arrepentiste después?- preguntó Peggy.

-Supongo que si.- respondió Galaga.

Peggy suspiró.

-Hice algo de lo que me arrepiento.- dijo ella.- A veces me pregunto qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho.-

-Pues estarías en cualquier otro lugar preguntándote qué hubiera pasado si lo hubieras hecho.- respondió Galaga.- Pero estas aquí, y lo que sea que hayas hecho no pudo haber sido tan malo.-

Si lo había hecho para protegerse a sí misma, sin importar a cuantos pudiera haber afectado ¿Había sido algo tan malo? Temía preguntar y recibir una respuesta que no deseaba escuchar.

Porque en el fondo la sabia. Así que prefirió no hacerla.

-Supongo que tienes razón.- respondió Peggy, ofreciéndoles una sonrisa llena de pena.- Gracias.-

Galaga, quien no había pasado por alto su extraña actitud, decidió que no era buen momento para preguntar sobre aquel tema.

-¿Para qué son los amigos?- pregunto Galaga.

La castaña arqueo una ceja.

-No soy de hacer amigos.- dijo ella.

-Pues ya tienes uno.- respondió él, mientras se señalaba a sí mismo.- Y la rubia en la otra habitación también.-

Dicho aquello, Galaga salió de la habitación y ella se quedó sola de nuevo decidiendo que integraría dormir una vez más.

Volvió la vista hacia la ventana, pero esta vez Lilith se interpuso entre ella y el bosque nocturno, incitándola a dejar aquellos pensamientos de lado.

...

El sentimiento de ser observada no parecía irse, solo permanencia y se hacía más intenso con el pasar de cada hora, hasta el punto en el que sentía que sus propios nervios la aplastaban.

Una mañana, sin embargo, la inquietud fue lo suficientemente fuerte para que ella decidiera que no podía tolerarlo más. Había recolectado todas sus pertenencias y planeaba salir del hostal, con esperanzas de no toparse con nadie en el camino.

Lo último que necesitaba era una mala despedida.

Su plan, sin embargo, fue frustrado cuando encontró a Arabella en el patio, disfrutando del suave sol de la mañana. La rubia se dio la vuelta al escucharla y le dedicó una sonrisa amigable.

-Buenos días, justo estaba por ir a buscarte.- dijo Arabella, antes de llevar su vista al bolso que la castaña sostenía entre sus manos.- ¿Te vas?-

Y una mala despedida era lo que tendría.

Peggy apretó las correas de su bolso, buscando en ellas algún tipo de consuelo que no le fue otorgado.

Asintió.

-Si, tengo que irme.- respondió.

Sintió como su corazón daba un salto y sentía que este explotaría en su pecho.

-Me están siguiendo.- dijo Peggy.-Y temo que los puedan seguir a ustedes también. No podría hacerles eso.-

Arabella no dijo nada, simplemente se acercó y la envolvió en un abrazo.

-No debes dar explicaciones.- dijo.- Espero que nos volvamos a ver pronto.-

Al separarse del abrazo, solo le pudo dedicar una cálida sonrisa.

-No soy de hacer amigas.- dijo Peggy.- Pero esto fue lindo.-

...

Nueve siglos después
Arcadia Oaks, California

La luz en sus manos era cada día más tenue y débil, no importaba cuánta fuerza hiciera o cuanto deseara conjurar algún hechizo, su magia no parecía ser suficiente.

-¿Mamá?- la voz de Joy la hizo levantar la vista de sus manos.-¿Estás bien?-

Peggy se relajó ante la voz de su hijo más joven, como si su sola presencia bastara para calmar  su alma. Esa era la realidad, y a veces solo podía sentirse culpable al respecto.

-Si, estoy bien.- respondió ella.-¿Y tú? ¿Cómo te sientes?-

Joy mantenía la vista perdida, hasta que pudo verla de nuevo, con sus enormes ojos verdes. Esos que, en algún momento, habían perdido todo su brillo y ahora eran solo dos orbes tristes y vacíos.

-Bien.- respondió el más joven.- Mejor.-

La castaña quiso acercarse pero Joy solo se apresuró a caminar y salir por la puerta antes de que su madre pudiera llegar a él. Y, entonces, la angustia regresó.

Era algo que no podía evitar, el que Joy ya no fuera tan pequeña y feliz como alguna vez había sido. Y sentía que era su culpa, aun cuando no sabía bien por qué.

No importaba cuantas veces Douxie le pidiera no preocuparse.

No importaba cuanto se dijera a sí misma que ella no era la culpable.

No podía evitar pensarlo.

.

Su caminata hacia su destino no había durado mucho y, a veces, era por eso que agradecía que Arcadia fuera una ciudad tan chica.

-Uy, tu cabello es lindo.- dijo Arabella una vez que la vio llegar a la mesa del café.-¿Cual es la ocasión?.-

Peggy pasó su mano por su cabellera, esta vez era un poco más corta que de costumbre.

-Tengo un adolescente. Esa es la ocasión.- respondió, ganando una risa por parte de su acompañante.- Y creo que estoy muriendo.-

Arabella, quien tomaba un café con toda la tranquilidad del mundo, fue rápida en ahogarse con su bebida.

-Dioses, Margaret.- exclamó, a la par que limpiaba su boca con una servilleta.- No son ni las diez AM ¿Por qué dices locuras tan temprano?-

-Algo extraño pasa con mi magia.- respondió la castaña.- Como si se estuviera agotando.-

La rubia hizo a un lado su servilleta.

-Pues si, eso es obvio.- respondió.

-¿Por qué dices eso?- preguntó la castaña.

-Porque tu magia corre como loca por tu cuerpo sin un cristal o algo que la controle.- dijo la rubia.- ¿Cuántos años llevas sin usar uno? ¿veinte? Por favor, Margaret, eres demasiado vieja como para no saber eso.-

Peggy pasó una mano por su pecho careciendo de cualquier joya que la protegiera de su propia magia. No creyó que fuera a necesitar un nuevo cristal, o algo similar, mucho menos después de tantos años. No tenía un collar como Arabella, o un cetro como Hisirdoux, o una varita como Zoe. Sin embargo, ahora que ponía todas las piezas juntas, aquella teoría tenía sentido.

-¿No te sobra uno por ahí, verdad?- preguntó la castaña.

-Por supuesto que no.- respondió Arabella.- Pero Zoe seguro que tiene.-

Peggy levantó la mano al ver como un mesero se acercaba.

-Yo pago tu café.- dijo la castaña.

-Es lo justo.- respondió la otra bruja.

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Capítulo no prometido pero prometido pero pensado ah sólo lo necesitábamos😭✨

Es que Peggy, Arabella y Galaga son Los mejores tres randoms de la historia, o no? O nada? 😤✨ LaChicaEterea

En otras noticias, ¿Por que Joy es tan mala onda con su mamá? Es es es...es una larga historia😭👁️

Pues si, ya nos leeremos después chiquis, yo espero que más seguido porque tengo muchas cosas lindas que quiero escribir en cuanto deje de procrastinar aaaaaaaaah

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