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El Caballero De La Carreta

Comenzaba a darse por vencida. Sinceramente, ni siquiera sabía donde estaba. No sé había topado con ningún pueblo o señal alguna que pudiera proporcionarle alguna indicación.

Días y noches, caminando por la nada, en dirección a ninguna parte. Estaba justo como empezó antes de siquiera encontrase con Nomura.

El par de pantalones que Zoe le había proporcionado habían sido muy útiles en verdad: no estorbaban como lo hacía su vestido y, ciertamente, eran mucho más cómodos.

Lilith caminaba a su lado, en la forma de un gato de tamaño promedio. Peggy observó como la felina detuvo su elegante andar y comenzaba a ponerse alerta.

Peggy intentó hacer lo mismo, pero su cansado cuerpo apenas y podía mantenerse de pie.

Lilith saltó a su hombro, causando que la cansada bruja se tambaleara.
-Por ahí.- dijo Lilith, señalando el camino con su cabeza.

Peggy siguió el camino indicado, llegando a una pequeña casa después de algunos segundos.

Estaba oculta entre la naturaleza, apenas visible a la luz de la luna, de no ser por las luces que irradiaba desde dentro.

Una vez frente a la puerta, dudó un segundo si llamar o no.
No había cambiado sus ropas ¿Que pensarían de una chica vestida de varón?

En Castilla había sido diferente. No podía hablar con nadie, así que no había manera que identificarán su voz femenina. Pero aquí era diferente.

Suspiró pesadamente.
-Que sea lo que El Creador quiera.- se resignó.

Llamó a la puerta, la cual fue abierta después de unos segundos, revelando el rostro de una mujer detrás de ésta.

Peggy sonrió un poco incomoda al notar el somnoliento estado de la mujer frente a ella.

-Una disculpa.- dijo Peggy.- Busco un lugar donde pasar la noche ¿Sabrá usted de alguna posada cerca de aquí?-

Los ojos de la mujer brillaron al escuchar aquellas palabras.
-Has llegado al lugar correcto, querida.-

La mujer le dio la entrada a su hogar, haciéndole saber que era una posada y que, para su fortuna, tenía habitaciones libres.

La mujer le ofreció una de estas habitaciones, la cual Peggy aceptó gustosa. Una vez en privacidad se dio a la tarea de descansar, ya continuaría su viaje por la mañana.

°°°°

-¿De dónde vienes, querida?- preguntó la dueña de la posada durante el desayuno.

-En realidad no lo recuerdo.- respondió Peggy después de pasar lo que masticaba.- Mi madre y yo nos mudamos después de...- hubo una pausa. El recuerdo de aquella noche, la noche en que su padre se había ido, aún recorría su memoria en veces.

-No tienes decirlo, si no quieres.- dijo la mujer.

Peggy sacudió la cabeza.
-No pasa nada. Fue hace mucho.- respondió Peggy.- En realidad nunca supe dónde estaba, hasta que llegué a Camelot.-

La mujer la miraba con confusión, pero después se echó a reír.
-Ay, querida.- exclamó secando sus lágrimas causadas por la risa.- Que buen sentido del humor, casi me lo creo.-

La mujer trataba de recuperar el aliento, mientras las traviesas carcajadas salían disparadas de sus labios.

-¿Que es tan gracioso?- preguntó Peggy con mucha confusión.

La mujer detuvo un poco su risa, para dedicarle una mirada, ahora, de confusión.
-Bueno.- dijo un poco más tranquila.- Lo que pasa es que Camelot no existe.-

El rostro de Peggy palidecio.
-¿Que?- preguntó incrédula.

La mujer la miró extrañada, mientras se levantaba de su asiento y se dirigía a un pequeño librero.

Al volver a la mesa, puso sobre esta un delgado libro.
Peggy lo tomó con cuidado y lo abrió en las primeras páginas.

-El Caballero de la Carreta.- leyó.

La mujer asintió.
-Cuenta la valiente historia de cómo un caballero llamado Lancelot se aventura para salvar a la Reina Ginebra.- relató la mujer.

Chrétien de Troyes.

-Mi sobrino.- dijo la mujer, sabiendo que Peggy se cuestionaba aquel nombre.- El escribió esta historia, pero no se anima a publicarla, aunque hemos tratado de animarlo. Es joven como tu, vive en Francia con su madre.-

Peggy guardó silencio durante algunos segundos, sosteniendo aquel libro entre sus manos.

Se excusó de la mesa, pidiendo permiso para leer aquel relato caballeresco, el cual, según aquella mujer, era muy bueno.

Se encerró en su habitación y, en compañía de su amiga felina, comenzó lo que sería una larga y fascinante lectura.

°°°°

No tardó mucho en terminar, pues aquel relato no era muy largo.
-Es bastante bueno.- dijo Lilith, una vez que Peggy terminó de leer.

Peggy se puso de pie sin decir palabra alguna y puso ambas manos frente a sí.

-¿Que haces?- preguntó Lilith.

Peggy no respondió al instante, sino que se concentró en abrir un portal de Sombras, uno que la llevara justo a donde quería.

La bruja le hizo una señal a la felina para que la siguiera dentro, pero Lilith no pasaría por un portal de Sombras si no tenía una buena razón para ello.

-Bien.- dijo Peggy.- Esperame aquí, entonces.-

Peggy cruzó el portal, pero fue rápidamente seguida por su familiar.
Lilith jamás la dejaría sola, no por su propia voluntad. Después de todo, había hecho la promesa de protegerla con su vida.

Lilith no era como el resto de los familiares. No. Lilith no había escogido a su hechicera, había sido asignada.
Más que su familiar, era su protectora. Su deber era mantenerla a a salvo, lejos de los problemas y, si era necesario, detenerla.

Los niños de luz de luna habían sido ejemplares particularmente difíciles de manejar y, sabiendo que Peggy era la última de aquellos niños, la tarea a veces se complicaba más de lo debido.

A Lilith le asustaba no poder protegerla de su propio poder, pero si podía protegerla de todo lo demás.

Llegaron a las afueras de un pequeño pueblo, el sol apenas comenzaba a ocultarse, lo que les daría, por lo menos, una hora antes de que oscureciera por completo.

-¿Dónde estamos?- preguntó Lilith.

Peggy observó el pueblo a la distancia.
-Si todos salió bien.- respondió.- Estamos en Troyes.-

Entraron al pueblo y, al igual que la vez pasada, los letreros en un lengua desconocida, le daban a entender que ya no estaba en Inglaterra.

Avanzó con normalidad, preguntando, tanto como sus capacidades de comunicación le permitían.

Comenzó a sentir una extraña sensación que causó que se detuviera. Aquel extraño sentimiento tan digno de un troll cambiante, que, en ese momento, ya se habia vuelto terriblemente familiar.

Pero habían tantas personas que le era imposible saber con certeza de dónde provenía aquella sensación. Así que optó por seguir en su búsqueda.

-Disculpe.- preguntó Peggy a una mujer que pasaba.- ¿Chrétien?-

La anciana le dedicó una confundida mirada, tal vez por su acento desconocido, pero pronto logró entenderle, señalando lo que parecía ser un pequeño negocio cruzando la calle.

Peggy agradeció y caminó hacia allá, seguida de Lilith.
Al entrar, el delicioso aroma de pan recién horneado invadió sus fosas nasales.

Un campante castaño la recibió con cordialidad y, al observarle, Peggy creyó conocerle, pero su memoria no le permitía asegurarlo.

Tal vez ese hechizo había sido una mala idea.

-¿Chrétien de Troyes?- preguntó Peggy.

-Si, soy yo.- respondió el joven.

Peggy suspiró aliviada, sabiendo que podría comunicarse cómodamente con el joven.

Lentamente extendió el pequeño libro hacia el joven, quien lo tomó con la la misma lentitud, para después dedicará una confundida mirada.

-Camelot...- comenzó a hablar Peggy.-Yo no recuerdo mucho pero, por favor dime... Dime que Camelot fue real.-

Peggy miraba al suelo, avergonzada de no poder recordar más de lo que deseaba.

Perder la memoria no le había parecido la peor de las ideas, no en aquel momento, por supuesto. Pero ahora, odiaba el sentimiento de no poder reconocer un rostro que sabía había formado parte de su pasado.

Y, sobre todo, le daba miedo pensar que aquellos recuerdos que conservaba, tampoco habían sido reales.

El joven frente a ella no le había quitado la vista de encima.
-¿Majestad?- preguntó el joven.

Peggy levantó la vista de pronto.
Esa confusión ya la había sentido antes, pero no lograba entenderla.

-¿Que?- preguntó Peggy.

La sonrisa dejó el rostro del joven Chrétien.
-¿No me recuerda?- preguntó él.-Soy el escudero del que las cocineras se burlaron. Nos conocimos hace algunos meses... En Camelot.-

Un rayo de felicidad invadió su pecho. Ahora podía saber que sus recuerdos eran verdad.
-Me temo que no lo recuerdo.- decía Peggy sonriente.

Hablaron por algunas horas. Resulta que aquel joven se había visto obligado a dejar Camelot el mismo día que ella partió, eso explicaba por qué su memoria no se había visto afectada.

-Quise inmortalizar Camelot en mis obras.- había dicho el joven.- Muchos reinos pequeños comenzan a morir ¿sabe?.-

-Camelot fue uno de ellos.- dijo Peggy.-Parece ser que la gloria de Camelot vivirá sólo en tus historias ahora.-

El joven le dedicó una sonrisa, que de alguna forma logró moverle el mundo.
-¿Te gustó mi historia?- preguntó él.

Peggy asintió, con las mejillas aún sonrojadas.
-No recuerdo mucho sobre Lancelot.- dijo Peggy.- Pero estoy segura que era tan heroico como lo pintas.-

Chrétien guardó silencio por unos segundos.
-¿De verdad no recuerdas nada?- preguntó. Ella negó.- Tal vez sea una oportunidad.- dijo él.

Peggy sólo arqueo una ceja en respuesta.
-Una oportunidad para dejar mis penas en el pasado, me imagino.- respondió Peggy, recibiendo una simple afirmación de parte de él.

-Si no recuerdas tus errores.- dijo el joven.- Entonces jamás los cometiste.-

°°°°

Mientras caminaban de regreso a las afueras de Troyes, la sensación tan conocida la volvió a invadir.

Desde la tranquilidad de la noche un cambiante se lanzó sobre ella, dejándola indefensa.

Lilith intentó protegerla, pero el cambiante, de alguna forma, le lanzó un hechizo de sueño, logrando que Lilith cayera dormida casi al instante.

-Mira lo que ha traído el gato.- dijo la rasposa voz tan digna de los cambiantes.

El cambiante pasó una de sus dagas por el cuello de Peggy, sin llegar a cortarla.
-¿Que hace La Hija de Morgana paseando sola por el bosque?- preguntó la criatura.

Peggy tragó en seco, mientras luchaba por controlar su respiración.
-Supongo que ya no lo sabremos.- dijo el cambiante acercando cada vez más sus dagas a ella, antes de detenerse por completo.

Peggy veía como el miedo invadía la mirada del troll, mientras un espeso líquido oscuro salía de su boca y caía sobre la mejilla de la castaña.

El cambiante saltó lejos de ella, cayendo al suelo y sujetando su costado, mientras observaba como Peggy sostenía en su mano izquierda una daga de Sombras.

Lentamente, el cambiante se recostó en el suelo, mientras esperaba con paciencia su muerte.

Peggy corrió hacia Lilith y la despertó. Peggy no quería voltear a ver lo que acababa de provocar.

Ella había matado a un ser viviente. Si, el cambiante iba a matarla. Pero aún así era la peor sensación que jamás hubo sentido.

-¿Peggy?- preguntó Lilith después d eun rato, al ver que la chica no podía hacer más que darle la espalda al cuerpo sin vida del troll.

-Hay que seguir avanzando.- dijo Peggy.

Lilith se acercó a ella.
-¿Que hay de Nomura?- preguntó.- ¿Ya  no la buscaremos?-

Peggy negó con la cabeza.
-Ya no.- dijo.- Ya no más Camelot, ni Lancelot, ni Nomura, ni Morgana.- tomó un momento para controlar su agitada respiración.- Todo eso quedó en el pasado. Tal sea hora de avanzar.-

Peggy se puso de pie, tomó el pequeño libro entre sus manos, observó una última vez el cuerpo del cambiante y, finalmente, abrió un portal de Sombras.

-¿Y a donde iremos ahora?- preguntó Lilith.

Peggy tardó unos segundos en responder.
-A cualquier parte.- dijo.

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Holii

Más vale tarde que nunca xd😌

Un poco lento el capítulo, lo sé. La verdad no estaba segura en sí subirlo o no, pero llegué a la conclusión de que era necesario "cerrar" esta parte de la vida de Peggy.

Por si se lo preguntaban Chrétien de Troyes fue el primer escritor en mencionar a Camelot en sus obras.

Una de esas obras fue el El Caballero de la Carreta donde relata como Lancelot se aventura para salvar a la Reina Ginebra (Guinevere), perdiendo su honor al esconderse en una carreta.

La verdad no he leído el poema, pero me pareció divertido añadir algunas referencias jsjsj

Bueno eso era todo, disfruten su día bai❤️

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