Capítulo 17: Encrucijada
Habían transcurrido varios días desde aquella conversación con el profesor Snape. El director Dumbledore me aconsejó esperar hasta el fin del curso para regresar a casa, y aunque esa no era precisamente la respuesta que esperaba, no me quedaba otra opción.
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Muchos días después
Hoy era el día de la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos. Decidí asistir simplemente para pasar el rato con Delphine, Pansy, Hermione, Ron y Draco. Aunque Draco y yo apenas cruzábamos palabras, nuestra relación había mejorado; al menos ahora nos tratábamos como simples amigos. Para mi alivio, parecía que Adriana no estaba presente.
El profesor Dumbledore dio unas palabras introductorias antes de que Filch encendiera el cañón de luz, señalando el inicio de la prueba final. Observé cómo los participantes ingresaban en los senderos del laberinto; en cuanto lo hicieron, las paredes vegetales se cerraron tras ellos. Un mal presentimiento se apoderó de mí. Algo estaba a punto de suceder, y no me gustaba en absoluto.
Pasaron unos minutos antes de que unas chispas rojas se alzaran en el cielo, indicando que Fleur había decidido abandonar la prueba. Durante la espera, nos distraíamos hablando de cualquier tema que surgiera. Me sentía en paz, rodeada de mis amigos, sin que Moreau o Adriana estuvieran allí para perturbarme.
Después de un largo rato, un murmullo recorrió a los espectadores: Harry había aparecido de repente en el centro del campo. Era el ganador del torneo. La multitud estalló en vítores, pero todo se tornó sombrío cuando un grito de horror rasgó el aire. Cedric Diggory yacía sin vida junto a Harry. Dumbledore corrió hacia ellos, y sin pensarlo, yo hice lo mismo. Al acercarme, pude escuchar la voz temblorosa de Harry.
—Él ha vuelto… Voldemort ha vuelto. Cedric me pidió que trajera su cuerpo.
Sentí que el mundo se detenía. Aquellas palabras me helaron la sangre. Mi padre había regresado.
El padre de Cedric se abrió paso entre la multitud y, al ver a su hijo, dejó escapar un grito desgarrador. Observé aquella escena con el alma encogida. ¿Cómo era posible que mi padre fuera responsable de tanto dolor? ¿Cómo podía ser yo hija de un monstruo así? ¿Estaba destinada a convertirme en alguien como él? Las respuestas a esas preguntas me eludían, y quizás nunca las encontraría.
Con el corazón encogido, me acerqué al señor Diggory y, sinceramente, le ofrecí mis condolencias. Era lo único que podía hacer. Por fortuna, nadie, salvo el profesor Snape, conocía la verdad sobre mi parentesco con el señor tenebroso.
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Unos pocos días después
El tiempo pasó rápidamente tras aquel fatídico día, y el curso finalmente llegó a su fin. El momento de regresar a casa había llegado. Hermione y yo nos despedimos de Viktor, quien nos pidió que le escribiéramos. Cada una recibió un cálido abrazo de su parte antes de partir.
Con mis pertenencias ya en el tren, me reuní con mis amigos para compartir el mismo vagón. Era una situación peculiar, ya que Harry, Hermione y Ron no solían llevarse bien con Draco y sus amigos, pero sorprendentemente no hubo ningún problema. Todos conversaban en paz, y por un momento, disfruté de aquella sensación de normalidad.
Tras unas horas de viaje, el tren llegó a Londres. Era hora de separarnos. Bajamos nuestras cosas y, uno a uno, nos despedimos con fuertes abrazos. Me costaba despedirme de Delphine, ya que vivíamos en lugares muy distintos. Con una sonrisa, les dije:
—Nos veremos pronto. Espero que me envíen alguna que otra carta.
Reímos juntos, y ellos asintieron. Tomé mis cosas y comencé a alejarme. Mientras caminaba, miles de preguntas me asaltaron: ¿Volveré a verlos? ¿Mi padre intentará buscarme a mí y a mi hermana? ¿Qué haré si eso sucede? ¿A qué bando elegiré cuando llegue el momento?
No tenía las respuestas, pero confiaba en que algún día las encontraría.
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