Capítulo 14: Sombras
Al llegar a la sala común de Slytherin, el ambiente era el de siempre: un fuego cálido ardiendo en la chimenea, las paredes cubiertas de tapices verdes y plateados, y algunos estudiantes charlando en voz baja o enfrascados en sus tareas. Me sentía inquieta, así que decidí ir a mi habitación para dejar mis cosas antes de dirigirme a la biblioteca. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso hacia las escaleras, escuché una voz grave y familiar detrás de mí.
—Señorita Black. —Era el profesor Snape, observándome con su habitual semblante imperturbable.
—Sí, profesor Snape —respondí, tratando de ocultar mi sorpresa.
—Acompáñeme —ordenó con tono firme, girándose en dirección a los pasillos del castillo.
Sin hacer preguntas, lo seguí. El sonido de nuestros pasos resonaba en el largo corredor, y el silencio entre nosotros era casi sepulcral. Finalmente, llegamos a su oficina. Snape se detuvo frente a la puerta, la abrió, y me hizo un gesto para que entrara.
Una vez dentro, me indicó que tomara asiento. La habitación estaba iluminada por unas pocas velas, y los estantes estaban llenos de frascos que contenían ingredientes extraños. Snape se apoyó en su escritorio, cruzando los brazos mientras me miraba fijamente.
—¿Usted se ha encontrado con su madre recientemente? —me preguntó de manera directa.
Fruncí el ceño, confundida por su pregunta.
—No, no he visto a mi madre… ¿Por qué lo pregunta? No entiendo.
Snape hizo una breve pausa antes de responder.
—Su padre quiere volver.
Aquellas palabras me dejaron completamente perpleja. Sentí un nudo en el estómago y el aire se volvió denso.
—¿Cómo que quiere volver? —inquirí, intentando asimilar lo que acababa de escuchar.
—El joven Potter ha estado teniendo sueños extraños —explicó Snape con calma—. Tanto el profesor Dumbledore como yo creemos que Lord Voldemort está buscando el modo de regresar.
Las palabras de Snape resonaban en mi cabeza como un eco. Un escalofrío recorrió mi espalda al imaginar lo que aquello significaba.
—¿Qué pasará si… si él vuelve? —pregunté en un susurro, temiendo la respuesta.
Snape me observó con detenimiento antes de responder.
—Si eso ocurre, su primera intención será acabar con el joven Potter. Y no solo eso, señorita Black. Seguramente los días volverán a ser tan oscuros como lo fueron en el pasado. Nada será igual.
El peso de sus palabras me dejó sin aliento. Intenté mantener la calma, pero era imposible no pensar en el caos que podría desatarse si Voldemort regresaba.
—Hasta la acción más pequeña puede cambiar el curso del futuro —dije, más para convencerme a mí misma que al profesor—. Todo puede cambiar, si actuamos a tiempo.
Snape asintió lentamente, como si considerara mis palabras con seriedad.
—Tiene razón, señorita Black. —Su tono era menos severo, casi reflexivo—. Por cierto, ¿cuándo planea continuar con nuestras lecciones?
—Creo que mañana podremos retomarlas, profesor. ¿Puedo retirarme ahora? —pregunté, sintiéndome agotada tras aquella conversación.
—Sí, puede retirarse.
Me levanté y salí de la oficina sin mirar atrás. A medida que caminaba por los pasillos en dirección a mi habitación, las palabras de Snape seguían rondando mi mente. ¿Era realmente posible que Voldemort regresara? Si así era, ¿cómo podríamos enfrentarlo? ¿Volverían los días oscuros y llenos de temor de los que tanto había escuchado hablar?
Cuando llegué a mi habitación, me dejé caer sobre la cama, mirando el techo con la mente enredada en preguntas sin respuesta. Mil pensamientos se agolpaban en mi cabeza, cada uno más inquietante que el anterior. ¿Qué significaba todo esto para mí? ¿Estaba de alguna manera destinada a formar parte de lo que estaba por venir?
Me quedé así, perdida en mis pensamientos, durante lo que me pareció una eternidad. Había demasiadas dudas, demasiadas incógnitas. Pero una cosa era segura: todo estaba a punto de cambiar.
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