Quién diría que un mago como lo fue Tom Riddle, también conocido como Lord Voldemort, llegaría a aceptar tener un descendiente con una de sus seguidoras. Sin embargo, así fue. Tal vez ni él mismo lo planeó, pero aquí estoy, lista para contar mi historia.

Mi historia comienza antes de que Voldemort matara a los padres de Harry Potter, antes de que el niño sobreviviera al ataque mortal y de que el mundo comenzara a rumorear sobre la caída de Lord Voldemort.

Mi nombre es Helena Riddle Black, y aunque muchos me conocen por mi apellido, mi legado proviene de mi padre, el temido Señor Tenebroso.

Tengo 14 años, soy de la casa Slytherin, y aunque no suelo hablar mucho sobre mi familia, mi linaje pesa sobre mí de manera constante. Mi mejor amigo es Draco Malfoy, y aunque tengo una relación algo distante con la mayoría de mis compañeros de Slytherin, también soy amiga de Crabbe, Goyle y Pansy Parkinson.

Nadie en Hogwarts sabe realmente lo que significa ser parte de la familia Riddle, y pocos se atreven a hablar de ello. No obstante, mi vida aquí sigue siendo... interesante.

La tarde era tranquila, o al menos, eso pensaba hasta que Harry Potter, como siempre, robó el centro de atención.

-¿Quieren que lo abra? -dijo Harry, sosteniendo el huevo que había ganado en la primera prueba del Torneo de los Tres Magos.

-¡Sí!

-¿Quieren que lo abra? -repitió, sin mucha paciencia.

-¡Sí! -respondieron con más entusiasmo.

-¿Quieren que lo abra? -insistió, mirando a su alrededor.

-¡Sí! -gritaron de nuevo.

Yo estaba cerca, observando toda la escena, y no pude evitar soltar una risa sarcástica.

-Jajajajaja, si lo vas a abrir, hazlo de una vez. ¿Por qué haces tanto drama? -le dije, con una sonrisa traviesa.

Harry me lanzó una mirada fugaz, la cual ignoré por completo, y finalmente abrió el huevo. Un sonido agudo y penetrante salió de él, un tono que hizo que todos nos tapáramos los oídos. Harry cerró el huevo rápidamente, claramente aliviado.

-¿Qué fue eso? -preguntó Ronald Weasley, entrando en la sala común de Gryffindor.

-Es mejor que todos se vayan a sus dormitorios -dijo uno de los gemelos Weasley-. Esto puede ser un tanto difícil con tanta distracción.

Al instante, todos comenzaron a retirarse, y yo también me dirigí hacia mi sala común. Sin embargo, al darme la vuelta para caminar, algo me golpeó con fuerza en el hombro. Era Céline Moreau, una chica de Slytherin que siempre encontraba la manera de fastidiarme. Céline, mestiza de sangre, era amiga de Hermione, Ron y Harry, y no había duda de que no me llevaba bien con ella.

¿Por qué estaba en la sala común de Gryffindor? Bueno, el hecho de que mi linaje sea el que es no me exime de cumplir con mis deberes escolares. Había tenido que pasar por allí porque necesitaba entregar una tarea a la profesora MacGonagall, y no quería perder tiempo, Neville me ayudó a entrae. A veces, el ser hija de Voldemort no significaba ser invulnerable a las normas de la escuela.

Cuando volví a mi sala común, Pansy Parkinson me llamó desde el sofá.

-¡Hola, Helena! -me saludó con una sonrisa.

-Hola, Pansy. ¿Qué tal? -le respondí mientras me sentaba cerca de ella.

-Bien, ¿y tú? -me preguntó.

-Todo bien. Oye, ¿has visto a Draco? -le pregunté, buscando a mi amigo entre los pasillos.

-No -respondió, algo distraída-. No lo he visto.

Mi mente estaba ocupada con pensamientos confusos. ¿Dónde estaría Draco? Aunque no siempre compartíamos una conversación profunda, su presencia era reconfortante en medio del caos. A veces, sentía que mi vida en Hogwarts era una constante batalla entre mantenerme fiel a mi herencia y encontrar mi lugar en un mundo que no entendía del todo.

Pero por ahora, lo único que podía hacer era esperar y ver qué sucedería el siguiente día, cuando el misterio de la hija de Voldemort siguiera sus propios pasos en esta historia de magia y secretos.