Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

69| No hay tiempo para morir

N/A: Este es el capítulo final. Falta solo el epílogo, pero de igual forma les pido que se lo tomen con calma. Es largo, creció casi el triple de lo que fue en el pasado, por ende es el triple de fuerte a la hora de leer. Busquen su cajita de pañuelos, prepárense emocionalmente, y léanlo con calma. Estaré atenta a sus comentarios donde son libres de expresar todo su sentir con el final.

Mucho love,
Thals.

HERMIONE GRANGER ESTABA PREPARADA PARA OTRA BATALLA. Al menos tenia la convicción de que lo estaba. No porque tenia una experiencia en haber luchado en el pasado, sino porque esta vez sus razones para pelear eran más grandes que en sus tiempos de juventud. Se trataba de la vida de su hija, sangre de su sangre, parte de su alma. Nunca permitiría que Agatha muriera si tenía alguna manera de impedirlo, o al menos de intentar hacerlo.

Sintiéndose nerviosa, decidió ocupar su tiempo para recogerse el cabello en una apretada coleta alta, evitando que algún mechón de cabello se interpusiera en su camino mientras estaba en medio de la batalla. También se aseguró de colocarse toda la protección que Narcissa había designado con los atuendos diseñados para esa ocasión.

A veces se le hacía difícil creer lo meticulosa que era esa mujer. Planificó hasta el menor detalle de la batalla, al menos de lo que era capaz de controlar. Habitualmente no era de vestir completamente de negro, pero así lo diseñó Narcissa, de modo que se ajustó a la petición.

Miró sobre su hombro para poder captar un vistazo de Draco. Él también estaba vestido de negro; todos lo estaban. Su mirada estaba fría y calculadora, enfocada en su objetivo de la noche: mantener a Agatha a salvo. Reconocía la tenacidad de sus ojos. Lo entendió a la perfección porque estaba segura de que en algún momento ella adoptaría una expresión similar.

Mientras se encargaba de escoger las armas necesarias de los bultos que habían traído, Draco estaba rogando en su interior para que todo saliera según lo planificado.

Paseó la vista por los presentes en el Gran Comedor, viendo a Lucius intercambiar unas palabras con McGonagall, seguramente del plan de acción, y también notó a Theodore uniendo fuerzas con Madame Pomfrey, estableciendo una zona de cuidados y atenciones de emergencia. Ya tenían algunos estudiantes afectados y podían hacer una pequeña enfermería con lo poco que tenían.

Daphne estaba ayudando a repartir la armería necesaria para los estudiantes voluntarios mientras que Blaise se encargó de enseñar lo básico del manejo de ellas.

Harry y Ginny se estaban ocupando de dividir el grupo de personas en las distintas zonas del castillo, pensando en las torres altas para aquellos que trabajaban mejor a distancia y las zonas bajas para aquellos que tenían mejores capacidades en los encuentros cuerpo a cuerpo o en los duelos.

—Ella sabe que la estamos esperando —dijo Lucius, acercándose a Draco y a Hermione—. Pero eso tampoco le da una ventaja. Ha estado anunciándose desde hace horas.

La fuerte tormenta que estaba cayendo sobre Hogwarts era la prueba de sus palabras. Gran parte del castillo se encontraba inundado, al igual que los alrededores.

—¿Crees que soltará criaturas por el agua? —Draco se atrevió a preguntar.

—Es posible. Nada se puede descartar del todo —contestó el patriarca de los Malfoy—. No importa lo que suceda recuerden apuntar al corazón.

Hermione y Draco asintieron.

—¿Y Lyra? —cuestionó Hermione.

Lucius apretó los labios en una mueca.

—Agatha se encargará de ella —intervino Dakota—. Y nosotros ayudaremos para ganarle el tiempo que necesita.

ϟ

Lyra Malfoy observó el castillo de Hogwarts desde la distancia, una sonrisa maliciosa presente en sus labios, adornándole el rostro. Sabía que los había estado acechando durante horas, viéndolos correr como ratas, tratando de refugiarse. Esa noche tenía más poder que en las pasadas, incluso cuando su cuerpo ya estaba llegando al límite.

Tuvo que crear la tormenta para alimentarse del pánico y poder tener la suficiente fuerza para lograr su objetivo. Esa noche sería la que marcaría un día importante en la historia, era la noche de su surgimiento. Después de recuperar su cuerpo tenía unos planes para el mundo mágico.

No buscaba dominar el mundo, no planificaba tener seguidores y regir bajo unas mentalidades arcaicas. Sin embargo, sí quería dolor y sufrimiento. Quería traer la oscuridad al mundo.

Elevó su rostro hacia el cielo cubierto por las espesas nubes grises. Absorbió el poder de la tormenta, los truenos y relámpagos añadiéndole a su poder. También permitió que los rayos perlados de la luna llena la cubrieran, utilizándolos a su favor para que sus poderes estuvieran a flor de piel.

Una risa lenta comenzó a brotar de los labios de Lyra, sonando como una persona que había perdido la cabeza. No importaba. Se sentía victoriosa, poderosa e invencible.

Era su momento para tomar lo que le pertenecía de una vez y por todas. Era la noche en la que Agatha Malfoy finalmente moriría.

Giró sobre sus talones, dirigiendo la mirada hacia su ejército expectante de sus órdenes. Todos estaban listos y sedientos.

—Es hora —dijo con firmeza—. Maten a todos, menos a Agatha. Es mía.

Extendió las manos, dejando salir la energía suficiente para quebrar la barrera de protección que rodeaba el castillo.

Era hora.

ϟ

En el interior de Hogwarts, todos estaban en sus posiciones designadas. En las torres se encontraban algunos que adoptaron los puestos de arqueros, cada flecha forjada con polvos de aglaofotis, esperando a que los miembros del ejército de Lyra se acercaran a los límites de la estructura. Narcissa Malfoy se quedó en el tope de la torre de astronomía, siendo la encargada de tener en la mira el panorama de todo lo que estaba ocurriendo.

Sería la persona que ordenaría las rondas de arquería.

La tensión se podía cortar con un cuchillo. Decir que estaban nerviosos era un eufemismo. Lo único que les causaba un poco de tranquilidad era que los estudiantes menores de edad ya habían sido evacuados del colegio y que habían logrado duplicar las fuerzas con los estudiantes mayores de edad que decidieron quedarse. De alguna forma u otra, la situación les había causado empatía por sus compañeros.

Nunca hubieran pensado que personas que le dieron la espalda a Agatha durante el transcurso de sus años de estudio, tales como Charlotte, fueron de los que se quedaron para pelear. Incluso cuando sabían los riesgos de morir.

Quizá su empatía llegaba tarde, pero era mejor eso que nunca. Después de todo, verdaderamente necesitaban los refuerzos. Lyra había sido capaz de reunir un ejército que los triplicaba en números y también en fuerzas. Lo único que les daba cierta ventaja era la forma en la que sus armas estaban construidas.

Porque ni siquiera las varitas serían capaces de defenderlos del todo. La magia corriente solo les ayudaría con los mortífagos que estaban en el bando contrario, aunque quizá no lo suficiente. Sabían que ellos no temerían en utilizar las maldiciones imperdonables, en especial la de tortura y de muerte.

Hermione Granger estaba comenzando a sentirse angustiada, la preocupación presente en cada centímetro de su piel.

—Todavía no están aquí —murmuró, mirando a Draco, quien todavía no se había marchado a su posición.

Draco la miró y suspiró.

—Los detendremos hasta que lleguen —aseguró, tratando de mantener un rastro de esperanza.

La miró durante unos cortos segundos, la rodeó con uno de sus brazos y la pegó a su torso, besándola. Aprovechando esos últimos minutos que tendrían juntos para demostrarle sus sentimientos. El miedo de perderla estaba presente en ese beso, en la forma en la que se aferró a su cuerpo, queriendo que ese momento durara para siempre y no tuvieran que separarse para perderse en una batalla que no estaban seguros de que podrían ganar.

—Te quiero, Hermione —susurró Draco, depositando un último beso en los labios de Hermione.

—Yo también te quiero, Draco —confesó, dejándole saber que los sentimientos eran recíprocos.

Sabían que, si se perdían el uno al otro, al menos sabían que se querían. Era algo mínimo, pero les daba otra razón por la cual continuar luchando.

ϟ

Con cada rayo que caía, Agatha sentía su corazón retumbar. Se sobresaltaba con cada trueno estremecedor que hacía que el túnel que estaban utilizando para adentrarse en el castillo temblara. Sabía que Lyra estaba cerca, lo había visto en Hogsmeade. Los gritos de las personas estaban grabados en su cabeza.

Dudaba que volviera a estar bien luego de esa noche. Si apenas estaba comenzando la batalla y ya estaba sintiendo que estaba al borde del colapso, no quería imaginar cuando terminara todo. Estaba segura de que gran parte de ella moriría de todas formas. No importaba si lograba vencer a Lyra, iban a haber partes de su alma que nunca sanarían, o que tomarían mucho tiempo antes de poder cicatrizar.

Personas inocentes estaban muriendo por su culpa. Personas que no tenían nada que ver en su pelea se estaban viendo completamente afectadas y dudaba que pudiera superar eso por completo.

Apretó con fuerzas la mano de James, aferrándose a su tacto para mantenerse cuerda en las horas que le quedaban. Estaba ansiosa, desesperada y aterrada. Si esas eran las últimas horas que le quedaban con vida... Sacudió la cabeza, rehusándose a pensar en eso.

Si había personas arriesgándose por ella, tenía que luchar con todo lo que tenía. Tenía que hacer uso hasta de la última gota de su poder para mantenerse con vida.

Inhalando profundamente antes de cruzar el resto del túnel que los llevaría al castillo, Agatha se mentalizó para lo que se iba a encontrar. Sabía que era muy probable que fuera una escena sangrienta con los vampiros sedientos luchando, y también que vería cosas que seguramente no sería capaz de olvidar. También que podrían ser disparadores para su trauma de la noche en la que Marina la torturó o de cuando encontró el cuerpo de Dianne.

Pero tenía que ser fuerte.

Era casi una guerra en la que no solo tenía que luchar contra Lyra, sino también con los demonios que estaban habitando en su mente.

—Tengo que encontrar a Dakota —le dijo Agatha a James.

—Lo sé —murmuró, asintiendo—. Creo que lo mejor es que nos separemos.

—¿Cuál será nuestro punto de encuentro? —preguntó Alex.

Agatha y James intercambiaron una mirada sin saber qué responderle. Llevaban demasiado tiempo fuera de Hogwarts y tampoco sabían qué áreas estaban disponibles y seguras.

—El gran comedor —respondió Fred—. Ese será nuestro punto de encuentro.

Todos asintieron, adentrándose en el castillo, tomando distintas direcciones. Agatha rezó en su interior para que todos ellos estuvieran bien y protegidos. Esperaba que todos salieran ilesos de esa batalla, incluso si sonaba irrealista.

James se quedó con Agatha, corriendo por los pasillos cuidadosamente. No podían hacerlo silenciosamente por la cantidad de agua que se encontraba en el suelo, pero sí podían asegurarse de que los caminos estuvieran limpios para ellos pasar. La única ventaja que tenían del agua era que anunciaría la llegada de sus enemigos.

Empezaron a escuchar leves gruñidos y chapoteos acercarse a ellos, y James actuó por inercia cuando llevó a Agatha consigo al interior de uno de los salones, ocultándose de cualquiera que estuviera acechándolos. Agatha estaba tiritando por el miedo y el frío; el agua estaba absurdamente helada le llegaba casi a mitad del muslo, causándole que fuera más difícil concentrarse en lo que estaba sucediendo.

—Shh...

Agatha apretó los labios para evitar hacer ruidos que alertaran su posición, pero no pudo evitar sentirse agobiada e irritada porque James continuaba dándole pequeños golpes, chocando con ella.

—Deja de tocarme. Me estás asustando —susurró de manera apenas audible cuando pudieron escuchar el chapoteo más lejano.

James frunció el entrecejo.

—Estoy completamente quieto.

El pánico se apoderó del cuerpo de Agatha. La piel se le erizó y pudo sentir que su corazón dejó de latir por más de diez segundos. Una bocanada de aire quedó atorada en medio de su garganta, mientras giró lentamente para enfrentar lo que la estaba tocando.

Perdió el balance cuando retrocedió, cerrando los ojos de golpe y encogiéndose, poniendo una mano sobre su boca para evitar que un grito se le escapara. Escondió el rostro en el pecho de James, quien era lo único manteniéndola en pie.

Unas cuantas lágrimas rodaron por las mejillas pálidas de la muchacha sin poder controlarlas. Buscó con desesperación que el aire llegara a sus pulmones; sentía que no podía respirar. Quizá no lo estaba haciendo porque la imagen le arrebató cualquier función física.

En el agua estaba el cuerpo inerte de Jackson Nott, el hermano mayor de Alex. La piel más pálida de lo normal con la zona de los ojos y labios azulosas. Dos orificios resaltaban en su cuello, las heridas demostrando lo que le había ocurrido.

Quizá no se llevaba con el chico, pero su muerte todavía dolía porque sabía que sin ella eso no hubiera ocurrido. Le dolía porque sabía que una de sus mejores amigas estaría sufriendo la pérdida de alguien importante en su vida; el sufrimiento se aferró a ella porque sabía que, si no se apresuraba, era posible que fuera ella quien sufriera la pérdida de uno de sus hermanos.

Se estremeció de tan solo pensar que Scorpius se encontraba en alguna parte del castillo, solo con el conocimiento que Lucius había podido inculcarles en pocas semanas. Estaba a la deriva en un mar de vampiros y amenazas ocultas en una tormenta causada por la mano maligna de Lyra Malfoy.

Se preguntó a sí misma cómo sería capaz de verle la cara a Alex sabiendo que Jackson murió por su culpa. Indirectamente había causado que todos estuvieran en peligro. ¿Cómo sería capaz de perdonarse luego de esa noche? Porque si de algo estaba segura era de que la muerte de Jackson no sería la última que habría.

—Agatha, no lo mires —pidió James, girándola para que le estuviera dando la espalda por completo al cadáver del muchacho que tan solo era un año mayor que ellos, aunque de nada servía. Tenía la imagen grabada en su retina y no podía eliminarla o deshacerse de ella.

La muerte no discriminaba por juventud o vitalidad; solo se apoderaba del alma de las personas en el día que menos se lo esperarían.

—No estoy segura de que puedo hacer esto, James —confesó entre lágrimas—. Es solo el primero que veremos hoy.

—Oye, no nadamos tanto para morir en la orilla. La muerte siempre nos ha estado rodeando, nadie está exento de ella. Esto no es tu culpa —aseguró James con un ligero temblor que esperaba que Agatha no notara.

La realidad era que la imagen también le había afectado y que estaba aterrado. Sentía el corazón latiéndole en las orejas, ahogando gran parte de su sentido de audición. Conocía a Agatha lo suficiente para saber que ella solo estaría cargando el nombre de Jackson sobre sus hombros como una de las vidas que se perdieron bajo el arco de su amenaza. No quería imaginar lo difícil que sería para ella procesar todo lo que estaba sucediendo y diluirlo lo suficiente para continuar viviendo cuando todo acabara.

—Solo necesito un minuto —pidió, apartándose del torso de James.

Arqueó la cabeza, mirando el techo que coronaba sobre ella y se enfocó en llevar sus sentimientos al cajón más oscuro y profundo de su mente. Todo funcionaría mejor si lograba mantenerse fuerte y confiada; si lograba retomar el control de las emociones que estaban adornándole la piel. Solo eran una ventaja para todo aquel que buscara matarla o entregarla a Lyra.

Toda ella funcionaba mejor cuando no permitía que sus sentimientos lanzaran las órdenes en su cerebro, controlándole el sistema.

Hizo un corto ejercicio de respiración, centrándose en inhalar por la nariz el aire húmedo, y exhalando por la boca, relajándose un poco.

«Sé fuerte, sé fuerte, sé fuerte», repitió como un mantra, aferrándose a esas palabras como si fuera a anclarla a la realidad que la rodeaba. Necesitaba estar cuerda, fría y concentrada en su objetivo. Ahora más que nunca debía sacar su soberbia y astucia para reforzar sus habilidades y poder hacerle justicia a las vidas que se estaban perdiendo por su nombre.

Iba a ser más poderosa que Lyra. Después de todo, era Agatha quien todavía tenía el corazón palpitante y la habitante de su cuerpo. Esta vez tenía la mano perfecta para ganar.

—¿Estás mejor? —preguntó James cuando pudo observar el brillo de determinación aparecer en los orbes grises de Agatha.

—Estoy enfocada —dijo, obligándose a tragar para desterrar el nudo habitando en su garganta, aquel causante de que su voz sonara ahogada y débil—. Tengo que terminar esto.

Salieron del aula sintiéndose expuestos, paranoicos ante la posible presencia de alguien a sus espaldas. Se encontraban mirando a todas partes con el más mínimo ruido que levantara sus sospechas; a veces incluso podía ser su propio movimiento a través del agua. Cada salpicadura que provocaban sus pasos era como si una bala se disparara, haciendo eco por el pasillo y poniéndoles la piel de gallina.

Trataban a toda costa de ser lo más silenciosos que podían teniendo las circunstancias en las que se encontraban.

¿Por qué Lyra se había empeñado en crear una tormenta de tal magnitud? ¿Por qué inundar todo el lugar? Sabía que sus intenciones no eran ahogarlos. Tal vez lo hacía para elevar el nivel de caos y ralentizar sus movimientos. No serían capaces de escapar tan fácil teniendo una gran cantidad de agua impidiendo que sus zancadas fueran ágiles y veloces.

Quería tenerlos acorralados.

Después de todo, Lyra era el cazador de la ecuación y disfrutaba del sufrimiento de su presa. Parte de su alma se alimentaba de la angustia que podía causarle a sus víctimas; desde el inicio fue de esa manera.

Agatha tragó en seco ante el pensamiento de que la muerte a manos de Lyra sería más que dolorosa. Recordaba los alaridos que profirió Marina mientras la poseía; agudos y desgarrados, demostrando cómo su alma estaba siendo reemplazada por un ente oscuro y maldito.

Antes de que tuvieran la oportunidad de cruzar el edificio por completo, Agatha capturó el reflejo de alguien a distancia apuntándoles con una varita. Detuvo los pasos, preparándose para atacar cuando James fue golpeado en la nuca, haciendo que cayera de bruces al suelo. Agatha retrocedió, sus poderes a flor de piel por la preocupación y fue cuando sintió las manos que la rodearon, inmovilizándola. Un brazo se amarró a su cintura y otra le cubrió la boca para evitar que gritara.

El instinto de supervivencia de Agatha salió a la luz, liberando una porción de la energía retenida de su poder. El propietario de las manos no pudo resistir la descarga de poder que Agatha había soltado, de modo que salió disparado al otro lado del pasillo junto al otro que los acompañaba.

—¡No se muevan! —advirtió Agatha, extendiendo las manos frente a ella, preparada para liberar más de su poder si era necesario.

Ubicó a las personas que los habían atacado por la espalda como unos cobardes. Sabía que no existía tal cosa como una guerra justa, pero no esperaba que fueran tan rastreros como para no darles la oportunidad de defenderse. Sus atacantes eran tres hombres vestidos en gruesas túnicas de negro. Sobre el rostro tenían unas máscaras platinadas, asemejando una calavera, aunque eran distintas entre sí.

Mortífagos.

Lo supo porque Lucius les enseñó su antigua máscara de mortífago en caso de que fueran utilizados para la batalla. Sabía que eran personas que jamás prosperarían ni cambiarían sus creencias arcaicas. Lyra haría todo lo posible por convencerlos de participar de su bando, en especial porque sería una buena venganza hacia la familia Malfoy. Tanto Draco como Lucius y Narcissa habían colaborado con el ministerio para testificar en contra de los mortífagos que no buscaron redimirse en la segunda guerra mágica.

«Serán cobardes y utilizarán la máscara. Odian que su identidad sea apilada con lo que hacen», les había dicho Lucius en aquel día de entrenamiento.

Utilizando el aire del lugar, Agatha removió las máscaras de sus rostros y los vio retroceder.

—Vas a morir hoy, lindura. De nada vale que nos veas la cara —habló uno de ellos, esbozando una sonrisa maliciosa.

Agatha hizo caso omiso a la burla de los hombres que estaban amenazándola. La verdad era que no sentía ni una pizca de miedo al tenerlos en frente. Sabía que lo más que podían hacerle sería torturarla. Lyra los degollaría a todos si se enteraba que la habían matado o herido de gravedad.

Después de todo, necesitaba estar en las mejores condiciones para poder ser poseída.

Los miró fijamente mientras movía los dedos de las manos, haciendo uso del agua que los rodeaba para inmovilizar a los mortífagos. A medida que el agua se adhería a ellos, escondiéndolos como una capa, comenzaron a sentirse más pesados. El agua les creaba una presión significante en el cuerpo, casi como si estuviera luchando con aplastarlos.

Agatha dio unos pasos hacia los hombres, su vista perdida en lo que estaba haciendo, parte de su oscuridad disfrutando del sufrimiento de ellos; se habían convertido en una presa más, en las víctimas de la situación. En ese momento Agatha estaba de cacería y ellos estaban a punto de ser machacados por su bota.

Sin embargo, logró mantener sus impulsos a raya, dejándolos caer con fuerza al suelo. James aprovechó el momento para dejarlos inconscientes. De paso invocó unas cuerdas para restringir sus movimientos en caso de que despertaran antes de que todo acabara.

—¡Cuidado!

Inmediatamente, Agatha giró sobre los talones para buscar al dueño de la advertencia y pudo captar un borrón dirigirse en su dirección, pero clavándose en el pecho de alguien más. Exaltada por el ataque inesperado, Agatha buscó respirar y enfocarse en lo que estaba sucediendo. Pudo ver entonces que la daga no iba dirigida a ella, sino que buscaba protegerla del vampiro que había estado acechándola.

El vampiro cayó al suelo, un siseo se escuchó por el pasillo, mientras la daga hacía lo propio. Había dado justo en el corazón, aniquilando a la criatura antes de que pudiera continuar quitando vidas.

No pudo evitar las ganas de llorar cuando se dio cuenta de quién había sido su salvador del momento. Draco Malfoy estaba caminando hacia ella y Agatha corrió a los brazos de su padre, sintiendo su corazón dar miles de latidos por minuto. Parecía que quería quebrarle la caja torácica para escaparse de toda la situación.

No obstante, durante esos segundos en los que se aferró a su padre, Agatha sintió que estaba protegida e inalcanzable. Entonces recordó lo que había visto antes de que los mortífagos aparecieran.

—Papá, ¿Theo está aquí? —preguntó con un ligero temblor.

—Sí, está en el Gran Comedor con Pomfrey. ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Alex...?

Agatha negó.

—Alex está bien... Es Jackson, él... —Se mordió el labio inferior para evitar llorar.

Draco entendió a la perfección lo que su hija estaba tratando de decirle.

—No es tu culpa —dijo, anticipando los sentimientos de la muchacha—. Me encargaré de él. ¿Qué necesitas?

—Tengo que encontrar a Dakota. ¿Sabes dónde está?

—No la he visto en un rato. Podrías intentar cerca del aula de DCAO.

Agatha asintió, memorizando la información.

—¿Herms y los otros están bien? —se atrevió a preguntar.

—Por ahora todos están bien. —Draco le dio un beso en la frente antes de retroceder y dedicarle una mirada a James—. Evita que haga algo estúpido.

James asintió.

—Lo haré —aseguró.

—¡Papá! —lo llamó Agatha antes de perderlo de vista—. Te amo.

ϟ

Alex, Skylar y Marcus se encontraban corriendo a través de uno de los jardines de Hogwarts. Habían tenido que desviarse porque uno de los pasillos había estado repleto de vampiros y era demasiado riesgoso. En esa zona la lluvia los azotaba directamente, haciendo que su campo de visión limitado y borroso por las gotas que los golpeaban.

Skylar se encontraba demasiado cansada para continuar corriendo. Las pantorrillas le dolían, los pulmones pedían a gritos un descanso y su corazón parecía que estaba a punto de martillear su camino fuera de su pecho. Incluso estaba mareándose por el esfuerzo físico. No de habían detenido desde que se separaron de los demás y necesitaba un descanso o una parada rápida antes de que terminara vomitando.

—Necesito un minuto —pidió, sintiendo las arcadas fortalecerse.

Alex y Marcus detuvieron su paso apresurado, observando a la chica pelirroja. Skylar estaba considerablemente pálida.

—¿Estás bien?

Skylar asintió, recuperándose un poco al realizar un breve ejercicio de respiración. Solo necesitaba un poco de aire y un minuto antes de continuar su camino.

Justo antes de continuar, un resplandor verdoso se vio y Marcus empujó a las chicas antes de que les atinara.

—Te conozco —dijo el mortífago que los atacó, tomándose una pausa para disfrutar del momento—. Diría que eres idéntica a tu madre, pero eres incluso peor al sacar los genes de la basura de tu padre.

Skylar se enderezó, alzando el mentón con soberbia. Frente a sus ojos se encontraba su abuelo, sangre de su sangre, un hombre que la repudiaba aún más que su madre. El causante de algunas de sus pesadillas cuando niña.

—Estoy agradecida de no salir a ninguno de ustedes.

Avery sonrió socarronamente, notando las agallas presentes en su nieta. Pero no era lo suficiente para ser reconocida por él. Causaría más problemas de los que necesitaba.

—¡Cru...—Antes de que pudiera pronunciar la maldición, Skylar lo desarmó con un hechizo no verbal.

Alex se encargó de petrificarlo, haciendo que cayera al agua que cubría parte del suelo.

Skylar se acercó al cuerpo inmóvil de su familiar. Su rostro contraído en una mueca de disgusto.

—Todos ustedes me causan asco. Estoy contenta de no ser parte de su colección de cucarachas.

Dirigiéndole una última mirada de reproche, Skylar le hizo un gesto a sus acompañantes para que continuaran su camino. Corrieron durante unos cuantos minutos más sin toparse con criaturas amenazantes o familiares odiosos. Lograron infiltrarse en el interior del castillo a una zona donde no había tanta agua. Apenas una fina capa cubría el suelo, tan leve que no llegaba a pasar de la suela de sus zapatos, de modo que no era tan preocupante y podían moverse con más agilidad.

Tuvieron esos minutos de tranquilidad que fueron la calma antes de que una lluvia de malos sucesos los cubriera. Empezaron con una fuerte explosión que quebró gran parte del pasillo en el que se encontraban. Algunas paredes cayeron, los ladrillos esparcidos por la extensión del corredor. Una nube de polvo y humo impidió que pudieran ver con claridad lo que estaba a su alrededor.

Marcus miró a su alrededor, extendiendo los brazos para poder asegurarse del bienestar de las chicas. Tocó a Skylar, quien gruñó por lo bajo.

—¿Estás bien? —preguntó.

La pelirroja se llevó la mano a la cabeza donde un pedazo de ladrillo le había golpeado y pudo sentir la humedad viscosa de la sangre que estaba emanando de una pequeña herida. La zona le latía por el dolor, pero era tolerable.

—Eso creo —murmuró, soltando un siseo de dolor cuando alejó la mano de su cortadura.

—¿Alex? ¡Alex! —gritó cuando se dio cuenta de que la castaña no estaba con ellos.

La nube blanquecina de polvo comenzó a ceder y todo a su alrededor estaba más visible. Pudieron notar que el pasillo estaba dividido por una gran muralla de ladrillos quebrados y rotos de una de las paredes que colapsó. Todo el lugar estaba inestable y tendrían que salir de allí antes de que cediera el resto por la falta de fortaleza. Pero no lo harían sin encontrar a Alex.

—¡Alex! —Skylar la llamó lo más fuerte que su voz le permitió. Estaba aterrada y un poco desorientada por la explosión. No estaba del todo segura de cómo había sucedido todo. Apenas y escucharon que alguien los había atacado.

En el otro lado del muro de ladrillos rotos, Alex se sentó en el suelo, dejando salir un quejido. La explosión había estado bastante cerca. Tanto así que salió expulsada lejos de Marcus y Skylar. A duras penas había logrado evitar la pared colapsando. Estuvo muy cerca de morir aplastada.

Su audición se perdió por unos segundos en los que solo escuchó un irritante pitido que no lograba ahogar del todo. No importaba lo mucho que se tapara las orejas, seguía escuchándolo. Supo entonces que se debía a la cantidad de ruido que había causado una sordera temporal, aunque afortunadamente fue breve. No tomó más de un minuto recuperarla a un nivel donde pudo escuchar los gritos alejados de Marcus y Skylar.

Todavía no escuchaba del todo bien, pero era suficiente para saber que la estaban llamando.

—¡Estoy bien! —gritó de vuelta, quizá un poco más fuerte de lo que había pensado.

—Tenemos que salir de aquí. Todo está inestable —informó Marcus—. ¿Puedes dar la vuelta?

—Eso creo. ¿Nos vemos en el Gran Comedor?

—Sí —respondió Skylar.

Los escuchó alejarse del cúmulo de escombros y fue entonces que se permitió gruñir de dolor, dejando salir unas cuántas lágrimas. Estaba segura de que se había roto la mano con el impacto. No podía mover los dedos y el dolor era casi insoportable.

Pero Marcus tenía razón al decir que todo lucía inestable. Al derrumbarse una de las paredes, el pasillo no podía tolerar el peso sin un balance. Necesitaba ponerse de pie y alejarse de esa zona antes de que todo se viniera abajo y terminara muriendo atrapada en los ladrillos. Seguramente tardarían días antes de encontrar su cadáver.

Se estremeció de tan solo pensarlo.

Ni siquiera podía imaginar que sus padres tuvieran que pasar por una pérdida de tal magnitud.

Se esforzó en pararse, sintiendo cada centímetro de su cuerpo doler, y comenzó a caminar en dirección contraria al derrumbe, buscando otra forma de llegar a su destino. Estaba desorientada y se le dificultaba pensar en las posibles vías que tenía.

El ruido del pasillo quebrarse fue pasado por alto por la falta de su sentido de audición a máxima capacidad. Sin embargo, alguien más logró sacarla a tiempo, halándola lejos del lugar. A pesar de que estaba agradecida de ser salvada, la persona no tuvo cuidado alguno, por lo que ambos cayeron al suelo y tuvo que reprimir un alarido de dolor cuando el peso del otro cayó en su mano herida.

Le dio un empujón con la que tenía en mejores condiciones, sacándoselo de encima.

—¿Dylan? —Sonó más como una pregunta que como un reconocimiento real. Por un momento había pasado por alto siquiera considerar que él podría estar participando de la batalla.

—Lexie, ¿estás bien? —La chica asintió levemente, evitando quejarse por su mano quebrada, pero el chico se dio cuenta—. ¡Por Salazar, Lex! ¿Qué tanto duele?

Se mordió el interior de la mejilla, considerando eso como una pregunta estúpida. ¡Tenía la mano echa añicos! ¡Dolía como el infierno! Pero no quería sonar grosera y tampoco como una chica quejica. Estaba irritada y ligeramente decepcionada.

—Solo un poco —murmuró, haciendo todo lo posible por mantenerse tranquila.

¿Estaba mal que parte de ella deseaba que Dylan no se encontrara allí?

No tenía cabeza para pensar en él en ese instante. Estaban en medio de una situación de vida o muerte. Habían tenido la muerte tan solo a unos metros. Sabía que no debía enfocarse en esos conflictos amorosos cuando tenían algo más grande con lo que trabajar. Pero parte de ella no podía evitar preguntarse si realmente quería que Dylan fuera el que la estuviera acompañando.

¿Era Dylan con el que quería combatir en una batalla? ¿Era él a quien quería mientras luchaban por vivir?

—Vamos, tenemos que llevarte al Gran Comedor. Tienen que sanarte esa mano —dijo Dylan, sosteniéndola del brazo sano para ayudarla a ponerse de pie—. Estoy aliviado de encontrarte, Lexie.

Alex tragó en seco y forzó una sonrisa en su rostro.

—Yo igual —susurró y se mordió el labio, sabiendo que estaba mintiéndole.

En su pecho se asomó una punzada de dolor al pensar en lo que estaba hacienda, al evaluar que esa no sería su verdadera reacción ante la proximidad de su novio. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Acaso estaba dudando de su relación? Estaba completamente segura de que en otro momento hubiera estado extasiada de estar de vuelta con él. Pero en ese instante se sentía como si estuviera traicionando su corazón.

Estaba mal.

Era completamente consciente de que no era un debate mental que debía tener en ese instante y en ese lugar, y mucho menos con la situación abrumante, pero ¿y si parte de su corazón se encontraba al otro lado de los escombros?

Un mal sabor se instaló en su boca al percatarse de un detalle. No sabía si Skylar y Marcus se encontraban bien luego del derrumbe. Lo único que podía hacer era esperar a que hubieran logrado abandonar el pasillo por completo antes de que todo colisionara.

—Tenemos que continuar moviéndonos —dijo Alex, tratando de mantenerse centrada en la necesidad física de sanar su mano y estar en un lugar donde el peligro fuera menor.

—Espera, Charlotte...

Dylan paró en seco y miró a su alrededor. Una ola de preocupación lo golpeó, gélida, fuerte y mortífera. Durante el tiempo que estuvo enfocado en Alex, no se percató de que su hermana ya no se encontraba con él. No, no había desaparecido, al menos no del todo porque Charlotte Zabini se encontraba a unos metros pillada entre los escombros, tiesa como un témpano de hielo, sus ojos cafés abiertos y vacíos; la vida se había esfumado de ellos. Su varita todavía se encontraba en su mano, pero de nada le había servido tenerla cuando no tuvo la oportunidad de utilizarla.

El aire se les atoró en la garganta, mezclándose con un llanto horrorizado. Las piernas de Dylan se debilitaron y cayó sobre sus rodillas a un lado de su hermana muerta. Con manos temblorosas, tocó el rostro de Charlotte sin saber exactamente qué hacer o cómo reaccionar. Miró los escombros y comenzó a tratar de sacarlos del cuerpo de la chica frenéticamente, enfocando toda su energía en liberar el cadáver de su hermana.

Alex colocó una mano en el hombro de Dylan, buscando detenerlo. Él se removió bruscamente, empujándola sin percatarse de lo que estaba haciendo. Alex gimió cuando Dylan sin querer la lastimó.

—¡Déjame! —exigió Dylan, afligido con la pérdida.

Alex frunció el entrecejo, queriendo entender su estado, pero no podía del todo. Ella no conocía lo que era perder a alguien tan cercano. Sí, había perdido a su tía hacía unos meses, pero nunca vio el cuerpo. Lo único que supo fue la noticia. Nunca sintió la culpa o la dolencia directamente afectarla. Quizá porque Alexandra Nott era una persona de racionalizar las situaciones. Aprendió a dejar sus sentimientos en una caja y no gobernarse tanto por ellos.

La última vez que se dejó llevar casi pierde a una de sus amigas más cercanas.

—Dylan...

—No pude salvarla. Te salvé a ti, pero no pude salvarla a ella —murmuró el muchacho, pensando que Alex no sería capaz de escucharlo con claridad.

Pero Alex sí lo escuchó fuerte y claro. Supo exactamente qué era lo que quería decir. Parte de él se estaba arrepintiendo de haberla salvado a ella y no a Charlotte. Quería entenderlo. Realmente quería hacerlo, pero ¿qué clase de persona decía algo así frente a alguien que se suponía que amaba también?

No, no quería pensar que era más importante que Charlotte, pero si estuviera en la misma situación que Dylan, estaba segura de que no manejaría las cosas de esa forma. No pondría por encima la vida de ninguno. Si fuera Jackson el que estuviera en esos escombros, asimilaría la muerte una forma distinta. Trataría de hacerlo de una manera más racional.

No haciendo que Dylan terminara desarrollando una culpa del superviviente.

—Tenemos que irnos —insistió Alex.

—¡No voy a dejarla aquí, Alexandra! —vociferó el muchacho, perdiendo los cabales durante unos segundos.

Alex retrocedió, sintiendo las palabras como golpes. Una molestia burbujeó en su sistema. Sabía que todos procesaban la muerte y el duelo de maneras distintas, pero no era capaz de aceptar que un hombre le gritara. Scorpius perdió a su madre y nunca se dirigió a alguien de esa forma.

—No podemos llevarla con nosotros.

—¡Y un infierno! —Dylan se puso de pie, observando a Alex—. No hay manera en la que podría dejar a mi hermana atrás. Si fuera Jackson...

—Si fuera Jackson lo dejaría atrás porque estaría muerto y yo sigo con vida en medio de una guerra —dijo con firmeza. Su voz en ningún momento perdió la convicción y sus ojos estaban decididos.

Dylan asintió.

—Entonces supongo que somos personas muy distintas —comentó.

Alex ladeó la cabeza, apretando los labios en una fina línea.

—Definitivamente lo somos.

ϟ

A medida que Agatha y James se acercaban a la torre de DCAO, las cosas continuaban poniéndose más turbias y arriesgadas. Habían tenido la ayuda de algunos familiares y amigos, pero también estaban exhaustos de luchar contra mortífagos, vampiros y algunos hombres lobos que se habían unido a última hora a la batalla. Las criaturas oscuras no faltaban tampoco, pero lograban deshacerse de ellas con más facilidad que con los otros.

La desesperación, sin embargo, estaba comenzando a apoderarse de ambos bandos. Las horas estaban siendo demasiado largas y no sabían hasta cuándo serían capaces de resistir. Estaban teniendo grandes pérdidas en ambos bandos; Agatha se había topado con dos estudiantes de séptimo año de Ravenclaw que fueron despedazados.

La escena fue tan repugnante que tuvo que encorvarse en una esquina para vomitar. Todavía el recuerdo le producía arcadas. Había demasiada sangre y estaba segura de que no sería capaz de eliminar la imagen de las vísceras de los estudiantes.

En medio de la crisis, Agatha pudo ver una figura que reconoció a la perfección siendo perseguida por un hombre lobo descontrolado. Rose Weasley estaba metida en la batalla sin ningún tipo de entrenamiento o supervisión.

Haciendo uso de sus poderes, Agatha levantó unos pedazos de los grandes ladrillos que conformaban el edificio y los lanzó en la dirección del hombre lobo, aplastándole la cabeza con el impacto. Trató de no pensar en que ese hombre lobo quizá era una persona que se había cruzado en su camino en el pasado, quizá hasta algún conocido. En ese momento donde estaban en una batalla de vida o muerte, Agatha no tenía tiempo para darles oportunidad de atacarla. Incluso si eso significaba que estaba quitándoles las vidas.

—¡¿Estás loca?! —exclamó Agatha, agarrando a Rose de los brazos—. ¡No se supone que estés aquí!

Rose parpadeó, perpleja y estupefacta. Parte de ella todavía procesando lo que había ocurrido. ¿Agatha había matado a un hombre lobo por ella?

—Yo... quería ayudar. Recordé que Allie no estuvo en el refugio y tuve que regresar por ella.

Agatha no pudo evitar la risa incrédula que brotó de sus labios. En ese momento fue que se percató de la chica que se encontraba al lado de Rose. No podía tener más de doce años. ¡Era otra niña!

—¿Me estás jodiendo? ¡Tenías que decirle a un adulto!

Rose se limpió una lágrima que rodó por su mejilla.

—Lo siento, ¿de acuerdo? Sé que lo arruiné y que me porté fatal con todos, en especial contigo. Pensé que, si lo hacía por mi cuenta, podría recompensarlo.

—Esto no es una broma, Rose. Si quieres arreglar algo, te disculpas, no vas por ahí jugando a ser el héroe —soltó Agatha, molesta e irritada con su hermana—. Estoy enferma y cansada de pensar que mi familia está ahora mismo corriendo peligro. No quiero seguir perdiendo personas que me importan.

—¡Ya dije que lo siento!

—No es suficiente —masculló la rubia.

—¿Qué quieres que haga entonces? —rebatió la pelirroja.

—Encuentra un lugar seguro y quédense ahí hasta que todo termine —ordenó Agatha entre dientes antes de seguir su camino, tratando de hacer lo posible por no pensar en el hecho de que casi perdió a su hermana por la insensatez de la chica.

ϟ

En la distancia, Lyra Malfoy podía sentir la sangre hirviéndole en las venas, quemándole con la ira burbujeante que hacía acto de presencia. Estaba sintiendo el poder de su ejército disminuir con una rapidez y facilidad irreal. Sin duda había subestimado por completo el poder y estrategia de sus familiares. No había esperado que estuvieran tan preparados.

Olvidó que Lucius había utilizado una barrera de su única debilidad la noche en la que no pudo poseer el cuerpo de Agatha. Los polvos de aglaofotis estaban dando un resultado estupendo porque no solo funcionaban contra ella, sino que también era un buen método para deshacerse de criaturas oscuras.

—Mi señora —habló el líder de los vampiros, Seshat con una ligera angustia adornando sus palabras. Era un deje de cobardía lo que se podía apreciar. Las cosas no estaban resultando como ellos querían, pero él lucía listo para desertar—. Nos están acabando rápidamente.

Lyra apretó los labios en una fina línea y volteó para poder observarlo.

—Tengo ojos, maldito inútil —masculló, la furia presente en su comentario—. Esto es una guerra, siempre hay pérdidas.

Seshat tragó en seco.

—Pensé que seríamos el bando ganador —dijo el vampiro.

Lyra se rio sin ganas.

—¿Quieres irte? —le preguntó.

—No dije eso.

—Me alegro. Porque si te encuentro huyendo, utilizaré tus brazos como leña durante el invierno.

Seshat se quedó inmóvil, evitando reaccionar de una manera muy notoria.

—Entiendo a la perfección, mi señora.

—Bien. —Volteó para mirar el castillo, sabiendo que ya Agatha se encontraba en el interior—. Porque ahora es que entramos nosotros.

ϟ

Hermione Granger se apresuró entre las personas para llegar a la torre en la que se encontraba Narcissa. Había visto un rayo caer en esa posición, creando un pequeño incendio en el interior. La preocupación floreció en su pecho, descendiendo hasta su estómago, uniéndose con el cúmulo de nervios que ya estaba presente.

Ni siquiera quería pensar en la peor situación. Narcissa Malfoy era de las brujas más ágiles que había conocido. Estaba segura de que no sería una de las afectadas, pero no quería decir que no podía sentirse preocupada por ella. En los pasados meses se habían vuelto extrañamente cercanas y le había tomado cariño a la madre de Draco. Sufriría si algo malo le llegaba a pasar.

A mitad de camino chocó con un torbellino rubio y castaño, y tuvo que retroceder unos cuantos pasos, aturdida por el impacto, pero sonrió con alivio cuando reconoció el aristocrático rostro de Narcissa. Sin embargo, la sensación fue efímera porque había abandonado su posición antes de tiempo. Incluso si hubiera salido justo cuando el rayo cayó, no había forma de que pudiera estar en ese lugar tan rápido.

Había abandonado su puesto antes de que el rayo cayera.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Ella ya viene —murmuró—. Lyra se está acercando al castillo.

Hermione sintió su garganta secarse por completo y cómo el color se le fue del rostro, palideciendo por completo.

—¿Y Agatha? ¿Has visto a Agatha?

Narcissa negó e iba a hablar cuando otra persona opacó su voz.

—Yo la vi —informó Draco—. Estaba buscando a Dakota junto al hijo de Potter.

Hermione se mordió el labio inferior.

—Debemos tener esperanza —dijo la mujer castaña—. Confío en que Agatha y Dakota lograrán completar su ritual antes de que Lyra llegue.

ϟ

Cuando Blaise y Pansy entraron al Gran Comedor, todos voltearon a mirarlos con lástima. No sabían lo que había ocurrido, pero nunca se les pasó por la mente que la razón por la que los estaban buscando era por la que se encontraba allí.

En el comedor ya habían designado un área para poner los cadáveres al lado de la estación improvisada de enfermería. Dylan estaba sentado en el suelo junto al cuerpo de Charlotte, todavía sostenía su mano, queriendo evitar dejarla ir. Castigándose a sí mismo al sentir su mano gélida y muerta. No desprendía calidez, no le daba absolutamente nada de apoyo. Solo estaba inerte y fría.

Pansy cayó al suelo, soltando un grito de horror, sintiéndose en una pesadilla de la que no podía despertar. Las lágrimas se hicieron presentes al igual que los sollozos e hipidos constantes; el pesar que se apoderó de su cuerpo fue demasiado como para tolerarlo.

Si hubiera sabido... Si hubieran sabido lo que ocurriría...

Horas antes fueron ellos los que le habían dado el permiso de quedarse a colaborar. ¿Por qué no la dejaron en la zona de enfermería donde corría menos riesgo? ¿Por qué pensaron que jamás les tocaría a ellos? Le habían dicho que tuviera cuidado, pero ¿qué tanto cuidado se puede tener en una batalla? ¿Qué tanta precaución podía tener sin que salieran heridos?

El mundo trabajaba de una manera irónica y cruel. Porque mientras ellos participaban en una batalla para que la hija su amigo de infancia no muriera, fue la de ellos que terminó sin vida.

Todos los recuerdos de su hija se clavaban en sus pechos como afiladas dagas torturando sus corazones, removiéndose en la herida para causar más daño. Esa era su hija y el dolor que sentían era incomparable. Estaban seguros de que no había dolor que se comparara al de perder un hijo.

No se suponía que la vida funcionara de esa manera. Se suponía que la ley de vida era que los hijos fueran los que enterraban a los padres, no al revés.

—¡Ella solo era una niña, Blaise! —gritó Pansy entre el llanto—. Ella solo era una niña —susurró.

Era su pequeña.

Alguien a quien jamás volverían a ver.

Pero no eran los únicos sufriendo porque a unos metros de donde se encontraba Charlotte, estaba el cadáver de Jackson Nott. Daphne y Theo consolándose el uno al otro mientras Alex era atendida por Madame Pomfrey.

Alex todavía no había soltado una sola lágrima por la pérdida de su hermano. No encontraba la manera adecuada de procesar su muerte. Solo pensaba en la situación hipotética con la que había discutido con Dylan. No era hipotética, era real. Estuvo hablando de estar en la misma situación que él, sin saber que ya lo estaba. Incluso antes de que Charlotte muriera.

Solo que no lo sabía.

Y al saberlo, no encontraba la forma correcta para expresar su duelo. No quería convertirse en un desastre lloroso cuando sus padres estaban sufriendo también. Alguien debía ser el pilar de la familia. Sería ella quien aguantaría el dolor hasta que todo pasara. Sería ella quien sostendría a su familia hasta que pudiera alguien más relevarla.

Lo único que pedía era no perder a alguien más porque no sería capaz de soportarlo.

ϟ

Dakota Welsh salió de la torre de Defensa Contra las Artes Oscuras apresuradamente, corriendo con rapidez, sosteniendo su varita en mano, dispuesto a atacar a cualquiera que se interpusiera en su camino. Había estado buscando el hechizo que debían realizar para completar el ritual que necesitaban para deshacerse de Lyra.

Sin embargo, no llegó demasiado lejos antes de toparse con Agatha y James. Tuvo que mirar dos veces para asegurarse de que no se lo estaba imaginando. El alivio invadió su sistema cuando se dio cuenta de que no era producto de su imaginación y que Agatha y James se encontraban allí sanos y salvos.

—Tenemos todo —dijo Agatha, respirando agitadamente por el largo camino que habían recorrido.

La metamorfomaga cerró los ojos, suspirando y sonrió un poco. Negó con la cabeza, sacando de su mente algunas de sus preocupaciones y decidió rodear a Agatha con un brazo, apretujándola.

—Nunca dudé de ustedes —habló, sonriéndoles—. Digo, tomó más tiempo del que pensé, pero...

Agatha le dio un ligero golpe en el brazo.

—Fue una misión difícil, ¿de acuerdo? Pero te contaré todo cuando acabemos con esta perra de una vez y por todas.

—Me gusta cómo piensas.

Comenzaron a caminar cuando Agatha sintió un zumbido invadiendo su cabeza, taladrándole el cráneo de manera tortuosa. Se agachó, perdiendo el balance, escuchando las preguntas de James y Dakota estando demasiado distantes. Estaba perdiendo los sentidos, sumiéndose en una ilusión muy lejos de la realidad en la que debía concentrarse.

Lo último que sintió fueron los brazos de James sosteniéndola y dejó de ver por completo.

Cuando Agatha abrió sus ojos nuevamente, no se encontraba en el castillo de Hogwarts. Tampoco en un lugar que reconocía del todo. Pero sí vio un rostro familiar, pero que le extrañó. Sabía que se encontraba visitando algún recuerdo del pasado, pero no entendía cómo ella encajaba en todo eso.

En el otro extremo vio a Lyra manteniendo una sonrisa maliciosa, sus ojos brillando con frialdad. Agatha se encogió, pensando que sería otro ataque psicológico de parte de su doppelgänger, pero todo se volvió más confuso cuando la figura de Lyra la atravesó sin ningún tipo de problema.

Solo estaba de testigo.

—Mataste a todas esas personas inocentes —acusó la otra muchacha.

Reconoció su voz en una milésima de segundos, pero solo se sintió más confundida.

Lyra soltó una carcajada.

—¿Inocentes? Ellos no eran inocentes —espetó Lyra con furia.

—Sí, lo eran —vociferó—. Entiendo que hayan matado a tu madre, pero eso no te da el derecho de matar a todos.

Eso fue como si la hubieran abofeteado. En sus ojos grises se pudo ver cómo la frialdad desapareció, transformándose en un fuego de furia y rabia. Rápidamente comenzó a perder el control; todos sus poderes eran volátiles y estaban arraigados a sus emociones. Tan pronto perdió el control de sus sentimientos y cayó en las provocaciones de la muchacha, el lugar se estremeció. No obstante, la chica se mantuvo firme.

Lyra lanzó un hechizo que la chica evitó fácilmente.

—Tú deberías apoyarme —dijo Lyra—. ¿No se supone que eso hacen las amigas?

La chica negó firmemente.

—Tú ya no eres mi amiga. Te has convertido en un ser vil y cruel que no merece ningún tipo de apoyo en este mundo.

Agatha comprendió qué era lo que estaba viendo. Ella era la persona de la que había leído, la chica que logró vencer a Lyra Malfoy en el pasado. Lo que sí la confundió fue el hecho de que la conocía.

¿Ella sabía esa historia o permanecía en la ignorancia siendo un peón más del desastroso destino?

Agatha observó el duelo que se desató entre ambas; un duelo que la chica ganó con mucho esfuerzo, utilizando palabras que no entendió del todo, pero que fueron las indicadas para que la tierra se abriera y Lyra fuera arrastrada hacia las sombras.

Con un jadeo, Agatha recuperó su visión, sentándose de golpe y respirando de manera irregular. Había sido una información demasiado importante. ¿Cómo no lo supo antes? Todo el mundo tenía un papel en la tragedia que estaban viviendo, pero temía que fuera a ser escrito de la misma forma en la que ocurrió en el pasado.

Notó la preocupación en los ojos de Dakota y James. Entendió entonces que perdió el conocimiento sin ningún tipo de aviso o síntoma. De seguro habían pensado lo peor.

—Estoy bien —dijo, tragando en seco—. Estoy bien.

—¿Estás segura? —insistió James, ayudándola a ponerse de pie.

Agatha movió la cabeza en un gesto afirmativo.

—Sí. No te preocupes.

—Odio hacer esto porque se ve que están teniendo un momento, pero tenemos que irnos —los interrumpió Dakota.

ϟ

En el Gran Comedor, donde todo parecía haber sido azotado por una dosis de locura y tragedia, las personas estaban refugiándose, buscando ser sanados o sufriendo alguna pérdida en la zona donde se encontraban las pérdidas que habían tenido. Habían sentido la catástrofe afectarlos a todos y cada uno, aunque fuera de maneras distintas.

Pero todavía estaban alertas en su estado de vulnerabilidad porque Agatha no se encontraba con ninguno de ellos y tampoco habían tenido noticias de que todo hubiera acabado, sino lo contrario. La tormenta parecía haber recobrado las fuerzas y los truenos eran constantes, retumbando como explosiones en el cielo.

La preocupación se había instalado en el lugar porque sabían que no quedaba mucho tiempo antes de que sucediera lo peor.

Fue como si lo hubieran invocado porque en ese instante la temperatura del comedor cayó considerablemente, el frío envolviéndolos con su manto, haciendo que sus extremidades se sintieran entumecidas. Todos estaban empapados por el agua que rodeaba el lugar y esa temperatura helada no era la mejor combinación para una batalla.

Escucharon un golpe fuerte en las puertas del comedor. El ruido hizo eco en el lugar y todos sintieron el pánico desatarse en sus sistemas ante lo que significaba eso. Era como si la muerte estuviera tocándoles la puerta, avisando que estaban por entrar.

Dos golpes...

Tres golpes se hicieron notar antes de que las puertas se abrieran de golpe, creando un gran estruendo que les quitó el aliento. Lyra, todavía en el cuerpo de Marina, estaba en el centro del grupo de vampiros que entraron. Aunque no estaba en su verdadero cuerpo y su alma no estaba en sintonía con esa persona que había poseído, se notaba la imponencia en su presencia.

El alma oscura de Lyra era demasiado dominante, grande y poderosa. Desde lejos se notaba su presencia. Nadie era capaz de quitar los ojos de ella. Emanaba soberbia y exuberancia; estaba hecha para ser portadora del apellido Malfoy, incluso cuando ellos la negaron en el pasado.

Había algo en ella, la forma en la que sus ojos expresaban su maldad o quizá la arena negra que dejaba de rastro al caminar, pero era imposible no sentir escalofríos cuando la observaban. Lyra Malfoy era un sinónimo de un mal presagio, quizá porque asimilaba la muerte.

Los presentes se quedaron paralizados sin saber cómo reaccionar o actuar. Les habían advertido que los hechizos no servían de nada con ella, pero tampoco se atrevían a pelear contra ella. Si había creado la fuerza de esa tormenta, ¿qué les decía que un hechizo le haría algo más que cosquillas?

—¿Dónde está? —preguntó Lyra, deteniéndose en el centro del gran comedor. Dio una vuelta mientras observaba a los presentes, esperando una respuesta—. Oh, perdonen, tal vez no he sido lo suficientemente clara. ¿Dónde está Agatha Malfoy?

Alguien se aclaró la garganta. Lucius Malfoy se puso de pie, encarando a Lyra.

—Obviamente no se encuentra aquí, ¿no? —habló con una calma desconcertante.

Podía ser la única persona en el comedor que no se encontraba aterrado de la presencia de Lyra. Tenía las agallas para retarla cuando estaba en una posición completamente vulnerable.

—Crees que eres gracioso, ¿no es así? —comentó Lyra, pasando la punta de la lengua por su labio inferior.

A pesar de que su carácter era grande, Lyra no tenía paciencia para las provocaciones. Sucumbía fácil ante los comentarios sarcásticos y tendía a hacer un uso constante de su poder.

Eso era exactamente lo que Lucius estaba buscando. Que utilizara su poder en él para ganarle tiempo a Agatha. Si lograba que Lyra se desquitara con él, al menos unos minutos, sería suficiente para debilitar la intensidad de su poder.

Cediendo ante la irritación que sintió al escuchar el comentario del patriarca de los Malfoy, Lyra se volteó inmediatamente y con una de sus manos envió una ráfaga de viento lo suficiente fuerte como para arrojarlo contra una de las mesas.

Lucius emitió un gruñido cuando su cuerpo chocó con la dura madera de la mesa. El impacto fue fuerte, casi rompiéndole algunas costillas. Jadeó, buscando recuperar el aire que perdió con el golpe.

—¿Eso es todo lo que tienes? —preguntó él, tosiendo un poco cuando se puso de pie—. Pensé que harías algo peor. Estoy seguro de que Agatha te aplastará como una cucaracha.

Lyra volvió a lanzarlo a través del comedor, esta vez arrojándolo a la mesa de los profesores. Lucius rodó por la superficie de esta, cayendo al otro lado con un quejido dolorido.

—¿Estás seguro de que quieres continuar provocándome? —instó Lyra entre dientes—. Porque te haré sufrir del mismo modo en el que Agatha sufrirá cuando tome posesión de lo que es mío.

—Nunca vas a poder vencerla —habló Draco en un tono desafiante al darse cuenta de lo que Lucius estaba haciendo—. Mi padre tiene razón. No eres ni un cuarto de lo que ella es.

Lyra se rio, aunque sus carcajadas estaban acompañadas de un temblor de coraje. En ese instante captó un borrón platinado, pero sus reflejos fueron más rápidos, atrapando la daga que fue lanzada en su dirección.

Scorpius Malfoy retrocedió cuando se dio cuenta de que ahora Lyra tenía en su posesión un arma que utilizar en su contra.

—Ustedes tienen audacia. Eso lo tengo que admitir —masculló en un tono burlón—. Pero eso solo hará que matarlos sea más divertido.

Lanzó la daga en su dirección. Scorpius trató de moverse rápido para evitar la hoja filosa, pero no fue lo suficientemente veloz porque logró clavarse en su hombro izquierdo. Cayó al suelo por el impacto y un gruñido salió de lo más profundo de su garganta.

La sangre no tardó en hacer su aparición, saliendo a borbotones de la herida.

—¡Hija de perra! —gritó Draco.

Lyra sonrió y se acercó a Scorpius, removiendo la daga de su hombro y lo obligó a levantarse. Presionó la daga contra el cuello del muchacho, usándolo para poder manipular a los presentes. Alguno iba a tener que explotar y dar con el paradero de Agatha.

—Voy a preguntar una vez más. ¿Dónde está Agatha?

ϟ

Antes de que llegaran a la entrada del comedor, Dakota detuvo sus pasos, sintiendo la presión en su pecho llegar a su punto máximo. No podía aguantarlo más y tampoco esconderlo por más tiempo. Tenía que decirlo antes de que entraran o el plan de iría al caño; todo el esfuerzo hubiera sido en vano.

James y Agatha dejaron de correr cuando se percataron de que Dakota ya no se encontraba siguiéndolos, sino que estaba detenida en medio del corredor con la mirada perdida y la respiración agitada.

—Dakota, ¿qué sucede? —preguntó James.

—Dame el medallón y el zafiro —demandó, extendiendo las manos para que se los entregaran.

Con el ceño fruncido, pero confiando ciegamente en ella, Agatha se quitó la mochila, sacando los objetos que la metamorfomaga pidió. Un mal presentimiento se asentó en su estómago cuando se los entregó y notó que Dakota tenía las manos temblorosas.

El color se había ido de su cabello, demostrando sus emociones. Alarmándolos por completo cuando cambió a un negro azabache, un tono que nunca habían visto en el pelo de Dakota.

Tratando de que sus manos se agitaran lo menos posible, Dakota colocó el zafiro en el agujero del medallón, provocando un clic audible. A pesar de que parecía encajar y que no lucía como una completa locura, había algo que no estaba del todo bien. Las emociones y sensaciones no eran las adecuadas. Sí, sabían que era probablemente el momento más aterrador que iban a vivir, pero estaban seguros de que no debían de sentir esa angustia, esa sensación de que incluso cuando estaban muy cerca de ganar, las pérdidas serían igual de grandes que la victoria.

—Dakota, ¿qué pasa? —exigió saber Agatha. Dakota alzó la mirada, sus ojos nublándose con una capa de lágrimas—. ¿Por qué estás llorando? Dakota, ¿qué está mal?

La metamorfomaga apretó los labios en una fina línea, reprimiendo un sollozo que quería escapársele. Había llegado el momento que tanto temía, el momento en el que tendría que decirle toda la verdad a Agatha, sabiendo que sería lo que más le desgarraría el alma.

—Necesito que seas fuerte —pidió Dakota en un susurro tembloroso.

Agatha tragó en seco y miró a Dakota con el entrecejo hundido, una máscara de confusión adhiriéndose a su rostro porque no entendía del todo. El temor de que su sospecha de que algo malo estaba por pasar la estaba asfixiando.

—¿De qué hablas? —preguntó.

—Escúchame. Voy a decirles qué es lo que va a suceder cuando entremos al comedor, ¿de acuerdo?

Agatha retrocedió un paso, completamente perdida; su cabeza bloqueada e incapaz de unir los puntos que estaban claros en su mente. No era tan tonta como para no poder hacerlo, pero se rehusaba a que fuera verdad lo que estaba sospechando.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás actuando de una manera tan extraña? —interrogó, exigiendo una respuesta directa.

Más bien le estaba suplicando que le quitara de la cabeza lo que estaba pensando realmente. Quería que le quebrara ese pensamiento y que se riera de ella por siquiera pensarlo.

Dakota dejó salir el aire retenido en sus pulmones y trató de eliminar el nudo que se había formado en su garganta. Sus manos continuaban temblando. Estaba segura de que todo su cuerpo lo hacía. Sin embargo, no tenía temor de hacer lo que le correspondía, lo que la asustaba era no saber la forma en la que los afectaría.

—Agatha, escúchame —volvió a pedir, sosteniendo a la muchacha de las manos—. Tú vas a entrar al comedor y trata de distraer a Lyra lo más que puedas. Necesito que seas fuerte y no dejes que te torture, ¿entendido? —preguntó.

Agatha asintió porque no se sentía como si hubiera terminado de hablar. Quedaba una verdad pesada y desgarradora.

—¿Qué vas a hacer tú?

—James se encargará de romper el reloj, eso evitará que Lyra vuelva —continuó hablando, ignorando la pregunta de Agatha.

—¡Dakota, responde mi maldita pregunta! —exclamó comenzando a entrar en pánico.

Un minuto de silencio se instaló en el lugar. Un minuto en el que todo lo que Dakota pudo escuchar fue su corazón desbocado y sus nervios cosquilleándole la piel. Durante ese minuto se preguntó si verdaderamente estaba preparada, si había tenido el tiempo suficiente para mentalizarse para lo que iba a pasar.

Dudó durante esos segundos, pero todo cayó en su lugar cuando vio los ojos suplicantes de Agatha observándola de vuelta. Agatha tan joven y fuerte a quien le había tocado una vida repleta de dolor y tragedia. La misma chica que conoció portando un humor despreocupado y que ahora estaba con el alma rota.

Un alma que se desgarraría un poco más con lo que le diría.

—Yo voy a entrar al portal por donde Lyra se va a ir —susurró su confesión, pero Agatha fue capaz de escucharla a la perfección porque le soltó las manos de inmediato.

Negó con la cabeza, desechando la idea.

—No, no, no —balbuceó con voz ahogada—. T-Tú... t-tú... —Un sollozo se le escapó, perdiendo el control de su sistema—. No puedes hacer eso.

—Se necesita un sacrificio para volver y otro para irse —explicó Dakota.

Las lágrimas se abrieron paso por el rostro de Agatha, bañando sus mejillas de sufrimiento y dolor. Llorar fue inevitable. No quería perder a Dakota de esa forma. No quería que su mejor amiga se sacrificara por ella. Agatha estaba dispuesta a luchar contra el destino si era necesario con tal de que Dakota viviera.

Prefería morir antes que perderla.

No le importaba ganar ahora. ¿Ese sería el precio que tenía que pagar? ¿Perder a las personas más cercanas a ella? ¿Vivir con la constante culpa de que Dakota había dado su vida por ella? No se veía capaz de hacerlo. No sería lo suficientemente fuerte para cargar eso en su consciencia.

Tal vez sí estaban viviendo papeles escritos en la historia. Quizá era parte del destino que Dakota estuviera en su vida. Porque fue su antepasado quien derrotó a Lyra la primera vez; de alguna manera iba a estar involucrada. Solo no pensó que la iba a perder también.

—No, no, no. Dakota, yo puedo hacerlo. No me importa si muero. Tú dime qué hacer, haré lo que sea, Dakota, por favor —suplicó Agatha, las palabras adornadas por sollozos e hipidos que no podía, ni quería, controlar del todo.

—Agatha, mírame —ordenó Dakota con firmeza—. Estoy más que agradecida por haberte conocido. Fue un honor haberte enseñado y haber compartido tantas aventuras contigo. Todos los días me hacías sonreír con tus ocurrencias y me decía: «vale la pena morir por esta chica, porque ella merece vivir». Y lo mereces, Agatha. No existe persona en el mundo que merezca un final feliz más que tú.

—Dakota...—sollozó.

—Estoy orgullosa de ti, Casper —susurró—. También estoy orgullosa de ti, James. Estoy orgullosa de ambos y de lo que han logrado juntos.

—Te voy a extrañar —dijo entre el llanto, viendo que Dakota tenía su mente decidida y que no era capaz de hacerla cambiar de parecer.

Pudo sentir su corazón romperse, las lágrimas bajando como ríos caudalosos que no se detenían.

—Ya es hora —anunció Dakota. Se miró las manos y se quitó un anillo que llevaba en su mano izquierda—. Por favor, dale esto a Matt y dile que yo hubiese dicho «sí» en otras circunstancias.

Agatha agarró la sortija y la apretó en su mano, refugiándola como un tesoro demasiado valioso. La guardó en el bolsillo de su pantalón, asegurándose de que no se caería en algún momento de la batalla.

—Dakota —la llamó—. Fuiste la mejor amiga que pude haber pedido en mi vida.

Dakota apretó sus labios en una fina línea para contener un sollozo y la abrazó con todas sus fuerzas, aferrándose a Agatha una última vez. No pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Se separó de Agatha y miró el medallón, apretándolo con su mano, convenciéndose de que era lo correcto.

Agatha le dio el reloj a James y lo miró durante un segundo.

—Al carajo —murmuró y agarró el rostro de James con su mano, atrayéndolo en un beso, despidiéndose en caso de que fuera la última vez que tuvieran la oportunidad de hacerlo—. Te amo.

No le dio la oportunidad a James de responderle porque se dirigió al interior del gran comedor con una nueva convicción: no permitir que Dakota muriera en vano. Por más enfermizo que sonara, no iba a dejar que eso sucediera.

Atrajo la atención de todos en el lugar. Principalmente porque no era la forma en la que esperaban verla. No esperaban verla con el rostro lleno de lágrimas y una mirada de derrota. Querían a la Agatha altiva y soberbia que alguna vez entró por esas puertas con una sonrisa arrogante, pero esa chica murió con el transcurso de los años y eso era todo lo que quedaba de ella; unos ojos derrotados y un corazón roto.

Lyra, quien todavía sostenía a Scorpius con la daga en el cuello, sonrió triunfante. Ver a Agatha de esa manera le produjo una satisfacción extraña, pero enriquecedora.

—Bueno, bueno... Miren quién ha llegado —habló Lyra, arrastrando las palabras con gozo.

Agatha paseó su vista por las personas en el comedor. Sus amigos, sus familiares, sus conocidos. Todos afectados por la batalla de una manera u otra. Vio también el grupo de cadáveres en una esquina, siendo acompañados por sus seres queridos. Vio a su padre mirándola desde el fondo del comedor, suplicándole con la mirada que se marchara de allí.

—Vas a obtener lo que quieres —dijo, esforzándose para que su voz sonara firme y no quebrada por las lágrimas. Alzó las manos, dándose por vencida, mostrándole a Lyra que estaba sumisa y dispuesta a completar todas sus órdenes—. Me doy por vencida, pero tienes que dejarlo ir. No tocarás a mi familia.

Lyra ladeó la cabeza, mirándola con ojos entrecerrados. Apartó la daga del cuello de Scorpius, liberándolo por completo. Dejó caer el arma al suelo, sabiendo que no la necesitaba para obtener lo que quería de Agatha.

—Ven.

Agatha comenzó a caminar en dirección a Lyra y se escuchó un jadeo colectivo de los presentes.

—¡Agatha, no! —gritó Hermione, pero fue detenida por Draco, quien en medio de lo que estaba viendo todavía tenía esperanza. Todavía esperaba que Agatha sacara una última jugada.

Agatha sentía sus zancadas como golpes en el pecho, cada paso aniquilando otra parte de su corazón al saber el plan. No lo haría del modo en el que Dakota había pedido. En ese momento no podía ser fuerte, no de la forma en la que había sido siempre.

Llegó a estar frente a Lyra y se detuvo, sintiendo su pecho incapaz de aguantar tanto dolor. Su cuerpo no sería lo suficientemente fuerte para resistir el sufrimiento que estaba atravesando.

—Arrodíllate ante mí —ordenó Lyra.

Cerró los ojos durante un instante y dejó salir una respiración temblorosa mientras obedecía la orden. Sus rodillas tocaron el suelo del comedor y pudo sentir la tensión en el ambiente. Todos los ojos enfocados en ella, atentos a sus movimientos.

Abrió los ojos y los fijó en los de Lyra. Grises como los suyos, tan similares y distintos al mismo tiempo. Agatha se enfocó en la maldad que inundaba los orbes de su rival, de la causante de todas sus desgracias.

Por su culpa personas inocentes habían muerto. Era la responsable de arrebatarle todo lo bueno que tuvo en su vida. Era la culpable de que todos los días Agatha sintiera que estaba perdiendo la cabeza. Era la que había hecho que todo se redujera a esa situación. La humilló, la arruinó por completo, la hizo añicos sin siquiera enfrentarse.

La odiaba.

La odiaba como nunca había sido capaz de odiar a alguien. Dudaba que hubiera otra persona a la que pudiera odiar más que a Lyra.

Lyra se encorvó para mirar a Agatha, sonriendo triunfantemente. Agatha vio de reojo cómo James y Dakota lograron pasar a través del gran comedor silenciosamente. Ni siquiera el quiebre del reloj alertó a Lyra de que algo estaba sucediendo de lo que no se había percatado.

—¿Tienes unas últimas palabras, Agatha Malfoy? —preguntó, pronunciando el nombre como si le causara gracia.

Agatha vio el portal abriéndose como una nube de energía blanca que buscaba su último recipiente. Fue cuando Dakota atravesó el portal, desintegrándose en la energía, que Agatha pudo reunir el odio y la furia suficiente para hacer su movimiento.

—Sí —dijo y volvió a mirarla, sosteniendo en sus dedos la daga que Lyra había dejado caer—. Espero que te pudras en el infierno.

Lyra frunció el ceño y fue cuando Agatha clavó la daga en el abdomen de su doppelgänger, arrebatándole el aliento. Sangre negra comenzó a emanar de la herida, el cuerpo de Marina cediendo ante los polvos de aglaofotis con los que fue forjada el arma.

—Esto no me matará —gruñó Lyra, completamente enfurecida.

Agatha se puso de pie, retorciendo la daga en el vientre de Lyra, la sacó y volvió a clavarla, esta vez en su pecho.

Lyra se tambaleó y Agatha aprovechó la oportunidad para empujarla, dirigiéndola hacia el portal. Más sangre negra empapó las manos de Agatha, pero no le dio importancia porque estaba completamente enfocada en hacerla sufrir, en ver cómo el terror era visible en los ojos de su Oastori, la criatura que la torturó durante años.

Era su turno ahora.

—Me arrebataste todo —masculló Agatha en el oído de Lyra mientras la encaminaba al portal. Continuaba enterrando la daga en el pecho de ella, sintiendo la piel putrefacta deshacerse bajo el ataque—. ¿Unas últimas palabras?

—Nunca vas a ser feliz, Agatha —balbuceó Lyra, la sangre comenzando a emanar de su boca, manchándole los labios—. Eres exactamente como yo.

Agatha sintió los labios temblorosos.

—Nunca seré como tú —dijo, empujándola una última vez, haciendo que cayera en el portal, su cuerpo siendo tragado por la nube de energía, desintegrándola como si se tratara de un ácido.

James alejó a Agatha del portal, temiendo que la chica terminara cayendo por él también. Murmuró las palabras que Dakota le dijo y selló el portal, evitando que el alma de Lyra lograra escapar nuevamente.

Agatha no podía respirar. Inhalaba y exhalaba ruidosamente, pero el aire no le llegaba a los pulmones.

—Aléjate de mí —pidió de manera apenas audible.

—¿Qué?

—¡Hazlo! —ordenó.

El chico retrocedió sin saber qué era lo que estaba pasando. Solo pudo ver a Agatha caer al suelo, apoyando las manos en la superficie.

Todos los recuerdos la estaban abrumando. Todas las muertes y el sufrimiento de todos los que se vieron afectados porque Lyra la había querido a ella. Sus padres adoptivos, el cuerpo de Dianne, la humillación pública de la revelación de su identidad, la tortura de Marina, el secuestro de Scorpius, la muerte de Astoria, el sacrificio de Dakota.

Todo se reunió en un último torbellino. La realidad consumiéndola con cada memoria, con cada momento que atravesó en esos tres años. Todo lo que había perdido.

No era una victoria.

Porque emocionalmente Agatha había perdido.

Perdió su alegría, su fortaleza, su valentía, su alma.

Todo se volvió demasiado. Estaba demasiado abrumada. No podía retener todos sus sentimientos. No los podía procesar. Todo se salió de control.

Así que gritó con todas sus fuerzas, dejando salir todo lo que la estaba ahogando. Explotó como una bomba de tiempo que había estado esperando todo ese tiempo para poder salir. Todo el sufrimiento, todo su control, incluso su poder.

Agatha gritó tan fuerte que desató su poder, el brote de energía estallando tan fuerte que quebró las ventanas del comedor y se llevó los restos de la tormenta. Tan fuerte que todo el mundo tuvo que luchar para mantenerse de pie y no caer con ella. Tan fuerte que desintegró a los vampiros que quedaron en el lugar.

Y cuando se detuvo, no se sentía como que había sido suficiente. No se sintió como si hubiera terminado.

Entonces fue que comenzó el llanto inconsolable y desgarrador. Los sollozos audibles para todo aquel que se encontraba en el comedor, pero a Agatha no le importó.

Nadie era capaz de comprender siquiera la mitad de su sufrimiento.

James volvió a acercarse a Agatha y se agachó a su lado, rodeándola con los brazos, sosteniéndola mientras soltaba todo lo que la había estado sofocándola en los pasados meses.

—¡Agatha! —escuchó el grito de Alex.

Agatha se apartó de James conociendo el tono en el que Alex la había llamado. No era un buen grito. No fue un llamado de triunfo y victoria, sino todo lo contrario. Estaba plagado de terror y lágrimas.

Se puso de pie dirigiéndose hacia el lugar donde Alex se encontraba. Notó que Fred, Lysander y Marcus estaban rodeándola. En el suelo, Albus estaba sentado con Skylar perdiendo la consciencia en su regazo. La chica estaba pálida, sudada y respiraba entrecortadamente.

Agatha sintió que su corazón —o los restos de él— se quebró una vez más.

Se agachó a su lado, agarrando una de sus manos, sintiéndola fría.

—Demonios, Agatha, tienes unos pulmones... —murmuró Skylar débilmente.

Una risa mezclada con un sollozo salió de los labios de la rubia.

—Supongo que los tengo —dijo con dificultad.

—¿Lo lograste? Lamento haberme perdido la batalla —susurró la chica pelirroja.

Agatha asintió.

—Todos lo hicimos, Sky —respondió—. Te perdiste una batalla bastante épica.

—Tengo el peor tiempo, ¿no?

—Sky, ¿qué sucedió? ¿Cómo puedo ayudar?

—Nos dijiste que no tocáramos nuestros relojes —musitó—. El mío me golpeó cuando todos se estaban cayendo. Toqué mi propio reloj. Es una maldición.

El pánico se instaló en el pecho de Agatha nuevamente.

—No, no, no. Skylar, no. Tú vas a estar bien.

—Tuvimos buenos momentos, Agatha.

—Esto es mi culpa —dijo Agatha—. No cumplí mi promesa.

—La cumpliste —aseguró Skylar.

Alex ocultó el rostro en el pecho de Marcus, quien la rodeó con un brazo para darle el apoyo que necesitaba.

—No lo hice —susurró Agatha—. ¡Alguien que haga algo! —pidió en un grito suplicante.

—Agatha...

—No puedes dejarme tu también —pronunció entre el llanto y se abrazó a Skylar—. No puedes, no puedes...

—Gracias...

—¡No! —exclamó Albus.

Agatha dejó caer su cabeza en el pecho de Skylar, aferrándose al cuerpo de la adolescente por una última vez, sintiendo cada centímetro de su sistema dolorido. Sus hombros se agitaban con la fuerza de su llanto.

—Por favor, vuelve, Skylar, vuelve —susurró una y otra vez, queriendo escuchar su corazón latiendo de nuevo.

Si no fuera por ella...

Si no fuera por ella...

Agatha sollozó con más fuerza al darse cuenta de que en ese momento no tenía a nadie más a quien culpar. No podía apuntar a Lyra con el dedo o a Marina. La muerte de Skylar había sido su responsabilidad, su error al permitir que fuera en esa arriesgada misión suicida.

Pensó que la estaba protegiendo. Creyó que iba a estar mejor con ella que con su madre, pero no fue así.

No había a nadie más que culpar. Ella era la responsable de la muerte de Skylar. Incluso si no hubiera sido su intención.

De una forma u otra, todas las personas que sufrieron fueron por su culpa. Por desatar la obsesión en alguien que no estaba bien mentalmente, por haber buscado a sus padres biológicos en primer lugar. Por permitir que tantas personas se pudieran ver afectadas.

Deseó nunca haber regresado a Londres.

Se sentía totalmente rota y desorientada en ese mundo. Se sentía vacía al ver todos los que murieron por su culpa. Todos inocentes que no se merecían eso.

Theodore Nott y Madame Pomfrey se abrieron paso entre las personas junto a Skylar, encontrándose con la escena desgarradora de Agatha sollozando sobre la chica pelirroja. Se arrodilló a un lado de la chica y tomó su pulso para confirmar su muerte.

—Está viva —anunció con el ceño fruncido, sintiendo un leve pulso.

La confusión se apoderó de todos los presentes. Habían presenciado cómo Skylar dejó de respirar.

Pomfrey miró a Agatha que todavía seguía con los ojos cerrados mientras murmuraba algo inaudible para todos. Puso una mano sobre el hombro de Agatha, trayéndola de vuelta a la realidad. La chica tenía los ojos rojos e hinchados a causa del llanto.

—Ella está viva —le dejó saber—. Agatha, creo que... de alguna manera devolviste su alma a su cuerpo.

La rubia frunció el ceño sin comprender. Ella no había hecho absolutamente nada. No entendía lo que Pomfrey decía. ¿Cómo ella había podido hacer eso si es imposible traer una persona a la vida después de muerta?

—¿Por qué sigue inconsciente? —preguntó Alex.

—Ella está con vida, pero no sé si llegue a despertar —explicó Theo—. Hay que llevarla a San Mungo.

ϟ

Matt reunió toda su fuerza de voluntad para poder abrir la puerta del despacho de Dakota. Sintió una gran opresión en el pecho al sentir su aroma y ver todo lo que le recordaba a ella. Un nudo se formó en su garganta al saber que ella no volvería.

Dakota había muerto sacrificándose por alguien más.

«¿Por qué tuviste que irte?», se preguntó. Estaba totalmente destrozado por dentro. Saber que él pensaba en su futuro con ella. Recordó cuando ella le dijo lo que iba a suceder esa noche. Era un recuerdo amargo. Fue como si toda su felicidad se hubiese esfumado. Saber que ella le había dicho que lo pensaría y que no tuvo manera de hacerla cambiar de opinión, ni siquiera cuando se puso de rodillas y le colocó el anillo en el dedo, suplicándole que lo eligiera a él.

Pasó ambas manos por su rostro, frustrado. No había logrado sacarse ese dolor del pecho que no lo dejaba respirar con normalidad. Ella había sido su oxígeno y ahora simplemente lo ahogaba.

Se sentó en el escritorio de Dakota y pudo ver un sobre blanco en el que se podía leer su escrito en el papel. Cerró los ojos y apretó la mandíbula.

Ella había escrito eso y lo había dejado para él.

Abrió el sobre y sacó el pergamino que contenía las últimas palabras que alguna vez vería de Dakota. Junto al sobre había una foto de Agatha. Frunció el ceño y la descartó por completo, enfocándose en las palabras de Dakota. Pestañeando varias veces para espantar las lágrimas, comenzó a leer.

«Querido Matt,

Ni siquiera sé cómo comenzar a escribir esto. No sé si las palabras me sean suficientes para explicarte todo lo que te tengo que decir, pero que no soy lo suficientemente fuerte como para hacerlo de frente.

Desde que tengo razón de ser, supe que iba a morir a temprana edad, que era mi deber sacrificarme por alguien más porque estaba en mi destino. Crecí sin miedo a la muerte por eso. Creo que por eso me alejé de ti en primer lugar, pensé que, si no me aferraba a nadie, que se me haría más fácil cumplir con mi rol.

Mi mamá me solía decir que morir no era difícil, que vivir lo era porque la muerte es donde finalmente te alejas de todo sufrimiento y dolor. Y tenía razón. Porque en ningún momento le tuve miedo a morir, pero vivo aterrada de todo lo que voy a dejar atrás.

Estuve completamente enfocada en mi rol hasta que reapareciste en mi vida y cambiaste todo. Incluso comencé a dudar de la muerte a la que estaba destinada y me imaginé teniendo muchos futuros contigo. Durante un tiempo tuve la ilusión de que podría tener una vida contigo, nos imaginé casándonos y viajando por el mundo.

Pero no era real y tampoco justo. ¿Ves la foto de Agatha? Puede que no te des cuenta de lo especial que es y de lo mucho que ha sufrido. Sí, yo tuve mis años felices, pero ¿Agatha? Todo lo que ha conocido es dolor y destrucción, y yo soy la única persona con el poder de ofrecerle una oportunidad de ser feliz. Y se merece un final feliz, incluso si yo no obtengo uno.

Sé que quizá no entiendas mis decisiones, pero estoy contenta con ellas si todo sale como lo planifiqué desde el inicio. Algún día vas a encontrar a alguien que te ame tanto o más de lo que yo te amé. Algún día esa persona te hará inmensamente feliz y yo lo estaré a través de ti.

Te amo por siempre,
Dakota».

Terminó de leer con lágrimas en los ojos. Alzó la vista y vio a Agatha que lo miraba con los ojos hinchados y rojos, estaba completamente vestida de negro luego del funeral colectivo que hicieron en Hogwarts para conmemorar a las personas caídas. La rubia dejó el anillo sobre el escritorio y Matt lo cogió sintiendo como si un puñal atravesara su corazón una y otra vez.

—Dakota me mandó a decirte que en otras circunstancias hubiese dicho que sí —habló Agatha con voz entrecortada—. Ella te amó, Matt, lo hizo. Y lo lamento tanto.

Esas palabras fueron suficientes para que Matt sollozara sin poder contenerse.

ϟ

Albus Potter se rehusó a asistir a la ceremonia que habían realizado en Hogwarts para las personas que habían muerto en la batalla. Lo hizo porque iban a poner una foto de Skylar y él no consideraba que ella hubiera sido una de las víctimas que iban a conmemorar.

Estaba con vida. Incluso si era un milagro médico que nadie era capaz de entender, estaba con vida. Agatha hizo lo imposible aquel día cuando salvó a Skylar de la maldición, pero deseaba que hubiera sido suficiente para traerla completamente de vuelta. No dejándola en un estado de coma del que no estaban seguro si podría despertar algún día.

Pero Albus tenía fe de que sería posible.

Por eso se negaba a separarse un centímetro de ella. Quería estar presente por si despertaba en algún momento cercano. Porque tenía que despertar, ¿no? Sí, tenía que hacerlo porque no estaba seguro de que su corazón pudiera sanar del todo.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que tuviese cuidado con arreglar un corazón roto porque me podía cortar con los pedazos? —preguntó sin dejar de mirarla—. Ese fue el día en que supe que nunca debía dejarte sola. Ese fue el día en que decidí que iba a arreglar tu corazón y no sé si lo logré porque creo que mi corazón también se rompió en el proceso.

Sorbió su nariz y pasó una mano por el rojo cabello de Skylar, acariciándola con cariño. De todas las cosas que adoraba de ella, su cabello encabezaba la lista. Desde el primer momento que la vio supo que esa pelirroja iba a ser su perdición. Siempre lo supo.

Esperaba que ella despertara para volver a ver sus brillantes ojos azules. Quería que ella le quitara su taza de chocolate caliente o que le agarrara la mano cuando sentía miedo. Solo quería que ella estuviese allí para él.

En ese momento, Albus se hizo una promesa de esperar a que Skylar despertara. Esperaría todo el tiempo que fuera necesario. Incluso si le tomaba semanas hacerlo, incluso si tenía que esperar meses, incluso si le tomaba años. No importaba cuánto tiempo fuera. Él esperaría porque ella había dejado una marca en él que no se iría tan fácil.

ϟ

Agatha no resistió la ceremonia completa. No pudo tolerar las miradas puestas en ella o el dolor que le causó ver las fotografías de todas las personas que murieron. El ataque de pánico que la invadió fue tan fuerte que la persiguió todo el camino de vuelta a la mansión Malfoy, sintiendo que no podía respirar, que estaba ahogada con la culpa, que no podía comer ni dormir solo repitiendo los sucesos de esa noche.

No podía actuar como si todo estuviera bien, como si pudiera superarlo cuando todo lo que la rodeaba le recordaba exactamente que estaba viva porque su mejor amiga se sacrificó por ella.

La única razón por la que Agatha no tomaba otras medidas contra sí misma era porque eso significaría que Dakota murió en vano. Sin embargo, no podía seguir allí, no podía continuar un día más viendo a todos sufrir por su culpa.

Sollozando, Agatha tomó una decisión.

Se dirigió a su armario, sacando todas sus cosas y las metió en un baúl que encontró bajo su cama. Tiró todo lo que le pertenecía, todo lo que pudo pensar que podría servirle.

—¿Qué estás haciendo? —La voz de James se escuchó en la habitación, haciendo que Agatha se detuviera, mordiéndose el labio para intentar frenar su llanto—. Agatha.

—No puedo seguir aquí cuando todo me recuerda lo que perdí —respondió.

—Agatha, detente.

Ella negó y cerró el baúl para después encararlo.

—No puedo quedarme aquí, James. Estoy ahogándome. ¿Cómo puedo vivir así? ¿Cómo puedo seguir aquí? —preguntó, esperando obtener una respuesta que le sirviera.

Sin embargo, James no tenía las palabras correctas para decirle. No tenía las respuestas que Agatha necesitaba para aliviar su pesar, para sentir menos culpa, para poder superar todo lo que había pasado.

—Agatha, no te vayas —suplicó—. Por favor.

Agatha cerró los ojos durante un segundo.

—Te amo, James. Te amo muchísimo —confesó Agatha—. Pero ya he hecho el daño suficiente.

La chica apoyó su frente en la de él, manteniendo los ojos cerrados. Agarró su cara con sus manos y lo escuchó soltar un leve sollozo. Ella sintió las lágrimas correr por sus mejillas al oírlo de esa manera.

—Yo también te amo, Agatha —susurró, resignándose y odiándose por no tener lo suficiente para hacerla quedarse. Por no ser una razón lo suficientemente grande para que no se fuera—. Más de lo que imaginas.

Agatha tomó una respiración profunda.

—¿Un último beso? —preguntó.

James abrió los ojos y Agatha pudo ver la tristeza y el dolor concentrados en sus orbes cafés.

—Eso del último duele.

Agatha suspiró.

—Lo sé —susurró y calló sus próximas palabras en su boca, ahogando todo lo que quería decirle, todas las confesiones de momentos que nunca compartirían, todo lo que habían atravesado para morir en la orilla.

James la besó como nunca lo había hecho antes. Desesperado, anhelante, brusco. La besó como si de esa forma pudiera desintegrar el hecho de que Agatha se le estaba escapando entre los dedos y que él no podía hacer nada al respecto. Ella se iría. Verdaderamente se iría y lo dejaría atrás. No miraría dos veces antes de abandonarlo con el corazón hecho añicos, sin importarle lo mucho que le dolía también.

Lo destrozaba el hecho de que, si ella lo hubiera pedido, no hubiera dudado a la hora de recoger sus cosas y marcharse con ella. Pero Agatha lo consideraba parte de su sufrimiento también. Agatha no quería que él estuviera con ella. Agatha quería dejarlo y olvidarlo junto a todos los demás.

El beso le supo agrio y amargo porque sabía lo que significaba. Besarla en ese momento era como ingerir veneno sabiendo que te mataría. Le dolía tanto porque sabía que era su despedida, su adiós, su fin. Su última vez probando los labios de la persona que lo había cambiado, transformado y abandonado sin piedad alguna.

Poco a poco se alejaron y Agatha agarró sus cosas. Se acercó a la puerta, pero antes de irse, se giró para verlo.

—Adiós, Potter —dijo y salió, cerrando la puerta detrás de ella.

Esa frase se clavó en su pecho como dagas. La frase que destruyó por completo lo poco que quedaba de su corazón. Le parecía inverosímil lo que acababa de suceder porque Agatha se fue de la misma manera en la que llegó a sus vidas: de repente y sin previo aviso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro