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66| Juego de supervivencia

LYRA MALFOY NO ESTABA A GUSTO CON EL CUERPO QUE HABÍA POSEÍDO. Se sentía ajeno, distante y extraño. Sus poderes tampoco estaban en su máxima expresión, pero era lo suficiente para resolver sus problemas en lo que podía cumplir su cometido de apoderarse del que le correspondía: el cuerpo de su doppelgänger. Habitar la piel de Marina no había estado en sus planes, pero sabía que era lo más cercano que tenía para preservar su estado actual.

A pesar de que la vida de la joven había desaparecido, su cuerpo se mantendría con vida durante unos meses. No era lo ideal, pero sí lo suficiente antes de que comenzara a pudrirse como un cadáver de varios días. Pasaría eventualmente, no cabía duda. Sin embargo, estaba segura de que ya tendría a Agatha entre sus garras para ese entonces.

No obstante, aunque estaba tranquila de que sus planes estaban fríamente calculados, sabía que existía una pequeña posibilidad de que Agatha lograra vencerla. Por eso no podía permitir que eso sucediera. Tendría que esforzarse más, pero estaba segura de que no tomaría mucho esfuerzo. Las personas del bajo mundo sabían de su presencia; estaban atentos a sus movimientos y su venida al mundo de los vivos, de modo que tenía una ventaja. Cuando estaba en la forma incorpórea de oastori se dedicó a influenciar las mentes de aquellos que eran débiles.

Se encontró pensando en lo que debía hacer para conseguir el poder que necesitaba antes de que su cuerpo decidiera morir. Localizó los espacios más frecuentados por las personas que eran fanáticos de las artes oscuras y de las sombras. El callejón Knockturn fue uno de esos lugares que identificó y comenzó a visitar.

Le costó un poco, principalmente porque estaba en el cuerpo de una adolescente. Marina no tenía un físico intimidante y tampoco una complexión que le diera entender al mundo entero que tenía la fuerza y la capacidad para ser más de lo que aparentaba, que sus capacidades iban más lejos de lo que podían comprender.

Le costó, pero no fue imposible.

Pronto Lyra reunió un pequeño grupo de seguidores lo suficientemente grande y poderoso como para ir tras Agatha y sus familiares sin tener alguna duda de que podrían vencerla.

Sonrió ampliamente al caminar a su guarida y toparse con un nuevo grupo esperándola.

—Han recibido mi mensaje, ¿no?

—Estamos aquí para negociar, mi señora de la oscuridad.

Lyra ladeó la cabeza.

—¿Y tu nombre es?

—Seshat.

ϟ

Durante unas semanas, Agatha y los chicos estuvieron recorriendo un largo y riesgoso camino a través de un espeso, húmedo y oscuro bosque que parecía no tener fin. Era difícil orientarse cuando la luz del sol no era muy presente y con el cambio de estación. La nieve se había derretido y no tenían una buena manera de recordar los pasos que habían dado y los caminos recorridos. No era como si pudieran dejar un rastro de migajas para saber por dónde ya habían pasado.

Pero al menos ya se encontraban cerca, lo suficiente como para que sus pasos se vieran cercanos al punto que el Mapa de Merlín les apuntaba. Sin embargo, decidieron detenerse unos pocos minutos para descansar, tomar agua y refrescarse un poco. La primavera les había azotado con fuerza y todavía no habían tenido la oportunidad de transformar sus atuendos de invierno a unos menos cálidos.

El cansancio se estaba apoderando de sus sistemas. Tantos días caminando y soportando el peso de las mochilas, preocupaciones y miedos era exhaustivo. Tampoco tenían la calidez del hogar y mucho menos las comodidades a las que estaban acostumbrados. Dormían en sacos de dormir en el suelo duro y tenían que despertar cada tres horas para hacer guardia en el exterior de la caseta de acampar que tenían.

No era la mejor vida, pero había peores formas. Una de ellas sería con Lyra venciéndolos y adquiriendo todo el poder para satisfacer su sed de venganza.

Skylar, estando exhausta, se quitó la mochila, tirándola al suelo, y se secó la ligera capa de sudor que le cubría la frente con el dorso de su mano. Se sentía agobiada ese día, aunque ese sentimiento se estaba convirtiendo en uno bastante regular y frecuente. Los días eran demasiado largos, pero continuaban pasando a una velocidad absurda.

Sabían lo que significaba la primavera: se estaban quedando sin tiempo. Era como si la misma naturaleza les estuviera recordando que las horas pasaban y que su reloj se estaba quedando sin granos de arena que soltar.

—¿Cuánto falta? —Quiso saber Skylar. Sentía las mejillas rojas por el calor, de modo que se abanicó el rostro con la mano derecha, esperando sentir un poco de aire.

—Falta poco, Sky. Lo juro —respondió Alex, quien había tomado la iniciativa de ser la persona positiva del grupo.

Skylar asintió y sus ojos azules se enfocaron en Agatha, quien se encontraba mirando a todos lados, concentrada en asegurarse de que nadie estaba acechándolos. No era de extrañar porque estaba en constante peligro, pero la forma en la que actuaba era preocupante también. No parecía tener un minuto de tranquilidad. A veces James tenía que obligarla a descansar para evitar que sufriera de un desgaste físico y emocional.

Cada día que pasaba parecía que su salud mental estaba peor. Sabían que, si no encontraban todo lo que necesitaban a tiempo, sería ese estilo de vida el que terminaría matándola.

—De acuerdo, nadie está preguntándolo, así que lo haré yo. —Marcus se paró en el medio del semicírculo que formaron—. Estamos en medio de la nada, buscando algo que ni tenemos idea de cómo luce. ¿Qué es lo que estamos buscando? ¿Cómo luce? Porque tenemos que saber.

Agatha dejó de estar pendiente a su alrededor, parpadeó un par de veces antes de enfocarse en Marcus, quien la observaba con las cejas alzadas. Se relamió los labios.

—Tienes razón —reconoció para la sorpresa de todos. Un suspiro abandonó sus labios—. Estamos buscando un medallón antiguo, redondo y dorado. Tiene símbolos extraños alrededor de una especie de orificio en el centro.

Todos se quedaron en silencio, reprimiendo lo que verdaderamente querían decir.

—Eso es de mucha ayuda, Agatha —dijo Fred con un ligero toque de sarcasmo.

Agatha bajó la vista, conteniendo un gruñido, sintiendo que los estaba decepcionando. Se sentía derrotada. La frustración y el cansancio estaban tomando lo mejor de ella.

—Lo siento, chicos. Sé lo mismo que ustedes. Solo sé lo que tengo que buscar. Ni siquiera conozco lo que se hace con él.

James la rodeó con su brazo, protegiéndola de las miradas y posibles comentarios de los demás.

—Está bien, amore.

—No, no está bien.

Al notar que el rostro de Agatha se estaba enrojeciendo y que los ojos se le estaban cristalizando por la frustración, James les hizo un gesto para que tomaran distancia y los dejaran solos durante unos minutos. No era la primera vez que tenía que hacerlo, pero sí era la primera en la que Agatha estaba al borde del llanto.

—Agatha...

—Estoy tan cansada —confesó con voz ahogada—. Siento que estamos en una misión suicida que no tiene ningún sentido.

James negó con firmeza.

—No digas eso —la calló.

—Pero si es la verdad.

—No, no lo es. Solo estás teniendo un mal día —aseguró—. Es normal que te sientas así. Hemos tenido un par de semanas duras y sí, empezamos con muchas energías para una misión que es mucho más complicada y dura de lo que pensábamos, pero no podemos dejar que eso nos domine.

Dos lágrimas salieron de sus ojos, rodando por las pálidas mejillas de Agatha. Se las limpió con el dorso de la mano, furiosa de que se estuviera quebrando tan fácilmente. No podía creer que estaba llorando en medio del bosque por la frustración que cargaba en su sistema.

Pero James sabía que tenía todo el derecho de romperse un poco. En especial después del infierno que había pasado. Todavía se encontraban en medio del huracán, luchando con la potencia del dolor y la impotencia, esperando recibir un respiro entre las ráfagas de la oscuridad que estaba ganándoles la batalla. Agatha fue inculpada, tuvo que huir, fue torturada y tuvo una experiencia muy cercana a la muerte. Todo en cuestión de un par de meses.

Tomando todo eso en cuenta, Agatha se encontraba en excelentes condiciones. Cualquier persona se hubiera rendido antes de soportar todo lo que ella estaba pasando. Era admirable que continuara luchando por su vida.

—Quiero que todo esto acabe —masculló, su voz quebrándose un poco por el llanto reprimido—. No tienes idea de cuán cerca estoy de rendirme.

James la rodeó con sus brazos, refugiándola entre ellos. No sabía exactamente qué decirle. Todas las palabras sonaban erróneas para la situación. ¿Qué se le podía decir a una chica que había luchado por su vida con todas sus fuerzas y se encontraba dudando de su fortaleza?

—¡Agatha!

La interrupción fue abrupta, sin ningún amortiguador, y James tuvo ganas de darle un puñetazo a Scorpius por eso. Sin embargo, se recordó que era el hermano menor de Agatha y que habitualmente no era tan inoportuno. Tenía que haber alguna razón.

—¿Qué pasa? —preguntó, deshaciéndose de los restos de lágrimas de su rostro. Sorbió de su nariz, tratando de controlar sus sentimientos, desterrándolos a lo último en su lista de prioridades—. ¿Por qué luces tan feliz?

Frunció el ceño al percatarse de la sonrisa dibujada en el rostro de Scorpius.

—Porque lo encontramos. Bueno, Alex lo hizo. Se fue a una esquina a regañar a Marcus y... ¿Es necesario que cuente la historia o prefieres verlo por tu cuenta?

Agatha y James intercambiaron una mirada antes de que ella hiciera un gesto para que Scorpius liderara el camino. Fueron rápido, casi trotando porque no tenían tiempo para perder. Tampoco querían irse con mucho cuidado de perder la oportunidad de tener una ventaja contra Lyra.

Siguieron a Scorpius durante un par de minutos y vieron al resto de los chicos agrupados frente a una especie de muralla de árboles. En medio de un claro, lo único que resaltaba a la vista eran los troncos unidos formando una fortaleza; lucían como si estuvieran resguardando un tesoro en el interior.

—¿Dónde está? —cuestionó Agatha.

—Ahí. —Scorpius señaló los árboles unidos.

La confusión se adhirió al rostro de Agatha como una segunda piel. No estaba captando lo que querían decirle. Principalmente porque estaba demasiado abrumada y cansada como para leer entre líneas.

—¿Cómo?

Alex cruzó los brazos.

—Estaba hablando con este... tarado —comenzó a decir, refiriéndose a Marcus—. Me iba a apoyar en uno de los troncos y casi caigo en el interior. Es un hechizo de espejismo.

—Se te olvidó mencionar que la razón por la que no caíste fue gracias a mis reflejos —intervino Marcus, sonriéndole a Alex.

La muchacha castaña rodó los ojos con irritación.

—Jódete, Marcus —masculló Alex antes de regresarle su atención a Agatha—. El punto es que está en el interior, el medallón. Lo he visto.

Agatha caminó hacia el punto donde le indicó Alex que sucedió el incidente y estiró su mano para asegurarse de que realmente estaba la barrera del espejismo. Un cosquilleo atravesó su mano cuando pasó la barrera, luciendo como si hubiera desaparecido en medio de la nada, pero sabía que estaba ahí.

La esperanza comenzó a brotar en el pecho de Agatha, sintiéndose un poco aliviada al pensar que por fin estaban cerca de conseguir al menos la primera pieza del rompecabezas. Solo tomó un poco de esperanza para disminuir parte de sus pensar y aumentar sus ganas de continuar luchando. Al menos sabía que no estaban tan alejados de la realidad y que no estaban en círculos en una misión que no era más que suicida.

Bajó la mano, dejándola caer a su lado y la vio reaparecer cuando estuvo fuera de la barrera del espejismo.

Miró a Alex y la agarró de la mano, dándole un apretón agradecido.

—Gracias —pronunció en un susurro.

Alex le sonrió.

—Estoy de tu lado, Agatha —le dijo—. Y siento mucho haberme alejado por un tiempo cuando me necesitabas.

Agatha tragó, sintiendo el nudo en su garganta engrosarse. Sabía de qué Alex estaba hablando. Le estaba pidiendo perdón por el día en el que explotó la bomba de su verdadera identidad.

—Estás aquí ahora. Eso es lo que importa —aseguró, devolviéndole la sonrisa.

Ambas cruzaron la barrera del espejismo al mismo tiempo, entrando en una cúpula formada por los mismos árboles; ramas entrelazadas dándole al lugar una forma de un domo. Visualmente era impresionante y hermoso. Había mucha vegetación y naturaleza en el interior, florecillas adornaban el espacio, al igual que enredaderas que se adherían a las ramas. Era como si en el interior de los árboles siempre fuera una primavera fantástica.

Justo en el interior y centro del lugar había un tronco de un árbol cortado. Era más bien un tocón imponente que ocupaba un gran espacio. En este se encontraba incrustado el medallón que Agatha había visto en la cabaña de las brujas.

Se permitió sonreír ampliamente al confirmar que habían encontrado el medallón.

—Odio ser esa persona —habló Lysander—, pero ¿cómo lo sacamos de ahí?

Agatha tragó en seco porque la verdad era que no tenía ni la menor idea.

ϟ

En el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, el mundo parecía haber continuado sin Agatha y los demás. Era como si nadie se hubiera detenido dos segundos en pensar cómo habían inculpado a una estudiante, pero la verdad era que a pocos les importaba lo que sucediera con Agatha Malfoy. Tampoco lucían alarmados por los ligeros cambios que estaban ocurriendo en el ambiente. Solo continuaron, prefiriendo vivir en la ignorancia que ponerse a pensar en lo que podría estar amenazándolos.

Si tenía que ver con Agatha, definitivamente no tenía que ver con ellos. Ni siquiera se mezclarían con el asunto. Y era triste cuando se sabía que Rose Weasley, la media hermana de Agatha, era una de las que pensaba de esa manera.

Sin embargo, sí había un par de personas que se preocupaban por el bienestar de Agatha. Albus Potter, Hugo y algunos de los primos Weasley conformaban esa pequeña población en Hogwarts que estaban pendientes al asunto. En especial dos chicas que estaban siguiendo las pistas de cerca, reuniendo las piezas del rompecabezas y uniendo los hilos para descifrar el panorama: Amanda Hall y Lily Potter.

Ese día no fue una excepción, sino que se convirtió en la clave para abrir la puerta de preocupación en el castillo.

Amanda se encontraba en la biblioteca, sumida en una pesada lectura de un grueso libro que había encontrado en uno de los estantes, cuando fue interrumpida por Lily. La pelirroja se acercó a la mesa a paso rápido y se dejó caer de forma ruidosa, ganándose una mala mirada de Madame Pince.

—Amanda —la llamó con un ligero temblor en su voz.

La castaña levantó la mirada del libro con el ceño fruncido, notando la preocupación adornando el rostro pecoso de su amiga.

—¿Pasó algo? —quiso saber.

Lily asintió, relamiéndose los labios. De su túnica sacó una copia del periódico «El Profeta» y lo deslizó por la mesa para que Amanda pudiera leer el titular principal. En letras mayúsculas y grandes se podía leer claramente: «MUGGLES ENCONTRADOS MUERTOS SIN UNA GOTA DE SANGRE».

—Sabes lo que significa, ¿no? —cuestionó, mordiéndose el labio inferior.

Los ojos de Amanda se abrieron de par en par cuando la realización la golpeó como una ola fría.

—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó en un susurro—. Tenemos que decirle a alguien. McGonagall o alguien en el ministerio, ¡alguien! —Lily se quedó callada, observando la repentina histeria de su amiga. Amanda se percató de que Lily estaba demasiado callada—. Espera, ¿qué sabes que yo no sé?

—Ellos saben.

—¿Saben? ¿El Ministerio sabe de lo que estamos investigando? —increpó con incredulidad.

—Ellos y McGonagall —respondió Lily—. Bueno, El Ministerio solo sabe lo necesario. McGonagall lo sabe, bueno, todo.

Amanda se quedó paralizada.

—¿Y por qué no me lo habías dicho?

—Porque... es un secreto. Al ministerio no le interesa el asunto y McGonagall está ayudando como puede —explicó y dejó salir un suspiro—. Escuché a mis padres hablando de esto durante las vacaciones. Hay una criatura oscura que va tras Agatha. Según sé, es algo muy antiguo y no hay formas de detenerla.

Amanda procesó la información con rapidez, su cerebro uniendo todo lo más veloz que podía.

—Espera, eso hace mucho sentido —murmuró.

Lily frunció el ceño con confusión.

—¿Qué cosa?

—He visto cosas sospechosas en el bosque prohibido —comenzó a explicar y rodó los ojos ante la mirada de reproche de Lily—. Sí, he estado yendo al bosque prohibido, pero es solo para buscar más pistas. En fin, he encontrado diversas criaturas que se han estado mudando de territorio y solo lo hacen cuando algo malo va a suceder. A eso añádele las amenazas, secuestros, muertes y siempre involucra a una persona X de la que no sabemos el nombre. Ahora súmale lo de esta noticia.

—¿Por qué el bosque prohibido?

—No lo sé —dijo Amanda—. Quizá porque la batalla final entre Agatha y la criatura será aquí en Hogwarts.

Lily abrió los ojos como platos.

—Tenemos que decirle a Dakota —murmuró Lily, agarrando a Amanda por el brazo y salieron corriendo al despacho de la metamorfomaga.

Cuando llegaron, entraron sin tocar y Dakota las miró con el ceño fruncido. Generalmente la persona que entraba sin tocar era Agatha, sin duda Lily había pasado mucho tiempo con la rubia.

—¿Qué sucede? —preguntó al verlas agitadas por la carrera que habían dado.

Las chicas se miraron entre ellas y dejaron caer sobre el escritorio de Dakota el cuaderno de Amanda donde habían escrito todo lo que sabían de la situación. Esta abrió el cuaderno y se puso a leer el contenido de este.

—¿Ustedes cómo saben todo esto? —preguntó Dakota con un deje de preocupación.

Amanda fue la que habló y explicó todo lo que sabía, de vez en cuando Lily añadía varios detalles que se le quedaban a su amiga. Dakota escuchó todo lo que ambas chicas tenían que decir y les creyó, porque ella sabía que decían la verdad; Lyra había vuelto y eso era lo que más le preocupaba. Se estaban quedando sin tiempo y todavía no tenía noticias de Agatha.

Solo esperaba que pudieran prepararse lo suficiente antes de que viniera el inicio del fin.

ϟ

Hermione Granger sintió una gran angustia cuando leyó el titular del periódico, sabiendo lo que significaba para su hija. Lyra se estaba movilizando rápido en el bajo mundo, contactando las criaturas y personas que estaban más inclinadas a la oscuridad; formaba un ejército, preparándose para una inevitable batalla. No buscaba hacerlo secretamente, sino que estaba dejando pistas, advirtiéndoles que se estaba volviendo poderosa y que su alcance estaba llegando cada vez más lejos.

La preocupación estaba pegada a su sistema, alojándose en su pecho y rehusándose a alejarse. Podía sentir el reloj de la vida recordándole que su hija estaba en peligro y que, si no se movían pronto, Agatha terminaría sin vida, dándole refugio a un ser oscuro en su cuerpo.

—Tenemos que hacer algo, Draco. No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando a que pase lo peor.

Antes de que Draco Malfoy pudiera hablar para comenzar a elaborar un plan de acción entre ellos, escucharon voces en el salón principal. Extrañados de que hubiera presencia de un grupo de personas, Hermione y Draco se pusieron en alerta. Alcanzaron sus varitas y salieron, preparándose para maldecir a cualquiera cuando se detuvieron en seco al ver de quiénes se trataban.

Allí en el salón principal de la mansión se encontraban los Potter, la gran mayoría de los Weasley, los Zabini, los Nott, varios miembros de lo que había sido la Orden del Fénix, Dakota y Matt, y otros miembros de lo que conformó el Ejército de Dumbledore en el pasado.

—¿Qué hacen todos aquí? —preguntó Hermione, hundiendo el entrecejo.

Todos levantaron una carta que los reunía en el lugar y voltearon las cabezas cuando escucharon el repiqueteo de unos tacones dirigirse a ellos. Narcissa Malfoy entró al lugar vistiendo un abrigo de cuero negro y una expresión altiva.

—¿Qué? —cuestionó con una ceja arqueada—. No voy a permitir que alguien hiera a mis nietos. Prefiero compartir con los Weasley antes de que eso ocurra. —Giró sobre sus tacones para mirar a todos los reunidos—. Gracias a todos por venir en tan poco tiempo, pero como bien diría mi nieta, hay traseros que patear, ¿no?

Draco y Hermione se quedaron en una sola pieza al escuchar a Narcissa hablar de esa forma. Pero cayeron en cuenta en pocos segundos, comprendiendo por completo la lógica del asunto. Si Lyra iba a tener su propio ejército: ellos también lo tendrían.

ϟ

Después de una hora de errar y tratar, Agatha sostuvo el medallón en su mano, acostumbrándose a su peso y textura. Había sido una tarea complicada la de sacarlo del tocón, pero lo lograron luego de unir sus conocimientos para pensar en los hechizos posibles. Finalmente, uno dio resultado y ahora se encontraban saliendo de la cúpula del espejismo, notando el clima distinto, oscuro y pesado.

No era por la preocupación, sino que se podía sentir la tensión en el ambiente. Un trueno resonó como un mal augurio. No le temían a la lluvia, pero había algo que estaba mal. No cuadraba del todo. Quizás todo había sido demasiado fácil.

Agatha quiso deshacerse de esa idea porque nada de su travesía había sido fácil. Era quizá lo más complicado que había hecho en su vida. Tal vez lo peor que iba a atravesar en general.

—¿Ustedes lo sienten? —preguntó, sintiendo las palmas de las manos sudorosas.

—¿Sentir qué? —replicó Fred, frunciendo el ceño.

Fue como si la vida les ofreciera la respuesta porque justo en ese instante se escucharon varias ramas crujir bajo el peso de varias personas.

—Corran —murmuró Agatha—. ¡Ahora, corran!

Todos se dividieron en pequeños grupos tal y como lo habían practicado en el entrenamiento con Lucius y corrieron a la mayor velocidad posible. Escucharon los pasos detrás de ellos, casi pisándoles los talones. Eran tan rápidos que se escuchaba el rasgar del viento con sus pasos, pero al mismo tiempo era como si se burlaran de ellos, torturándolos a la vez que los perseguían.

Quien quiera que fueran, se estaban deleitando con el hecho de hacerlos sentir como las presas. Se estaban comportando como depredadores naturales, como cazadores haciendo sufrir a su comida.

¿Era diversión? ¿Estaban jugando con ellos?

Agatha no pudo evitar preguntarse si lo hacían a propósito, acorralándolos y dejándolos correr solo por donde ellos deseaban. Estaban manejándolo todo, manipulando el espacio a su gusto.

Pensó entonces en qué tipo de criaturas podían mantener esa persecución de esa manera y la respuesta fue clara.

—Son vampiros —le dijo a James.

La adrenalina se disparó por su sistema, impidiendo que dejara de correr incluso cuando sus pulmones pedían aire a gritos y sus piernas le quemaban por el esfuerzo físico. Estaba segura de que pronto terminarían completamente acorralados. No tenían ningún tipo de ventaja. Total, sería inútil siquiera intentarlo cuando se trataban de seres con capacidades que iban más allá de las de ellos.

Pero no de las de Agatha.

Al menos no del todo.

Reuniendo toda la fuerza de su magia, incluso utilizando alguna energía que corría libremente en la naturaleza, Agatha pudo sentirla acumulándose en sus manos, concentrándose en ellas, pidiendo salir. La aguantó durante unos segundos en los que dejó de correr, dándose la vuelta para quedar frente a los vampiros y se agachó, su puño haciendo contacto directo con el suelo, liberando toda la magia y energía retenida.

La fuerza del impacto se magnificó tanto que la tierra se sacudió y comenzó a dividirse, creando un abismo entre ellos y la mayoría de los vampiros.

Corrieron un poco más, reuniéndose con los demás, celebrando la pequeña victoria y ventaja que tenían. Pero la felicidad no les duró mucho porque pronto se toparon con un acantilado y todavía tenían a un par de vampiros siguiéndoles los pasos.

Una vez llegaron al borde del acantilado y vieron que no tenían otra opción que enfrentarlos, Agatha se dio la vuelta, sintiendo su corazón en la garganta.

—¿Dónde está el medallón? —preguntó el que parecía ser el líder. Era un hombre exageradamente alto, excesivamente pálido y con los rasgos tan filosos que parecía antinatural.

Y lo era.

Ellos no se suponía que estuvieran con vida después de la muerte.

—Agatha, no...

—Cállate, niña —masculló el vampiro, mirando a Skylar durante unos segundos y regresó la vista a Agatha—. ¿Dónde está el medallón? —insistió—. Si no te sientes muy inspirada podemos comenzar a matar a tus amigos... Lyra ya nos dio la pista de quiénes son más importante para ti. Tu hermanito y tu novio. ¿Por cuál empezar?

—Te daré el medallón —cedió Agatha, sintiendo un nudo en su garganta.

Con dedos temblorosos lo sacó del bolsillo de su abrigo donde estaba escondido y lo apretó entre sus dedos, sintiendo el peso de su decisión. Mordiéndose el labio inferior, se lo lanzó al vampiro, sintiendo las miradas dolidas de sus amigos.

—Gracias por tu cooperación, rubia. —El vampiro sonrió—. Desháganse de ellos. Solo no la toquen a ella.

Agatha tenía que pensar en algo rápido antes de que los vampiros que quedaban tomaran la iniciativa de alimentarse de ellos. Todos lucían sedientos por el aspecto que tenían.

—Agárrense de las manos —ordenó Agatha. Todos la obedecieron sin chistar porque no tenían otra opción—. ¿Confían en mí? —Los vio asentir—. Bien, porque tendrán que hacerlo —dijo y sin previo aviso, dio un paso hacia atrás, dejándose caer por el acantilado y llevándoselos con ella.

La caída estaba siendo rápida, el viento cortándoles la piel e impidiendo que pudieran respirar por la presión del aire. El agua con rocas en el fondo ya no se encontraba tan lejos y estaban seguros de que morirían.

Pero antes de que pudieran impactar con las rocas, sintieron el característico tirón en el estómago de la aparición y en lugar de chocar con la superficie dura y mortal de las piedras, terminaron en un pastizal de un campo amplio y muy lejos del bosque en el que habían estado.

Estaban indefensos, exhaustos y aterrados; solo la adrenalina era lo que los mantenía de pie. No podían creer que seguían con vida y que Agatha los había sacado de esa situación a tiempo. Sin embargo, también estaban frustrados con Agatha por dejar ir la única posibilidad de vida que tenía.

—¿Por qué demonios les diste el medallón? —exigió Scorpius.

—Oye, cuida tu tono, mocoso —intervino James.

Agatha resopló y luego empezó a reírse, tomándolos a todos por desprevenidos.

—Yo nunca tuve el medallón —confesó.

La confusión se apoderó de sus sistemas.

—¿Qué? —preguntó Alex.

—Nunca tuve el medallón —repitió con simpleza—. Era una réplica exacta de él.

—¿Cómo? ¿Cuándo? —Fred lucía tan confundido.

Agatha se acercó a Skylar, quien sacó el verdadero medallón de su abrigo y se lo entregó a la rubia.

—Es cierto —habló Skylar—. Antes de salir, Agatha presentía que algo malo iba a suceder e hizo una réplica del medallón. Me dio el original, sabiendo que la iban a perseguir a ella antes que a mí y ella se quedó con la réplica.

Los demás suspiraron aliviados y sonrieron.

—De nada —dijo Agatha encogiendo los hombros.

—Eres una maldita genio —murmuró James dándole un beso en la frente.

La rubia sonrió.

—Lo sé —dijo—. Ahora tendremos que buscar el zafiro.

Por primera vez en el viaje, Agatha sintió que tenía una ventaja sobre Lyra, una verdadera oportunidad de vencerla. No importaba lo mucho que Lyra hubiera planificado ese momento, ahora tenían una delantera. En lo que ella daba un paso, ellos ya habían dado dos.

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La cuarentena me ha tenido más productiva de lo que he estado en los pasados meses, lol. Pero eso es bueno para ustedes ;)

Todo se ha vuelto más intenso acá (en la historia y en la vida real también, pero eso es cuento para otro día). Estamos muy, muy cerca del final.

66/69

¿Qué esperan del desenlace final? Quiero saber todas sus teorías.

Les mando mucho amor, buenas vibras y no olviden lavarse las manos constantemente. ❤️

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