6| Mi padre es un vejestorio
—AGATHA, ¿ESTÁS BIEN?
La voz de Rose hizo eco en la cabeza de Agatha, sacándola de su pequeño trance. Tenía que dejar de soñar despierta donde casi podía verse a sí misma yendo a Azkaban luego de haber matado a James Potter lenta y dolorosamente. No estaba segura si eso era un sueño o una pesadilla, pero daba igual. Para su parecer ella estaba viviendo la pesadilla con solo haberle dicho que tendría que pasar dos años de su vida viendo constantemente a James Potter.
«Respira, Agatha. Solo tienes que quedar en cualquier otra casa que no sea Gryffindor y él sobrevivirá», se dijo a sí misma en su interior.
—¿Eh? —pronunció al ver que su madre chasqueaba sus dedos frente a sus ojos.
—¿Por qué estás con esa expresión que pareciera que Voldemort volvió? —preguntó Ron en un tono burlón.
Hermione le dedicó una mirada a su marido que le decía que se callara. No le gustaba que las personas hicieran ese tipo de chistes porque la última vez —y la definitiva—en la que Voldemort había regresado todos habían perdido demasiado. Por esa razón no le causaba ningún tipo de gracia que hicieran bromas respecto a una guerra.
—Porque para mí casi lo es —murmuró con pesar.
—Agatha, por Merlín, es solo una escuela. Solo vas a estar tres años allí —trató de animarla su madre.
Agatha rio amargamente, rascándose el cuello. Sí, en definitiva, casi podía verse matando a James en Hogwarts. Quizá ahogándolo o prendiéndolo en fuego. No sonaba como una mala idea en su mente. Claro, cuando no son ideas realizadas siempre suenan como las mejores.
—Creo que terminaré trabajando en un restaurante de comida rápida o en Azkaban —susurró lo último confiando en que nadie la hubiera escuchado.
—¿En Azkaban?
Todos la miraron arqueando sus cejas y su madre cruzó los brazos. «¿En qué lío me he metido?», pensó cuando escuchó una alarma dentro de su cabeza. Iba a tener muchos problemas estando en Hogwarts, más de los que tuvo en Beauxbatons. ¡Que Morgana la ayudara!
—¿Saben de qué color es el caballo blanco de Napoleón? —cambió de tema con agilidad. Era una pregunta que siempre funcionaba para salir del aprieto, en especial cuando les decía su respuesta.
—Blanco —respondió Rose rápidamente sin pensarlo dos veces.
—¿Qué? No, es negro. Blanco es su nombre —replicó agarrando un mechón de cabello y observó sus puntas para asegurarse de que estuvieran en perfecta condición luego de lo que James le hizo. En definitiva, su cabello estaba de vuelta a su rubio natural.
Su distracción había salido a la perfección porque en ese momento, su hermana y su madre se encontraban dándole una enorme y detallada explicación de por qué el caballo blanco de Napoleón era de ese color y no negro.
—... y es por eso por lo que el caballo de Napoleón es blanco —concluyó Rose con una sonrisa de suficiencia. Si tan solo Agatha le hubiera prestado atención todo hubiera sido diferente.
ϟ
Draco caminaba dando grandes zancadas sosteniendo en su mano una copa de whiskey de fuego mientras su esposa lo seguía como si fuese su cola. Astoria estaba como una arpía, sus mejillas rojas de su rabia y sus ojos brillantes de coraje.
¿La razón de su enojo? Era algo más tonto de lo que parecía, pero que para ella era un tema de gran importancia. ¿Por qué él no podía responderle cuál fue la razón por la que él estuvo en la oficina de Hermione Granger?
—Draco Malfoy —lo llamó lo suficientemente fuerte como para que él se detuviera apretando sus puños de la exasperación—. Sabes que odio que me ignoren.
—Astoria, deja de exagerar —pidió rodando los ojos.
Su esposa lo miró con los ojos entrecerrados. Ya para ese momento parecía que echaría humo por las orejas de tan furiosa que estaba. Se cruzó de brazos y golpeó el suelo con su tacón como una niña haciendo un berrinche.
—¿Exagerar? Draco... —la interrumpió.
—No me vengas con el mismo discurso de siempre. Créeme que ya me lo sé de memoria —replicó en un tono severo.
Astoria iba a hablar nuevamente cuando otra voz femenina opacó a la suya.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
La forma fría y elegante en la que se arrastraron las palabras solo podían pertenecer a una persona; Narcissa Malfoy. Siempre hablaba de ese modo que destilaba una mezcla perfecta entre la elegancia y la arrogancia. Quizá su voz fue lo que capturó la atención de Lucius Malfoy cuando decidió que ella sería su esposa.
Astoria decidió hacerse la víctima al ver a su suegra allí parada, tratando de descifrar lo que estaba sucediendo, aunque era demasiado obvio que estaban discutiendo por alguna escena de celos que Astoria le estaba haciendo a Draco. No era la primera vez que sucedía porque Astoria siempre había sido insegura de los sentimientos de su marido a tal punto donde él realmente empezó a perderlos.
—Ay, Cissy —lloriqueó—. He descubierto que Draco me es infiel.
—¡¿Qué?!
Su estupefacción se denotó en cada letra de su exclamación. Había que destacar que él, Draco Malfoy, nunca le había sido infiel a Astoria en todos sus años de matrimonio. El pequeño desliz que tuvo con Hermione Granger fue producto del alcohol y para ese tiempo, él no se encontraba casado con ella, aunque sí estaban comprometidos. Además, ¿había contado como infidelidad si él ni siquiera lo sabía porque ella mantenía sus recuerdos?
Sí, contaba desde el momento en el que se enteró que una hija había sido el producto de aquella noche donde el alcohol condujo a esos enemigos a una noche de pasión. Fueron unos idiotas dejándose llevar por las sustancias que controlaban su mente, pero ya no había marcha atrás. Lo hecho, hecho estaba.
—¿Eso es cierto? —cuestionó Narcissa arqueando una ceja.
—Claro que no.
—No mientas —exigió—. Sé que me eres infiel con la sangre sucia de Hermione Granger —espetó—. ¿Qué tiene ella que yo no tenga? Ella es una maldita sangre sucia.
—No hay porqué insultarla —razonó Draco.
Astoria soltó una carcajada sardónica.
—Y encima la defiendes —soltó con amargura.
—Sí, la defiendo porque gracias a ella yo no estoy en Azkaban.
ϟ
James Potter resopló con molestia colocando otro libro en la estantería. Se encontraba acomodando todas las cosas de su cuarto que —gracias a Agatha—habían sido lanzadas por la ventana hacia el jardín de su madre. Le había costado bastante recoger todas sus cosas del patio y subirlas hasta su habitación sin ayuda alguna.
—Maldita rubia —masculló colocando el último libro en su lugar.
Ni siquiera escuchó el sonido de la puerta abrirse porque estaba demasiado concentrado en maldecir a Agatha en su mente. Fue cuando se giró que se sobresaltó al ver a su hermano sentado en la esquina de su cama.
—Vaya, al menos te dejó vivo —se burló Albus tratando de reprimir una carcajada que amenazaba con abandonar sus labios.
—Cállate —espetó—. Se suponía que ella no sabría que fui yo.
En ese momento, Albus no pudo contener su risa y largó una carcajada, acostándose en la cama mientras sostenía su peso con sus codos.
—James eres realmente estúpido —acotó y su hermano fulminó con la mirada, agachándose para recoger las otras cosas que Agatha había dejado tiradas en la habitación—. Sin ofender, pero era más que obvio. Ella te dejó calvo anoche y tú le teñiste el cabello en venganza. Muy obvio.
—Iremos a la Madriguera —la voz de su padre entrando a la habitación interrumpió la conversación que ellos se encontraban teniendo. Cuando giraron pudieron ver a Harry mirando el desorden con el ceño fruncido—. ¿Qué pasó aquí?
—El huracán Agatha pasó por aquí —respondió Albus estando completamente divertido con la situación. Agatha se había convertido en su nuevo ídolo.
—Lárgate de mi cuarto maldito traidor —ordenó James señalando la puerta.
Harry observó a su hijo mayor de una forma acusadora que a James no le gustó para nada.
—¿Qué le hiciste a la pobre chica?
Inmediatamente la expresión de James se transformó a una mezcla de molestia y confusión.
—¿Pobre? Esa chica es el mismo demonio —farfulló.
«El gen Malfoy», pensó Harry rodando los ojos.
—Le cambió el color de cabello a rojo. Estaba hecha una furia al parecer —comentó Albus, ganándose un golpe de su hermano—. Ouch, bestia —se quejó devolviéndole el golpe con más fuerza.
—Chicos, chicos —intervino Harry, separándolos para que la pelea no fuera a más—. Ahora, quiero que se arreglen y tú —señaló a James—, te comportarás mientras estemos en la Madriguera y la tratarás con respeto.
—Yo nunca trataré con respeto a ese demonio de cabello rubio —aseguró James.
Claro, lo que James no se esperaba era que su padre tenía muy buenos métodos de persuasión que lograron su cometido porque dos horas después estaba James tratando con respeto a Agatha. Se odiaba a sí mismo por romper su promesa de nunca tratarla con respeto.
—¿Decías? —Le preguntó su padre con una sonrisa burlona.
James gruñó por lo bajo, apretando su vaso de jugo de calabaza con fuerza. En pocos segundos vio a la chica de cabellos rubios acercarse a él con los ojos entrecerrados.
—¿Debería estar asustada?
Su pregunta lo confundió de momento porque no se la esperaba. De hecho, tampoco se esperó que ella fuera a caminar hacia él y hablarle directamente. Claro estaba que Agatha nunca hacía lo que las personas esperaban. Quizá por eso mismo ella se encontraba llena de sorpresas.
—¿Qué? —pronunció.
—Vamos, me trataste con respeto hace como ¿veinte minutos? ¿Qué estás tramando? —preguntó moviendo sus manos mientras hablaba para darle más énfasis a lo que decía.
—Nada —masculló huyendo de su mirada. Cada vez que la veía pensaba cada vez más que se parecía al mejor amigo de su hermano. Le desconcertaba ese hecho—. Si me disculpas me tengo que ir.
Agatha frunció el ceño y luego encogió sus hombros, dándolo por loco. No comprendía sus cambios de humor y parecer. Parecía mujer en periodo.
—Agatha.
—Hola —saludó al Elegido con una sonrisa amable. Era de esos pocos momentos donde reflejaba su parecido con su madre, pero fuera de ello era idéntica a su padre. Tenían el mismo cabello, los mismos ojos e inclusive hacían los mismos gestos, en especial aquella mueca de disgusto que sabían hacer tan bien—. ¿Tengo una mandrágora en la cara? —preguntó al notar que Harry se le había quedado mirando como si tratara de ver a través de su alma.
—Te pareces tanto a él —susurró en medio de su estupefacción.
ϟ
Astoria gruñó con fuerza, sacando su ira contenida. Se acercó a la barra, se sirvió una copa del alcohol más fuerte que tuvieran los Malfoy y la tomó de un trago. Era la quinta —tal vez más, no recordaba—que se tomaba desde que tuvo aquel encuentro con su esposo. Últimamente había estado tomando con frecuencia, le adquirió el gusto a sentir el alcohol en su sistema porque era de la única forma en la que podía descargar su ira sin hacer un gran berrinche.
—Maldita sangre sucia —masculló.
Su mente creó la imagen de Hermione Granger frente a sus ojos burlándose de ella mientras besaba a su marido. No era más que una mala broma que su mente le estaba creando aprovechando su vulnerabilidad, pero se sentía tan real que la ira la pudo sentir en cada centímetro de su piel.
Apretó su copa con todas sus fuerzas al punto donde el cristal se quebró en sus manos, cortando su piel. La imagen desapareció cuando sintió los pedazos de vidrio incrustarse en sus manos. Se dejó caer al suelo y quiso echarse a llorar por la vulnerabilidad de su estado.
—¿Madre? —Escuchó la voz de su hijo—. ¿Qué sucedió? —Preguntó agachándose a su lado para poder ayudarla.
Scorpius observó a su madre detenidamente. Tenía los ojos rojos por las lágrimas retenidas, sus labios algo hinchados de las veces que clavó sus dientes en ellos para descargar su furia, y su barbilla temblaba. Su mirada se posó en sus manos sangrantes por los pedazos de vidrio incrustados en ellas.
—Vete, no quiero que me veas así —pidió sintiendo la amargura apoderarse de su alma. Su propio hijo la estaba viendo en ese estado y no pudo evitar sentirse peor de lo que ya estaba.
—No importa —aseguró.
—¡Déjame sola! —exclamó, escondiendo sus manos de su vista.
La mirada de Scorpius cambió completamente. No había comprendido ese cambio de actitud tan repentino de su madre. Él sabía que sus padres tenían muchos problemas e inclusive había llegado a pensar que era mejor que ellos no siguieran juntos, pero nunca había visto a su madre en ese estado. Sabía que estaba ebria, Scorpius no era tonto ni mucho menos, y también sabía que los vidrios clavados en la piel de su madre habían sido producto de su ira.
—Astoria, ¿qué demonios te sucede?
La voz de Draco inundó el lugar. Inmediatamente se acercó a su esposa y la levantó del suelo para alejarla de los cristales que estaban en el suelo y que podían causarle más heridas de las que ya tenía. No podía creer que eso estuviera ocurriendo y para colmo frente a los ojos de su hijo.
—Scor, por favor déjanos solos —pidió Draco e inmediatamente su hijo se marchó cerrando la puerta con demasiada fuerza. Ya hablaría de eso luego con él—. ¿Estás loca?
Astoria jadeó y se acercó a su esposo sin importarle que la sangre de sus manos pudiera mancharle su camisa, la cual sorpresivamente era blanca. Quiso besarlo, pero él se apartó.
—Draco llevas tiempo sin acercarte a mí. Ya ni siquiera me miras —reclamó—. ¿Es por la sangre sucia? ¿Es por eso por lo que te alejas de mí?
Draco dio dos pasos hacia atrás, manteniendo una distancia entre ellos y Astoria volvió a dejarse caer. El alcohol no permitía que sus piernas pudieran sostenerse.
—Granger no tiene nada que ver en esto. Si me he alejado de ti es por tus constantes peleas y tus estúpidos celos —espetó—. Honestamente yo no quiero seguir en una relación así. Cambias o simplemente podemos recurrir a medidas extremas.
Astoria levantó su mirada con expresión asustada. El pánico que creció en su interior fue demasiado grande como para impedirle respirar por unos segundos.
—¿Cuáles medidas?
—Divorcio.
Dicho eso, Draco se marchó de la habitación, dejando a su esposa llorando con gran pesar.
ϟ
Agatha trató de pretender que Harry no había dicho que se parecía a su padre. ¿Tan evidente era su parecido con su padre que hasta él lo notó a simple vista? De ser así, ¿por qué los demás no habían hecho comentarios al respecto? ¿Acaso solo los Potter eran capaces de ver a través de la máscara?
—¿Qué? —Preguntó para asegurarse de que había escuchado bien.
—Me escuchaste la primera vez —dictaminó Harry con una sonrisa astuta que había adquirido luego de tantos años en su trabajo de auror—. Aunque también te pareces a Hermione. Especialmente cuando fruncen el ceño confundidas —sin poder evitarlo, Agatha frunció su ceño. Estaba muy confundida con su actitud. ¿Acaso no pensaba delatarla? —. ¡Por Merlín! Es como ver a Herms cuando tenía tu edad solo que rubia, de ojos grises y.... bueno, algunos gestos que compartes con tu padre.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó en voz baja para que nadie más pudiera escucharlos. Corrían demasiado riesgo.
—Querida, soy auror. Lo supe desde el momento en que te vi entrar a la Madriguera con Herms. ¡Son dos copias! Aunque no todos pudieron unir todo el rompecabezas. Rubia, pálida, ojos grises, tu actitud —volvió a mirarla sin poder creer el parecido que tenía con sus progenitores.
—Hay muchos muggles que tienen esa descripción —acotó cruzando sus brazos.
Harry arqueó una de sus cejas. Era cierto lo que decía, pero no todos esos muggles que tenían esa descripción eran capaces de hacer los mismos gestos que él había presenciado durante toda su adolescencia y adultez. ¡Eran iguales!
—Sí, pero solo hay una familia en todo el mundo mágico que puede hacer los gestos que tú haces y también que tienen ese toque de personalidad...eh... ¿cómo decirlo sin que suene tan mal? Superior —concluyó.
—Vaya, gracias —rodó los ojos con sarcasmo—. Por un momento pensé que serías más lento y despistado. Sin ofender.
—No te preocupes —murmuró levantando sus manos.
Un silencio incómodo los rodeó de repente mientras buscaban alguna forma de establecer una charla que fuese normal y corriente. Era difícil adaptarse a la idea de que estuviera hablando con una copia exacta de su némesis durante toda su estancia en Hogwarts. Quizá ya no se trataban tan mal, pero no era como si fueran amigos de toda la vida porque los recuerdos siempre estaban allí presentes en su mente.
Sin embargo, no tuvieron que pensar en cómo establecer una conversación porque Albus caminó hacia ellos con una expresión un tanto preocupada. Algo estaba pasando por su mente que no llegaban a comprender.
—¿Sucede algo, Al?
El chico de cabellos azabaches, aquel que era prácticamente idéntico a su padre, hizo una mueca mientras ladeaba la cabeza en señal de que se encontraba buscando las palabras adecuadas para formular lo que quería decir.
—¿Puedo ir al Cardero Chorreante? —soltó de repente.
Harry arqueó sus cejas con sorpresa al escuchar la pregunta tan directa de parte de su hijo. Albus siempre había sido más difícil de leer para su perspectiva. Con James y Lily las cosas siempre fueron más sencillas. Albus era más complicado que ellos, quizá porque se parecía mucho a él mismo.
—Tú sabes que no me gusta que vayas solo a los sitios —increpó Harry.
Albus miró a su alrededor buscando alguna ayuda celestial que le sirviera en ese momento y fue cuando una idea se posó en su mente. Era brillante.
—Agatha me acompañará —se apresuró a decir.
Si su padre no quería que fuera solo, no lo haría. Estaría yendo con alguien mayor que él, aunque no podría decir que era alguien más responsable porque teniendo en cuenta cómo la chica se comportaba no esperaba demasiado. No obstante, las apariencias podían engañar.
—Sí, claro. Espera... ¿Qué? —cuestionó al percatarse de que no sabía exactamente en lo que se estaba metiendo. Albus le dio un codazo en las costillas para que ella captara la indirecta y Agatha se dobló un poco, luchando por mantenerse erguida, aunque le faltara aire—. Si yo lo acompaño.
ϟ
Agatha tuvo que pestañear varias veces al ver la persona que se encontraba a varios metros de ella hablando animadamente con Albus. Ella se había excusado unos segundos para comprar una cerveza de mantequilla, pero había sido una excusa para poder observarlo con detenimiento. No había duda alguna de que ese era su hermano y fue cuando pudo reconocer el parecido que James afirmaba que había entre ellos porque era demasiado evidente.
Armándose de valor, Agatha pagó la cerveza de mantequilla y se dirigió a la mesa donde Albus charlaba con el rubio. Inmediatamente, los presentó quedándose en blanco al no recordar el apellido de Agatha.
—Smith —completó por Albus.
Verdaderamente, ese era su apellido. Si buscabas en todos los documentos legales, Agatha Malfoy no existía, solo existía Agatha Smith porque era el apellido que se le había otorgado desde el momento en el que la adoptaron. Quizá ella era hija de Draco Malfoy y Hermione Granger, pero no portaba ninguno de los apellidos.
—Un placer —dijo Scorpius sonriéndole—. ¿Mundo muggle?
Agatha ladeó su cabeza.
—Algo así —acotó—. Cuatro años viviendo en Francia donde desarrollé mis habilidades mágicas. Ha pasado muchísimo tiempo desde que pisé Londres por última vez.
Prácticamente ella había dejado el país atrás cuando comenzó a estudiar en Beauxbatons, pero siempre volvía en vacaciones. En especial en navidades o en verano. De eso había pasado más de seis meses.
—¿Beauxbatons?
—Oui.
Luego de eso pasaron a una charla animada. Los tres reían cuando Agatha contaba alguna de sus anécdotas en el colegio francés donde en muchas mencionaba a Marina Agron, la cual había hecho de su vida un poco más divertida. Su odio irracional le causaba mucha gracia.
En un momento, Agatha pudo divisar un destello platinado pasar por el Caldero Chorreante y arrugó el entrecejo por inercia al notar que le parecía muy familiar. Utilizando la excusa de que iría al baño, Agatha salió del lugar disimuladamente en dirección al Callejón Diagon y pudo localizar una cabellera tan rubia como la suya dirigirse a otro callejón, uno más oscuro y tedioso.
«¿Qué hace el viejo verde de corazón peludo entrando por ese otro callejón?», se preguntó Agatha y teniendo un mal presentimiento al respecto, lo siguió manteniendo una distancia prudente. Se agachó un poco cuando lo vio entrar a una tienda llamada Borgin y Burkes.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Agatha se sobresaltó al escuchar la voz masculina a sus espaldas, pero se relajó inmediatamente al ver quién era.
—¿Qué haces tú aquí? —replicó.
Lo vio rodar los ojos.
—Jugando Quidditch —comentó con una gran cantidad de sarcasmo adornando sus palabras—. Obviamente estoy siguiéndote y tratando de que no te metas en problemas en el Callejón Knockturn.
Agatha hundió su entrecejo tratando de recordar de dónde le sonaba el nombre de ese callejón. Estaba más que segura de que lo había escuchado antes, pero no recordaba dónde. Definitivamente el nombre no sonaba como un lugar donde vendieran arcoíris en botellas ni dulces para niños.
—Mejor pregunta: ¿Qué hace el viejo de corazón peludo en esa tienda? —señaló Borgin y Burkes a sus espaldas.
Draco frunció su ceño en confusión. Era demasiado sospechoso que su padre, Lucius Malfoy, se encontrara en una tienda que no habían pisado en muchísimos años. Se suponía que la familia Malfoy había dejado atrás todo lo relacionado con las artes oscuras y allí estaba él en una tienda que no prometía nada bueno.
—Supongo que nada bueno —respondió con honestidad—. Salgamos de aquí. No es el mejor lugar para que estés.
Agatha no quiso hacer algún comentario al respecto porque le creía y de cierto modo confiaba en él, aunque solo lo conociera desde hace unos días. Draco había sido el más honesto con ella, más de lo que su madre había podido ser. Quizá porque, al contrario de su madre, él no tenía mucho que perder.
—Draquis, ¿te encuentras bien? —preguntó luego de varios minutos de silencio en los que Draco había permanecido pensativo, divagando en los tiempos oscuros de su pasado.
—¿Eh? Sí, estoy bien. Solo pensaba en los viejos tiempos, creo —murmuró.
Agatha emitió un jadeo dramático y limpió una lágrima imaginaria de su ojo izquierdo.
—Mi padre es un vejestorio —dijo suspirando para crearle más drama al asunto.
Él le dedicó una mirada que fácilmente pudo haberla mandado tres metros bajo tierra. Al parecer el tema de la edad era bastante delicado para los Malfoy. Divas, pensó Agatha con diversión.
—Muy graciosa —masculló con sarcasmo.
—No te enojes, solo bromeaba —aseguró y luego de varios segundos de silencio añadió: —Iré a Hogwarts.
Draco la miró con un deje de confusión.
—¿Eso significa que te quedarás aquí? —preguntó y Agatha asintió—. ¿Alguna casa de interés en Hogwarts?
Ella encogió sus hombros.
—Tal vez cuando decida leer la historia del colegio podré aclarar mis intereses con respecto a las casas. Hay diversidad, ¿no? —inquirió sabiendo que su padre había pertenecido a Slytherin y su madre a Gryffindor.
—Tenías que tener sangre Granger en tus venas —murmuró Draco rodando los ojos—. Después que no estés en Hufflepuff estamos bien.
—Eso es discriminación.
—Lo que digas, Agatha.
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