Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

58| Tres brujas en el bosque

POR PRIMERA VEZ EN LA VIDA, HERMIONE GRANGER TENÍA TRABAJO ATRASADO. Con cientos de papeles rodeándola, se percató de que su filosofía de querer adelantar las tareas pendientes había sido la correcta porque con los acontecimientos que la invadieron ese verano, había podido estar unos días fuera para poner en orden su vida sin que los metiches se metieran en sus asuntos, acosándola incluso en el trabajo.

Pero era entendible su situación.

Se pasó las manos por su cara para subir a su cabello, enredando sus dedos en el nido de pájaros que tenía. Cogió la botella de agua que tenía en el escritorio y le dio un largo trago. Estaba exhausta, hambrienta y sedienta. Llevaba trabajando todo el día y toda la tarde, su turno había terminado hacía más de cuatro horas, pero seguía en la oficina. El reloj de su pared marcando las diez de la noche. Sin embargo, sus hijos no estaban en el apartamento y podía permitirse estar en la oficina en lugar de estar deprimiéndose en las cuatro paredes de su nuevo hogar.

El divorcio con Ron estaba casi culminado luego de largas horas de negociación y solo faltaba que se emitiera el desenlace del matrimonio. Le dolía, pero entendía que Ronald no quisiera estar con ella. Le fue infiel y mantuvo a su hija viviendo bajo el mismo techo durante muchísimo tiempo; extendió lo inevitable por tanto que cuando finalmente estalló, terminó causando más daño que si lo hubiera soltado desde un principio.

Permitió que su casi exesposo se encariñara con su hija sin siquiera saber los lazos que las unían. Fue cruel y vil de su parte, pero no supo cómo lidiar con la situación en un principio. Dejó que fuera su miedo el que actuara, una cualidad poco gryffindoriana de su parte, y terminó hiriendo a muchos.

Lo que más le dolía de todo el lío, era que Rose no quisiera verla ni escucharla. Estaba reacia a todo tipo de acercamiento de su parte. Ni siquiera le permitió despedirse de ella antes de marcharse a Hogwarts. Lo único que esperaba era que pudieran limar sus perezas y pudieran compartir la navidad juntas, aunque fuera por algunas horas.

Su hija vendría tarde o temprano. Lo sabía, solo tenía la esperanza de que fuera más temprano que tarde.

Unos toquecitos en la puerta la sacaron de sus pensamientos y se aclaró la garganta para controlar sus sentimientos.

—Adelante.

La madera se abrió y Ron Weasley entró a la oficina, manteniendo una expresión indescifrable. No lucía muy feliz, pero tampoco demostraba tristeza. Solo había vacío, indiferencia, y una firmeza que dejaba claro que su decisión era final. En su mano derecha sostenía un sobre blanco que ocultaba la declaración que ponía fin a su matrimonio con Hermione.

En el fondo, sí le dolía toda la situación. Muchos le habían dicho lo estúpido que era al dejar ir a una mujer como Hermione, que jamás encontraría a otra como ella, y tenían razón hasta cierto punto. Él no podía volver a estar con Hermione, no después de saber todas las mentiras que le dijo. El recuerdo amargo de que su esposa llegó a estar con otro mientras todavía se encontraban juntos, lo hacía sentir enfermo y nauseabundo.

La infidelidad no era algo que podría olvidar tan fácil y mucho menos cuando tuvo una hija con esa persona. Tal vez llegaría a perdonarla en el futuro, pero jamás volvería a aceptarla como pareja. Ese barco ya había zarpado.

Al verlo, Hermione comenzó a recoger los papeles sobre el escritorio, las manos temblándole levemente. No quería que Ron pensara que estaba siendo un completo desastre desde que la verdad salió a la luz. Era más fuerte que eso.

—Lamento el desorden, tengo mucho trabajo...

—Atrasado —la interrumpió Ron, deslizando el sobre en el escritorio—. Entiendo el sentimiento.

Hermione asintió, tragando en seco. Tomó el sobre entre sus manos, abriéndolo para poder leer el documento. Sintió su pecho estrujarse con cada palabra que leía. Era como si estuvieran pisoteándola.

Terminó de leer y relamió sus labios.

—¿Hay algo más que pueda hacer por ti? —preguntó.

Ron vaciló, pensándolo durante unos segundos.

—¿Por qué? ¿Por qué Malfoy?

—No lo elegí.

Ron resopló, incrédulo.

—¿Cómo no lo elegiste? Hermione, tuviste una hija con él.

—¡Lo sé! —exclamó y luego mordió el interior de su mejilla—. No planifiqué lo que sucedió. Fue una sola vez... Ni siquiera lo recuerdo por completo. No sabía lo que hacía.

—No te creo.

—Entonces lárgate —siseó con desdén—. Ya resolvimos lo último que nos unía, así que puedes marcharte, Ronald. De nada vale que estés preguntándome las razones si continuarás siendo escéptico.

Hermione esperó y aguantó hasta que Ron se marchó de la oficina dando un portazo para dejar salir un sollozo mezclado con la frustración y el dolor de su alma. Sus emociones eran un terrible tornado que no sabía cómo manejarlo. Se pasó las manos por el cabello y una idea llegó a su cabeza.

Poniéndose de pie, caminó hacia un espejo que tenía en la oficina y examinó la melena castaña. Reunió una porción de valor antes de cortarlo por medio de un hechizo. Mechones de cabello cayeron al suelo alrededor de sus pies. Con Ron siempre mantuvo su cabello largo y quería ser diferente.

Desde ese día, sería una nueva persona, una que sepultaría su pasado y no dejaría que interfiriera con todo lo que deseaba para ella.

ϟ

Agatha se estremeció por la ventisca fría que la azotó en medio de la noche. Estaba congelándose en su mente, pero la verdad era que fue su culpa al olvidar llevarse un abrigo cuando Dakota los citó para aventurarse en el Bosque Prohibido de todos los lugares. Consideró mandarla directo a San Mungo si no fuera porque todavía tenía esperanza de que estaban cerca de encontrar la forma de deshacerse de una vez y por todas de Lyra.

Estaban cerca. Podía sentirlo en sus huesos.

Sin embargo, no significaba que pensara que Dakota estaba completamente loca al llevarlos al interior del bosque en medio de la noche con la única iluminación de un hechizo. Sentía la paranoia subir por su cuerpo, haciendo que se estremeciera cada vez que una hoja acariciaba su anatomía.

En una ocasión no fue una hoja y aunque James y Dakota le mintieron, ella sabía más que eso. Pudo sentir las patas peludas de un animal que no reconocía caminar por encima de la camisa de manga larga antes de que James la apartara con una expresión pálida y asustada.

Su padre se enteraría de ese maltrato. ¿Por qué demonios tenían un bosque de esa forma en Hogwarts? Tenía más posibilidades de morir buscando una solución a su problema que por la mano de Lyra o M.L.

Por esa parte y solo por eso, extrañaba a Beauxbatons. Por lo demás agradecía haber sido expulsada.

—¿Qué estamos buscando de todas formas? —preguntó Agatha, aferrándose al brazo de James luego de haberse tropezado con una rama.

Sí, definitivamente tenía más chances de morir en el bosque que por todo lo demás. «Recordaré matar a Dakota si salgo con vida de aquí», pensó con molestia.

—Ya lo verán —contestó Dakota, manteniendo el suspenso que sembró cuando les dejó saber que tenía un pequeño plan—. Habla menos y camina más.

Agatha rodó los ojos y siguió a la metamorfomaga a regañadientes. Llevaban más de una hora caminando por el bosque y aún no sabían la razón por la que Dakota los llevó hasta esas profundidades de la naturaleza oscura y peligrosa.

A lo lejos entre la espesura, se pudo ver un pequeño punto de iluminación. Según se acercaron, Agatha pudo reconocer que se trataba de una cabaña descuidada de madera que lucía vieja y llena de musgos. Algunos cristales de las ventanas estaban rotos y de ahí se podía ver la luz amarillenta saliendo. A Agatha le pareció como una cabaña de alguna historia de terror, pero se reservó el comentario.

—Llegamos —anunció la metamorfomaga, sonriendo ampliamente.

James y Agatha intercambiaron una mirada confundida. Dejaron pasar por alto el aspecto de la cabaña y caminaron hacia la puerta. Dakota alzó su puño para tocarla con sus nudillos y con el primer toque la madera se zafó de las bisagras, cayendo al suelo con un estruendoso ruido seco.

Los ojos de Agatha se abrieron desmesuradamente.

Definitivamente iban a morir. Esa sería su última noche con vida. No le cabía duda. Iba a morir virgen. Merlín, en ese momento deseó haber hecho cosas indecorosas con James en su habitación porque al menos de esa forma moriría con la experiencia.

Desde el interior de la cabaña, dos brujas pelirrojas, una de cabello largo y rizado y otra de cabello tan corto que apenas le rozaba el mentón, les devolvieron la mirada. Tenían sonrisas escalofriantes dibujadas en los rostros, ojos resplandecientes y blanquecinos, y vestían ropas que estaban pasadas de moda. Parecían sacadas de un cuento gótico del cual no podían escapar del todo. También llevaban anillos extravagantes de plata en sus dedos.

—¿Son parientes tuyas? —le preguntó Agatha a James.

Otra bruja salió de detrás de ellas, rubia y delgada. Sus dedos parecían ramas torcidas con largas uñas negras que podían servirle de dagas si así lo quisiera. Su nariz se asimilaba a la de un pico de águila.

—¿Tenemos visitas, queridas? —Quiso saber la bruja rubia con curiosidad, en su mano izquierda llevaba una cuchara medio quemada. Las brujas pelirrojas rieron como hienas y la rubia le dio un beso a cada una—. ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que fuimos visitadas?

—¡Años!

—¡Siglos!

Agatha frunció el ceño, ligeramente confundida. ¿Esas brujas tenían una relación poliamorosa en el interior de una cabaña oculta en el bosque más peligroso que conocía? ¿Y... acababa de decir que habían pasado siglos desde que recibieron una visita? Si no fuera porque el aspecto de la cabaña denotaba lo antigua que era, hubiera pensado que estaban perdiendo la cabeza.

Tal vez sí estaban desquiciadas.

—Pero, por favor, no duden en entrar. Dursila y Circe los harán sentirse cómodos —los invitó la rubia, caminando en el interior de la cabaña para acercarse a un enorme caldero humeante del cual emanaba un olor fétido—. Y ustedes dos. ¿Quién utilizó la cuchara? ¡Han quemado la última! Hemos discutido esto por trescientos años.

—Séfira, juro que fue Circe. —Dursila, la pelirroja de cabello corto, salió a la defensa, señalando a la otra.

—¡Yo no he cocinado desde hace casi cinco décadas! —exclamó Circe escandalizada.

Dakota se aclaró la garganta, buscando recuperar la atención de las brujas.

Lo consiguió porque de inmediato las tres mujeres dejaron de discutir sobre la nimiedad de la cuchara y miraron fijamente a Agatha. Un jadeo colectivo salió de sus labios.

—Es...

—Lyra. —Séfira completó la oración que Circe no pudo llegar a decir.

—¿Quién es Lyra? —cuestionó Dursila, hundiendo el entrecejo. Sus acompañantes la miraron como si no pudieran creerlo. Fue suficiente para que la memoria se desenterrara del pozo oculto de su cerebro y flotara de vuelta al punto donde podía recordarla—. Oh, esa Lyra. Pero eso es imposible.

Las tres brujas se acercaron a Agatha y Dakota apartó a James del camino, permitiendo que la examinaran con cuidado. Agatha se removió, incómoda por la forma en la que tocaban su cabello e inspeccionaban sus manos.

Séfira dejó salir una exclamación victoriosa cuando se percató de la marca que resaltaba en la piel de su antebrazo.

—No es Lyra, es algo más. ¿Dónde está la otra mitad, niña? —le preguntó con interés a través de los mechones grasientos de cabello rubio. Miró de reojo a James y una sonrisa maliciosa apareció en su rostro—. Es él, ¿no? Es tu guardián.

Agatha miró a James con un ligero temor, sus ojos grises demostrando claramente lo que estaba sintiendo. James se acercó a Agatha, agarrándola de la mano para halarla hacia él, resguardándola al tenerla cerca.

—Sin tocar —dijo James, marcando un límite entre Agatha y las brujas.

Séfira lo ignoró por completo y sus ojos viajaron hacia Dakota.

—¿Y tú eres...?

—Soy su mentora —respondió Dakota—. Vinimos a pedir su ayuda.

La bruja rubia chasqueó su lengua, contoneándose hacia la metamorfomaga.

—¿Por qué haríamos eso? Podríamos estar ayudando a Lyra si así lo quisiéramos, y creo que tú lo sabes. ¿Por qué querríamos ayudar a esta niña?

—Porque sabes lo que pasará si ella vuelve. Es un desbalance en la naturaleza, una abominación. No es un mago oscuro tratando de imponer sus métodos en la sociedad, estamos hablando de que una bruja que murió hace siglos, se convirtió en una criatura oscura y está haciendo lo posible para regresar. ¿Qué crees que eso le hará a su vida eterna? —inquirió Dakota, sabiendo manejar sus cartas de la forma correcta como para hacer que las brujas del bosque dieran su brazo a torcer.

—Hay una forma de detenerla y ustedes la saben —acusó Agatha, comprendiendo por fin lo que Dakota les había dicho—. Solo no quieren decirlo. ¿Cómo podemos matarla?

Las brujas negaron con la cabeza sin dejar de sonreír.

—No, niña, no matarla. No puedes matar algo que ya está muerto —le dejaron saber las pelirrojas.

—Acérquense al caldero —ordenó la rubia con un gesto de cabeza. No les quedó otro remedio que hacer lo pedido, todos rodeando el metal humeante—. Tienen que encontrar tres cosas.

Circe agarró un puñado de polvos dorados y los lanzó al agua oscura del caldero. Este reflejó una sombra que fue cobrando vida, materializando un medallón dorado del tamaño de su puño.

—El medallón perdido.

Agatha frunció el ceño.

—¿Por cuánto tiempo lleva perdido? —quiso saber.

Circe encogió los hombros.

—Es mayor que todas nosotras juntas. Mayor que Lyra incluso.

—Genial. Tenemos que encontrar algo que lleva seguramente más de un milenio perdido —masculló Agatha.

Fue el turno de Dursila de echar un puñado de polvos azules. El caldero disolvió la imagen del medallón y en su lugar apareció una piedra preciosa del mismo color de los polvos.

—Un zafiro mágico.

Séfira lanzó unos color gris.

—Y el reloj de vida de Lyra Malfoy.

—¿Cómo los encontramos? —James se atrevió a preguntar.

—Con el mapa de Merlín —respondió Dursila—. El último hombre que supimos que lo tenía en su poder era de apellido Lexington.

Agatha y Dakota intercambiaron miradas, sabiendo de inmediato a quién tendrían que recurrir para conseguirlo. La idea definitivamente no le gustaría a James tan pronto supiera lo que estaban pensando.

—¿Por qué estas cosas en específico? —interrogó Agatha, ceñuda.

—Tu mentora lo sabe —contestó Séfira—. Ah, y algo más. Cuando encuentren el reloj, asegúrense de no tocar el de ustedes. Malas cosas suceden cuando estás en control de tu propio tiempo de vida.

ϟ

Cuando Agatha, Dakota y James llegaron al castillo, el sol estaba comenzando a salir. Les dijo que se fueran a dormir y ella les escribiría una excusa a sus respectivos profesores para que tuvieran el día libre para recuperarse. James decidió acompañar a la chica a las mazmorras para asegurarse de que estaba segura en el interior de su sala común. Sin embargo, no llegaron a acercarse porque su camino se vio obstruido por Alex, Lysander, Skylar y Fred, todos con la misma expresión preocupada.

—¿Dónde estaban? Pensé que había llegado tarde —dijo Alex, su tono de voz temblando por la histeria—. Agatha, tenemos que abandonar Hogwarts.

Agatha frunció el ceño, no solo por el hecho de que era la primera vez que se hablaban desde que supieron la verdad de su identidad, sino porque la histeria de todos no era normal.

—Estábamos con Dakota. ¿Qué demonios estás diciendo? —preguntó, confundida.

—Mi papá me escribió una carta para que pudiera sacarte de aquí antes de que los aurores llegaran.

—¿Aurores? —cuestionó James.

—Sacaron a tu padre del caso, James —respondió Lysander—. Creen que quiso proteger a Agatha.

—¡Hablen claro! —exigió la rubia.

—Agatha, te van a arrestar por el asesinato de Dianne. Te están inculpando.

Agatha sintió que el mundo se detuvo, la sangre convirtiéndosele en hielo.

—Y-Yo... no lo hice. No es posible. No hay forma... No fui yo —balbuceó.

—Nosotros lo sabemos, pero de alguna forma consiguieron testigos para inculparte —explicó Skylar.

—Por eso tenemos que irnos. Ahora antes de que lleguen.

Agatha y James intercambiaron miradas preocupadas porque sabían que no tenían muchas opciones, no cuando ya no tenían la protección de Harry. Jamás podrían detener a Lyra si Agatha estaba en Azkaban; moriría allí dentro antes de que pudieran siquiera apelar el caso.

La realización les golpeó la esperanza fuera del cuerpo porque no tenían otra opción que huir.

_________

Se complicó la trama. Ahr, todo toma giros más oscuros ahora que comenzamos con la cuenta regresiva. Quedan 11 capítulos + epílogo de la historia, así que aguántense porque llega muchísimo drama, acción y dolor. Solo los preparo para lo que se avecina. En guerra avisada no muere gente... ¿o sí?

También pronto estaré publicando el segundo apartado de preguntas y respuestas, y estaré aceptando nuevas preguntas para contestarlas. Déjenlas aquí para poder añadirlas.

Besitos,
Thals 💕

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro