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51| El inicio de la tormenta


SE DICE QUE CUANDO UNA TORMENTA SE APROXIMA, EL DÍA ANTERIOR está adornado con el cielo más hermoso que puedes ver. Un arrebol lo pinta, brindando una sensación de calidez porque es eso lo que hacen las tormentas, se alimentan del calor, tornándolo en un completo caos que deja un manojo de desastre y tristeza en el lugar de lo que se llevó. Hay silencio en ese día que le antecede y una extraña calma que puede atemorizar a cualquiera que conoce su significado.

Para Agatha el día no fue calmado. No hubo un arrebol cubriendo las nubes y tampoco hubo calidez. El silencio era lo menos que la rodeaba cuando presenció la llegada de su tormenta.

Fue una fiesta el lugar. Había música retumbando, personas gritando y riendo, y mucho alcohol. El cielo estaba oscuro, iluminado solo por pequeños puntos brillantes que pudo reconocer como estrellas. No había nubes. Podía ver los astros celestes sin problema alguno. Tampoco hubo calma. Estuvo lleno de lágrimas, discusiones y palabras que se clavaron en su piel como los cristales de las ventanas que explotan bajo la presión del viento en la tormenta.

Y no había forma en la que Agatha olvidara esa noche.

ϟ

Cuando James Sirius Potter logró zafarse de sus amigos —en especial de Fred, quien intentaba detenerlo de presionar a Lysander con lo que había ocurrido—, se dio cuenta de que las personas lo estaban mirando como si fuera una mala persona. Tal vez lo era. Lo que hizo con Agatha no tenía forma de explicarse sin herir aun más a su amigo.

Se sintió juzgado y minimizado por sus acciones. Ninguno de ellos podía entender la razón por la que ellos se gustaban. Sí, disfrutaban de verlos rabiar y de comprar la mercancía que Dakota vendía, pero no querían realmente que estuvieran juntos. Solo lo hacían para ser parte de la multitud, hacer lo que estaba de moda requería considerarlos a ellos como una posible pareja. Sin embargo, la población que verdaderamente quería que estuvieran juntos era reducida.

En el fondo, muchos de ellos solo querían estar alejados de cualquier drama que pudiera involucrarlos. Además, juzgar era mucho más fácil que analizar. Solo veían a una chica perra que jugó con dos mejores amigos hasta separarlos por completo cuando la realidad era muy distinta. Ellos estaban conectados.

Caminó entre las personas, intentando evitar a todo aquel que quisiera sacarle conversación de lo que sucedió en su habitación. Tenía que encontrar a Agatha y a Lysander; hablar con los dos era tan necesario como respirar.

Porque James no quería ser una mala persona.

Él no era una mala persona, tampoco quería ser un mal amigo.

A quien encontró primero fue a Lysander, quien estaba saliendo de la casa por la puerta principal. Tuvo que correr para alcanzarlo en el estrecho camino entre el porche de la casa y el portón que lo resguardaba. Se aseguró de cerrar la puerta para que los chismosos no fueran a intervenir. Quería que la charla fuera entre los dos.

—¡Lysander, espera!

El muchacho solo detuvo sus pasos, pero no volteó para verlo. Lo menos que deseaba era verle la cara al chico que consideraba como un Colagusano. La única razón por la que paró de caminar era porque escucharía cualquier excusa tonta que James le daría y se marcharía. Su amistad necesitaba un último puñado de tierra para estar completamente sepultada.

—¿Qué quieres?

James no supo qué decir en un inicio. ¿Cómo hacerle ver lo que estaba sucediendo? Era tan difícil como respirar bajo el agua. Imposible, dirían muchos.

—Lo siento tanto —se disculpó con toda la sinceridad que pudo reunir en su sistema—. Lamento que esto haya pasado.

El rostro de Lysander se mantuvo impasible. Lo único que se notó fue cuando apretó la mandíbula y cerró las manos en fuertes puños. James se preguntó si pensaba golpearlo, no lo culparía si lo hiciera. Después de todo, él hizo algo que muchos considerarían imperdonable.

—Estoy cansado de ti, James —soltó Lysander entre dientes. Poco a poco se vio cómo su rostro adquirió un rubor de furia y dio un paso al frente, acercándose al chico que se había metido con su exnovia—. A veces no puedo creer que fuimos amigos.

Si las palabras fueran maldiciones asesinas, James ya hubiera muerto porque sí que había dolido escucharlo decir tal cosa. Su amistad, por muy rota que estuviese, la valoraba. Había intentado sacarse a Agatha de su cabeza durante meses, pero no pudo. Le resultó imposible. Por más que quiso honrar la amistad, sus sentimientos por la chica lo sacaron de carrera y se dejó llevar por ellos.

—Lysander.

—Pudiste haber dicho algo. Te pregunté, ¿lo recuerdas? Te pregunté respecto a cómo te sentías con Agatha y solo me diste el hombro frío. No leo mentes. No soy un legeremante, James —manifestó, el dolor palpable en cada letra que pronunció, tejiendo sus palabras con duelo.

—No quería que me gustara —confesó James, aclarando su garganta antes de continuar hablando—. Tampoco quería herirte y mucho menos quería que ella saliera afectada. Pasó inesperadamente.

La carcajada sardónica que salió de los labios del rubio fue suficiente para hundir aún más los sentimientos de James; su corazón atado a un ancla de culpa.

—Ese es mi punto. No solo me heriste a mí, sino que la heriste a ella. Siempre la herías. Eras tú quien la jodía una y otra vez. Eras tú el que peleaba con ella —espetó, perdiendo el control de sí mismo—. ¡Y aún así ella te eligió sobre mí!

Por primera vez en la noche, el chico Scamander había elevado el tono de su voz, gritándole al viento su cólera y su dolor. Su alma carismática estaba sangrando; si fuera un órgano, de seguro habría tenido una hemorragia interna.

—¡He cambiado! —rebatió, su rostro enrojeciendo por la frustración. Incluso quería llorar por lo que estaba sucediendo. No se suponía que pasara de ese modo—. Cambié por ella. Quiero ser digno de su afecto, digno de ella. No quería herirte en el proceso.

Lysander encogió sus hombros de mala gana. Tenía los ojos vidriosos y presionó los labios en una fina línea para controlarse.

—Es gracioso porque como quiera lo hiciste —murmuró, su voz ahogada por el nudo que se encontraba alojado en su garganta—. Espero que no lo hagas con ella también porque si lo haces, rompiste nuestra amistad por nada.

Con esas palabras, Lysander se marchó, seguido de su gemelo, dejando atrás una amistad de años, una persona que en algún momento fue importante, y dejando su corazón roto en la residencia de los Potter.

ϟ

Estando sentada en el césped del jardín trasero, Agatha miró nuevamente la nota de M.L. antes de arrugarla en una bola, quemándola con amargura. Las lágrimas todavía salían de sus ojos grises, deslizándose lentamente por las mejillas pálidas. El odio creció en su pecho como las llamas de fuego que podía crear: fuerte, rápido en incontrolable.

Repudiaba a la persona que se escondía tras esas dos letras. Detestaba cada palabra que le había dirigido desde su primer baile en Hogwarts. Su alma se oscureció un poco al sentir tanto odio por una persona. Jamás había querido deshacerse de alguien como en ese momento. Ni siquiera su pensar de Lyra era de ese modo.

Un sabor desagradable se le instaló en la boca. Culpabilidad, resentimiento, dolor. Era una mezcla de sentimientos negativos que inundaron su pecho, causándole una presión incómoda.

Jamás quiso herir a Lysander, pero le fue inevitable. No pretendió quebrarlo, tampoco era su intención desarrollar sentimientos por James. Todo se salió de control desde el momento en el que el chico Potter fue identificado como su guardián. Había un lazo invisible uniéndolos en un vínculo afectivo que ninguno podía controlar.

Tal vez por eso se sentía tan culpable por lo sucedido con Lysander. Estaba completamente colada por James, por el antiguo amigo de su exnovio. Mientras Lysander sufrió al imaginarse lo que ocurrió en la habitación, Agatha lo había disfrutado como nunca.

Podía estremecerse de tan solo recordar cómo se sintió besar a James. Nadie la había besado de esa forma antes. Con Lysander siempre fue dulce y tierna, cuidadosa y respetuosa, mientras que con James fue apasionada, cargada de sentimientos y necesidad. Hubo chismas y corrientes eléctricas que la hicieron temblar con el movimiento deseoso de sus labios.

Le había encantado.

—Agatha.

Escuchar su voz hizo que el recuerdo de la mirada herida de Lysander saltara en su cabeza, materializándose con una nueva ola de llanto. Soltó un sollozo detrás de otro. Se permitió llorar su corazón entero frente a James Sirius Potter y le importó muy poco. Estaba cansada de pretender que las cosas no le afectaban cuando lo hacían.

Sintió los brazos del chico rodearla, acercándola a él y provocando que su espalda chocara con su pecho. James estaba sosteniéndola mientras ella dejaba salir todo lo que la estaba asfixiando. Estaba siendo su soporte cuando ella se encontraba en su punto más vulnerable, estando exhausta emocional y mentalmente.

Quería que toda fuente de sufrimiento acabara.

James le susurró palabras tranquilizantes, apoyando su mentón en el hombro de Agatha y ella se aferró a sus brazos.

—Soy una pésima persona, ¿no? —cuestionó en un tono ronco y quebrado.

A causa del llanto tenía las mejillas empapadas y mechones de cabello rubio pegados a estas.

—Claro que no.

La escuchó sorber su nariz.

—Solo lo dices para hacerme sentir mejor, pero ambos sabemos que es una mentira.

—No, no lo es —dijo con firmeza—. Eres fuerte, inteligente, astuta e increíblemente buena. Das todo por las personas que quieres, incluso si tienes que sacar partes de ti para recomponer a los demás. Te olvidas de ti misma en el camino. Eres una persona magnífica y mucho mejor que yo en todos los aspectos.

Agatha gimoteó.

—Es difícil de saber si estás mintiendo o no ahora mismo —susurró la muchacha.

La parte culpable le impedía analizar con la cabeza fría si lo que James decía era verdad o no. Era un murmuro en su nuca, como una respiración leve en un pasillo desolado, que le hacía creer que era la peor persona del mundo.

—Nunca he sido tan honesto, Agatha —aseguró. Un corto silencio los rodeó—. ¿Te arrepientes de lo que pasó? —Hubo un temblor en su pregunta, el miedo apoderándose de su sistema sin poder controlarlo.

Su estómago se contrajo, esperando la respuesta de Agatha.

—No —admitió luego de unos segundos en los que reunió el valor necesario para responder con la verdad absoluta—. No puedo arrepentirme de algo que todavía deseo. Pero sí me siento culpable de haber herido a Lysander porque no quería quebrarlo como cada cosa que toco. Del mismo modo en el que no quiero romperte también.

Se apartó del pecho de James, girando un poco para poder mirarlo a los ojos. Sabía que lucía como un completo desastre frente al chico que le gustaba, pero no tenía relevancia alguna cuando ambos se encontraban sufriendo la pérdida de alguien puro.

—Agatha, no me importa las mil advertencias que me pueda dar el mundo. Arriesgué mucho para llegar hasta aquí y no pienso morir en la orilla. —Elevó sus manos al rostro de la chica, acunándolo entre ellas—. Estoy loco por ti, ¿de acuerdo? ¿Puede caber esa información en tu cabecita? Porque puedo pensar en mil formas de hacértelo saber. Puedo ser persistente cuando me lo propongo.

Una risa corta y bajita brotó de la boca de Agatha. Ya no había lágrimas cayendo de sus ojos, pero continuaba con las mejillas húmedas. James se encargó de secarlas con cariño.

—Me gustas, Potter. Realmente lo haces y estoy tan asustada por eso. Con todo lo que sucede en mi vida, siento que tenemos los días contados.

—Entonces planifico aprovechar todos y cada uno de ellos.

Se inclinó con seguridad, atrapando los labios de Agatha con los suyos en un beso determinado. Se besaron con añoranza, sintiendo cada roce de sus bocas. Estuvieron unos minutos de esa forma, descargando en el otro cada vez que reprimieron lo que sentían. Se apartaron cuando una ventisca los azotó y Agatha tembló.

—¿Tienes frío? —Agatha asintió—. ¿Quieres volver al interior?

Lo pensó durante un segundo, pero negó con la cabeza. Lo menos que quería era enfrentar a todas las personas que se encontraban en el interior de la casa.

—Soportaré el frío antes que entrar.

James quiso rodar los ojos por eso, pero se contuvo.

—Te traeré un abrigo. ¿Estarás bien aquí sola por unos minutos?

—Si no muero de hipotermia antes —comentó para molestarlo. Esa vez sí rodó los ojos—. Estaré bien, Potter. Tampoco es como si estuviera nevando.

El chico lo sabía. Solo quería asegurarse de que Agatha no estuviera cómoda al estar sola en lo que buscaba el abrigo en el interior de la casa. Trataría de ir rápido, de subir a su habitación y sacar una sudadera, pero no sería la velocidad suficiente para ganarle a la tormenta de oscuridad que se aproximaba a su hogar.

Los minutos antes de que ocurriera fueron tan fríos que los dientes de Agatha castañetearon y pasó las manos por sus brazos en un intento de calentarse. Fue inútil porque se sentía como si estuviera en medio del invierno sin un abrigo que la protegiera del viento gélido. Resistió unos minutos, pero fue demasiado, incluso para ella.

Se puso de pie con la intención de adentrarse en la casa. Estaba con la cabeza baja, pendiente al suelo que ni se percató de lo que estaba frente a ella. Solo fue consciente de cuando una gota cayó directamente en su hombro y alzó una mano para limpiarse, pensando que se trataba de agua. Quizá llovería.

Sin embargo, la gota de su hombro le tiñó los dedos de rojo. No había sido agua lo que le cayó encima, sino sangre.

El pánico comenzó a apoderarse de su sistema y elevó la mirada, topándose con la escena más escalofriante que había visto en su vida. Sobre ella se encontraba el mutilado cadáver de Dianne, su antigua mejor amiga y compañera de Beauxbatons.

El grito que salió desde lo más profundo de sus pulmones fue suficiente para alertar al mundo que la oscuridad había llegado al Mundo Mágico y que no había fuerza que detuviera esa tormenta que tomaría la fuerza de un desastroso huracán.

__________

Chan, chan, chaaan. Acaba de empezar la verdadera y retorcida trama que lleva al clímax de la historia. Abrochen sus cinturones porque lo que vendrá de ahora en adelante es una montaña rusa.

Y esto es solo el inicio.

Besoooos,
Thals.

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