50| Pequeña travesura realizada
CUANDO AGATHA CHRISTINA ABRIÓ SUS OJOS GRISES no pudo reconocer el lugar donde se encontraba. Incluso en la oscuridad, podía apreciar que esa no era su habitación. Lo supo porque la suya era mucho más oscura —las mazmorras en sí lo eran— y la cama en la que estaba eran de un material distinto, más suave y acolchonado. A pesar de la comodidad, se sentía desorientada y confundida.
Su cabeza retumbaba con cada segundo, un gimoteo lastimero salió de sus labios. Sentándose en la cama pudo reconocer a una persona acostada a su lado sin tocarla. Estaba bocabajo con el rostro oculto entre sus brazos, pero aun así pudo reconocerlo a la perfección. Que un rayo le cayera encima. Estaba en la sala común de Gryffindor, justo en la cama de James Sirius Potter.
¿Cómo demonios había llegado a ese lugar?
—No lo despiertes.
Agatha detuvo sus movimientos, su mano paralizada en el aire justo a punto de zarandear a James para interrogarlo. Estrechó sus ojos para ajustar su visión y pudo divisar a Fred Weasley II caminando por la habitación... en su ropa interior. Haciendo una mueca, Agatha desvió la vista.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —le preguntó y se sorprendió por lo ronca que sonó su voz.
Fred encogió sus hombros.
—Yo qué diablos sé —respondió, rebuscando en su baúl por alguna golosina—. James ya no nos dice nada. Solo sé que dijo que era una emergencia.
Un ronquido se escuchó desde el otro lado de la habitación. Se trataba de Frank Longbottom, el segundo compañero de cuarto de James.
—¿Qué hora es?
—Un poco más de las tres de la madrugada. Jimmy acaba de dormirse, pero no te preocupes, despertará antes del amanecer para llevarte a tus aposentos —informó, saltando a su cama con un paquete de grageas de todos los sabores—. ¿Quieres?
—No, gracias. Tengo una regla de no azúcar después de las tres de la madrugada —replicó, rodando sus ojos.
—Ja, graciosa. Quién lo diría con la forma en la que te atragantas en el comedor.
—Eres todo un galán, Fred —masculló con irritación—. Y yo que pensaba que te agradaba.
—Lo hacías. Luego hiciste que James y Lysander estuvieran en guerra, y después perdimos a un compañero de cuarto por ello —señaló la cama vacía.
Agatha recordó el artículo de Charlotte y su estómago se revolcó. Se sintió terrible por haber arruinado su amistad, pero no era completamente su culpa.
—Mira, me disculpo por lo que sea que pienses que hice, pero no es mi culpa que ellos decidieran arruinar su amistad por mí. Si ellos decidieron echarlo todo al caño por una chica, entonces quizá su amistad no era tan fuerte como todos pensaban.
La expresión de Fred lucía como si le hubieran dado un buen gancho en la nariz, pero lo aceptó.
—Lo que sea. Me voy a dormir —le avisó, dejando las golosinas de lado para ocultarse entre las sábanas.
Agatha cerró sus ojos y suspiró, pasando una mano por su cabello.
Maldiciendo en su interior, se acostó nuevamente en la cama con millones de pensamientos corriendo en su cabeza. Su pasado en el orfanato la atacó, abrumándola con el oscuro sentimiento de odio. Había sido de las épocas más terribles de su corta vida. Quizá por eso había adorado y catalogado su adopción como el día más feliz de su vida. Ese fue el momento donde todo cambió para ella.
Inconscientemente pasó su dedo índice por la marca de su antebrazo derecho.
Luz y oscuridad.
¿Eso era ella para las personas? ¿Oscuridad?
Sacudió su cabeza ligeramente, ahuyentando los pensamientos que la harían decaer. En lugar de ello, trató de concentrarse en otra cosa, como lo extraño que era estar acostada junto a James en su cama.
La almohada, las sábanas y el colchón olían a él. Durante unos segundos, se sintió embriagada con su aroma. Era... calmante para ella. Familiar y agradable. Se sentía como un lugar al que le gustaría pertenecer, uno al que podría acostumbrarse. Ni siquiera se regañaría a sí misma por pensar de esa forma porque su corazón lo sabía.
James Sirius Potter le gustaba.
Con una ligera sonrisa en los labios, cerró los ojos y permitió que sus extremidades se relajaran, cayendo poco a poco en los brazos de Morfeo, aunque fuera por un corto tiempo.
—Deja de jugar, Agatha —ordenó.
—¿Jugar? ¡Vamos a jugar! —Exclamó como una niña pequeña, dando ligeros saltos emocionados—. ¿A qué jugamos, chico lindo? Yo no sé muchos juegos. Los niños nunca quieren jugar conmigo. ¿Tú jugarás conmigo?
—Agatha.
—Eres taaaan lindo —alargó la palabra de forma exagerada y sus mejillas adquirieron un color rosado que era opacado por el rojo de su cabello—. Pero ¿jugarás conmigo?
Agatha despertó de golpe y más confundida que nunca. Los recuerdos la estaban golpeando como un tsunami y se sintió avergonzada por su comportamiento. ¿En qué estaba pensando cuando le dijo eso? Bueno, sabía en lo que no estaba pensando y eso era en ocultar su opinión del chico Potter.
Sí, James Sirius Potter era demasiado guapo para su propio bien.
Volteando para estirarse, pudo ver a James sin camisa dándole la espalda. Quizá fueron sus hormonas o su falta de cordura, pero los ojos de Agatha no pudieron evitar recorrer y disfrutar la vista.
Y se percató de algo: el trasero de James no era tan chato como pensaba. Tenía un poco de dónde agarrar.
Cerró los ojos rápidamente y se pegó mentalmente. La poción le había hecho mal. Estaba segura de que estaba perdiendo la cabeza y terminaría en San Mungo por ello.
—Estás despierta —notó James, mirándola a través del espejo.
Demonios.
Resoplando, abrió los ojos nuevamente y se sentó en la cama, observándolo anudarse la corbata de Gryffindor frente al espejo que había en la habitación. Sus compañeros de cuarto seguían dormidos como troncos, en especial Fred.
—¿Qué hora es? —preguntó, estando consciente de que aún no amanecía.
—Las cinco —respondió, girándose para mirarla—. Vaya, al menos sé que tienes cabello de leona cuando te levantas.
Agatha rodó los ojos.
—Eso ya lo sabías.
James no pudo negarlo, así que solo sonrió.
—Bien, vamos a llevarte a tu nido de serpiente —murmuró, cogiendo la capa de invisibilidad y señaló a un punto de la cama—. Tus zapatos están ahí.
Agatha se los colocó en silencio y se puso de pie, pasándose las manos por el cabello en un intento de acomodar los mechones enredados y fuera de lugar. No se trataba de ser tan consciente de su apariencia frente a James, sino de que verdaderamente lucía como un desastre.
—Me siento como si me hubiese revolcado contigo —murmuró Agatha, estremeciéndose ligeramente.
Lo escuchó reír un poco.
—No sería tan malo, ¿quieres que volvamos a la cama? —ofreció, moviendo las cejas de manera pícara.
Agatha rodó los ojos y le sacó la lengua fastidiada.
—Eres un cerdo.
James no respondió, colocándole la capa e ignorando las mil preguntas que surgieron con eso. Pasaron por la sala común que estaba totalmente vacía y salieron por el retrato de la Dama Gorda. Caminaron a paso ligero por los pasillos hasta llegar a la entrada de la sala común de Slytherin en las mazmorras.
—Aquí te dejo, sana y salva. Díselo a Alexandra.
—Potter, sobre lo que pasó ayer...—James la interrumpió.
—Yo no diré nada sobre lo que me dijiste o hiciste, lo juro —aseguró con rapidez—. No es mi historia para contar.
—Gracias —susurró—. Por todo.
—No hay de qué —dijo él, rascando su cuello—. Agatha, antes de que te vayas, quisiera preguntarte algo.
La muchacha ladeó la cabeza sintiendo curiosidad. Lucía nervioso.
—La noche después de que iniciemos las vacaciones estaré haciendo una pequeña fiesta en mi casa y me preguntaba si, tal vez y solo si te apetece, te gustaría ir —balbuceó un poco, jugueteando con sus manos.
—¿Una fiesta? ¿Para qué es? —cuestionó, mirándolo con ojos entrecerrados.
—Uh, mi cumpleaños cae ese día.
—Ya casi saboreas la legalidad, ¿no? —comentó, chasqueando su lengua—. Mhmm, no sé si una fiesta sea mi ambiente.
James hizo un mohín.
—¿Por favor? Me haría muy feliz si pudieras venir. Puedes llevar a tus amigas si te haría sentir más cómoda.
La forma en la que habló le causó ternura a Agatha.
—Ya veremos qué puedo hacer, Potter.
Escuchó un suspiro de parte de James.
—¿Alguna vez me llamarás por mi nombre?
Agatha solo sonrió, esa sonrisa misteriosa que guardaba un secreto que solo ella sabía. Y aunque James adoraba verla sonreír, no pudo evitar sentirse ligeramente decepcionado. Realmente quería escucharla pronunciar su nombre, incluso si se trataba de una vez.
ϟ
Las semanas en las que estuvieron de exámenes, apenas habían tenido tiempo de vivir, por lo que Agatha no habló con James desde aquella madrugada. No pudo decirle que había hablado con Hermione para tener el permiso de asistir a la fiesta de cumpleaños, así que sería una pequeña sorpresa. Le había comentado también la reunión en la casa Potter a Alex y a Skylar —quien estaría tomando alojo en la mansión Nott mientras resolvían su caso con su madre—, por lo que no estaría completamente sola en la fiesta.
De modo que una vez llegó a la Madriguera luego de haberse liberado del enorme estrés que la consumió en sus semanas de exámenes finales, estaba nerviosa y ansiosa por la fiesta. La primera noche Hermione no hizo comentarios y tampoco la interrogó, pero cuando llegó la noche, no paró de observar a su primogénita alistarse para la fiesta.
—En esta fiesta... ¿quiénes estarán? —preguntó desde el marco de la puerta, manteniendo sus brazos cruzados y una mirada inquisitiva.
Agatha la miró a través del espejo mientras se colocaba los aretes en forma de rosas negras que iban pegados a sus orejas.
—No lo sé. Personas de Hogwarts supongo.
—¿Ginny y Harry estarán?
—No sé.
—¿A qué hora acaba?
—No sé.
—¿Necesitamos tener la charla de sexo seguro? —cuestionó la mujer castaña, mirando a su hija con ojos entrecerrados y entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
—¡Hermione! —exclamó Agatha y sus mejillas se vieron sonrojadas, negando con su cabeza frenéticamente—. No estaré teniendo sexo hoy.
Hermione elevó las cejas, inexpresiva ante la reacción de su hija. Nunca estaba de más sentarse a hablar de sexo. En especial cuando iba a salir con un puñado de adolescentes hormonales. Además, conocía a James desde que estaba en el vientre de su madre, sabía que podía ser un completo pícaro. Eso sin contar que percibía lo colado que estaba por Agatha. No quería que las cosas se salieran de control en la fiesta y terminara haciendo algo de lo que podía arrepentirse.
Después de todo, Agatha misma había sido concebida por una mala mezcla de alcohol y, más o menos, una fiesta. Había trayectoria familiar con esos panoramas, así que era mejor prevenir que luego lamentar.
—Sí, bueno, Agatha, lo quieras o no, vamos a hablar de ello. Hubo una vez en la que fui a una fiesta con el pensamiento de que no tendría sexo y mírate respirando.
—¡Qué asco, Herms! Estoy perturbada por la imagen mental que has puesto en mi cabeza —dijo, estremeciéndose visiblemente al expresarse—. Por favor, deja de pasar tiempo con mi padre.
—Esto es serio, Agatha.
La adolescente hizo una mueca.
—Merlín, sé cómo funciona esto y no quiero pasar por el mismo trauma nuevamente —pidió Agatha resoplando un poco—. Prometo que nada estará introduciéndose en mis piernas esta noche.
—¡Agatha! —Hermione la reprendió con la mirada—. ¿Podemos tener una seria charla sobre esto?
—¿La has tenido con Rose antes?
Hermione vaciló un poco, atragantándose con sus propias palabras.
—Lo hemos repasado —respondió—. Además, eres mayor, por lo que eres más propensa a hacerlo que ella.
—Ajá. Lo que sea. Sé que hay que ponerle la capita antes de hacer la exploración de la caverna y esas cosas. No hay por qué torturarnos con la charla —aseguró, girándose para buscar su bolso.
Sin embargo, su elección de palabras no fue la mejor porque la mente de Hermione la llevó a otros lugares.
—¿A qué exactamente te refieres con capa? Por favor, dime que no es un mensaje subliminal de que vas a terminar haciéndolo con James porque no te dejaré salir por esa puerta.
—¿Qué? ¡Yo hablaba de condones, Herms! ¿A qué te refieres tú, enferma?
Hermione sintió alivio porque la reacción de su hija fue genuina y real, pero ahora no sabía cómo salir de la situación incómoda. ¿Cómo dejarle saber que no era secreto que James y ella tenían una enorme tensión presente? Partían de las historias de los abuelos del muchacho.
—Nada —se apresuró en decir—. Te quiero aquí para las once.
—Doce.
—No te pases, Agatha.
—De acuerdo. Once y media —dijo y le guiñó un ojo a su madre antes de salir de su habitación.
—¡Y nada de alcohol!
Pero Agatha ya se encontraba lejos como para escucharla.
ϟ
En el Valle de Godric, la casa de los Potter estaba llena a rebosar. Agatha lo vio desde que salió de la chimenea, la cual gracias a Merlín estaba limpia, y pudo ver una gran cantidad de personas en la sala de estar. También había música y sus compañeros tenían vasos en sus manos. Supo de inmediato que no estaban tomando jugo de calabazas.
Zigzagueando entre las personas, Agatha pudo localizar a Alex en una esquina. Su amiga iba vestida mejor de lo que la había visto en los dos años que llevaba conociéndola.
—¡Alex!
—¡Agathaaaaa! —exclamó su amiga, lanzándose en sus brazos, casi aplastándola en el proceso—. Llegas tar-de.
Agatha la apartó de su cuerpo, frunciendo el ceño con confusión.
—Y tú has tomado.
Alex se rio.
—Solo un poco. Juro que solo ha sido un vaso. ¡Me ha puesto feliz! —Movió un poco su cabeza al hablar, al ritmo de la música—. Deberías tomar un poco igual. Estás muy seria.
La arrastró hacia la cocina y comenzó a servirle un trago bastante cargado porque Alex no parecía tener razón de lo que era el alcohol. Agatha, quien ya había experimentado lo terrible que podía ser, pudo saborear la próxima resaca que tendría con tan solo dar un sorbo al líquido.
Tosió cuando pasó el primer trago, sus ojos cristalizándose un poco por el fuerte sabor que tenía.
—Voy a arrepentirme de esto —murmuró para sí misma y echó la cabeza hacia atrás para tomarse el trago lo más rápido que pudo, vaciando el vaso para luego colocarlo en la isla de la cocina—. Me van a matar en casa, pero el que tenga miedo a morir que no nazca.
—¿Qué? —cuestionó Alex, confundida.
—Nada —repuso, haciendo un gesto para que lo dejara pasar—. Entonces, ¿dónde se supone que está el anfitrión de la fiesta?
—Justo aquí, rubia.
Agatha se sobresaltó al escuchar la voz de James a su espalda.
—¡No hagas eso, Potter! —espetó, girándose para verlo—. Estuve cerca de golpearte.
Él se carcajeó y con ese acto Agatha pudo sentir que él también había consumido alcohol. «Un chico rebelde», pensó ella, estando casi segura de que Ginny y Harry no le habían dejado el suplemento de licor en la casa. Demonios, incluso podía adivinar que sus padres ni siquiera estaban enterados de la gran cantidad de personas que estaban allí.
—Tengo que admitir que me tomaste por sorpresa —dijo James, ignorando sus palabras—. No estás de negro.
Agatha bajó la mirada a su vestido rojo y sonrió porque había logrado su cometido. Sin borrar la sonrisa, se inclinó, colocando sus manos en los hombros del chico para que su boca quedara cerca de su oreja.
—Solo porque en el exterior sea rojo, no quiere decir que el interior no sea negro —susurró y se alejó para poder disfrutar de la expresión desencajada de James—. Feliz cumpleaños, chico lindo.
Dándole una palmada en el hombro antes de hacerle un gesto a Alex para que la siguiera, aprovechado que James se encontraba demasiado estupefacto y procesando el comentario de Agatha como para poder reaccionar rápido.
—¿Qué fue eso, Agatha? —interrogó Alex, estando completamente perdida y alocada con lo que acababa de suceder.
Agatha encogió sus hombros y le guiñó un ojo a su amiga, pasando entre los estudiantes para buscar a su siguiente objetivo. Lo encontró en el pasillo que estaba a un lado de las escaleras, rodeado de algunas chicas. Frank Longbottom y Lorcan Scamander iban con él.
—Fred, bailemos —dijo y, sin esperar respuesta o aceptación, Agatha tomó su mano, halándolo consigo hacia el mayor flujo de personas que estaban moviéndose los unos con los otros de una manera extraña.
—¿Qué demonios te pasa? —interrogó, luciendo molesto con ella.
—Cálmate, ¿quieres? —pidió y rodeó su cuello con sus brazos, balanceándose un poco, siguiendo el ritmo de la música—. Aquí está la cosa. Lo siento si en algún momento los puse a ustedes en una situación incómoda con el extraño triángulo amoroso que nunca planifiqué. Pero ese es exactamente el problema, yo no era la amiga, ellos lo eran. Lo que sucedió entre ellos no es mi culpa.
—Yo...
—Déjame terminar —lo calló antes de que pudiera continuar hablando—. Lysander es un chico de oro, pero no es mío. No ha sido mi novio en meses y eso lo hablé con él. Lo que sea que ellos hayan discutido después no me incumbe, pero tampoco es mi culpa. Cualquier código de amistad que tenían, yo no tengo que ver en él. No estuve ahí cuando lo hicieron o en sus charlas.
—No eres tan inocente como te intentas ver tampoco.
—Lo cual es cierto —admitió Agatha—. Soy culpable de haber permitido que Lysander se siguiera enamorando de mí cuando nuestra relación no iba tan bien. Dejé que pasara más tiempo por mis propios conflictos, así que me disculpo si alguna vez herí a tu amigo.
Fred se quedó mirándola inexpresivo.
—¿Y sobre James? ¿Me vas a decir que no has estado jugando con él? —inquirió, arqueando una ceja para sacarle información.
Ella apenas cambió su rostro. Todas sus facciones permanecieron igual de tranquilas que antes. Incluso ayudaba tener alcohol corriendo por sus venas porque le ayudaba a estar más relajada mientras tenía esa incómoda conversación con el primo del chico que le interesaba.
—Lo que sea que Potter y yo tengamos no es cosa de nadie, sino nuestra. Pero hay algo que te puedo asegurar: nunca le fallé a Lysander del modo que piensas —le dijo, dejándole saber que su insinuación de que le había sido infiel a Lysander era completamente errónea y fuera de lugar—. Sí, me atrae Potter —admitió—. Vas a tener que lidiar con eso, Fred, porque no pienso ponerlo en una situación más incómoda de lo que ya es. Es mejor que empieces a acostumbrarte.
Fred suspiró. Agatha no lo escuchó, pero sí pudo ver el movimiento de sus hombros al hacerlo.
—Bien. Si tú y Jimmy empiezan algo, hay que hacer unos ajustes para que esto funcione, ¿de acuerdo, rubiecita?
—Estoy escuchando.
—El quidditch se queda igual. Nada de andar suavecitos solo porque se tienen ganas. Es el último año, ¡tiene que ser épico!
Agatha asintió.
—Trato. ¿Qué más tienes?
—Durante los fin de semanas queremos pasar tiempo con él y también en las comidas.
—Hecho. No seas tan principiante, Freddie. No quiero un chicle personal.
Él rodó los ojos, pero lo hizo de forma más divertida. Ya estaba cediendo ante su enojo con ella.
—Te dejaré saber si pienso en algo más y te lo envío por escrito.
Fue inevitable cuando Agatha se carcajeó con ganas.
—De acuerdo. Ahora lárgate, eres pésimo bailando.
—¡Tú igual! ¡No siento mis dedos por los pisotones que me diste! —dramatizó, alejándose de ella.
ϟ
Alrededor de una hora después, Agatha estaba junto a Alex en uno de los sofás de la sala, estando ligeramente ebria luego de haber tomado dos tragos más hechos por su amiga. Se habían encontrado con Sky en algún momento de la noche, pero no habían intercambiado muchas palabras porque Albus parecía haber tomado las riendas y besarla. Sí, las cosas se estaban poniendo un poco alocadas en el interior de la casa.
Había visto a varios hacer juegos de tomar, otros estaban perdiendo prendas de ropa y otros solo bailaban sin consciencia. Iban a tener un gran lío si los padres de James llegaban antes de lo planificado.
Incluso uno había corrido alrededor de la casa completamente desnudo.
Pero la noche estaba lejos de acabarse.
—¡De acuerdo, préstenme atención! —pidió Fred, trepándose en la mesita de la sala. Llevaba un vaso en su mano y James se encontraba en el suelo a su lado—. Como ya saben, es el cumpleaños del rey de Idiotalandia, pero lo celebramos con orgullo, ¿no? ¡Legalidad! —gritó, riendo y James parecía que quería que el piso se abriera y lo tragara—. Y esa es la razón por la que haremos un pequeño juego para su felicidad.
Bajó de la mesa de un salto.
—¿Qué tan ebrio está? —le preguntó Alex a Agatha.
—Bastante y me asusta que esté así.
—Será sencillo. Haré girar mi varita en el centro de la mesa y se hará un... sorteo de quién pasará unos siete minutos con James en su habitación. —Señaló el techo indicando que se encontraba en el segundo piso—. Vamos, chicas, quédense alrededor sin taparse las unas a las otras. No sean malas.
Agatha se removió, incómoda.
—Oh, por Salazar.
—Fred, ¿qué demonios estás haciendo? —preguntó James en un murmuro.
Su primo se volteó para verlo, guiñándole un ojo con complicidad.
—Confía en mí. Vas a disfrutarlo —le aseguró y se inclinó sobre la mesa, colocando su varita en el centro.
Esbozó una sonrisa maliciosa cuando la hizo girar sobre su propio eje. El silencio se instaló en la sala, todos esperando a que la varita se detuviera, señalando a la afortunada. Vueltas rápidas como los latidos del corazón de James hasta tornarse en un tortuoso ritmo lento que paró en una dirección exacta. No había lugar para equivocaciones.
—Merde.
—Vaya, vaya. Agatha Smith no pierde una, ¿no?
James quería golpearlo. Realmente golpearlo y seguramente armar la pelea que arruinaría la casa y su cumpleaños. En lugar de ello, apretó sus puños y su mandíbula hasta tal punto donde le dolió.
—No haré esto —masculló James—. Y tú eres un imbécil, Fred.
Fred lo detuvo antes de irse.
—Tu dama sigue esperando. Son las reglas del juego, ¿no? —les inquirió a los demás—. No elijo los participantes.
—Solo son siete minutos, Potter —habló Agatha, poniéndose de pie, arreglándose el vestido.
James se paralizó.
—¿Qué?
—Es un estúpido juego de siete minutos. Hagámoslo y ya.
—Mira eso, bastardo suertudo. —Fred sonrió ampliamente y le palmeó el hombro a James, dándole un empujón en la dirección de Agatha.
La rubia no lo tocó cuando subió las escaleras, trastabillando un poco al tropezar con sus propios pies en los peldaños. Era una combinación de nervios, molestia y de su estado con el alcohol. Escuchó los pasos de James a sus espaldas mientras subían juntos al segundo piso de la casa. Estaban siendo seguidos por los demás que buscaban obtener el chisme primero.
Tenía las manos temblorosas cuando James se acercó para poder abrir la puerta. Un nudo estaba en su estómago haciendo que se estremeciera por los nervios.
Se adentró en la habitación y cerró los ojos cuando pudo oír que la puerta se cerró, ahogando los sonidos del exterior. Solo se escuchaban las respiraciones de ellos durante los primeros segundos.
—Ahora veo por qué decías que las fiestas no son tu ambiente —murmuró James incómodamente.
Agatha soltó el aire que estaba reteniendo en sus pulmones y volteó para poder observarlo.
—No ha sido tan mala. Estos son solo efectos colaterales.
La confusión lo invadió.
—¿Efectos colaterales de?
Ella sacudió la cabeza, demostrando que no quería hablar de ello.
—Nada. Hablo puras tonterías cuando tengo alcohol en mi sistema —repuso, encogiendo sus hombros—. ¿Y tú?
—No sabría decirte.
Una sonrisa se asomó en el rostro de Agatha y se acercó a James, vacilando un poco.
—¿Nervioso, Potter?
James tragó en seco, su manzana de Adán moviéndose al delatarlo.
—Bastante.
Agatha estiró su mano para tocar la tela de la camisa del muchacho. Pudo escucharlo aguantar la respiración nuevamente.
—¿Por qué? —cuestionó en un susurro apenas audible.
Lo vio debatirse al desviar la mirada como si no quisiera revelar la verdad que lo estaba atormentando. Quizá estaba temiéndole al rechazo de su parte.
—Agatha... no hablemos de esto, por favor.
—Quiero saber —insistió—. Estoy nerviosa también, Potter.
James soltó un pequeño gruñido de frustración.
—Me estás volviendo loco, Agatha. Desde que llegaste y ni hablar de cuando pusiste en mi cabeza que tal vez tu ropa interior sea negra poniendo mi curiosidad al límite —confesó, las palabras saliendo de sus labios sin que pudiera detenerlas.
—Potter...
—Realmente desearía que me llamaras por mi nombre.
—Estoy acostumbrada a llamarte por tu apellido, bambi. —James se rio, aunque era una risa frustrada—. Fred hizo esto a propósito, ¿sabes? Hablamos hoy sobre... algunas cosas importantes que necesitábamos aclarar.
—Voy a besarte.
Lo siguiente que Agatha sintió fue la presión de las manos de James acunando su rostro para atrapar sus labios en un beso. A su alrededor el tiempo se detuvo. Solo eran ellos echando chispas al dejar caer las barreras de tensión que llevaban acumulando desde que se conocieron. Meses de deseo reprimido, de sentimientos ocultos, de las ganas que tenían de solo dejar todo ir y estar juntos.
James la besó profunda y apasionadamente, poniendo su corazón entero en el momento. La besó con todo lo que tenía. La besó como si Agatha fuera la gravedad que lo sostenía a la tierra. La besó como si Agatha fuera aire y él no pudiera respirar.
Agatha le devolvió el mismo sentimiento. Solo se dejó llevar por la calidez que le producían los labios de James, por la forma en la que sus manos dejaron de acunar su rostro para ubicarse en sus caderas, pegándola a su torso sin permitir que hubiera espacio entre sus cuerpos. Subió las manos hacia el cabello oscuro del chico y enterró sus dedos entre los mechones.
—Eres una pequeña travesura realizada, Agatha —susurró, rozando su nariz con la de ella antes de volver a unir sus labios.
Sin pensarlo, James la alzó en el aire unos segundos y la depositó sobre la madera del escritorio. En ningún momento dejó de besarla. No quería que el tiempo acabara y lo obligaran a despegarse de Agatha. No quería que alguien les rompiera el momento y que ella se arrepintiera de lo que estaban compartiendo.
Solo se apartó cuando comenzó a deslizar los besos hacia el cuello de la chica.
—No te atrevas a chupar si quieres verme con vida —pidió. James frunció el ceño, alejándose un poco—. Hermione.
—De acueeeerdo.
—Tal vez deberíamos salir —murmuró Agatha, volviendo a la realidad. Sus manos todavía estaban en los hombros de James—. Los siete minutos pasaron.
La decepción creció en el pecho del muchacho y la ayudó a bajar del escritorio.
—Agatha, dime que no te arrepientes de esto.
Ella solo sonrió.
—Mi ropa interior sí es negra y el traje rojo fue para ti. ¿Responde a tu pregunta?
Lo vio asentir sin pronunciar palabra alguna.
Acomodando la tela del vestido en su lugar, Agatha se dirigió a la puerta seguida por James. Ninguno podía borrar la sonrisa que tenían en sus rostros. Hasta que se toparon frente a frente con la persona que menos esperaban.
Lysander, quien solo había llegado a la casa para buscar a su hermano, estaba de pie frente a la puerta y en sus ojos brilló el dolor cuando pudo unir las piezas del rompecabezas sin problemas. Las sonrisas de ellos, la forma en la que las mejillas de Agatha estaban rosadas, los labios rojos por la fricción. No hacía falta preguntarles qué había ocurrido en el interior de la habitación.
—Lys —pronunció Agatha. El chico Scamander solo negó y se giró, consiguiendo escabullirse entre las personas, huyendo de su exnovia y de aquel quien alguna vez fue su mejor amigo—. ¡Lysander!
Agatha lo siguió con rapidez, empujando a las personas que se metieron en su camino. Casi tuvo que correr bajando las escaleras y luego recorrió el pasillo que daba al jardín trasero de la casa. Solo allí Lysander se detuvo, apretando sus manos contra sus ojos.
—Lysander —volvió a llamarlo, dejando de caminar cuando estuvo frente a él.
El muchacho bajó sus manos y la miró a los ojos. Sus ojos azules cristalizados por las lágrimas retenidas.
—Me dijiste que no, Agatha. Me dijiste que no era por James que me habías dejado. Mentiste todo el tiempo.
Agatha sintió un nudo crecer en su garganta. Le dolía respirar y sabía que le costaría aún más intentar hablar, pero tenía que hacerlo.
—Cuando rompí nuestra relación, no sabía que esto sucedería. No mentí, Lys. Lo juro. Solo... pasó y no puedo negarlo. Pero hubo más que Potter para dejarnos.
—Si hubo más, ¿él lo sabe o le estás mintiendo como a mí?
Ella retrocedió un paso, incrédula de lo que estaba escuchando.
—No tienes ni idea de lo que estás hablando, Lysander. Probablemente solo estás hablando desde tu dolor y lo entiendo, ¿bien? Perdóname si rompí tu corazón y te estoy causando un mar de sufrimiento —se disculpó con toda la honestidad del mundo.
Lysander suspiró pesadamente y dos lágrimas se escaparon de sus ojos, rodando por sus mejillas.
—Tienes razón. Me has causado un mar de sufrimiento, Agatha. Una de las cosas que me duele es que a él lo miras en la forma en la que desearía que me miraras —dijo con voz ahogada—. Pero me duele más que te amo y ahora me toca verte con él. Verte más feliz de lo que alguna vez estuviste conmigo.
Intentó tragar para deshacer el nudo de su garganta, pero fue imposible. Se quedó ahí, presente y estorbándole hasta para respirar. Sus ojos escocieron y empezó a llorar sin poder retener las lágrimas.
A pesar de la rabia que sentía hacia ella, Lysander no toleró verla así y la rodeó con sus brazos, pegándola a su pecho. Agatha lo abrazó de vuelta, aferrándose a su pasado compañero.
Él no merecía toda la mierda que le estaba haciendo pasar. Lysander era puro, bueno, con un corazón de oro. Era todo lo bueno que ella no tenía.
—Te dije que no quería lastimarte. Te dije que no quería romperte como cada cosa que toco. Desearía poder corresponderte como quieres, pero no funciona así —dijo en un hilo de voz.
—Y yo te dije que correría el riesgo de que me rompieras. Te dije que estaba dispuesto a ser lastimado por ti. —La apartó de su cuerpo y se inclinó un poco para depositar un beso en su frente—. Sé feliz, hermosa caja de pandora.
Forzando una sonrisa, Lysander retrocedió, alejándose de la chica de la que estaba perdidamente enamorado. Tomó un camino distinto, aun cuando podía sentir su corazón quebrarse con cada paso que daba al alejarse.
Por su parte, Agatha, todavía con lágrimas saliendo de sus ojos, tomó asiento en la hierba, ocultando su rostro en sus manos. Gimoteó en medio de un sollozo, dando paso a la única forma en la que podía dejar salir sus sentimientos sin herir a nadie: llorando. Solo levantó su cabeza cuando sintió algo caer en su brazo. Cerró sus ojos sabiendo a la perfección lo que era.
Con dedos temblorosos, sostuvo el sobre y lo abrió, sacando el pergamino doblado de su interior. Sus ojos todavía lagrimeaban cuando empezó a leer las palabras escritas.
«Zorrita, arroz
Antes era uno
Ahora son dos.
M.L.»
_____________
Uno de los capítulos más esperados tanto por los relectores como por los nuevos (excepto los del team Lytha, rip por ustedes, chamas).
Y sí, sé que cambié primeramente la ruptura Lytha y también el beso Jagatha. Sue me. Era muy injusto y apresurado la forma en la que sucedía en la pasada versión. Agatha se besaba con James luego de hacerle un lap dance y luego Lysander rompió con ella en ESE mismo capítulo. Like wtf. No sé qué me pasaba, pero ya no soy la misma persona que cuando escribí este fic por primera vez. Fue injusto para todos y conozco mucho a mi hija Agatha como para saber que su mayor miedo es herir a las personas que le preocupan, Lysander entre ellas.
Así que por eso decidí hacer los cambios. ❤️ No me maten, ámenme mejor, lel.
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