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48| Luz y oscuridad

UNAS SEMANAS MÁS TARDE AGATHA ESTABA de vuelta a la normalidad, siendo la chica despreocupada y bromista que todos conocían. También había vuelto a asistir a todas sus clases, a molestar a sus profesores y a tener discusiones tontas con Dakota cada vez que la metamorfomaga dejaba alguna postal Jagatha en su cuaderno, aunque estaba empezando a encontrarlo chistoso y un poco lindo. Estaba guardándolas en el cofre bajo su cama porque no quería que Alex y Skylar fueran a encontrarlas y molestarla al respecto.

Era extraño que lo hiciera, pero desde lo sucedido en el aula de música con James, estaba comenzando a aclarar su mente y sus pensamientos sobre el chico en sí. Sobre su relación también. Había tomado una decisión, la cual le había costado mucho, pero finalmente había tomado una. Tenía que hacerlo tarde o temprano porque no podía seguir jugando así con su corazón.

Sin embargo, todavía no era el momento de dejar que todos supieran de su decisión. Quería tener unos días de normalidad al menos.

Entrando al aula de Transformaciones, Agatha buscó un lugar donde sentarse y acomodó sus cosas, dispuesta a disfrutar de su clase. Durante las pasadas semanas llevaban repasando algunos hechizos que serían de importancia para los ÉXTASIS en el próximo y último año de Hogwarts. Viendo a que estaban a un mes y medio de terminar las clases, Agatha estaba ansiosa por reunir todo el conocimiento posible.

En especial si eso lograba ayudarla con su P.P.O. No sabía con exactitud qué otros métodos podía utilizar para defenderse de Lyra, pues incluso en las DCMO habían llegado a un vacío. Lo último que habían intentado fue el control mental, también llamado «Hipnosis» en los libros de Dakota, pero había sido un fracaso porque no llegaba concentrarse lo suficiente para ver los hilos mentales de las personas como para manejarlos. Había sugerido que el imperio siempre era una opción y solo consiguió ganarse malas miradas de parte de su amiga y James, así que dejó ir el tema sin presionarlo mucho.

A lo mejor su padre podía apoyarla un poco a doblar sus morales. Solo un poco.

Regresando su atención a sus materiales, Agatha se percató de que no tenía una pluma en su bolso, ni siquiera tenía un bote de tinta accesible. Rodando los ojos, empezó a preguntar si alguien tenía una pluma extra que le prestara. Recibió puras respuestas negativas, ¡hasta de Alex! A ese punto del semestre eran pocos los que continuaban llevando todos los materiales a las clases.

—Son unos irresponsables —masculló de mala gana.

—Yo tengo una —dijo James, inclinándose en su pupitre para entregarle una pluma.

Cuando realizó ese movimiento, un pergamino se deslizó de su túnica, flotando ligeramente por el suelo al caer hasta detenerse en la esquina del pupitre de Agatha. Agarrando la pluma, Agatha se agachó para levantar el pergamino y entregárselo de vuelta cuando un encabezado llamó su atención.

Hay una chica frente a mí.
De ojos color gris.
Su carácter no es muy sutil.
Lo sé porque partió mi nariz

Sin poder evitarlo, sus ojos continuaron leyendo el resto del escrito. James se paralizó cuando se percató que ella estaba leyendo ese pergamino en específico.

—Espera, ¡no leas eso! —exclamó, poniéndose de pie rápidamente.

Agatha colocó una mano en su pecho para alejarlo y estiró su brazo lejos de su alcance mientras continuaba leyendo.

La odie desde la conocí
No sabía que ella iba a ser así
Y me sorprendí
Cuando rojo su cabello teñí

Una sensación cálida se instaló en su pecho, una que ya no le resultaba tan confusa como antes. Era un poema de cinco estrofas en total, pero fue la última la que se quedó en su cabeza, haciendo que sus pensamientos se volvieran un lío de emociones distintas.

Entre nosotros hay demasiada tensión
Siempre terminando en una discusión
Sin saber que de mis abuelos somos una versión
Y pienso que esta es mi maldición.

Carraspeando, dobló el pergamino y se lo entregó de vuelta, intentando retener una sonrisa. James estaba completamente enrojecido por la vergüenza que estaba sintiendo en esos instantes. No se suponía que ella vería el maldito poema cuando lo escribió.

—Se te cayó esto, Potter —le dijo, entregándoselo de vuelta sin mencionar su pensar al respecto.

James lo tomó entre sus manos y lo ocultó rápidamente en el bolsillo de su túnica, sabiendo que debía hechizar el pergamino para que nadie que no fuera él pudiera leerlo. Quería decirle algo para explicarle, pero el profesor entró al aula, anunciando que todos hicieran silencio para poder explicar la lección del día, y James tuvo que regresar a su asiento, estando bajo la mirada atenta de Lysander unas filas de asientos más atrás.

Estuvo ansioso durante toda la clase que apenas y pudo prestarle atención a lo que Matt estuvo enseñándoles, definitivamente no aprobaría sus exámenes si le preguntaban sobre qué trató esa clase en específico. Tan pronto Matt los dejó salir del salón, James salió disparado para detener a Agatha. Necesitaba aclarar lo que había leído.

—Agatha, sobre lo que leíste...

—Está bien, Potter —lo tranquilizó—. No te juzgo.

—¿No lo haces? —James sonó sorprendido, incrédulo ante la normalidad de la chica.

Ella negó, encogiendo sus hombros con simpleza.

—Me gustó tu poema. Apestas como poeta, pero me gustó —admitió y retrocedió, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja, despidiéndose con un pequeño gesto—. Te veré luego, Potter.

Y con eso, Agatha se apresuró entre las personas, viéndola marcharse con Lysander. Una punzada de celos se sintió en su pecho al recordar que él era la razón por la que ella se alejaba de él todo el tiempo; Lysander seguía siendo su novio.

ϟ

Cuando Agatha estuvo segura de lo que pensaba hacer y decir, invitó a Lysander a dar un paseo por la orilla del lago, esperando que la calma de la suave brisa de primavera le diera la fortaleza suficiente para pronunciar las palabras. En un comienzo, se quedó observando al chico, su cabello rubio, los ojos azules, la simpleza en su carácter. Era un buen chico, de eso no tenía duda alguna.

—¿Hay alguna razón para esto o se trata de pasar más tiempo juntos? —curioseó Lysander Scamander, bajando su mirada hacia sus manos entrelazadas.

Agatha detuvo sus pasos, apretando sus labios y sonrió sin mostrar sus dientes. No era una verdadera sonrisa.

—Hay una razón —respondió y, con pena, desenredó su mano de la de Lysander, pues era un poco difícil y sonaría contradictorio si lo hacía mientras todavía se aferraba a él—. Creo que...—tomó una respiración profunda, buscando las palabras correctas, aunque no las había—... tal vez no deberíamos estar en una relación. Al menos no ahora.

Un minuto entero pasó en el que Agatha no recibió respuesta de parte del chico, detalle que la preocupó inmensamente. Aunque fuera inevitable, ella no quería herirlo demasiado.

—¿Qué? —Fue lo único que él dijo, su rostro contraído en una mueca de confusión, sus ojos azules nublándose con dolor.

—Lo siento, Lys —susurró Agatha.

Realmente lo lamentaba. Lamentaba tener tantos problemas que no podía dedicarle el tiempo suficiente a conocerlo, a permitirle conocerla. Sentía atracción por el chico, era hermoso, gentil y cariñoso, pero ella era todo lo contrario a Lysander. No era muy dadivosa, tampoco era de dar muchas muestras de afecto. Tal vez su atracción no era suficiente para mantener una relación con él. Eran demasiadas mentiras y secretos como para poder tener una.

—¿Esto es sobre James? —quiso saber, tragando con fuerzas para deshacer el nudo de su garganta.

Una parte de ella se enfureció de que Lysander solo pensara en un puñado de celos antes que percatarse de la situación que estaba frente a sus ojos. Hacía unas semanas todos pensaban que estaba en una fina línea casi bordeando el suicidio. ¿Cómo podía pensar que su ruptura sería por culpa de James cuando eran ellos los que no estaban funcionando como pareja?

—No es sobre Potter. Es sobre . Tengo demasiado en mi vida ahora mismo, Lysander. Mis problemas son algo que debo descifrar por mi cuenta —explicó, intentando mantener la calma—. Además, estamos acabando el año, pronto estaremos tan enfrascados en pasar los ÉXTASIS que apenas nos veremos. Si es así y son pocas las veces que tenemos tiempo para nosotros, ¿cómo seríamos capaces de manejarlo en esa situación?

Esperaba que Lysander pudiera entenderlo, que pudiera ver con claridad lo que estaba sucediendo. No podían tener una relación de esa forma, no cuando había tanto acaparando la vida de Agatha. Tenía que parar de sobrecargarse a sí misma.

—Es solo que...—Lysander decidió no protestar y presionar las cosas, por lo que optó por otras palabras—. Agatha, no quiero que rompamos —su voz fue un susurro ahogado.

El corazón de Agatha se estrujó en el interior de su pecho. Se sintió mal. Pésima. Pero no podía continuar actuando de ese modo. No podía seguir fingiendo que estar con alguien a quien solo le mentía estaba bien. Era completamente erróneo.

—Es... Es lo mejor por ahora. Tengo mucha... merde en mi vida. Te mereces algo mejor que unos cortos minutos durante algunas clases —le dijo Agatha—. Lo lamento mucho, Lys. Realmente lo hago.

Y con eso, Agatha se apresuró en alejarse del muchacho, sintiéndose más culpable que nunca por haberle roto el corazón a alguien tan puro.

ϟ

Durante el fin de semana, Agatha se percató de que se encontraba completamente sola en la biblioteca. Sus amigos se encontraban separados en distintos lugares, Dakota la había dejado libre de alguna clase particular, ya no tenía un novio con quien pasar el rato, y tampoco tenía prácticas de Quidditch. De modo que se encontraba completamente aburrida y sola, por lo que decidió tomarse el tiempo de ir a investigar un poco entre los libros que tenía la inmensa biblioteca de Hogwarts.

Dado a que habían llegado a un vacío con su más grande enemigo, Agatha optó por ir por sus variantes. Buscó libros de Doppelgängers, algunos gruesos y pesados que apestaban a polvo y humedad, mientras que otros eran finos y con una perspectiva distinta. También había algunos que lucían más fantasiosos, casi bordando la fina línea entre la realidad y los mitos.

Con una enorme pila que no le cabía en los brazos, Agatha se sentó en una mesa y comenzó a investigar.

«La palabra Doppelgänger viene del alemán y se trata de una representación no-biológica o doble de una persona viva. También significa doble, alter ego, u otra persona que tiene el mismo nombre de la otra. Habitualmente se considera que los Doppelgängers son figuras fantasmagóricas o fenómenos paranormales que son vistos como símbolos de mala suerte...»

Los siguientes párrafos y libros decían más de lo mismo hasta que se topó con uno en específico que tenía una perspectiva distinta.

«Según mitos y leyendas, se menciona que si te encuentras frente a frente con tu doppelgänger, es un símbolo de un presagio de tu propia muerte. Por ello, deberías matarlo antes de que te mate a ti.»

Un sabor amargo se instaló en la boca de la muchacha, haciendo que todo se tornara ligeramente borroso por la impresión, y su estómago se revolcó. En un principio, creyó que vomitaría, pero logró controlarse antes de que las cosas se fueran demasiado lejos.

Odiaba el Oastori y cómo se vinculaba a ella, pero lo odiaría aún más si tuviera que convertirse en una asesina para deshacerse de él.

—Agatha, ¿podemos hablar?

Agatha se sobresaltó al escuchar la voz femenina y aguda a su lado. Había estado tan concentrada en leer sobre su P.P.O como para darse cuenta de que Nicoletta se encontraba de pie a su lado.

—Me diste un susto de muerte, joder —masculló Agatha, sacudiendo su cabeza para estabilizarse un poco. Nicoletta rodó sus ojos con un toque de irritación—. ¿Qué quieres, Nicofea?

—Primero, que me dejes de llamar de ese modo —pidió. La mueca que Agatha hizo le demostró que eso no iba a suceder en ningún momento cercano—. Quiero hablarte sobre James.

La chica de cabellos rubios alzó sus cejas con desinterés.

—¿Qué tengo que ver con Potter?

—¡Todo! —exclamó Nicoletta, ganándose una mala mirada y un regaño de parte de Madame Pince—. Maldita buitre —susurró, refiriéndose a la antipática bibliotecaria—. Mi punto es que... tienes mucho que ver con James.

Agatha frunció el ceño.

—¿Lo dices porque nos obligan a pasar tiempo juntos y nos hemos acostumbrado a ello? —cuestionó, todavía estando perdida con el asunto.

Tenía que admitir que estaba sorprendida de que Nicoletta quisiera hablar con ella de frente. Siempre había creído que si eso sucedía sería para matarse en una pelea, pero parecía querer dialogar las cosas sin hacer mucho escándalo. Al menos no lo harían considerando que solo había dos estudiantes en la biblioteca y Madame Pince las estrangularía a ambas si afectaban alguno de los estantes en una discusión.

Nicoletta suspiró y tomó asiento frente a Agatha. Por un momento sus ojos lucieron vidriosos y Agatha temió que fuera a llorar. No tenía la habilidad de consolar personas. ¡Apenas podía reconfortarse a sí misma!

—Sabes a lo que me refiero —dijo Nicoletta, bajando su mirada hacia el libro que Agatha tenía sobre la mesa, pero sin prestarle atención al mismo—. Es solo que... ¿cómo lo haces? No importa lo mal que se hayan tratado, que tengan pensamientos distintos en todo, que lo tengas como un cero a la izquierda, James está tan perdido por ti. ¿Qué hice mal para no gustarle? Era buena con él, lo respeté, incluso cuando estuve en Italia por unos meses, y... Solo quiero saber cómo lo haces.

Silencio.

Eso fue lo que recibió de parte de Agatha durante unos minutos en lo que procesaba el discurso rimbombante que Nicoletta había soltado. ¿Cómo se suponía que debía explicarle que simplemente no tenía una respuesta concreta? Era parte de lo que la confundía. ¿Cómo James estaba atraído a ella cuando tuvieron el tiempo en el que se trataron como si fueran las peores escorias del mundo?

—No lo sé —confesó, siendo completamente honesta con ella—. Pero sí sé que si no se gusta de ti, no es tu culpa. Mira, no me caes bien, pienso que eres demasiado fresa y que te importa más lo que las personas digan de ti que ser tú misma, pero eso no significa que debas modificarte para complacer los gustos de un chico.

—Yo no...

—Sí, sí lo haces. Debes parar de hacer eso, en serio. Si un chico no se gusta de ti por como eres, entonces que le dé un negro de tres metros —dijo, encogiendo sus hombros al hablar.

Nicoletta la miró con ojos entrecerrados.

—¿Estás segura de que no lo dices porque quieres quedarte con James? —inquirió, cruzando sus brazos.

Agatha rodó los ojos tan fuerte y rápido que temió que se le quedaran de ese modo. Tuvo que reprimir sus ganas de agarrarla de los hombros y sacudirla a ver si le entraba un poco de razón.

—¡No todo es sobre Potter, merde! —exclamó, sintiéndose histérica.

—¡Silencio! —la regañó Madame Pince, quien parecía estar cerca de tener un tic en el ojo derecho.

Aguantó la respiración unos segundos, tranquilizándose y luego lo soltó por la boca para poder hablarle a Nicoletta sin querer estrangularla.

—Ten un poco de dignidad, chica. Deja su trasero chato antes de que él deje el tuyo y no te quede ni pizca de orgullo —aconsejó.

Si llegaba a mencionar que era un truco de Agatha para quedarse con James, estaba segura de que la golpearía porque su paciencia era limitada.

—¿Dignidad?

—Sí, eso que debes sacar a la luz cuando tienes amor propio y no dejas que te humillen de ese modo.

Nicoletta lo pensó un poco.

—Nunca había pensado en ello —admitió, ladeando su cabeza.

—Evidentemente —murmuró Agatha—. ¿Puedes irte ahora? Tengo mucho por leer —señaló la enorme pila de libros que se encontraba a un lado de ella.

—Claro, rarita —dijo Nicoletta, haciendo una mueca extraña al ver el comportamiento de Agatha, pero decidió no hacer muchos comentarios al respecto. En lugar de ello, se puso de pie y se marchó sin agradecerle a su némesis personal.

Por su parte, Agatha se echó hacia atrás en su silla, resoplando por lo bajo sin poder creer que había pasado cinco minutos de su vida aconsejando a Nicoletta Russi.

Aconsejándola en cómo romper con James Sirius Potter.

Oh, era simplemente fantástico.

ϟ

Cuando Madame Pince echó a Agatha de la biblioteca era de noche y los pasillos de Hogwarts estaban vacíos, silenciosos y un poco tétricos. Abrazando un cuaderno contra su pecho, la chica continuó su camino hacia las mazmorras para dejar sus cosas antes de ir a cenar. Esperaba que Peeves no apareciera de la nada a espantarla porque estaba segura de que sus nervios no serían capaces de soportarlo.

Después de esa incómoda charla con Nicoletta, se había convencido de que algo malo iba a suceder. No había quién la hiciera cambiar de pensar. Lo sentía en sus huesos.

Murmullos colectivos llegaron a sus oídos y no pudo evitar dirigirse a ellos, su cuaderno cayendo a sus pies cuando vio lo que estaba sucediendo. Había un grupo enorme de estudiantes observando un mensaje escrito en la pared.

«La hora de sacrificios se acerca» era lo que se podía leer en letras rojas y sangrientas, gotas escarlatas deslizándose con lentitud por la extensión de la pared gracias a la gravedad.

La respiración de Agatha se hizo pesada, su pecho contrayéndose por el terror que se instaló en su cuerpo, y sus manos comenzaron a temblar sin control alguno. Los estudiantes a su alrededor se preguntaban qué demonios estaba sucediendo y solo dos presentes sabían la verdad; Agatha y James se miraron desde los extremos del lugar.

La directora Minerva McGonagall se abrió paso entre la multitud de estudiantes, seguida de Dakota Welsh, quien jadeó cuando vio el mensaje, sabiendo lo que significaba. No solo se habían metido a Hogwarts, sino que ya habían realizado una amenaza mortífera que no se preocupaba en ocultarse, sino que se enfocaba en instalar el miedo en la comunidad mágica. Eso solo podía significar una cosa: Lyra estaba fortaleciéndose, pronto dejaría de ser una criatura incorpórea y vendría por Agatha.

Los estudiantes estaban confundidos, preocupados por lo que ese mensaje pudiera simbolizar. No sabían que hubiera una nueva amenaza o peligro en el mundo mágico. Habían tenido unas décadas de paz y sin terrores. Incluso habían pasado años desde la última vez que hubo ataques de magos convictos por crímenes violentos.

No obstante, allí se encontraban. Todos de pie observando una pared con un mensaje escrito en sangre; una amenaza que prometía un caos.

—Prefectos, lleven a los estudiantes a sus respectivas salas comunes y asegúrense de que no falte ninguno. Ningún estudiante estará fuera de estas hasta el amanecer —ordenó McGonagall con voz firme.

Sin dudarlo, los estudiantes se marcharon a sus respectivas salas aún hablando sobre la pared ensangrentada. Agatha se quedó sin moverse, sus ojos grises fijos en el mensaje.

—Prepárenme para enfrentar esto, Minnie. Tú y Dakota —pidió Agatha.

—A mí igual —habló James.

—Potter...

Él negó con su cabeza.

—Soy tu guardián. Haremos esto juntos —dijo, extendiéndole el brazo para que tomara su mano.

Agatha se quedó mirándola durante unos segundos. Se podía ver el inicio de su marca en su antebrazo.

—Luz y oscuridad —susurró, haciendo referencia a sus marcas, a los colores y a lo que podría representar.

—Luz y oscuridad —repitió James y sonrió cuando Agatha aceptó su mano—. ¿Cuándo empezamos, Minnie?

—Lo más pronto posible.

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