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45| Las verdades de las serpientes

ADVERTENCIA: Este capítulo trata unos temas delicados que deben ser tomados con precaución, tales como confesiones sobre temáticas de abuso sexual y maltrato. Si consideras que no puedes leerlo, puedes saltarte del primer rayo al segundo.



           AGATHA ESTUVO UNA SEMANA ENTERA SIN PODER PROCESAR LA INFORMACIÓN QUE HABÍA ADQUIRIDO EN LA CITA. Había sido un gran impacto que James fuera tan abierto con ella como para decirle la verdad sobre la razón por la que estaba con Nicoletta. Todavía le resultaba un poco inverosímil que hubieran podido comportarse como dos personas civilizadas y sin tantos conflictos. Sin embargo, algo que verdaderamente le chocó fue el hecho de que su verdadera primera cita fuera con James Potter y no con el chico que salía.

¿Qué pensaría Lysander si se enterara de lo sucedido el viernes anterior? Merlín, se estaba comportando como una verdadera perra sin corazón. Era como si lo hiciera a propósito, aunque la realidad era distinta. Agatha no quería herir a Lysander, ni a nadie en particular. A veces actuaba sin pensarlo, se llevaba dejar por sus impulsos e intentaba seguir sus instintos de supervivencia, pero estos siempre la llevaban hacia un camino distinto, uno que no debería tomar.

¿Por qué no podía simplemente estar con alguien sin sentirse confundida? ¿Estaba haciendo lo correcto al permanecer con Lysander cuando no se sentía segura? Tal vez Potter tenía razón y solo estaba con el chico Scamander porque él no cuestionaba sus actos ni decisiones.

Y con la indecisión en su sistema, estando llena de confusión y miedo, Agatha decidió buscar consejo en alguien que tenía más experiencia que ella en todos los campos en los que era una inexperta.

— Hola, cariño, ¿está todo bien? —fue lo primero que Hermione le preguntó a su hija mientras tomaba asiento en el sofá del despacho de Dakota—. Me preocupé cuando tu profesora me llamó.

Agatha había considerado hablar del tema con Alex, pero consideró que la chica tenía una vida extrañamente perfecta como para perturbarla con sus debates mentales. También estaba el hecho de que la chica Nott no conocía su situación por completo, de modo que su madre fue la otra persona en la que pudo pensar para que le diera una opinión objetiva.

— Estoy bien —respondió de manera apresurada, pero luego suspiró pesadamente, bajando la mirada hacia sus dedos. Estaba nerviosa y no le gustaba por completo sentirse expuesta, pero sentía que era necesario—. Es solo que... estoy en medio de un conflicto.

Hermione ladeó su cabeza, sintiéndose ligeramente intrigada por el comportamiento de su hija. De hecho, estaba sorprendida de que hubiera acudido a ella y no a su padre. Sabía que, en el fondo e inconscientemente, Agatha podía guardarle cierto rencor por haberla abandonado.

— ¿Qué sucede? Cuéntame al respecto.

— ¿Alguna vez dudaste sobre estar con Ron? —preguntó de golpe y sin dar muchos rodeos.

Pudo ver a su madre elevar las cejas con asombro. Era lo menos que se esperaba.

— No te mentiré, las he tenido. Ha habido ocasiones donde me pregunto si fue buena idea casarnos o siquiera estar en una relación —se sinceró—. Solíamos... solemos discutir mucho y hay veces en las que se vuelve exhaustivo.

— ¿Por qué seguir con él si siempre andan como perros y gatos? —cuestionó Agatha frunciendo su ceño.

Hermione hizo una pequeña mueca.

— Hubo una época en la que lo consideré, pero mi madre me dijo que tenía que aprender que los objetos no se rompen, se averían y hay que buscar cómo repararlos; lo mismo sucede con algunas relaciones —explicó de manera calmada—. ¿A qué viene todo esto? —decidió preguntar luego de unos segundos de silencio.

Un suspiro se escapó de los labios de Agatha.

— Estoy saliendo con un chico —murmuró.

— ¿Y discuten mucho?

Agatha negó y pasó sus manos por su rostro con un poco de frustración. Maldito Potter por ponerle esos pensamientos que antes no tenía. Era la fuente de todos sus males.

— De hecho, es todo lo contrario. Apenas nos hablamos. Entiendo que existe la confianza, pero hay un límite entre tenerle confianza a una persona y simplemente ser ignorante —dijo y se puso de pie, caminando de un lado a otro con un toque de ansiedad—. No estoy siendo sincera con él o con mis amigos. Al menos algunos de mis amigos me cuestionan la forma en la que me comporto, pero ¿él? Solo se queda en silencio. Es como si le temiera a la verdad.

— ¿Y cuál es la verdad?

La joven presionó sus labios en una fina línea, preguntándose a sí misma cuál era la verdad. En el fondo lo sabía, el chico Potter se la había lanzado en el rostro hacía una semana y no le quedaba pizca de duda de que tenía razón; aunque la verdad era que no quería admitirlo.

Realmente le gustaba Lysander. Era un buen chico, gracioso, gentil y la trataba de una manera estupenda. Pero al mismo tiempo no era suficiente para su alma rebelde. Temía que terminaría haciendo lo que le advirtió: terminaría rompiéndolo como todo lo que tocaba, y todo por el miedo de permitirlo entrar a conocer un poco más de su alma.

— No estoy segura —mintió a medias.

Tenía una ligera idea de cuál sería el destino de ambos, pero no quería aceptarlo. No quería darle la razón a la persona que había predicho los sucesos; no al culpable de su confusión.

— Bueno, no soy tan buena con experiencias personales —mencionó Hermione—, pero haré un intento, ¿de acuerdo? —Agatha asintió—. Tal vez deberías esperar un poco en lo que aclaras tu mente. Piensa en tus pros y contras, evalúa la situación de manera objetiva y deja que el tiempo te dé la respuesta.

— ¿Lo has hecho antes?

Hermione sonrió un poco de manera triste.

— Al menos cada año. Las relaciones no siempre son fáciles, Agatha. Emplean mucho trabajo y mantenimiento para que no sufra pérdidas, como un carro.

— ¿Y si hay un accidente y termina siendo pérdida total por causas del destino? —preguntó.

— Entonces no estaba destinado a ser.

ϟ

Skylar Lynn Moon se encontraba garabateando en su cuaderno, sumida en sus pensamientos, mientras escuchaba vagamente al profesor de Transformaciones hablar sobre un tema que no le interesaba en esos momentos. Tenía un mal presentimiento. Lo podía sentir en lo más profundo de sus huesos, taladrándolos y provocándole un ligero dolor que le advertía de futuras consecuencias.

— Señor Skeer —llamó McGonagall al profesor, interrumpiendo la clase unos cortos minutos—. ¿Me presta a la señorita Moon?

Matt dudó un poco, pero al percatarse de que Skylar ni siquiera prestaba atención, le permitió salir para poder continuar con su clase.

La joven pelirroja recogió sus cosas y siguió a McGonagall por los pasillos. Ni siquiera se había molestado en averiguar para qué Minerva la había sacado del salón, pero tenía que haber una razón, ya que eran pocas las veces en las que la directora sacaba los estudiantes de sus clases. Trató de pensar en cuál podía ser, pero nada venía a su mente. Por un momento pensó que podía ser por algo malo, un castigo o reprimenda, pero luego recordó que se había portado bien durante esos últimos días.

También pensó en que podía ser algo bueno, pero tampoco pudo pensar en qué. Apenas había logrado recuperar diez puntos que perdió cuando tuvo una discusión con Charlotte en medio del gran comedor. Pensándolo bien, había perdido más puntos de los que había ganado en toda su estancia en Hogwarts. De hecho desde que volvió de las vacaciones, todavía le quedaban cuarenta puntos de recuperar. Se supone que eran más, pero Agatha se había esforzado en ayudarla a obtenerlos de vuelta.

— McGonagall, ¿por qué me llamó? —decidió preguntar cuando vio que se detuvieron frente a la gárgola que les permitiría acceso al despacho de la directora.

— La vinieron a visitar —se limitó a decir y le hizo un gesto para que continuara el camino.

Eso solo la dejó más confundida de lo que estaba antes. ¿Quién la vendría a visitar? Ambas entraron al despacho de McGonagall y se quedó paralizada al ver a la persona que la vino a visitar.

Allí, frente a ella, se encontraba la mujer que dejó que la maltrataran. La persona que ni se preocupó por sus moretones. La persona que le mintió toda su vida. La persona que la hirió de la peor forma. Era su miedo personificado y la misma que le dio el regalo de vida al nacer.

— Madre —murmuró, sintiendo como un nudo se formaba en su abdomen, engrosándose hasta instalarse en su garganta.

Su estómago se contrajo y, durante un momento, pensó que iba a vomitar del pánico que se instalaba en su sistema. Quería gritar, decirle a McGonagall que alejara a su madre de allí, mostrarle en el pensadero sus recuerdos más atroces donde la violencia marcaba su nívea piel de un tono violáceo. Sin embargo, el miedo actuó como un agente paralizador, impidiendo que pudiera mover un solo músculo para protegerse antes de que se volviera demasiado tarde.

— Profesora McGonagall, ¿podría hablar con mi hija en los jardines?

Era increíble la manera en que sonreía como si nada hubiese pasado. Sus ojos brillaban con cariño, luciendo como una verdadera madre amorosa y queriendo hablar con su hija, cuando la realidad era muy distinta.

— Claro —permitió Minerva, tomando asiento en su silla detrás del escritorio.

Violeta se acercó a su hija y puso su mano en su hombro, apretándolo con gran fuerza. Skylar sintió que el aire le faltaba, su pecho oprimiéndose con dolor; estaba aterrorizada.

— Vamos, Sky. Tenemos mucho de qué hablar, cielo —habló con dulzura.

Skylar no pudo controlar sus pies, los cuales se movieron automáticamente en la dirección que su madre la forzaba. Era el mismo temor de ser abusada lo que la hacía caminar con más fuerzas, tenía que obedecer para no salir herida.

— ¿Qué haces aquí? —le preguntó Skylar en medio de su impresión.

Su madre dio dos pasos, acercándose a la figura de su hija de manera amenazante. Los ojos azules de Sky brillaron con lágrimas reprimidas.

— ¿Qué hago aquí? —inquirió, mofándose en un tono sardónico—. No viniste para navidad. De nuevo.

— Creo que no tenía una razón para volver —respondió la muchacha con voz ahogada—. Nunca voy a volver a esa casa.

— No seas ridícula, Skylar. Eres una niña y seguirás bajo mi cuidado hasta que cumplas la mayoría de edad —le dijo, pasándole los dedos por el cabello y la mejilla.

Una lágrima se deslizó por el rostro de Skylar al sentir el tacto de su progenitora. Se había quedado paralizada nuevamente teniéndola tan cerca.

— No me importa. Prefiero morir antes de volver a ese lugar —logró mascullar de manera entrecortada.

Violeta levantó su mano hacia el rostro de Skylar y lo apretó con fuerzas, clavando sus uñas en la suave piel. Con ese acto, la empujó hasta que su cabeza golpeó los ladrillos de la pared. El impacto provocó que Sky mordiera su labio sin querer y una gota de sangre brotó de la herida.

— Te vas a arrepentir de decir eso, niña.

— ¡Diré la verdad! —exclamó en medio de un sollozo y las lágrimas cayeron por su rostro, empapándolo—. ¡Les contaré a las autoridades la verdad de lo que sucedió en el verano!

Escuchó a su madre reír, lo que provocó que el llanto de Skylar fuera más fuerte y desgarrador.

— Esos son solo mentiras y cuentos que te inventaste por atención. No seas tan estúpida como para arruinarle la reputación a un hombre importante solo porque te prohibió pasar las vacaciones con tus infantiles amigos —manifestó Violeta, soltando el rostro de su hija.

Ella se dejó caer al suelo, sollozando sin control.

— No son mentiras —pronunció—. Juro que no son mentiras. Solo porque estuviste tan ebria esa noche como para no recordar quién no estuvo en tu cama esa noche, no significa que me lo haya inventado.

— ¿Está todo bien?

Skylar sintió el alivio invadir su sistema cuando escuchó la voz de Dakota hacer eco en el pasillo. Era como la señal de que podía ser salvada, al menos en ese encuentro con su madre. Necesitaba un poco de tiempo para poder enfrentarla sin quebrarse como lo acababa de hacer.

— Sí, señorita. ¿Hay alguna razón por la que está interrumpiéndonos?

Dakota elevó sus cejas con incredulidad ante la frialdad de la mujer.

— Skylar debería estar en clase. Además, luce afectada por cualquiera que sea la discusión que están teniendo. Me veo obligada a pedirle que se retire de la institución antes de que tenga que llamar a otras autoridades.

— ¿Quién es usted para impartir órdenes? —cuestionó Violeta.

— Soy la subdirectora y jefa de casa de Skylar, además de su profesora. ¿Necesito más autoridad o le parece suficiente? —inquirió Dakota, alzando su mentón con suficiencia para que la mujer no fuera capaz de ver a través de sus mentiras.

Skylar aprovechó la distracción de su madre para ponerse de pie y correr lejos de su presencia. En su mente comenzaron a reproducirse las imágenes aterradoras de sus experiencias más oscuras de su corta vida. Sentía una presión en el pecho que no la dejaba respirar y todo a su alrededor se volvió un borrón, a medida que sus pasos se dirigían torpemente hacia las mazmorras para esconderse en su refugio.

No detuvo su camino ni siquiera cuando su cuerpo chocó con el de Agatha.

— Sky, ¿estás bien?

Pero la pelirroja no respondió, sino que continuó corriendo y pronunció la contraseña de su sala común. Agatha, ante la confusión del estado de su amiga, decidió ignorar su clase y seguirla hacia la habitación. La preocupación estaba viajando por sus venas, en especial cuando vio la túnica tirada en el suelo del cuarto junto a su corbata rasgada. Pudo encontrarla en el interior del baño, arrodillada frente al inodoro mientras vomitaba.

— Skylar —la llamó, despojándose de su túnica, dejándola en una esquina y se agachó a su lado, sosteniéndole el cabello en lo que terminaba de vaciar su estómago—. ¿Qué sucedió?

Skylar tosió, viéndose incapaz de respirar, sus manos temblando sin control.

— N-No puedo... n-no puedo respirar —articuló.

— Sky, inhala y exhala ¿de acuerdo? Mírame, estoy aquí contigo. Estás teniendo un ataque de pánico, pero nada te está sucediendo ahora. Ha terminado, cariño. Ya no está y no puede herirte.

Skylar luchó contra su pánico y logró controlarlo antes de que fuera demasiado tarde. Agatha tenía razón. Las memorias no podían herirla físicamente. No podían someterla bajo el abuso nuevamente.

— No soy así —se dijo a sí misma Sky, limpiándose las mejillas, pero fue inútil porque las lágrimas seguían cayendo—. Soy más fuerte que esto.

— Skylar, quebrarse unas veces está bien. Significa que eres humana y todavía tienes la capacidad de sentir. Lo importante es saber levantarse después —habló con cautela, sabiendo que estaba en un terreno desconocido.

Skylar sorbió su nariz.

— ¿Cómo sabías que estaba teniendo un ataque de pánico? —preguntó.

Agatha sonrió tristemente.

— He tenido varios con el transcurso de los años. En especial después de que mis padres adoptivos murieran —respondió con sinceridad.

Sky asintió.

— No fui completamente honesta, Agatha. Cuando te conté lo que me sucedía en casa, no fui completamente honesta. Principalmente porque todavía no lo acepto —comenzó a decir, las palabras quemaban su garganta al ser pronunciadas—. Pero juro que no estoy mintiendo.

— Nunca pensaría que mientes con algo tan delicado —le aseguró Agatha.

Ahora más que nunca estaba preocupada por su amiga. La desesperación brillaba en sus ojos azules con cada pronunciación. Lucía como si fuera a caer por un abismo oscuro con cada verdad que guardaba en su interior.

— Mi padrastro no solo llegó a golpearme, sino que en una noche durante el verano, se escabulló en mi cama y me tocó en formas que un hombre no debería tocar a la niña que crio como su hija. Nunca lo consentí, Agatha. Tampoco miento de lo que me hizo —confesó su voz quebrándose en mil pedazos según iba diciendo su verdad—. Y mi madre no me creyó. Dice que me lo he inventado todo, pero juro que no es así. Juro que no estoy mintiendo.

El corazón de Agatha cayó a sus pies cuando escuchó la terrible verdad que atormentaba los recuerdos de su amiga. Merlín, Skylar apenas tenía catorce años y un hombre desgraciado fue capaz de crearle traumas que la quebraron. Le había arrebatado mucho al creer que tenía derecho sobre su cuerpo cuando no era así. La hizo sentir como una extraña en su propia piel cuando era lo único que no podía quitarse.

— Sky, tienes que decirle a alguien más sobre esto —logró decir Agatha cuando pudo salir de su perplejidad.

Skylar negó con firmeza.

— Agatha, si mi madre no me creyó, ¿quién me garantiza que las autoridades lo harán? —cuestionó—. No vale la pena.

Agatha suspiró.

— Siempre hay una manera de salir de ello, Sky. Nunca olvides que siempre habrá alguien que te creerá y que siempre puedes buscar ayuda.

— Solo quiero olvidarme de ello, ¿de acuerdo? Tenía que sacármelo del pecho para así poder continuar con mi vida —dijo y se puso de pie para salir del baño, dejando a Agatha con un solo pensamiento en su cabeza.

«Pelearé por ti, Sky»

ϟ

Scorpius H. Malfoy se encontraba confundido. En su pecho tenía una mezcla de sentimientos que hacían un lío en su cabeza, impidiéndole concentrarse en su mayor problema: no era capaz de sacarse a Lily de la mente, aun cuando estaba con Rose. ¿Cómo era posible que su corazón se viera tan confundido? ¡Eran primas por amor a Cristo! No podía quebrar un lazo de amistad por un flechazo.

— Scor —lo llamó Rose, frunciendo su ceño—, ¿está todo bien? Has estado muy callado los últimos días.

Él se enfocó en observar a la chica con la que estaba saliendo, intentando de volver a sentirse como en el inicio de su juvenil romance. Trató de ver sus pecas, de que estas le recordaran lo tierna que podía verse cuando se sonrojaba o hablaba de algún tema inteligente; pero, en lugar de eso, en su mente volvió a aparecer el rostro de Lily Luna. Sus ojos almendrados luciendo tristes y culpables luego de que Scorpius le robara su primer beso.

¿Cómo era posible que se encontrara pensando en Lily cuando tenía a su novia frente a sus ojos? Apreciaba a Rose y le tenía mucho afecto como amiga, pero no lograba que su corazón latiera con más fuerzas al verla. No se comportaba del mismo modo cuando tenía a Lily frente a él. Se encontraba más de lo necesario pensando en la manera en la que arrugaba su nariz cuando algo le molestaba y la forma en la que sonreía abiertamente cuando le ganaba en cualquier juego en el que ya era una experta.

Sin saberlo, se había enamorado de Lily Luna Potter.

— No sé de qué me hablas —murmuró, la mentira deslizándose de sus labios antes de que pudiera reprimirla en su interior.

A veces decir una mentira era más fácil que confesarle la cruda y fea verdad.

— Scorpius, sabes perfectamente de lo que te hablo —espetó la chica, sus mejillas enrojeciéndose por el coraje.

— Tal vez lo hago.

Rose resopló y cruzó sus brazos, mordiendo el interior de su mejilla en un intento de contenerse, pero no funcionó.

— ¿Crees que soy tonta? —cuestionó—. ¿Crees que no me he dado cuenta de lo que verdaderamente está sucediendo aquí?

— ¿Qué es lo que me pasa según tú?

— Te enamoraste de otra —afirmó Rose Weasley.

Scorpius desvió su mirada, dirigiéndola a cualquier parte menos hacia Rose.

— Sí. Estoy enamorado de otra chica.

— No estaba preguntándolo, Scorpius. Estaba estableciendo la verdad que eras muy cobarde como para decirla. Supongo que por esto no eres Gryffindor. Eres una serpiente y solo estás mudando otra de tus pieles cuando ya no la necesitas.

— ¿Qué se supone que eso signifique Rose? ¿Piensas que simplemente te utilizaba por mi propio beneficio y te estoy echando de lado solo porque alguien más ha captado mi atención? —escupió las preguntas con un toque de furia.

Si bien él no había sido un completo ángel con ella, sus sentimientos habían sido genuinos desde el primer momento en el que quiso invitarla a salir.

— Es exactamente lo que estoy diciendo. Mi padre tenía toda la razón sobre ti y tu familia: solo usan a las personas. Pero tranquilo, Scorpius Malfoy, espero que esa chica sea la mitad de lo que yo fui contigo, porque si alguna vez piensas volver arrastrándote a mí, no te estaré recibiendo de vuelta —soltó de manera fría—. Lo nuestro se ha acabado para siempre.

En ese momento, Scorpius supo que si Rose se encontraba echando humos sin saber la completa verdad, cuando supiera toda la historia jamás lo perdonaría. Estaba seguro de que Rose Weasley siempre lo odiaría.

ϟ

Cuando James Sirius Potter se adentró en el aula de pociones al anochecer, estaba terriblemente furioso con Agatha. La chica había desaparecido la mitad del día, dejándolo solo en el trabajo que debían presentar en la clase de DCAO. Apenas sabía su parte como para tener que decir la de la chica también. La mueca de decepción de Dakota cuando se vio obligada a darle una calificación más baja fue lo suficiente como para lograr que James estuviera con un humor de perros. En especial cuando recibió una carta de Agatha pidiéndole que se encontraran en el aula de Slughorn.

— ¿Por qué me has citado aquí? —preguntó James en un tono monótono, su rostro permaneciendo sin rastro de emoción.

Agatha acomodó su cabello rubio detrás de sus orejas y suspiró pesadamente. Ya no tenía el uniforme puesto, sino que iba vestida con un pantalón negro y una camisa holgada de mangas largas. Solo había salido de las mazmorras cuando Alex llegó para relevarla y que pudiera salir a comer algo y distraerse.

La chica Nott no conocía a profundidad la razón por la que Agatha no quería dejar sola a Skylar, pero no hizo preguntas al respecto. En lugar de ello, se aseguró de que la menor de las tres tuviera compañía y distracciones.

— Bueno, en un inicio pensaba pedirte ayuda para vengarnos de Dakota por obligarnos a asistir a una cita juntos, pero ahora mis prioridades han cambiado —habló Agatha.

James resopló.

— Estás loca si piensas que voy a ayudarte luego de que me dejaras hacer el trabajo solo —expresó con amargura.

— Mira, lamento eso, ¿sí? No planificaba perderme la clase, pero se me presentó una situación de imprevisto. Hablé con Dakota antes de venir a aquí y accedió darnos otra oportunidad para presentarlo —se disculpó. James la miró con una ceja arqueada, todavía incrédulo de sus palabras—. Pero en serio necesito que me ayudes con algo, solo será informativo.

El chico rodó sus ojos.

— ¿Qué quieres?

— Sé que Harry es jefe del departamento de aurores y me interesaba saber si existían casos reportados de abuso en el mundo mágico. Tengo entendido que hay temas que son tabú en el ministerio y que se rehúsan a admitir su existencia, incluso cuando los muggles han creado leyes al respecto —explicó levemente.

— Los hay. Muchos vienen de las familias denominadas los Sagrados Veintiocho. Están muy apegados a las costumbres antiguas y no aceptan muchos cambios. Algunos tratan a sus esposas e hijas como tratarían a un elfo doméstico —le informó James con una seriedad que Agatha no se esperaba recibir de su parte.

De cierto modo, le reconfortó que el chico se tomara el tema seriamente, pues la situación de Skylar era una que merecía esa actitud una vez pudiera convencerla de reportarlo a las autoridades.

— ¿Y qué tan serio se lo toman?

Un resoplido se escapó de los labios de James.

— Mi padre fue víctima de maltrato cuando niño, Agatha, así que créeme que se lo toma bastante en serio.

La sorpresa abarcó el rostro de la muchacha durante unos segundos, elevando sus cejas para poder expresarlo. Jamás se habría imaginado que el hombre carismático que solía ver en vacaciones había tenido una infancia cruel y vil.

— No lo sabía.

James cerró sus ojos durante unos segundos y se permitió tranquilizarse. Tenía razón, Agatha y muchos en el mundo mágico desconocían de los tratos que su padre había recibido cuando niño.

— Está bien. ¿Por qué te interesa tanto el tema? ¿Es sobre algo que te está sucediendo?

De tan solo pensar en alguien hiriendo a Agatha de ese modo, lo hacía sentirse enfermo. No podía imaginar que fuera verdad, pues sería más de lo que la chica podría llegar a soportar.

Para su alivio, Agatha negó con rapidez.

— No, no es para mí, pero estoy tratando de ayudar a alguien que sí está pasando por la situación. Tiene miedo de que las autoridades no tomen el tema en serio si se arriesga a decirlo —aclaró vagamente.

— ¿Te perdiste la clase por ayudar a la persona?

— Sí, pero no importa. Podremos exponer el trabajo nuevamente, así que no me mortifiques más por ello.

James negó.

— No pensaba culparte más por ello ahora que sé la razón, Agatha —le aseguró y no pudo evitar que en su pecho se extendiera una sensación cálida.

Siempre trataba de enfocarse en los aspectos que no le gustaban de Agatha, todo lo que le hacía enfurecer, que no le daba tiempo de admirar y apreciar sus cualidades positivas y enriquecedoras. Era una joven que se preocupaba por sus amistades, que hacía todo lo posible por lograr que estuvieran bien y sin problemas. Buscaba que los marginados tuvieran un lugar adónde pertenecer y defendía a aquellos que no tenían las fuerzas para batallar. Agatha guardaba mucho de lo que sentía en su interior, pero en su corazón había un inmenso fuego que brillaba con fulgor.

— Bueno... —mencionó Agatha, rompiendo el silencio que se había instalado en el aula.

Estaba ligeramente incómoda por la manera en la que James se había quedado mirándola, no necesariamente porque le disgustada, sino porque le hacía querer sonrojarse. Agatha Christina no era persona de que le sacaran los colores.

— Entonces, ¿qué era eso que tenías planificado hacer para vengarnos de Dakota? —preguntó, ladeando un poco su cabeza y una media sonrisa apareció en su rostro inevitablemente.

Agatha sonrió ampliamente y bajó la mirada un poco porque estaba comenzando a sentirse acalorada. No se permitiría sonrojarse.

— Es sobre una poción...

Y con rapidez, le contó lo que tenía pensado, enumerando distintos ingredientes y los resultados que obtendría; no sería riesgoso ni tendría efectos secundarios. Querían molestar a Dakota, pero no matarla.

— Tengo curiosidad —mencionó James mientras buscaba los ingredientes—, ¿cómo lograste que Slughorn te prestara el aula?

Agatha rascó su cabeza.

— Sí, sobre eso, no lo hizo. Tal vez, solo tal vez, tomé ventaja de mis cualidades y abrí la puerta sin que él lo supiera.

James volteó a verla, boquiabierto. Ni siquiera él con sus amigos habían intentado meterse en el salón de Slughorn sin su consentimiento. Sí, habían robado unos cuantos ingredientes durante las clases, pero tampoco llegaban al punto de ser atrapados en un salón después de que se acabara la jornada.

— ¿Qué sucede si nos atrapan?

— Te culparía a ti, obviamente —dijo Agatha, encogiendo sus hombros.

James rodó sus ojos.

— ¿Cómo sabes que esto funcionará? —interrogó, señalando el caldero de la pócima con su mentón.

— Lo he hecho antes.

— ¿Hay algo que no hayas hecho antes? —inquirió con una ceja arqueada. Aunque, Agatha, siendo ella, le encontró otro significado a su pregunta y no pudo evitar que sus orejas quemaran—. ¿Por qué estás roja?

— Ninguna razón —se apresuró en decir.

James la miró con ojos entrecerrados y la realización lo golpeó como una fuerte ola.

— ¡Oh, ya entiendo! Vaya, eres una completa pervertida. Tienes una mente cochambrosa, Agatha Christina.

— Cállate —ordenó, lanzándole un paño que estaba utilizando para limpiar residuos de la poción. Él lo atrapó con facilidad y se lo lanzó de vuelta, el pedazo de tela golpeándola en el rostro—. ¡Eres un salvaje, Potter!

La oportunidad se le presentó en bandeja de plata para que James le encontrara el doble sentido a sus palabras también.

— Lo dices y no lo sabes, rubia.

Agatha volteó a verlo, solo para encontrarlo de pie a un paso de distancia, el cual James cerró, provocando que sus pechos casi se rozaran al respirar de manera agitada.

Él observó su rostro con cautela, descendiendo de sus ojos grises hasta sus labios rosa pálido y se preguntó sobre las cosas que Agatha no había hecho antes. Sabía que había besado. La vio con Lysander en el pasado, pero conocía a su amigo. Él no la besaría con la intensidad que Agatha necesitaba.

Durante un segundo, James se imaginó cómo sería sentarla sobre la mesa y besarla con la fuerza de un huracán. Casi gimió ante la escena que se había formado en su mente. Solo tenía que acercarse lo suficiente, inclinar su cabeza para atrapar sus labios y se perdería en el deseo prohibido que estaba teniendo con Agatha.

«Es la novia de tu mejor amigo, James», se repitió mentalmente, como si de un mantra se tratase. Quería recordárselo una y otra vez hasta que tuviera el valor suficiente de abandonar su fantasía. Pero justo en ese instante, Agatha llevó una de sus manos hacia su cabello para alejar unos mechones que se colaron en su campo de visión y la manga de su camisa se levantó, relevando parte de su marca.

— ¿Qué es eso? —preguntó James, frunciendo su ceño al captar el vago reflejo de las aves azules en su antebrazo.

No podía ser cierto.

— ¿Qué es qué? —replicó Agatha, bajando su brazo con rapidez.

— No actúes como si no supieras. Por Godric, no puede ser que sea cierto.

El destino no podía ser más hijo de perra con ellos al quererlos juntos cuando el universo continuaba manteniéndolos alejados.

Le agarró el brazo y ella no forcejeó para evitar que la viera mientras levantaba la tela que cubría la zona. Las aves comenzaron a ser visibles desde el borde de su antebrazo hasta llegar a la luna azul marina. No pudo evitar la necesidad de pasar sus dedos por la marca y Agatha se estremeció, mordiendo su labio interior. Con cuidado, James arremangó su camisa en el brazo derecho y lo colocó al lado del de Agatha, dejando ver cómo unas aves amarillas salían del borde de su antebrazo hasta llegar a un sol en medio de este.

James tenía la mitad de la marca.

— Eres tú —susurraron de manera apenas audible.

ϟ

En la Mansión Malfoy el clima estaba hecho un desastre. Nubes grises se encontraban oscureciendo el cielo y gruesas gotas de lluvia golpeaban las ventanas, provocando un ruido extrañamente relajante para el mal que guardaban los muros de la casa. Acompañando al sonido de la lluvia, pasos apresurados hicieron eco por los pasillos, dirigiéndose hacia el recibidor donde Narcissa pudo ver a su marido dirigiéndose hacia la puerta principal con firmeza, estando envuelto en una capa negra que lo protegería del aguacero.

— ¿Adónde vas Lucius? —preguntó Narcissa, aunque podía sentir en su abdomen cuál era la respuesta. Sabía que no le gustaría escucharla, pero necesitaba conocer la verdad con certeza.

— Voy a salir —respondió secamente.

Narcissa rodó sus ojos y una carcajada sardónica salió de sus labios.

— Eso lo sé yo, me refería adónde te diriges —especificó, yendo directo al grano y sin rodeos.

Lucius le dedicó una mirada fría y sin ningún tipo de emociones.

— El callejón Knockturn.

Su esposa lo miró de manera reprobatoria. Odiaba que estuviera yendo a ese lugar de nuevo. Nunca les había traído algo bueno visitarlo y siempre terminaban en problemas. No necesitaban más conflictos, sabiendo que su familia se vería severamente afectada el día en el que se enteraran sobre la identidad de su nieta, incluso si Lucius no lo supiera. ¿Por qué continuar complicando las cosas cuando apenas eran recibidos en la comunidad mágica sin que las personas tuvieran la necesidad de llamar a los aurores?

— Habíamos acordado que lo dejarías, Lucius. ¿Dónde quedó tu promesa? —quiso saber, un rastro de dolor adornaba sus palabras.

Ella amaba a su esposo, en realidad lo hacía. No importaba que hubiera sido un matrimonio arreglado en un inicio, ellos aprendieron a quererse y aceptar sus propios conflictos y opiniones. No quería verlo en prisión. Ya lo había visto una vez y había sido más que suficiente.

— Narcissa, sabes que tengo que hacerlo —le dijo, esta vez en un tono más suave—. Volveré para la cena —aseguró antes de marcharse.

ϟ

Draco Malfoy se dirigió hacia la mesa donde su esposa tomaba una taza de té y depositó un sobre en la superficie de esta, mirándola con severidad. Su expresión monótona demostraba que estaba buscando la manera de que fuera una conversación seria y no de chistes y bromas. Le había costado un tiempo hacerse la idea de cómo podría traer el tema a colación, pero ya no podía soportarlo más. Tenía que hacerlo. Era ahora o nunca.

Astoria elevó su mirada hacia su marido, frunciendo el ceño al no comprender la razón por la que actuaba de esa manera.

— ¿Qué es esto, Draco? —cuestionó, ladeando su cabeza ligeramente.

— Los papeles de divorcio.

La escuchó reírse, dejando los papeles a un lado sin siquiera disponerse a ojearlos.

— Qué buen chiste, cielo —dijo, llevando la taza hacia sus labios para tomar un sorbo del líquido.

— No es un chiste, Astoria. Quiero el divorcio —habló en un tono neutro.

— ¿De qué demonios estás hablando? —cuestionó, dejando la taza a un lado. Una vena se brotó en su frente y su rostro comenzó a adquirir un color rojizo—. Draco nosotros somos felices juntos.

Tan solo unas noches atrás habían tenido un encuentro apasionado luego de recibirlo en una lencería provocativa. Pensaba que estaban comenzando a arreglar sus problemas.

— Astoria, yo no puedo estar casado con alguien que no amo —comenzó a decirle, intentando de razonar con ella—. Eso solo te heriría a ti, y creo que no es justo para ninguno de los dos estar en una relación que no va a dar resultado. Ya no funcionamos juntos, necesitas entenderlo.

Astoria le dio una cachetada y le tiró los papeles en el rostro, estando presa por la furia que invadió sus venas de una forma abrasadora.

— Nunca te daré el divorcio —sentenció antes de marcharse, a paso firma.

Draco se sobó la mejilla afectada y ladeó la cabeza.

— Bueno, eso no fue tan mal como pensé.


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El tema de Skylar fue uno difícil de redactar porque no puedo ni imaginarme lo difícil que tiene que ser convertirse en una víctima de abuso sexual. Soy consciente de que es una temática un poco fuerte y que no todos se sienten cómodos de leerlo, pero también hay que ser conscientes de que es REAL y está sucediendo en todas partes, en cualquier esquina que volteen. Caras vemos, corazones no conocemos. Nunca sabremos si esa persona que estuvo hablando con nosotros en la escuela o en la calle vuelve a su casa para sufrir.

Si alguno de ustedes ha sido víctima de abuso o acoso sexual, jamás se queden callados. Hablen con un adulto o figura de autoridad, busca ayuda y comprende que no fue tu culpa. Jamás es la culpa de la víctima. Si por alguna razón, no quieren contarle a nadie de sus familias, pero necesitan hablar de ello, mis mensajes siempre están abiertos para ustedes. Recuerden que soy una amiga más y que siempre podrán contar conmigo.

También, dejando a un lado los temas más serios, para los RE-LECTORES: ajam, sí, he cambiado muchas cosas, en especial con las partes de Jagatha, pero no me pueden negar que ha sido para bien. fight me si no están de acuerdo porque han quedado súper lindas las partes.

Love,
Thals

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