43| Minnie es Cupido
EL GRAN COMEDOR SE ENCONTRABA ILUMINADO por los cientos de velas que flotaban sobre el lugar, haciéndole compañía al techo hechizado que representaba un cielo oscuro y estrellado, casi logrando que se vieran constelaciones. Las cuatro mesas estaban abarrotadas de estudiantes esperando el gran y delicioso banquete que se servía cada noche mientras los murmullos invadían el lugar. Querían saber todo sobre las vacaciones de las que acababan de regresar. Finalmente, en la mesa de los profesores había un lugar vacío, el lugar del profesor de Transformaciones para ser más específicos. Y era ese puesto el tema principal esa noche.
— Escuché que el profesor de Transformaciones tuvo un accidente durante las vacaciones —comentó Alex captando la atención de sus amigos, los cuales se encontraban charlando y preguntándose qué había ocurrido Quinn.
Agatha la miró con el ceño fruncido. Aún estaba realmente cansada, apenas había dormido tres horas después de la noche que tuvo y las marcadas ojeras que adornaban su rostro la delataban. No obstante, se forzó a sí misma a permanecer alerta, participando en la conversación al dar algunos asentimientos y gestos.
— ¿Qué le sucedió? —Preguntó Albus con curiosidad y le dio una mirada sospechosa a Agatha. Él sabía que su amiga solía ser bastante parlanchina y comunicativa, mientras que esa no he apenas había pronunciado palabras cortas. Parecía como si en cualquier momento iba a caer dormida sobre la mesa.
La chica de cabellos rubios no pudo evitar fruncir el ceño nuevamente. ¿Por qué le había lanzado esa mirada? Era confuso, pero si Albus la había mirado así tenía que ser por algo muy importante o extraño. Tal vez sabía sobre su escapada con James la noche anterior.
— Pensaba convertirse en animago, pero pronunció una letra mal por equivocación y terminó mal herido. Está en San Mungo —explicó Alex, moviendo sus manos al hablar, brindándoles la información que deseaban saber.
— Entonces, ¿no vamos a tener Transformaciones en lo que queda del año? —Preguntó Scorpius ligeramente desanimado. Le gustaba la clase de transformaciones, era cuando más le sorprendía la magia.
Alex negó con la cabeza.
— McGonagall ya consiguió alguien para el puesto —les dejó saber.
— Vaya, Minnie es rápida —silbó Agatha por lo bajo. A veces le sorprendía lo eficiente que era la mujer para realizar su trabajo. Seguramente en Beauxbatons hubieran estado con un profesor sustituto que ni siquiera sabía cómo dar clases. No es como si subestimara la academia, pero no era de su gran agrado.
— ¿Aún no saben quién será la o el nuevo profesor de Transformaciones? —quiso saber Skylar.
La castaña volvió a negar y se encogió de hombros.
— No, según tengo entendido no aparecerá hoy, sino mañana.
Los demás asintieron dejando el tema de lado para escuchar el discurso de McGonagall donde explicaba lo que ya Alex había dicho. Mencionó que el profesor Quinn no volvería, pues renunció durante su estadía en San Mungo. Había sido una decisión apresurada, pero ya él necesitaba un descanso de Hogwarts, por no decir de los estudiantes, y aprovechó la situación para retirarse. También dijo que el nuevo profesor haría su acto de aparición al día siguiente en su horario normal de clases. Volvió a recordar que no podían entrar al Bosque Prohibido y luego dio el inicio al banquete.
— Agatha, ¿es mi imaginación o mi hermano te está mirando? —preguntó Albus, inclinándose un poco para hablar en un susurro, de modo que solo ella lo escucharía.
Agatha lo miró sin entender, la confusión pegada a su rostro. Albus señaló detrás de su espalda y ella giró su cabeza en dirección a la mesa de Gryffindor. Efectivamente se encontró con la mirada de James, quién la apartó inmediatamente. Se encogió de hombros y volvió a mirar a Albus.
— Es tu imaginación —mintió.
Albus no le creyó, pero fingió que lo hizo y continuó comiendo.
— Agatha, escuché que van a dar clases de aparición, ¿vas a tomarlas? —preguntó Alex dejando de comer por un segundo—. Bueno, si te lo permiten porque cumples en septiembre.
— Las tomaré. Tengo un arreglo con Hogwarts porque en Beauxbatons las clases empezaban una semana después, de modo que mi cumpleaños estaba al límite correcto —explicó Agatha, dejándoles saber parte de la información que no conocían—. Además, ¿cómo sabes tú todo esto?
— Lo escuché en el Ministerio —mencionó como si eso explicara todo. Agatha alzó una ceja, mirándola fijamente—. Estaba acompañando a mi padre un día que estaba informándole a Kingsley sobre la salud de Quinn.
— ¿Sobre la salud de Quinn?
Alex rodó los ojos y se golpeó en la cara mientras murmuraba «Nunca me hacen caso, nunca me hacen caso» repetidas veces. Sus amigos no le prestaban atención a sus detalles familiares, al contrario de ella quien conocía todo sobre ellos. Bueno, al menos eso era lo que pensaba.
— Mi padre es sanador —dijo con un toque de obviedad—. Trabaja en el cuarto piso —añadió.
ϟ
— El profesor de Transformaciones es tan lindo —comentó una chica de séptimo año por los pasillos con voz soñadora y dejó salir un pequeño suspiro, abrazando su libro contra su pecho. Sus ojos brillando con un toque de enamoramiento.
Agatha hizo una mueca cuando escuchó eso. Era extraño que hablaran así de un profesor cuando probablemente él ni les haría caso por el simple hecho de ser mayor que las estudiantes. Por Merlín, el profesor podía ser un viejo depravado.
Negando con la cabeza, caminó rápidamente hacia el salón de DCAO y entró como Juan por su casa. Lo mismo hizo con la oficina de Dakota, para encontrarse con la metamorfomaga discutiendo con un hombre más o menos de la edad de su profesora.
— Matt, ¿qué demonios tienes en tu cabeza? —Preguntó Dakota con las mejillas rojas.
No las tenía así por vergüenza o calor, sino por el coraje que tenía. Eso Agatha pudo notarlo con facilidad.
— ¡No lo sé! —Exclamó él—. Solo me ofrecieron el trabajo y acepté. Nunca pensé verte aquí.
— Agatha, cierra la boca que se te meten las moscas —le dijo Dakota antes de volver a su discusión—. ¿Estás totalmente seguro? Porque creo que Teddy y Vic te dijeron que yo trabajaba aquí.
Él se rascó la nuca.
— Bueno, tal vez sí sabía, pero no por eso acepté —insistió—. Era mi oportunidad de trabajar en Hogwarts. Vamos, es un sueño poder pertenecer a la facultad del mejor colegio de magia del mundo.
Dakota suspiró tratando de calmarse, cerró sus ojos unos segundos y luego lo miró a los ojos, colocando una mano en su cadera.
— ¿Por qué realmente estás aquí? —Preguntó.
Matt mordió el interior de su mejilla.
— No pienso decir nada frente a una estudiante.
Agatha lo miró indignada mientras abría un paquete de grageas de todos los sabores, llevándose una a la boca con cuidado. Era su oportunidad de devolverle la jugada a Dakota.
— Ella es de confianza, Matt —le dejó saber la metamorfomaga.
Matt suspiró y miró a Dakota de una manera única. Podía estar fastidiado con ella, pero sus ojos hablaban por él. Tenían un brillo especial que se notaba desde lejos. La miraba como si la mujer que tenía en frente fuera la luna que no podía alcanzar.
— Es cierto, no te preocupes por mí —dijo caminando hacia el escritorio de Dakota y sacando una rana de chocolate—. Estaré aquí comiéndome las provisiones de Dakota.
La metamorfomaga le arrebató la rana de chocolate antes de que pudiese abrirla. Quería mucho a Agatha, pero no le permitiría que se comiera sus chucherías. Las necesitaba para las lecciones de DCMO para poder observar los momentos Jagatha con mejor calidad.
— Eso es mío. Tocas otra cosa de mis provisiones y te arranco la mano —amenazó.
— Nunca cambias —mencionó Matt.
Dakota lo fulminó con la mirada y se cruzó de brazos. No entendía qué estaba haciendo él ahí. No era porque estuviese prohibido que él trabajara en Hogwarts, sino porque había pasado tanto tiempo desde la última vez que se habían visto que la tomó por sorpresa.
— Te vuelto a preguntar: ¿Por qué estás aquí realmente?
— ¿Realmente quieres escucharlo? —cuestionó.
— ¡Sí!
— Vine por ti —admitió.
Dakota se quedó boquiabierta. Agatha se quedó boquiabierta. Perro, el Augurey, se quedó boquiabierto. Todos se quedaron boquiabiertos. Lo menos que esperaban era que las palabras de Matt salieran con tanta facilidad de su lengua, como si no tuviera ni pizca de vergüenza de lo que estaba haciendo.
ϟ
Hermione Jean terminó de firmar unos documentos de su trabajo antes de ponerlos en orden de importancia sobre su escritorio. Llevaba toda la mañana trabajando sin parar. Muchas veces había pensado en cambiar de departamento, pero no lo hacía. Amaba su trabajo y amaba poder ayudar. Escuchó que tocaban la puerta y con un 'pase' dejó pasar a la persona que resultó ser su marido.
De momento sintió una presión en el pecho, algo parecido a la desilusión. Puede que estuviese pensando que sería alguien más que resultó no ser. Él se acercó a ella y le dio un casto beso en los labios en modo de saludo. Sin embargo, Hermione se tensó un poco cuando el pelirrojo puso una mano en el muslo de ella.
— Ron, estamos en mi oficina —dijo en modo de advertencia.
Ronald la miró con el ceño fruncido. ¿Qué le sucedía? No era la primera vez que compartían afecto en ese lugar. Recordaba muchos encuentros ahí y esa era la primera vez que lo rechazaba de ese modo, alejándose y sonando seca y distante.
— Hermione, ¿qué te sucede? —Preguntó yendo directo al grano y sin rodeos.
La castaña suspiró.
«¿Qué sucede? Sucede que tengo una hija con Draco Malfoy. Sucede que ella es torturada por un maldito Oastori. Sucede que te puse los cuernos hace mucho tiempo. Sucede que tantas mentiras me están ahogando. Sucede que mi hija se lleva mejor con su padre que conmigo. Sucede que esa hija es la que tú quieres adoptar. Sucede que ella sufre, pero no dice nada al respecto.»
Quiso decirle todo eso, dejar la verdad salir de sus labios, sacarse ese peso de los hombros, pero solo se quedó en su pensamiento. No era conveniente decirle todo eso en ese instante. No era el momento correcto. Tal vez nunca sería el momento correcto, pero buscarían un momento más apropiado. Uno donde pudiera sonar más coherente y menos agresivo.
— Solo estoy cansada —mintió a medias.
Aunque realmente no era una mentira. Estaba cansada de su trabajo, de su vida, de los secretos. Le drenaba la felicidad poco a poco. Era exhaustivo de tan solo pensar en toda la situación en la que estaban metidos. Y si así era para ella, no quería ni imaginar lo pesado que tenía que ser para su hija de dieciséis años.
— Entonces llevarás cansada desde hace un año y varios meses —espetó Ron.
Hermione lo miró desconcertada.
— Ron, ¿de qué demonios estás hablando? —preguntó elevando un poco la voz.
Ella sabía perfectamente de lo que él estaba hablando, pero prefirió hacerse la tonta.
— Hablo de que ya casi no te pasas en casa, ya casi ni te veo. Has estado extraña, como si estuvieses escondiendo algo que, pienso yo, todos saben excepto el idiota de Ron Weasley.
El corazón de Hermione se encogió porque era verdad su sospecha. Odiaba mentirle de ese modo, pero no quería que se enterara de la verdad todavía. No estaba preparada... ninguno estaba preparado.
— Ronald, si vienes a hacerme una escena aquí sugiero que te largues —sentenció apretando la mandíbula.
Ron rio socarronamente
— ¿Ahora te vas a poner con esa? —cuestionó, arqueando una de sus cejas.
— Sí, porque te estás comportando como un idiota conmigo —dijo.
El pelirrojo apretó la mandíbula y puso las manos en la cabeza. Su cara estaba casi igual de rojo que su cabello.
— Hermione estás libre...
— ¿Qué? —preguntaron en un grito Ron y Hermione.
— O mejor vengo luego —murmuró Ginny antes de volver a salir de la oficina.
— Hablaremos esto en casa, ahora tengo que trabajar —habló la castaña tomando otros documentos, lista para voltearse y darle la espalda.
Ron se los quitó de un tirón.
— No, lo hablaremos ahora.
Hermione mordió el interior de su mejilla. No quería hablar eso en ese instante. Quería que se fuera porque estaba a punto de explotar. Llevaba mucho tiempo con esa carga y sentía que los había traicionado a todos.
Del trío de oro, ella siempre había sido el pilar de los tres. Era la que resolvía sus problemas, la que les salvaba el trasero y los ayudaba a descifrar todas las cosas. Ahora sentía que el pilar se había derrumbado y los había traicionado al pasar esa noche con Draco Malfoy y tener una hija con él.
No se arrepentía de haber tenido a Agatha porque por su rubia daría la vida y mucho más. Solo se arrepentía de no haber dicho la verdad hace mucho, mucho tiempo.
— Ron, estás alterado. Ambos lo estamos y necesitamos calmarnos. Ahora mismo no discutiré contigo porque terminaremos diciendo cosas que después nos arrepentiremos —manifestó en un tono más suave.
El pelirrojo asintió aún enfadado y se marchó de la oficina dando un portazo.
ϟ
Dakota seguía sin poder creer las palabras de Matt. Después de tanto tiempo tenía que volver ahora cuando su vida iba fantástica. Se sentó en el escritorio todavía en shock. Él se había marchado de la oficina tan pronto dijo su confesión, permitiéndole a Dakota poner en orden sus pensamientos. Lo necesitaba. De hecho, odiaba que él la conociera tan bien como para saber que siempre necesitaba un poco de tiempo para analizar las situaciones y sus acciones.
— Dakota —la llamó Agatha.
— ¿Por qué él está aquí? —Preguntó en un susurro.
— ¿Qué pasó entre él y tú? —quiso saber la adolescente.
La metamorfomaga suspiró. Apoyó los codos en el escritorio y ocultó su cara en sus manos.
— Fue hace mucho tiempo —dijo Dakota.
— Cada vez que dices eso, suenas que tienes cuarenta y no veintitrés —comentó, frunciendo un poco sus labios—. Dime o quemaré todas tus provisiones, sabes que lo haré —amenazó apuntando al cajón con su mano.
— Bien, te diré —se resignó echando su cabeza hacia atrás en la silla—. Cuando estaba en Hogwarts, yo... tenía ciertos sentimientos por Teddy...—Agatha la interrumpió.
— ¿Lupin? ¿Teddy Lupin? —Preguntó, incrédula con las palabras de su profesora.
— Sí, ese Teddy —recalcó el «ese»—. Ambos estábamos en séptimo año. Sin embargo, él estaba enamorado de una de mis mejores amigas que era nada más y nada menos que Victoire Weasley. Eventualmente durante ese año Teddy descubrió que yo tenía sentimientos hacia él y en un baile que hubo, me besó.
— ¿Te besó estando con Vic? Joder, eso no me lo esperaba —murmuró, inflando sus mejillas para después dejar salir el aire.
— No interrumpas, mujer —pidió—. Como sea fue cosa del momento y él lo olvidó realmente pronto porque cuando volvimos de las vacaciones de navidad él había formalizado su relación con Vic. Ahí es donde llega Matt, él fingió ser mi novio y me ayudó a superar a Teddy. No obstante, él se enamoró realmente de mí, pero yo no sentía nada más que amistad por él.
— Ouch, eso me dolió hasta a mí —dijo la rubia poniendo una mano sobre su pecho dramáticamente.
— Sí, sí. El día de graduación él me confesó su amor, pero yo no podía hacer nada al respecto. Después de eso no nos volvimos a ver hasta el día de hoy —concluyó.
— Entonces, ¿por qué estás en ese shock? —preguntó Agatha con una ceja alzada—. Si dices que no sientes nada más por el que no sea amistad...
— ¡No lo sé! —Exclamó la metamorfomaga poniendo su cabello azul.
— ¿Sabes qué pienso? —Dakota negó—. Pienso que tú tenías sentimientos por Matt, pero en esos momentos no te dabas cuenta y cuando te volviste a encontrar hoy con él, los sentimientos que nunca se fueron, volvieron a impactarte.
— No tengo sentimientos por él —espetó Dakota.
Agatha rio.
— Querida, por poco te derrites cuando admitió que vino a Hogwarts por ti.
— No lo hice —dijo.
— Sí, lo hiciste —canturreó—. Para ser honesta, yo también lo hice. Si fuese tú, hubiese pedido que me largara, para después hacer cosas indecentes sobre el escritorio.
— ¡Agatha! —exclamó Dakota con los ojos como platos.
— ¿Qué? Soy honesta —se encogió de hombros.
La metamorfomaga rodó los ojos mientras negaba con la cabeza repetidas veces.
— Demasiado, Agatha, demasiado —dijo reprimiendo una sonrisa.
Agatha sonrió ampliamente.
— Por cierto, sí te diste cuenta de que el hecho de que Matt volviera fue causado por Minnie, ¿verdad? Tal parece que jugar al cupido es su nuevo pasatiempo favorito —comentó Agatha, encogiendo sus hombros y agarró su caja de grajeas de todos los sabores para marcharse del despacho.
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