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38| La protección del guardián


— Ya veo que me conoces —habló Lyra con una sonrisa escalofriante, grave y ronca. Casi como si estuviera siendo desgarrada en el interior. Tal vez era un efecto secundario de ser un Oastori.

Ver a Lyra era como ver a Agatha. La similitud física era extraordinaria; cualquiera que las viera diría que eran gemelas. No obstante, podías distinguirlas fácilmente con solo mirarlas a los ojos. Los de Agatha tenían bondad y amor en ellos, brillando con vitalidad burbujeante. Todo lo contrario, a los de Lyra expresaban. Estaban llenos de odio y maldad.

¿Cómo podía alguien estar tan cargado de esos sentimientos? Solo había un gris vacío en sus orbes, profundos pozos buscando llenar el agujero de su alma con la marca de venganza.

— Querida, somos iguales. Excepto que tú tienes los ojos malos y yo los buenos —dijo Agatha, intentando empujar el sentimiento de miedo de su sistema. Tal vez estaba tan llena de la sorpresa de que fueran físicamente idénticas, que impedía que el pánico se apoderara de su cuerpo.

Lyra cambió su sonrisa por una máscara de inexpresividad. El odio cubrió el vacío de sus ojos, llenándolos de llamas de furia que hicieron que Agatha se sintiera minúscula y débil a su lado.

Era extraño que se comportara de ese modo, que la hiciera sentir aterrada como una niña. Agatha había visto mucha maldad, había tenido su vida de sufrimiento, había visto a la muerte frente a sus ojos. Cualquiera en su lugar se encontraría inmune de esos sentimientos, pero todavía era humana; una adolescente que temía y padecía como cualquier otra.

— Pronto los tendrás como yo, siempre los tendrás como yo. Las personas como tú y yo están destinadas a ser odiadas por el mundo y creo que ya tú lo sabes.

— Eso no es cierto —se rehusó a creerlo, moviendo su cabeza en un gesto negativo.

Lyra se mofó de ello.

— Te mientes a ti misma, Agatha —dijo en un tono frío—. Yo te haré sufrir, te haré sentir el dolor —susurró con una voz suave que la hacía más escalofriante de lo que ya era.

Agatha pensó que se trataba de un dolor metafórico durante un instante. Sin embargo, eso solo duró poco tiempo porque a los pocos segundos sintió un latigazo que produjo que una corriente de dolor se esparciera por su cuerpo. Fue escalando por su sistema, abrasando sus venas y quemando su ser.

Sentía cómo centenares de cuchillos se enterraban en su abdomen y, cada vez que trataba de enderezarse, el dolor la debilitaba, haciéndola caer sobre sus rodillas. Las lágrimas de dolor se escapaban de sus ojos y se mordía el labio con fuerza luchando por no gritar, soltando débiles gimoteos de vez en cuando. Su estómago se contrajo dolorosamente, revolviendo el contenido y eso le provocó náuseas.

— Detente —suplicó y soltó un gruñido. Sus manos se aferraron a la superficie bajo su cuerpo, intentando desviar la agonizante sensación de su cuerpo. Cada vez se volvía insoportable.

Reuniendo toda su fuerza, Agatha hizo un ademán y logró que parte del vestido de Lyra se encendiera en enormes llamas de fuego, sorprendiéndola en el proceso y deteniendo el dolor que sacudía su cuerpo. Ese acto logró que Agatha descubriera que Lyra necesitaba mantener contacto visual con la persona que estaba atacando. El fuego logró que sus ojos se desviaran hacia el vestido, un agente distractor que debilitó la ilusión en la que estaban metidas.

Lyra maldijo y sintió su sistema comenzar a desvanecerse junto con la ilusión que había creado. Los alrededores lucían inestables y todo comenzaba a verse borroso.

— Esto no va a terminar aquí; esto es solo el comienzo —aseguró, retrocediendo unos cuantos pasos y murmuró algo incomprensible antes de desaparecer con una sonrisa de satisfacción adornando su pálido rostro.

ϟ

Alexandra Nott caminó por los jardines de Hogwarts buscando a Agatha, sin tener buenos resultados, pues seguía sin encontrar a su amiga. En su pecho tenía la punzada de que algo sucedería, pero todavía no lograba descifrar si era bueno o malo. Solo sabía que pasaría y le temía a eso. La verdad era que últimamente Agatha había estado algo ausente y eso le preocupaba. Ella no hablaba de sus problemas con nadie y eso era lo peor; se cerraba y no había manera de sacarle información.

Tal vez no quería abrumarla con sus problemas, pero tenía que entender que ella era su amiga y estaría ahí para ella en las buenas y en las malas. Así era como funcionaba la lealtad de una serpiente. Se les ofrecía a pocos, pero, cuando se hacía, eran capaz de matar por ello.

Sacando su mente de sus preocupaciones, sonrió un poco al toparse con Dylan entre los jardines, charlando tranquilamente con sus amigos, ajeno a las preocupaciones de su novia. Pero así estaba perdida por él, le ayudaba a olvidar lo mucho que buscaba controlar su vida, manteniéndola perfecta y sin fugas que pudieran afectarlo.

Pudo ver un destello de luz desde alguna de las torres y frunció su ceño con confusión.

«¿Qué demonios acaba de suceder?»

— ¡Lex!

Alex apartó su mente de su confusión y se enfocó en Dylan, convenciéndose de que seguramente se trataba de algún estudiante al que le salió mal un hechizo.

ϟ

Lily se caminó por Hogwarts tranquilamente, a paso lento y sin preocupaciones. Por primera vez, volvía a sentirse como alguien de su edad. Había decidido hacerle caso a su hermano y no aferrarse a un sentimiento; en especial uno que todavía no podía manejar del todo. Seguía siendo una niña, no quería andar sufriendo por «amor». Era lo mejor para ella y para todos. Al estar sumida en sus pensamientos, chocó con alguien y un libro cayó al suelo. Por instinto, se agachó para recogerlo y dárselo a la persona.

— Por favor, sé Patch Cipriano, o Tobias Eaton, o Percy Jackson, o Jace Herondale. Por favor, por favor, por favor —dijo una chica castaña de su edad con los ojos cerrados y los dedos de las manos, cruzados, como si estuviera recitando un hechizo para que aparecieran las personas mencionadas.

Lily soltó una pequeña risita, negando ligeramente con su cabeza, estando divertida con la reacción de la muchacha.

— No soy ninguno de esos, pero te entrego tu libro —dijo la chica Potter entregándole el libro titulado «Divergente».

— ¡Mierda, siempre me pasa! Nora, Tris, Annabeth y Clary son unas malditas suertudas —murmuró la chica, quejándose al agarrar su libro—. ¡Ah! ¡Qué mal educada soy! Me llamo Amanda Hall —se presentó con una sonrisa contagiosa.

El hecho de que Amanda luciera como si ignorara el completo hecho de que Lily era la hija del elegido, la hizo sentir bien. Le gustaba estar fuera del ojo de atención. Después de todo, ella solo era una niña y merecía ser tratada como tal.

— Lily Potter.

— Eres de Gryffindor, ¿cierto?

— Sí —confirmó, señalando su bufanda—. ¿Y tú eres?

— Ravenclaw —dijo orgullosa, elevando su mentón un poco para demostrar lo contenta que estaba de formar parte de dicha casa.

Lily sonrió.

— Por cierto, ¿Quiénes son todos esos que mencionaste? —se interesó en saber.

Amanda sonrió.

— Ah, ellos son mis amados —respondió dejando a Lily con cara de confusión—. Es broma, mis ganas de tener a Persassy Jackson solo para mí. Son personajes de mis libros.

Lily ladeó su cabeza, intentando recordar si los había escuchado antes, pero los nombres no lograron hacer que la campana de su cabeza sonara.

— Nunca escuché de ellos —dijo, arrugando ligeramente su nariz en modo de disculpa.

Amanda no lo tomó personal.

— Es que son libros muggles —explicó—. Sí, soy nacida de padres muggles, por si lo preguntas. Sin embargo, no me importa así soy más genial como Hermione Granger —dijo entusiasmada—. Ella es la mejor. Algún día la conoceré.

Comprendiendo que Amanda realmente no tenía conocimiento de la identidad de la chica Potter, pudo sonreír con sinceridad.

— Ella es mi tía —dijo Lily—. Te la puedo presentar en la estación del tren cuando sean las vacaciones de navidad.

Amanda sonrió y empezó a dar pequeños saltos de emoción.

— ¡Conoceré a Hermione Granger! —Exclamó—. Lo siento, lo siento. A veces me dan esos ataques y no me controlo. Es que soy divergente y no puedo ser controlada —habló con rapidez, abanicándose el rostro con sus manos.

Lily rio.

— Está bien. Me agradas.

— ¿En serio? Los demás me miran raro por mi forma de ser —la miró raro por un segundo—. Pero... tú también me agradas, Lily Po-... ¡Oh, por las piernas peludas de Merlín! ¡Eres la hija del elegido! —cayó en cuenta—. Pero no te preocupes, no soy acosadora —prometió, levantando su dedo meñique en símbolo de promesa.

ϟ

Agatha abrió los ojos y se encontró de nuevo en la lechucería con James frente a ella, mirándola con preocupación, pero no se enfocó en él, sino en el dolor que estaba colapsando su sistema. El vientre le dolía como nunca lo había hecho, ni siquiera los otros ataques, haciendo que se encorvara en un intento de aminorarlo. Sus rodillas fallaron en ese acto, pero no cayó gracias a James. Su vista seguía borrosa, y sentía que no les llegaba suficiente oxígeno a los pulmones, tornando su respiración en una errática.

— Agatha, tu nariz está sangrando —escuchó la voz de James, aunque sonaba como si estuviera a kilómetros de distancia.

Instintivamente se llevó la mano a la nariz y sus dedos temblorosos se llenaron del espeso líquido rojo que provenía de su propio sistema. Todo le daba vueltas y no escuchaba las voces claramente. A penas podía escuchar que James la llamó cuando ella se alejó de él, retrocediendo hasta mantener una distancia prudente. Estaba desorientada.

De repente, y sin previo aviso, Agatha sintió cómo su garganta quemó, la bilis subiéndole sin oportunidad de aguantar las arcadas, y regurgitó. Apartó su cabello del camino para evitar que terminara cubierto de vómito. Miró el suelo lleno de un líquido rojo y espeso, justo como el que había cubierto sus dedos hacía unos segundos; había vomitado sangre.

— ¿Qué me está pasando? —Preguntó con voz rasposa antes de agacharse por el dolor.

Sus manos sostuvieron su abdomen, intentando apaciguar el calvario por el que estaba pasando. Era agonizante.

— ¡Agatha! —exclamó James cuando la vio casi desmoronarse ante sus ojos. La agarró justo a tiempo antes de que sus rodillas hicieran contacto con el suelo.

Se sentía débil, demasiado débil. Todo se estaba haciendo pesado. Era como si le estuvieran absorbiendo la vida de su cuerpo. Su rostro estaba más pálido de lo normal, sus labios estaban rojos y de su nariz salía un hilo de sangre que no paraba de resbalar por su piel, sin contar las numerosas lágrimas que salían de sus ojos grises.

— Duele —susurró antes de encorvarse y vomitar nuevamente.

— Agatha, escúchame, ¿puedes? —La chica apenas logró asentir con la cabeza—. Rodea mi cuello con tus brazos —ordenó.

Agatha no protestó. En lugar de eso se aferró al cuello de James y dejó escapar un sollozo que la hizo quejarse de dolor cuando James la levantó del suelo, cargándola. James salió a toda prisa de la lechucería para buscar ayuda. La chica sudaba y parecía tener fiebre. Su nariz seguía sangrando, aunque la limpiaba un poco con el dorso de su mano.

James iba lo más rápido que podía. Tenía que llegar a la enfermería antes de que Agatha se pusiera peor de lo que ya estaba. Su camisa tenía una mancha de sangre y su pantalón tenía varias salpicaduras de la que la rubia había vomitado en la lechucería, pero no se enfocó en ello, sino en llevarla al lugar donde podrían ayudarla.

El camino se hacía más largo de lo que realmente era y Agatha cada vez se encontraba más débil. Apresuró su paso cuando logró ver la entrada a la enfermería, aunque fuera de lejos.

Escuchó a Agatha toser y vio como la manga con la que ella se tapó la boca se llenó de sangre. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor en el rostro y las lágrimas cayeron sin cesar por sus mejillas pálidas. Sintió su pecho contraerse dolorosamente al ver la situación en la que estaba.

James abrió la puerta de la enfermería estruendosamente haciendo que las personas que estaban allí, Dakota y Pomfrey, se sobresaltaran al verlos. La preocupación abarcando sus rostros de inmediato cuando procesaron la escena.

— ¡Joder! ¿Qué demonios pasó? —Preguntó Dakota, mientras corría hacia sus estudiantes, asustada al ver la gran cantidad de sangre.

— Ponla en esta camilla —ordenó Pomfrey mientras preparaba algunas cosas para atender a Agatha.

James obedeció, colocando a Agatha en la camilla con cuidado.

— Hubo un ataque imprevisto —respondió James casi sin respiración—. Dakota esa maldita cosa cada vez tiene más fuerzas y las clases ya no están funcionando como antes. Yo no pude sentir nada. Usualmente siento los ataques, pero ¿esta vez? Nada.

Dakota suspiró, cerrando sus ojos.

— Esto era lo que temía —murmuró—. Las cosas van a ser diferentes de ahora en adelante.

— ¿A qué te refieres? —Preguntó el muchacho, preocupado.

La metamorfomaga se volteó para mirarlo.

— El Oastori se está fortaleciendo y cuando recupere las fuerzas suficientes, tendrá el poder necesario para poseer un cuerpo —explicó y le dio un vistazo a Agatha—, su cuerpo.

— ¿Cuándo va a ocurrir eso? ¿Qué pasará con Agatha cuando eso pase?

— No lo sé, James, no lo sé. No le doy muchos ataques, tal vez menos de quince. Eso es lo que tenemos para salvar a Agatha. Si el Oastori logra obtener posesión de su cuerpo, ella morirá.

— ¿Ella va a estar así cada vez que tenga un ataque? Estaba vomitando sangre —le dijo James alterado.

Dakota lo miró sin entender, ladeando su cabeza.

— ¿Vomitando sangre? —Preguntó.

James asintió.

Una ola de realización hizo que Dakota saliera corriendo hacia la camilla en donde estaba Agatha, buscando su atención.

— Agatha, necesito que mires —pidió Dakota—. Ahora dime, ¿qué sucedió? ¿Quién te hizo esto?

La rubia agarró la mano de la metamorfomaga con fuerza, tantas que sus uñas se clavaron en la piel de su profesora. Cerró los ojos un momento, tratando de canalizar el dolor.

— Lyra —susurró—. La vi, Dakota, la vi, y me hizo una advertencia —anunció con las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo—. Dijo..., dijo que esto es solo el inicio.

ϟ

Dakota y James se encontraban fuera de la enfermería esperando noticias de Madame Pomfrey, la cual los mandó a salir cuando Agatha volvió a vomitar y su cuerpo comenzó a convulsionar. Sin embargo, ninguno de los dos se había movido de allí y no pensaban hacerlo hasta que les dijeran qué sucedió con Agatha, hasta estar seguros de que todo estaría bien.

No sabían cuánto tiempo pasaron frente a las puertas, pero solo cuando se abrieron dejando ver a Madame Pomfrey con expresión cansada, fue que pudieron respirar. Había pasado bastante tiempo atendiendo a Agatha.

— ¿Cómo está? —Preguntó James inmediatamente.

Poppy lo miró algo asombrada por la forma en la que se apresuró en saber de la condición de la muchacha, pero no dijo nada al respecto. Dakota ignoró por primera vez la apuesta que tenían y se enfocó en su estudiante, insistiendo para que Pomfrey les dijera el estado actual de Agatha.

— Ahora mismo está sedada, pero se encuentra estable —dijo de la manera más profesional que pudo.

— ¿Qué fue lo que sucedió? —quiso saber Dakota.

Pomfrey suspiró antes de hablar.

— Al parecer durante el ataque el Oastori hizo un tipo de maleficio que le produjo una hemorragia interna —explicó—. Sin embargo, con mis conocimientos y dotes mágicos, pude detenerla y estabilizarla antes de que tuviera daños. Entonces hubiésemos tenido que mandarla a San Mungo.

Dakota y James suspiraron de alivio al escuchar que Agatha estaba, relativamente, bien.

— James ¿qué demonios haces tú aquí?

Dakota y James se giraron para ver a Lysander junto a Scorpius, Alex, Skylar y Albus. Todos abrieron los ojos como platos al ver que la camisa de James tenía manchas de sangre, demasiada sangre. De hecho, solo tenía pocas zonas blancas.

— Mejor pregunta: ¿qué haces tú aquí? —James le devolvió la pregunta a su amigo—. Deberían estar en sus respectivas salas comunes.

— Vengo a ver a la chica con la que salgo —contestó Lysander.

Skylar dio un paso al frente.

— Nos dijeron que Agatha estaba en la enfermería y vinimos a ver cómo está y qué sucedió —intervino antes de que James contestara y se armara un lío entre esos dos.

Dakota se metió entre el grupo de estudiantes, poniendo una distancia entre James y el resto de los amigos de Agatha, quienes estaban preocupados, lo cual era comprensible. Le alegraba que su niña tuviera apoyo, pero no podía tenerlos a todos en la enfermería rompiendo las reglas.

— Agatha tuvo un pequeño accidente y necesita reposo, pero se encuentra bien —dijo Dakota sin dar lugar a muchos detalles.

— ¿Qué accidente? —Preguntó Alex, recordando el destello de luz que llegó a ver unas horas antes.

Pero Dakota no dio su brazo a torcer, permaneciendo impasible.

— Son las diez de la noche, tienen que volver a su sala común antes de que se metan en problemas.

— ¿Cuándo la podremos ver? —cuestionó Scorpius.

— Mañana después de que nos aseguremos de que todo está en orden —dijo Poppy—. Ahora largo —los echó de la enfermería, agitando sus manos, incitándolos a irse.

Los chicos asintieron y se marcharon al ver la mirada asesina de Pomfrey. Dakota se giró hacia James, quien aún no se había ido. Tampoco lucía como si tuviera intenciones de hacerlo.

— Ve a darte un baño y a dormir. Ha sido un día largo —ordenó, colocando una de sus manos en el hombro del muchacho.

— Iré a darme un baño, pero vuelvo —avisó James.

Dakota puso su mirada más severa.

— Dije que te fueras a dormir y por eso me refiero a tu cuarto.

James negó con la cabeza, sintiéndose ligeramente culpable con lo que había ocurrido.

— No, yo me quedaré con ella hoy.

— Potter, no lo harás —negó Dakota, pues incluso cuando deseaba que James estuviera con Agatha, no quería convertirlos en una obligación. Tampoco quería que estuvieran exhaustos. Ya era suficiente por un solo día.

— Sí, lo haré, Dakota —repitió.

Ella bufó, cruzando sus brazos, inconforme.

— ¿Por qué te quedarás con ella? —exigió saber.

— Porque se supone que yo la proteja.

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